Lady Filstrup (3ª época)

Dedicado a la música ligera, actores españoles y tebeos de Bruguera (porque sí, porque rima).

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Lugar: El Escorial, Madrid, Spain

martes, febrero 28, 2006

El enigmático Violeto García, de Iranzo



Iranzo era aragonés, surrealista y genial. Características que, por ejemplo, compartía con Luis Buñuel y de las que este burgomaestre participa tan sólo en un tercio. Les dejo a ustedes que adivinen en cual. El caso es que Juan García Iranzo contribuyó a la grandeza de la historia tebeística de Bruguera con la creación de la Familia Pepe, que se publicó en las páginas de Pulgarcito desde su primer número de la etapa en que se constituyó revista de historietas, en 1947, sin interrupción hasta finales de 1951 y con posterioridad, tiene diversas reapariciones, siendo la última los diez números que van del 1375 al 1384. Este sólo hecho le permitiría ya ingresar en lugar preeminente entre los Grandes del Tebeo español, pero el caso es que aún fue capaz de aportar muchas otras obras, tanto dentro como fuera de Bruguera, tales como “El cachorro”, o “Antonio Barbas Heredia”.
De la Familia Pepe habrá que hablar en este weblog (o lo que sea) con la debida dedicación (por lo que tentado estoy de cederle el tema a mi compañero, que es mucho más capaz que un servidor), pero, de momento, en esta ocasión me he detenido a observar una aportación mucho más modesta (a primera vista, al menos). Voy a ello.
La revista “Ven y ven” no duró mucho tiempo. Apareció en 1959 y por algún misterio (primer misterio del rosario que me dispongo a pasar) en pocos números pasó a llamarse “Suplemento de historietas de El DDT” (que, como nombre, la verdad, no vale gran cosa). En sus páginas hallamos algunos personajes nuevos mezclados alegremente con muestras de material añejo que habían quedado inéditas. Este material es interesantísimo y contiene verdaderas perlas para el aficionado (a las perlas y a los tebeos). Así nos topamos, por ejemplo, con el curioso fenómeno de que Escobar publicaba simultáneamente historietas nuevas de un personaje flamante: “Don Verdades” junto con ediciones de un personaje antiguo (del año 1951) reconvertido en otra cosa (Doña Tula transformada en Tía Tula, tema que trataremos de forma inminente). Pues bien, entre el material rescatado de algún lóbrego despacho o almacén, surgieron algunos trabajos de Iranzo que fueron a ocupar ciertos huecos en esta revista. Según el estudio que sobre el artista aragonés publicó Quirón Ediciones, las historietas de Iranzo se encuentran en 4 números de “Suplemento de historietas”: en el 22, 24, 25 y 26. A este listado yo tengo que añadir el número 28, pues es en éste donde me he topado con Violeto García. Un personaje completamente calvo, con gafas, con bombín y que luce un cuello de camisa alto y duro, atado al cual luce una corbata de pajarita. Una descripción que serviría también para el archifamoso y primigenio Mortadelo cambiando la pajarita por un lazo.
La viñetas que ilustran esta entrada nos muestran al olvidado Violeto García quien compartía página con un Pedrusco Brutote de Peñarroya que , por el estilo, dataría en los años finales de la década de los cuarenta y un Don Telescopio de Escobar que podría ser de principios de los cincuenta. En la misma revista hay también una página de Vázquez, de su Heliodoro Hipotenuso, que parece de las primeras que dibujó, siendo apenas un muchacho el creador de Feliciano. Cito estos compañeros de páginas porque me inclino a pensar que este Violeto durmió un prolongado letargo de varios años en algún cajón. Que Ibáñez accediera a ese cajón es otro misterio que no tengo medio de desvelar. Yo lo que veo es un innegable parecido entre este Violeto y el Mortadelo que vió la luz en aquel número 1394 de Pulgarcito de 1958, sólo diez números después de que Iranzo dejara de colaborar en la revista.
Examinemos someramente la historieta que nos ha llamado la atención. La compararemos con la historieta de Mortadelo y Filemón publicada en el Pulgarcito número 1396 (el que tenemos más a mano). Algunos detalles anecdóticos, más allá de la primera impresión dada por su similitud a grandes rasgos , refuerzan la sensación de que tienen algo que ver Mortadelo y Violeto. La vestimenta es casi plenamente coincidente. La suma de elementos comunes hace difícil sostener la existencia de una mera casualidad. Expresado mediante una fórmula matemática de caracterización de personajes, Bombín + calva total + gafas + cuello duro + traje negro multiplicado por dos no nos da un resultado dudoso. Aunque tampoco definitivo, evidentemente. La forma en que el sombrerito salta de la cabeza de ambos personajes es una convención habitual, aunque visualmente produce el efecto de amplificar la sensación de que ha existido algún tipo de “contagio”. Por último, la viñeta final, en la que Violeto está disfrazado de pastor, pero conservando puestos su cuello duro y su pajarita negra produce el efecto de estar viendo un Mortadelo dibujado por un dibujante distinto de su creador, pero un Mortadelo en toda regla, al fin y al cabo.
Seguramente sólo se tratará de una caprichosa casualidad, como la que hacía que Don Adelfo, otro personaje de Ibáñez de aquella época, se pareciera tanto a Don Eulalio, de Conti (creado en 1951). La evolución de Ibáñez le llevó a ir afianzándose en su propio estilo y a ir dejando a un lado posibles comparaciones con la obra de otros dibujantes...Franquin aparte, naturalmente.
NOTA: el Pulgarcito 1396 se publicó el 3 de febrero de 1958. El número 28 de "Suplemento de historietas de El DDT" se publicó en 1960, pero estaba compuesta, en gran medida, por material inédito que llevaba, en muchos casos, hasta una década "en conserva".

Dimisión irrevocable


Una dimisión debe ser necesariamente irrevocable, de otro modo uno no sabría a qué atenerse en este mundo en el que siempre las rendiciones deben ser incondicionales y las actividades frenéticas y cada sustantivo lleva, como un hermanito siamés, su adjetivo unido de forma indeleble. El caso es que el presidente del Real Madrid ha presentado hoy su dimisión (irrevocable, naturalmente) y eso en este país que nos ve madrugar por las mañanas y trasnochar por las noches tiene una trascendencia que no se la puede saltar ni un gitano (dicho sea con el debido respeto a las minorías étnicas), ni tampoco saltársela uno a la torera (dicho sea sin ningún respeto por los taurinos ya que a éstos se les puede nombrar sin ofensa, por lo visto).
Este burgomaestre no puede resistirse a la tentación de dedicarle, desde su modesta posición, una viñeta a don Florentino Pérez (y otras hierbas...céspedes, en este caso) que ha tenido el buen juicio, el acierto y la claridad de pensamiento de dimitir. Don Florentino, que ha sido el rey del mambo y ha dado un nuevo significado a la palabra prepotencia, hoy se ha quitado de en medio. No ha sido la suya, no obstante, un modelo de dimisión de los que cuadran a quienes admiten el error. Hasta en el fracaso, Don Florentino ha sido arrogante, pues con su acción pretende haber resuelto los males de su club ¡Suprema vanidad, pensar que hasta con la retirada se obtiene la victoria...! De todos modos, y hablando en términos generales, en opinión de este burgomaestre la dimisión es un arte que todo aquel que tiene un cargo debería cultivar al menos una vez en su carrera y cuanto antes, mejor. Don Florentino Pérez ha necesitado tiempo, probablemente más del necesario, para darse cuenta de que igual quien sobraba allí donde estaba mandando era él. ¡Ay, si todos los que detentan el poder despóticamente tuvieran ese momento de lucidez y se volvieran a su casa a regañar con el gato...! Pero no, se empecinan en ir dejando cadáveres (políticos y de los otros, ojo) a su paso, fagocitando acólitos, secuaces y ad-láteres relamiéndose con cada nuevo fiambre. Es lo que tiene empeñarse en estar en la cumbre por cualquier medio, que luego sólo hay un modo de bajar: tirándose.
NOTA: la viñeta ilustrativa, como siempre, cien veces más valiosa que la palabrería de este necio burgomaestre, es obra de Peñarroya y está extraída de la sección: "BRRRRR! ¡Cómo está el deporte! por Don Berrinche, reporter diplomado y malhumorado" del número 194 de la revista EL DDT, de 1955.
Nota2: hoy tenía prevista otra entrada, pero, miren ustedes, se ha hecho tarde, muy tarde...

lunes, febrero 27, 2006

Serie 50 años de TVE: ¡Vamos a la cama!


En esta serie que le estamos dedicando a la imbricación de Bruguera con la televisión le toca el turno a un auténtico y singularísimo fenómeno popular: la familia Telerín. A pesar de haber transcurrido más de cuarenta años de su aparición en la pequeña pantalla, la serie creada a partir de los personajes de José Luis Moro, con todo y no tratarse, en principio, de nada más que de un spot de corta duración y en el que, encima, no había un auténtico argumento, más allá de la recomendación cantada de acostarse temprano, a pesar de todo eso, decía, la familia Telerín pervive en la memoria colectiva y continúa siendo una referencia para todos los telespectadores.
La editorial Bruguera, atenta a todo lo que pudiera suponer un buen negocio, alcanzó un acuerdo con Producciones Moro para la explotación de sus personajes. Y cabe decir que no suponía cualquier cosa, pues la Familia Telerín fue uno de los más notables y primeros ejemplos de “merchandising” concebido como tal y, probablemente, el primero en España de tales dimensiones. Como se puede comprobar en el aviso inserto en las páginas del Almanaque, la piratería industrial ya hacía sus pinitos en aquel lejano 1965, y ya cundía la preocupación empresarial por sus efectos.
El hecho es que Bruguera lanza en 1965 su Din Dan con la sana intención de capitalizar la popularidad de los personajes infantiles de la televisión de aquel momento, acompañando la labor ya emprendida por su prima hermana Tele Color, que desde 1963 hacía lo propio con los personajes de la productora yanqui de dibujos animados Hanna Barbera, entre otros. Din Dan adapta al mundo de las viñetas las andanzas de la familia Telerín, de las marionetas de Herta Frankel , del inefable Gustavo Ré, y hasta del extra-televisivo y universal Tintín. A todo esto hay que añadir algunas contribuciones propias, como son la serie “realista” “Pecas y sus amigos” con guiones de Victor Alcázar (Mora) y la serie infantil “Panchito y Mariló”, de Sanchís. Se trataba de una revista dirigida a un público infantil, de una edad inferior a la de las clásicas cabeceras de la editorial, que estaba llena de anuncios (en una proporción aún mayor que la ya existente en otras revistas de la casa) dirigidos a fomentar el consumismo infantil vía materna: Cola-Cao, Danone, La Casera, pegamento U-Hu, son algunas de las marcas más presentes.
El número que aporto en esta entrada es el almanaque para 1966, con portada de Sanchís, que es el dibujante que se hace cargo de las historietas protagonizas por los personajes de Moro: Cleo (la protagonista), Maripí (la nena rubita), Tete (el repeinado), Pelusín (el tartamudo sin ojos), Coletas (la niña de las coletas) y Cuqui (el Cocoliso de turno) a los que añade un papá, una mamá, un abuelito circunstancial y una chacha fija, teutona, por más señas. Cabe decir que el trabajo de Blas Sanchis Bonet (Sanchis) puede calificarse de competente, y que tampoco se le debe exigir más. Hay otra historieta fija de la Familita Telerín, dibujada por Torá, que ocupaba media página y resulta muy curiosa, pues está dedicada a la vacuna contra el bacilo de Koch: “La vacuna B.C. G. al bacilo hace puré”. Creo que los amables lectores coincidirán conmigo en que es uno de los temas más insólitos que han producido nunca una serie de historietas.
En este almanaque, además de las historietas de rigor (incluyendo una “suelta” de Peñarroya) encontramos interesantes reportajes sobre José Luis Moro (cuya parte gráfica reproducimos aquí, porque nos encanta ) y sobre Manuel Bermúdez (Boliche) de quien hablaremos en futuras entradas, momento que aprovecharemos para mostrar las historietas de Peñarroya que publicó en Tele Radio sobre este entrañable personaje. También, en próximas entregas traeremos muestras del trabajo de Joso adaptando las aventuras de Marilyn, la archi-famos perrita caniche de Herta Frankel y del trabajo de Escobar “animando” las otras marionetas de la misma artista.
José Luis Moro fundó con su hermano Santiago los Estudios Moro sobre la base del ágil lápiz de José Luis y el éxito les sonrió enseguida en el ámbito de la publicidad, los cortometrajes de animación (lo que le valió tener una oferta desde la dorada California, ni más ni menos que de Walt Disney) y en diferentes publicaciones infantiles y juveniles, hasta que llegó el fenómeno de la familia Telerín y su despliegue mediático a partir de 1964. Además de entrar en los hogares españoles a través del televisor, los personajes de Moro estaban presentes en infinidad de artículos de consumo, en los tebeos, en cuentos, en cromos y, por fin, en la gran pantalla cinematográfica, en la película “El mago de los sueños”, de 1966, dirigida por Francisco Macián. Años más tarde, José Luis Moro creó las sucesivas mascotas del “Un, dos, tres” , obteniendo un éxito especialmente clamoroso (y económico) con la primera de ellas, la calabaza Ruperta.
Nota: De las mismas fechas que el Almanaque de Din Dan para 1966 (noviembre del 65), son otras publicaciones Bruguera con las creaciones de Moro como protagonistas. Una es “Vamos a estudiar”, otra, que muestro aquí, “Vamos a cantar”, ilustrada en su totalidad por Jordi Ginés Soteras (Gin).
Nota2: las alucinantes viñetas de la serie dedicada al combate contra el temible bacilo de Koch están tomadas del número regular de Din Dan 29, de 8 de noviembre de 1965.

Observando al graderío


Mirando al mar y entre caña y caña de cerveza, al contemplar esta cubierta de Cifré para El DDT núm. 298, con fecha del 31 de enero de 1957, mi compañero burgomaestre señaló lo curioso de la expresión del público que asiste al combate. Ninguna de esas caras pasmadas y hasta condolidas es la que uno esperaría de un espectador de tan aguerrido deporte. Lo cierto es que se encuentra a faltar entre el tumulto el rostro de un Don Berrinche mordiendo un buen veguero. Cifré es un dibujante de personajes enamoradizos y de reporteros encadenados a la página de sucesos, que a la hora de retratar elige la violencia de la anécdota frente a la anécdota la de la violencia. Hay un natural pacífico en Cifré, que en cuantobaja la guardia le sale pimpante como una amapola en el campo. Y a propósito de tener la guardia baja, el boxeador de esta portada, con su ojo a la funerala, hace pensar en el José Luis Ozores desmadejado y brioso que aparece en el cartel de su película El tigre de Chamberí, también del año 1957. Ah, en este mismo ejemplar de El DDT, el personaje de Cifré Amapolo Nevera y su tiíta Nieves se van en taxi a... ¡la calle del Pez!

viernes, febrero 24, 2006

El correo juvenil





Uno escribe en este weblog, o lo que sea, entradas y comentarios como ha escrito cartas al correo juvenil de los tebeos. Uno solicita correspondencia con chicos y chicas de entre tantos y tales años, y lo que busca es la sorpresa del desconocido y de la desconocida. El correo juvenil de Din Dan, y de los otros tebeos, claro, proporcionaba ese conmovedor trastorno de encontrar una carta encima de la mesa a nombre de uno, escrita con una caligrafía donde era tan importante, tan misteriosa, e incluso más, la caligrafía misma que lo que venía a decir la carta. Aquellos sobres solitarios que aparecían un buen día en nuestro buzón eran ángeles de papel que en vez de una espada de fuego traían un sello matasellado. Y sus sellos eran rosas de hojas pegadas con la lengua de un niño, y eran rosas también con la espina desgarradora del rostro del franquismo. Uno responde ahora a los correos electrónicos como contestó antes aquellas cartas y pone "mi querido amigo tal", porque uno siempre quiere al amigo que, sin conocerle, le ha escrito. Había en estas páginas del tebeo una honestidad que hoy se ha evaporado, y que es la honradez del que da la cara y pone su fotografía. Cuando las cosas son de verdad no hay manera de partirlas entre guapos y feos, sino entre ricos y pobres, porque siempre es más verdadero cómo se vive, que cómo le cae a uno el flequillo. La cara todavía era el espejo del alma, y por eso en estas fotografías los chavales daban su alma a imprimir en la página de un tebeo. Los niños y la gente eran como eran, y a eso tenían que agarrarse para salir adelante. La gente se parecía a la vida que llevaba, porque aún tenían eso, y no como ahora que ya no tenemos nada. Cuando uno abre el correo yahoo de Lady Filstrup, o mira la cifra de los comentarios, vuelve a sentir esa agitación que sólo proporcionaban aquellos sobres escritos a mano, ya digo, pero también echa de menos la honradez de la caligrafía, el pulso basto e irregular del bolígrafo, el manchurrón que deja un poco de huella dactilar del que escribe, la tachadura que es la duda arrojando una sombra de tinta, el papel apurado y escrito en los márgenes, joder, al final los márgenes se han salido con la suya; y lo que sobre todo encuentra uno a faltar, digo, es la fotografía… en esta red donde andamos atrapados sin nombre y sin fotografía.

(Ah, las fotos de los chicos salen de los Din Dan extra de Navidad de 1970, del núm. 222, fecha del 15 de mayo de 1972, y del núm. 231, fecha del 17 de julio de 1972.)

Serie “El arte del disfraz”: El alienígena que vino a cenar


Además de recuperar a su escuálido Campeonio, al que revistió de grandeza con despliegue de personajes secundarios y de variedad de escenarios, Raf aportó como novedad a la puesta de largo de la parte teberil de Bruguera que supuso el Gran Pulgarcito, su Flash (el fotógrafo). Es éste un personaje muy de su tiempo, vestido y peinado a la moda, más joven, también, de lo que venía siendo el patrón mayoritario de los personajes Bruguera, en consonancia con los nuevos usos de la historieta española, que había ampliado su mercado orientándose hacia un público más juvenil y menos infantil en estos finales de la década de los sesenta e inicio de la de los setenta( tendencia que, por otra parte, era de obligado cumplimiento, dado que los niños que compraban tebeos habían ido creciendo en la misma medida que las tiradas y el número de los semanarios de viñetas) . En general, es Flash un personaje gráficamente construido sobre unas medidas antropométricas que, según los nuevos cánones, se habían alejado de los modelos originales, más cabezones y bajitos, aproximándose hacia parámetros más semejantes a la medida humana. Temáticamente, está emparentado con Tribulete, compañero gremial, aunque Flash Melénez trabaje para una revista y Tribu para un periódico. En principio, Flash es fotógrafo, aunque también se ocupe ocasionalmente del texto de sus reportajes y haga alguna que otra entrevista. De todos modos, sus andanzas no difieren en gran medida de las de cualquier otro personaje de Raf, sin excesiva especialización profesional. El hecho de su profesión no marca absolutamente las anécdotas narradas, aunque, bien sea por encargo, bien por iniciativa propia, muchas veces sean motivos profesionales los que den lugar al inicio de la acción.
Como toda historieta de esta etapa de Raf, las aventuras de Flash están, eso desde luego, fenomenalmente dibujadas, con ese estilo suelto, elegante y fluido que caracteriza al dibujante, que hace parecer su obra el producto de una actividad que no requiere el menor esfuerzo por parte de la mano ejecutora, lo que es demostración inequívoca de la maestría del artista. Solía ubicarse en la portada de Gran Pulgarcito, honor que compartía con Don Polillo, de Vázquez y con Pepe Barrena, de Segura.
En la historieta en la que nos hemos fijado hoy, se ilustra lo que le puede pasar a uno si se disfraza de marciano (de “alunígena feo”, afirma Flash, haciéndose un lío con las palabras , por cierto, ¿no?). Si te disfrazas de marciano, decía, puede pasar que tu patrona confunda a un auténtico ser del espacio contigo y le dé tu sopa y que luego, cuando tú llegues le dé un soponcio a ella, al verte a ti. Luego descubrirás al marcianito, con sus antenas de caracol y su nariz de trompetilla, sorbiendo inocentemente tu sopa, con su vasito de vino y su currusco de pan, con una expresión en su verde cara mezcla de apetito y curiosidad científica, ante tu más que justificado sobresalto y sorpresa.
Los aliens caminan entre nosotros, eso lo sabe todo el mundo. Hoy, un poco menos que en los años setenta, pero quizá se deba a que estamos ya acostumbrados a su presencia. Se me ocurre que hay un largo camino recorrido entre las “Crónicas marcianas” que la gente conocía en décadas pasadas (las que imaginó Ray Bradbury) y las que el público reconoce hoy (que nadie podía llegar a imaginarse) . En todo caso, lo verdaderamente importante, lo que hay que procurar, es que no nos confundan con los invasores extraterrestres, no vaya a ser que alguien se ponga nervioso y nos elimine antes de hacernos la “prueba del meñique”, pongo por caso, en nombre de la paz duradera con el espacio exterior, o de la implantación del orden galáctico, o en pro de la defensa contra cualquier amenaza terrorista sideral.
Nota: la viñeta-cabecera es de la portada del Gran Pulgarcito número 35 (de 22-09-69) y la del extraterrestre, de la portada del número 50 (de 05-01-70) de la misma revista.

jueves, febrero 23, 2006

Serie El arte del disfraz: Carpantas a go-gó


Hoy que recordamos los hechos que protagonizaron hace 25 años unos individuos disfrazados de guardia civiles, de militares, de diputados (y creo que alguno de rey), hoy que empieza la temporada de los carnavales, es un buen momento para iniciar una serie a propósito de los disfraces, ese medio que se emplea para parecer lo que no se es o para parecer lo que se es siquiera sea por una vez, excepcionalmente.
Los personajes de Brugera siempre van disfrazados. Como cada hijo de vecino, claro está, cada vez que se viste, o se maquilla, o se pone un gorro para parecerse a alguien, incluso a sí mismo. Pero, dejando aparte esta apreciación pseudofilosófica, digamos que los personajes de Bruguera, en ocasiones, abandonan su disfraz habitual porque se ven obligados a vestir uno distinto, bien sea por necesidad (para huir del sastre, por ejemplo), o bien para acudir a una cuchipanda del tipo "Baile de trajes", que es una bonita manera de denominar a una "Fiesta de disfraces".
Ya vimos en una entrada anterior, a Gordito Relleno luciendo variadas vestimentas en una historieta muy especial. Aunque en aquella ocasión, se trataba de una serie de sueños maravillosos lo que motivaba el cambio de indumentaria del personaje.
¿Es posible provocar la risa a costa de alguien que pasa hambre? Planteada así la cuestión, por mucho que sepamos que la respuesta es sí, cuesta admitirlo. Y sin embargo, la dificultad para conseguir alimentarse de Carpanta (como antes lo fue la de Charlot, por citar un ejemplo universal) ha sido fuente de diversión para varias generaciones de lectores. Por comida, Carpanta es capaz de todo, y en esta historieta del Pulgarcito número 1141 (de 1953) se ve en el trance de aceptar disfrazarse de cualquier cosa para ganar una apuesta que le proporcione un sabroso pollo. Esta excusa argumental le permite a Escobar realizar una plancha inusual en la que viste a su héroe con distintos modelos, y conseguir una historieta que se sale de lo común . Esas viñetas en las que Carpanta asume diferentes caracterizaciones podrían haberse quedado en meras muestras de la habilidad de Escobar en confeccionar láminas de figurines (como debió hacer, por ejemplo, para sus películas de dibujas animados), pero el desdoble de Carpanta en sujeto que imagina y en modelo imaginado enriquece y realza la idea y redobla el valor de la historieta. Pues si decorativas son las estampas del personaje ataviado con los sucesivos disfraces, no menos interés atesoran las distintas expresiones soñadoras de Carpanta en primer plano. La resolución argumental de la historieta, consistente en la chanza de Protasio, directamente emparentada con el Quijote, por cierto, (final del capítulo segundo, del primer libro, donde el hidalgo tiene parecidas dificultades para comer, por tener puesta la celada y alzada la visera ), que deja, una vez más a Carpanta en ayunas, está dentro de los parámetros habituales de la serie y resulta más bien rutinaria, en comparación.
NOTA: el grabado que ilustra las dificultades del Quijote para alimentarse por culpa de la visera y la celada del yelmo es obra de José Rivelles.

miércoles, febrero 22, 2006

Series Lay Filstrup: Cuando todos hablaban parecido



Disparatado, dislocado, alopécico, variopinto, pintiparado y ribonucleico (por no decir escrufuloso o vitupérico) es el humor de los buenos viejos tiempos en Pulgarcito, cuanto la mayor parte de los personajes utilizan el lenguaje de Rafael González para expresarse. Hoy les muestro unas cuantas viñetas de historietas de Jorge y Cifré. Lo cierto es que se comentan solas. Me podría limitar a a reseñar que están sacadas de los números 129 (las de Tribulete y Leovigildo Viruta) de diciembre de 1949 (sí, del mismo número del que salieron los anuncios del otro día -¡y es que habría que subir estos tebeos enteros!) y 208 (la de Cucufato Pi), de julio de 1951 . No obstante, a pesar de que soy incapaz de añadir nada mejor de lo que ellas dicen por sí mismas, no me resisto a perorar un poco con la excusa de que no vayan solas por el mundo, como unas descarriadas.

El lenguaje que gastan los personajes de Bruguera en estos años, no es tan sólo un instrumento cómico, sino también, como he dicho, es un instrumento de demolición de cualquier tipo de convencionalismo. Así, en la historieta de Cucufato Pi ( un personaje que cabe calificar como versión original del posterior hijo de Cifré, Golondrino Pérez ) queda demolida la profesión médica en tres viñetas. El comentario “En último caso, con la autopsia lo descubriré todo” es digno del mejor Groucho. El modo en que se dislocan las habituales conversaciones entre médico y pacientes desvela el absurdo que subyace en ellas. En la historieta de Jorge, es la literatura de evasión la que resulta dinamitada y convertida en puro dislate. Es Leovigildo Viruta un personaje de esos que tienen poco relieve identitario en su personalidad, como le pasa, por ejemplo, al Olegario de Raf. Visualmente, se distingue de los Casildo (Nadal), Calixto (Peñarroya) o Heliodoro (Vázquez) del momento por su vestimenta, menos formal, más "lumpen" que incluye una característica gorra (y ya hemos dicho alguna vez lo decisivo que el tocado es para la caracterización de los personajes) . Pues bien, en esta historieta figura una novela piramidal en la que los cadáveres están “bastante muertos” y las acciones suceden “lentamente, con gran rapidez”. En la historieta de Tribulete, por su parte, los modestos usos sociales del “tráfico de influencias al detall” (el convite interesado) es el tema que se somete a la dislocación. Todas ellas juntas erigen un monumento al disloque del lenguaje, al disparate verbal, a la pirueta de la sintaxis y al diálogo funambulista.

Las palabras se utilizan muchas veces, más allá de por lo que significan, por lo que sugieren o por lo que su sonido puede sugerir, solas o, preferentemente, en compañía de otras. Así, los binomios de adjetivos, formando parejas indisolubles lanzados al viento como interjecciones trompeteras anunciando insólitos acontecimientos: “¡Repanocha y bicarbonato de calcio!”, exclama Viruta; “¡Vitaminosis y catalepsia”, se queja Tribulete. Por otra parte, las imágenes literarias nacen como el resultado de realizar una suma de palabras unidas por lo que sugiere el sonido del conjunto más que por el objeto referenciado. Al hablar de un “pescador de caña visigodo”, aunque el visualizarlo constituya una suculenta tentación, el autor difícilmente pretende que el lector lo haga. Los apelativos son chocantes y descacharrantes; los calificativos acompañan adornando con lazos chillones y contradictorios al sustantivo: “¡Alto, bajito y senecto caballerete!”, llama el caco a Tribu cuando se lo echa a la cara. La exageración, por su parte, se ve elevada a su máximo exponencial, de modo tal que hablar de hipérbole supone ofrecer un reflejo pálido e inane de ella. De otro modo sería imposible decir con la debida seriedad que se fuman 250 cigarrillos al día y 420 por la noche, o pedir “24 tajadas de melón para mí y una para el señor” o atentar con 14 macetas de geranios contra la vida de Deogracias Tirabeque, casero.

También hay lugar para un humorismo más puro, sin tanto retrueque verbal, como cuando Don Apapurcio afirma que “no había comido tan bien desde el día de mi bautizo”, o el impagable comentario de Cucufato en la puerta del Doctor Zito: “Es un médico buenísimo , no se le muere ni un microbio”.
Las bellezas hollywoodienses están presentes en los pensamientos de los personajes Bruguera. Resulta divertidísima, por lo extemporánea, la afirmación de Leovigildo Viruta expresando un deseo tan íntimo como inopinado: “Una carta. Cómo me gustaría que fuera de Virginia Mayo”. Claro que a la hora de expresar deseos, Tribu no se queda corto. Sintiéndose desgraciado asegura: “Me gustaría ser atropellado por un submarino”.

Todo este humorismo del verbo estrambótico y extravagante, debido como es sabido a Rafael González, deudor del de maestros tales como Jardiel, Tono o Mihura (o eso cree este humilde burgomaestre), fue perdiéndose en los años sucesivos, en los que la hoy llamada “Escuela Bruguera” adoptó nuevas formas de expresión, de acuerdo con los nuevos tiempos, hasta su total desaparición... ¿Total? Bueno, no del todo.
Nota extraída del “Cómo aprender a patinar en 6 lecciones” del profesor Resbaloff a propósito de recientes acontecimientos en este weblog (o lo que sea): “Uno se cree que camina sobre terreno firme y camina seguro y decidido, con la determinación pintada en el rostro, pero entonces el suelo se torna juguetón y uno resbala, describe una caprichosa parábola en el aire y se da el batacazo. Es entonces cuando uno se da cuenta de que ha patinado”. (Viñetas extraídas de la historieta de Heliodoro "Heliodoro y el premio", de Vázquez, publicada en la portada del 129 de Pulgarcito, año 49)