Lady Filstrup (3ª época)

Dedicado a la música ligera, actores españoles y tebeos de Bruguera (porque sí, porque rima).

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Lugar: El Escorial, Madrid, Spain

jueves, marzo 30, 2006

Serie Portadas por la cara: Información confidencial


Quien quiera que pusiera al corriente a Doña Benita de lo sucedido, es evidente que desconocía las más elementales normas de la vida en la sociedad occidental. O, tal vez, estaba interesado en propagar un bulo. No existe fórmula más eficaz para difundir una información que solicitar que ésta no sea, en modo alguno, difundida. La frase “Por favor, no se lo digas a nadie” es traducida por el cerebro del oyente como “Corre a decírselo a toda persona con la que te topes de aquí al próximo jueves”. Uno no puede confiar un secreto a los demás y no esperar que los demás, siguiendo el ejemplo de uno, no vayan a propagarlo cual reguero de pólvora. La exigencia, que pesa sobre el depositario del secreto (Doña Benita en este caso) como una losa, de mantener la verdad oculta a la opinión pública es insoportable e insostenible para una personalidad mínimamente sensible. La conciencia de la magnitud de un hecho secreto representa una presión tan grande que por fuerza debe aliviarse permitiendo que el vecindario comparta esa carga.
Peñarroya, que era un lince observando a las señoras desocupadas de clase media, además de un artista de tomo y lomo, retrata en esta portada del Tio Vivo 119 (2ª época, de 12 de junio de 1963) a siete magníficas señoras (una emisora y seis receptoras) primorosamente vestidas con modelitos a la moda de entretiempo (sin descuidar detalles como los guantes o los pendientes) y con elaborados peinados de peluquería fina. Las ha captado en el momento en que la anfitriona se dispone a hacer partícipes a sus visitantes (que con la premura de su impaciencia por “saber” no se han desprendido ni de un solo complemento y van vestidas igual que en la calle) de la información confidencial que va a obrar el milagro de proporcionarles cierta excitación en sus aterciopeladas vidas.
Es enternecedora la expresión de la comunicante en la que leemos su preocupación por mantener incólume su promesa de absoluta reserva confiándose a su vez a la análoga discreción de sus oyentes. No se puede ser más fino, ni más atinado de lo que Peñarroya llega a ser con su lápiz.
NOTA: en el mismo TIO VIVO se reproduce un anuncio obra de Ibáñez que incluyo aquí como complemento al programa, para que lo disfruten los fans del creador de Pepe Gotera y Otilio por si no lo habían visto. A este burgomaestre le ha parecido que estaba bien y que hasta daría para una entrada por sí solo, si no fuera porque está uno muy cansado. Los amables visitantes de este weblog, admiradores del arte de don Francisco pueden aprovechar los “comments” para explayarse sobre él. Seguro que lo harán mucho mejor que este burgomaestre. Habla sobre el incipiente auge del turismo, sobre los tópicos españoles y sobre lo “formidable” que era todo lo que Bruguera producía. O algo así.

miércoles, marzo 29, 2006

Fin del viaje


Anteayer falleció Stanislaw Lem y en la noticia de su muerte se ha destacado el hecho de que George Clooney protagonizara una película basada en una de sus novelas (segunda versión de "Solaris" -2002, Steven Soderberg- (la primera, por si interesa y no quieren buscar el dato, data de 1972 y la dirigió Andrei Tarkovsky). Así es el periodismo, que confunde la importancia de las cosas con el eco que puedan encontrar en el mayor número posible de lectores y que no concede más valor al hecho fundamental, sino al más popular.
El caso es que este burgomaestre leyó bastante a Stanislaw Lem en su juventud ( y el otro burgo, sin duda, aún lo hace porque aún es joven) y apreció mucho su obra. Nunca ha creído entender mejor la realidad humana que leyendo las novelas de Lem sobre androides, extraterrestres y mundos alejados a galaxias de distancia... Como quiera que muchos de los libros de Lem los leyó en Bruguera, sirva esta pequeña entrada como homenaje al escritor desaparecido, gráficamente representado por la portada de una de sus obras, la novela "Diarios de las estrellas. Viajes", publicada en 1971 en su lengua original y en 1978 entre nosotros, con traducción de Jadwiga Maurizio, para la colección Bruguera de Ciencia Ficción NOVA. La ilustración es de Chris Foss.
Nota: La Ciencia ficción estaba muy presente en los tebeos Bruguera. Las visiones de alienígenas, cohetes espaciales y robots era casi constante tanto en historietas como en chistes. Muy a menudo esta presencia se debía la gusto de Conti por lo futurista, aunque otros como Peñarroya, Cifré, Raf o Escobar no le hacían ascos al tema. Así que con mucha frecuencia incidiremos en el tema de la Ciencia ficción. No lo duden ni un nanosegundo, amigos. Como muestra, aquí tienen una porción de la historieta inaugural de un personaje del género, el Sabio Megatón, de Cifré (Tio Vivo número 67 de la segunda época, publicado el 18 de junio de 1962). Y como propina, una viñeta de "Don Alirón, y la Ciencia Ficción", de Conti, extraída del Gran Pulgarcito número 40, de 27 de octubre de 1969, en la que Don Alirón pretende a una mujer no porque se sienta atraído por ella, sino por su colección de novelas de ciencia ficción.

Gordito relleno, rey de la selva


La insólita propuesta (Tarzán antes de Gordito)
En su calidad de ingenuo soñador incorregible, Gordito Relleno ha dispuesto de algunas ocasiones para ver realizados sus deseos más impensables. Muestra de ello lo era aquella historieta que reprodujimos en este weblog procedente de un Extra de Vacaciones de Pulgarcito 1967. Allí una medicación le permitía a Gordito seleccionar los sueños a su gusto. En esta ocasión que comentamos hoy, en el Extra de Verano de Din Dan del año 1969, la compra por correo de una lámpara maravillosa le permite realizar el deseo de verse convertido nada menos que en Tarzán de los monos, el rey de la selva.
Difícilmente cabría imaginar una selección más inadecuada para encarnar al mítico personaje creado por Edgar Rice Burroughs (allá por 1912) que el buenazo de Gordito Relleno. Y eso que Johnny Weismuller, al final de su carrera, presentaba una generosa cantidad de tejido adiposo, pero claro está, eso le estaba permitido porque para la mayoría del público él era Tarzán (y acabó siéndolo también para sí mismo, por cierto).
Adoptar la personalidad del hombre mono no parece un objetivo al alcance de la oronda creación de Peñarroya. En realidad, Gordito defrauda todas las exigencias del puesto. Ni el aspecto, ni los requerimientos físicos pueden ser satisfechos por la apariencia ni las prestaciones del señor Relleno. Tampoco la capacidad de comunicarse con los miembros del reino animal es una facultad de la que pueda hacer gala el globular personaje, quien carece también de la regia majestad de Lord Greystoke y de sus dotes de mando. Nada que ver con la altiva y elegante presencia del Tarzán de Hal Foster, que maravillara a un infantil Ray Bradbury, ni con la perfección anatómica del plasmado por Burne Hogarth, ni con la atlética presencia del olímpico Johnny Weismuller, astro de la pantalla desde su debut en la serie para la MGM en la película dirigida por W. W. Van Dyke “Tarzán de los monos” (1933) hasta su declive y despedida definitiva amparado por la modesta RKO en la “Tarzán y las sirenas” (Robert Florey, 1948). Ni siquiera con el primer marido de Tita Cervera, el felliniano Lex Barker o con el primer Tarzán fílmico, el archimelenudo Elmo Lincoln.
La historieta
La lámpara maravillosa tan sólo le ha costado a Gordito doce pesetas y algunos céntimos. Es un precio realmente módico por ver tus sueños realizados, una verdadera ganga. Como lo barato sale caro (según nos enseñaron nuestras madres y abuelas) la fantasía resultante no es del todo satisfactoria. La experiencia tarzanesca resulta un fiasco.
Gordito, arranca su aventura con la mejor voluntad, siendo consciente de que encarnar al héroe de la jungla no es tarea fácil y de que tiene ilustres predecesores, pero a lo largo de dos páginas incurre en todos los errores posibles: choca contra un árbol al lanzarse en liana, es capturado por una tribu de antropófagos sonrientes (no del todo salvajes, pues puede verse uno de ellos esperar el plato de Gordito pertrechado con cuchillo, tenedor y servilleta, sentado a una mesa con mantel), y tropieza con un león, un rinoceronte y cae sobre un búfalo; huye de un cocodrilo y tan sólo sale airoso del enfrentamiento con una serpiente de cascabel (que, por otra parte, no debería estar allí, en el África misteriosa). Ante una sucesión de fracasos tan meticulosamente completa, no es de extrañar que la lámpara maravillosa termine en un montón de basuras. Gordito, como todos los soñadores incapacitados para la acción, cuando se enfrenta a la realidad, acepta la derrota.
Peñarroya hace gala de su depurado estilo ofreciéndonos una visión muy estilizada de la jungla y de sus pobladores. Las lianas parecen serpentinas adornadas de confeti, los indígenas, alegres figurantes de una revista y los animalitos, arrancados de una edición infantil de las fábulas de Esopo.
Tarzán después de Gordito
En el año de publicación de la historieta comentada TVE anunciaba la emisión de la primera serie de televisión sobre el personaje, de la productora estadounidense NBC, protagonizada por Ron Ely, quien años más tarde incorporaría para la pantalla otro personaje mítico de la literatura “pulp”, Doc Savage, de Lester Dent. Las nuevas hazañas del héroe selvático para la pantalla casera conocieron varios remontes y refritos que la transportaron, a partir de su emisión en 1970, a la gloria de las salas cinematográficas españolas. De ese mismo año es el Tarzán hispánico y absolutamente casposo y delirante “Tarzán en la gruta del oro”. Un año antes, se estrenaba la versión femenina del mito“Eva en la selva”, coproducción hispano-yanqui con actores característicos de campanillas y una “tarzana” que quitaba el hipo... Tras este arranque espectacular en el que el mito recuperaba fuerza en el favor popular, su ímpetu decayó grandemente a través de los desérticos años setenta, hasta hacer recaer sobre sus anchos hombros la versión “respetuosa” con la novela original “Greystoke, la leyenda de Tarzán el rey de los monos”(1984), de Hugh Hudson (sin parentesco con el personaje de Gosset), con el hoy olvidado Christopher Lambert como protagonista. En la misma década (1981) ya había tenido que apechugar (nunca mejor dicho) con el “tratamiento Derek” en el ignominioso film “Tarzán, el hombre mono”, con la inexpresiva Mujer Diez como reclamo (ineficaz, por cierto). Por último, Tarzán recuperó algo de su antigua popularidad con la versión en dibujos animados de la factoría Disney, pero la gloria de la inmortalidad del trapecista de las lianas hacía décadas que había perdido su brillo original.

Nota: la viñeta de Harold Foster proviene de la edición de una plancha dominical de 1932, tomada de la edición de 1994 de Ediciones B; la de Burne Hogarth es de una plancha domincal de 1942, tomada de la edición de 1987 de Editorial Complot SA; el cartel de "Tarzán y su compañera" (1934) está tomado de una revista cinematográfica ya desaparecida y cuyo nombre no recuerdo (anoto que esta sensacional película la dirigió el Director Artístico (una especie de escenógrafo) Ceddric Gibbons, sin que su cualidad narrativa se resintiera en absoluto); el cartel de la película de Manuel Caño está tomado de la enciclopedia del cine Buru Lán, concretamente del fascículo dedicado a Tarzán escrito por Terenci Moix y publicado en 1972, lo mismo que la foto del Tarzán televisivo; la foto de la película "Eva en la selva", del británico Jeremy Summers (un especialista en temas pulp, con algunos episodios del Santo y alguna entrega de Fu Manchú en su haber) está tomada del catálogo de Uniespaña de 1969.
NOTA2: en el TP en el que encontré el anuncio del próximo estreno en TVE de la serie de Tarzán aparecía también una pequeña noticia apuntando los insistentes rumores sobre la boda de Rocío Dúrcal con el exbrinco Júnior. A pesar de que nada tiene que ver con el tema de este weblog (o lo que sea), la presencia de la actriz y cantante recientemente fallecida en esta entrada me ha parecido pertinente pues así lo ha querido la Casualidad, soberana máxima y plenipotenciaria. Además, que si bien su trabajo tal vez no complugo a los paladares más exquisitos también es verdad que procuró alguna diversión y solaz a la gente y también despertó algunas sonadas pasiones. Va por ella.

martes, marzo 28, 2006

Una de cestas


Estaba cenando un sándwich de pollo con mayonesa y leyendo un viejo, emocionante Pulgarcito, y de repente aparece esta historieta de nuestro amigo Carpanta... Hay un hambre a la española como hay un hambre a la americana. La española la va a encarnar magníficamente una persona; la americana la representa mejor un oso. El hambre a la española es un hambre que nunca se sacia y que sacude todos los días, y el hambre a la americana es más bien una cosa dominical, como de picnic, es un hambre de pepinillos y poca cosa más. El español tiene hambre de plato de garbanzos, de hartura de comer y de cinturón que acaba cediendo. El español tiene, por supuesto, otras hambres, pero ésas ya no sé si también las refleja Carpanta. Con Carpanta los españoles no nos reímos del hambre, sino de los hambrientos, como uno no se recochinea de la tontería sino de los tontos, de las cosas que tienen los tontos, y uno tampoco se cachondea de la melanina, sino de los negros, y de las cosas que tienen los negros, que son, desde luego, las que los blancos les dejan tener. Los americanos, que se consideran un pueblo muy idealista, han preferido reírse del hambre en abstracto, y en este plan el abstracto americano es el oso Yogi. Con su sombrero redondo y su cuello duro, Yogi es asimismo un poco Carpanta; pero de esto él no va a tener noticia. A Yogi, como está en el país de la abundancia, le ponen un Boo Boo y un guardabosques, que es como si se desdoblara la doble alma de Protasio. Donde aquí nos apañamos con un personaje, los americanos pueden permitirse gastar el doble. Lo que los americanos buscan en el idealismo, los españoles lo vamos a buscar en el soñar y en los sueños, acaso de ahí nos salen los Goya y los Dalí. Carpanta es un soñador que sueña con cosas materiales, y esa es la diferencia entre un soñador y un idealista. Carpanta, claro, sabe que es un soñador, y por eso se resigna a acabar las aventuras sin comer. El soñador es el más resignado de todos los seres. Pero el caso es que al ver esta historieta del Pulgarcito núm. 1.817, publicada con fecha del 28 de febrero de 1966, me he quedado con el sándwich de pollo con mayonesa, ya digo, atravesado en la boca ante este Carpanta radicalmente idealista que juega, a espaldas de Escobar, a ser el oso Yogi.

Ellas marcan solas


La realidad
Al comienzo de la década de los setenta, España vive inmersa en una atmósfera tan bizarra que intentar describirla requiere de mucho más saber y capacidad de la que este burgomaestre dispone. Por eso no voy a intentarlo. Eran unos años en los que los españoles tomaban conciencia de la anómala situación en la que se desarrollaba su vida. La sangrienta y depauperada posguerra había dado paso al desarrollismo y éste había dado lugar a una nueva situación en la que todo parecía posible (dentro de los límites del tardo-franquismo). Y cuando digo todo me refiero a un renacer festivo y alucinado del esperpento. En aras de la modernidad entendida a lo Paco Martínez Soria, en España se experimentaba con gaseosa “on the rocks”, se pintaban caras en Belmez, se inventaba la Charanga del Tío Honorio, se encumbraba al Lute, al Platanito, a un señor que tocaba una puerta, se producía cine de género o se “avistaban” OVNIS por doquier.
En este orden de cosas se organizaba un partido de fútbol femenino que se celebró el 4 de enero de 1971 en el campo del Rayo Vallecano, entre dos equipos formados por “Las folklóricas” contra “Las finolis”, que enfrentaba a las féminas representantes de lo más florido de la canción española. Con nombres tan punteros como Lola Flores, Rosa Moreno, o Luciana Wolf, entre las jugadoras, el espectáculo estaba garantizado. El evento fue recogido por las cámaras del No-Do, naturalmente, y causó la consabida conmoción en la población de la Piel de Toro. Anotemos que en el reparto de nombres se constata cierto desprecio hacia todo lo que supusiera apartarse de la recia raigambre de las esencias hispánicas y que, como era norma en aquellos años, se identificaba el folklore con la tonadilla de inspiración andaluza. Anotado queda.
La historieta
Escobar, buen aficionado al fútbol y no indiferente al encanto femenino, tomó buena nota y recogió la idea para plasmarla en una historieta protagonizada por su Petra, criada para todo, que se publicó el primero de marzo de aquel mismo año, en su número 2078. Ni que decir tiene que la sola idea de que las mujeres se dedicaran a menesteres impropios del bello sexo no solo no era tomada seriamente por nadie, sino que movía a risa. Las mujeres futbolistas o las mujeres torero sonaban indefectiblemente a charlotada, a humorada y a cuchufleta y así era comúnmente aceptado. La presunción de que las mujeres futbolistas se tirarían de los pelos, por ejemplo, se extendía incluso allende los mares en países más civilizados que el nuestro. Vean, si no me creen, la foto de un entrenamiento de un equipo de fútbol formado por las conejitas del Play-Boy publicada en el año 72.
La película
Con el mal gusto que siempre le ha caracterizado (y que jamás le ha procurado la menor preocupación o escrúpulo) el avispado Pedro Masó montó uno de sus tinglados oportunistas aprovechando la relativa popularidad del tema y consiguió estrenar en 1972 su “Las Ibéricas F.C” que contaba, eso sí, con un apropiadísimo título, dado que la esencia ancestral y carpetovetónica que representa Iberia late en el fondo de cada fotograma. Por encima del triunfo deportivo que pondría normalmente fin a la acción del filme, se coloca el verdadero éxito en la vida de estas mujeres que consiste en llevar al altar a sus respectivos novios.
Por otro lado, observando el programa de mano de la película podrán ustedes repasar una buena porción de la historia del cine español (con su parte buena, su parte mala y su parte delirante, también). Apunto que Tina Sainz habría sido una buena Petra, o al menos, que es posible que la gran actriz hubiera leído la historieta de Escobar para documentarse y ensayar , por ejemplo, la sensacional chilena que la criada tartamuda ejecuta al final de la historieta del Pulgarcito. ¿Por qué no?
Nota: para quienes tengan alguna dificultad en identificar a las integrantes del equipo de las Ibéricas, incluyo a continuación el nombre de las actrices por el orden en que aparecen en la foto en la que están en formación. Ellas son (de izquierda a derecha, con el número correspondiente): María Kosti (5), Isabel García (10), Claudia Gravy (8), Carmen León (3), Puri Villa (6), Tina Sainz (4), Ingrid Garbo (9), Rossana Yanni (11), La Contrahecha (7), Luisa Hernán (2), Colette Giacobino (la portera) y el macho hispánico por antonomasia, masajista vocacional y eunuco de este harén deportivo, José Sacristán.

domingo, marzo 26, 2006

¡Haga Agapitos, hombre!


En el Almanaque de Pulgarcito para 1970 se pueden encontrar varias muestras de historietas en las que se da carta de naturaleza al concepto “Universo Bruguera”. En ellas, personajes diversos aparecen en páginas de colegas y no tan sólo como estrella invitadas, sino participando decisivamente de la acción. En futuras entradas nos ocuparemos de otras, pero hoy quiero detenerme en la comparación entre el Agapito de su creador Sanchís y la versión que de él nos ofrece Raf en las páginas de su Olegario.

El Agapito de Sanchís es el arquetípico personaje deudor del cine cómico y, más concretamente de Charlot, personaje a quien recuerda inevitablemente, si bien presenta como aditamentos, el puro, el bigote y, en cierta medida, las cejas de Groucho Marx.
Blas Sanchís es un buen dibujante, formado en la escuela Bruguera, que llegó a interiorizar el estilo de Vázquez de tal modo que dibujó muchas páginas de Anacleto, llegando a firmarlas. Pero Sanchís nunca alcanzó el nivel de las primeras figuras de la casa. Ninguno de sus personajes tuvo la magia ni el encanto suficientes para perdurar en el recuerdo del lector, ni para arrastrarle, desde la portada (aunque dibujara portadas con personajes prestados ) a comprar tebeos. Alguna de las claves de que su trabajo no provoque emoción en el lector tal vez la desvelemos aquí observando las diferencias entre las dos versiones de un mismo personaje que podemos encontrar en el Almanaque seleccionado.

El Agapito genuino
Como ya ha quedado dicho, está claramente inspirado por la figura universal del vagabundo de Chaplin, Charlot ( con el aditamento piloso del bigote y puro grouchianos) con una cabeza predesarrollada de forma esférica, algo achatada por los polos. Su mirada es estática, inexpresiva, siempre frontal. A este desperdicio de la mirada, hay que añadir que la boca de Agapito se encuentra desaparecida tras un puro que jamás desprende humo y que da la sensación de ser más bien un chupete o un tapón. Así tenemos como resultado al típico hombrecillo metomentodo sin oficio ni beneficio que deambula sin rumbo por las viñetas en busca de una excusa argumental que llevarse a ... (iba a escribir “boca”, pero ya hemos convenido que no tiene, así que...)

El Agapito de Raf, en cambio
Lo primero que hace Raf es colocar a Agapito una bufanda, no se vaya a constipar, dado que se trata de una historieta navideña. A Raf le encantaba dibujar bujandas y les sacaba un extraordinario partido, convirtiéndolas en el recurso perfecto para dotar de movimiento a la atmósfera en la que se movían sus personajes. Por otra parte, el bastón se hace más fino en manos de Raf y el sombrerito con el que corona su cabezón Agapito adquiera mucha mayor viveza. No parece pegado al cuero cabelludo de su propietario y salta de su alojamiento cuando se produce laguna agitación. El gusto por el detalle funcional le obliga a Raf a dibujar zapatos dotados de tacón y suela bien diferenciados, en lugar del calzado, mucho más esquemático dibujado por Sanchís. Esta vez el puro humea, al menos en una viñeta y además, el bigote, en lugar de pintado, parece estar formado por auténticos pelos de bigote.
Pero dejemos el atrezzo y vayamos al personaje en sí. En primer lugar, la mirada del Agapito rafiano mira hacia un lado y hacia atrás, mira al frente con determinación cuando emprende la marcha y hasta para llamar a alguien tiene una mirada determinada. Además, con todo y tener el puro característico, este Agapito dispone de una boca para expresar a las mil maravillas sus distintos estados de ánimo. En los tebeos uno dispone de bocas distintas según le venga bien y le sea conveniente: con o sin labios, con o sin dientes, en un, en otra o en ambas mejillas, alargada hasta las orejas o reducida a un mero puntito, o , si eres un personaje de Segura, puedes tener una boca convertida en zona catastrófica si te sorprende un oso o un lobo u otra fiera corrupia.

En definitiva
No se trata tan sólo de dibujar bien. Insisto en que Sanchís, a estas alturas, realizaba un trabajo más que digno. Tampoco es cuestión únicamente de diseñar con la suficiente gracia el aspecto y la personalidad de los personajes. También eso lo hacía bastante bien, Sanchís. Pero para obtener el resultado de un tebeo memorable, realmente logrado, es preciso añadir a estas dos condiciones el cumplimiento de una tercera: poseer la capacidad de saber dar vida a los personajes empleando todos los recursos posibles. Raf estaba en posesión de esa capacidad profesional. Sus muñecos están vivos porque todos los rasgos que los componen y configuran lo están. Y dicho esto, en una categoría aparte, nos encontramos, claro está, con el caso de Vázquez, que se saca del tintero un Don Polillo que no tiene ojos ni boca y consigue otra creación genial, llena de vida. Pero bueno, hablamos del gran Vázquez....
NOTA: hoy me voy a tomar la licencia en esta nota de apartarme del tema del weblog (o lo que sea). Mi hermano mayor cumple cincuenta años (sí, sí, como el Capitán Trueno, o TVE) y quiero felicitarle desde aquí (abusando de la comprensión y de la amistad de mi compañero burgomaestre) y agradecerle tantas cosas que me enseñó. De entre todas ellas, le agradezco especialmente que me abriera la puerta mágica del mundo de los libros, poniéndome en las manos maravillas tales como las deliciosas aventuras de Guillermo Brown , de las cuales reproduzco aquí una de sus portadas. Gracias hermano, y muchas felicidades.

viernes, marzo 24, 2006

La borrosa, confusa, dióptrica sombra de una duda



¡Sí, amigos! Resulta que inmersos en nuestro ColaCao con lenguas de gato y roscos de anís, esta noche nos hemos acordado de Rompetechos al leer el presente episodio de la Familia Cebolleta, de Vázquez, publicado (probablemente en reedición) en el Pulgarcito núm. 1.847, con fecha del 26 de septiembre de 1965. El relacionar ambas historietas se ha debido, por supuesto, a la aparición en la oficina de don Rosendo de este señor bajito, con traje y corbata, y con esas gafas de culo de botella; pero, sobre todo, más despistado todavía que cegato. A su personaje, presentado en un Tío Vivo de 1964, Ibáñez lo suele explicar como una autoparodia, pero uno no
acaba de entender del todo tal explicación. ¡Caramba! ¡Lo cierto es que Rompetechos se parece más a este monigote de Vázquez que a su creador! Y sin embargo... ¿y si se tratase en este caso de un guiño del maestro a su aventajado discípulo? Aunque, también es posible lo primeramente sospechado... En fin, ¡¡¡cuánta duda hamletiana a nuestra provecta edad!!!

jueves, marzo 23, 2006

Un fichaje del 53


De insospechada actualidad

A los burgomaestres nos pasa con cierta frecuencia que los temas de actualidad más candente nos asaltan desde las páginas del pasado que desempolvamos. Es algo llamtivo, aunque en el fondo, este fenómeno tan sólo viene a constatar un hecho cuyo conocimiento es universal: que las cuestiones son siempre las mismas, que sólo cambian las circunstancias. Ven si no, esta portada de Cifré del DDT 120, de agosto de 1953. Vista hoy, cincuenta y tres años después de su publicación, este chiste no podría publicarse por su naturaleza “políticamente incorrectísima”, toda vez que incidiría de pleno en la polémica suscitada a propósito de las manifestaciones de racismo en el ámbito futbolístico, que tanto han sacudido las conciencias de los medios de comunicación y de los altos estamentos deportivos y no deportivos. Por un lado, los recientes hechos acaecidos en el estadio del club de primera división española, el Real Zaragoza, han supuesto el detonante para la adopción de una serie de medidas severísimas tendentes a erradicar tan lamentables incidentes. Por otro, auspiciado por la ONU, se celebró el pasado día 21 el Día Internacional de la Eliminación de la Discriminación Racial, uno de esos días tan útiles instaurados para la concienciación de la sociedad sin conciencia pero con vergüenza.
El paréntesis veraniego
La portada del DDT, obra de una persona tan bondadosa como Cifré, no contiene malicia alguna. El racismo no se percibía como un problema entonces en la sociedad española, que bastante tenía con la salvaje discriminación entre compatriotas. El humor no se ejercitaba en ella para zaherir a una raza, sino para poner al descubierto la “locura de los fichajes” o la desbocada “carrera armafichística” de los clubes de fútbol, ya en aquellos lejanos años. En el ámbito del balompié, agosto es un mes sin competiciones consagrado a los rumores primero y a la concreción después del mercado de fichajes. Aquel año, por citar algún ejemplo, el FC Barcelona (club de los amores del este burgomaestre que les incomoda) que venía de ganar dos Ligas seguidas comandado por Ladislao Kubala, fichó al irrelevante Hanke, mientras que el Real Madrid se hacía con los servicios de Di Stefano tras algunas maniobras no del todo claras, que impidieron su traspaso previsto inicialmente para las filas azulgranas, con sentencia de la Delegación Nacional de Educación Física y Deportes incluida, que prohibía la contratación de extranjeros, emitida, precisamente, en el mes de agosto.

La masa convulsa
El público real de los espectáculos de masas (no el que dibuja Cifré, que siempre es mucho más sensible) se compone en un notable porcentaje, desde los tiempos del Circo Romano, de gente infectada por una caterva de energúmenos sedientos de sangre que exhiben impúdicamente su ignorancia supina y hacen gala de ella faltándole al más elemental respeto a jugadores, árbitros, toreros, cantantes o vicetiples. Pasando a menudo del insulto verbal (que puede se de gravísimo nivel, pero que mientras no sea de carácter racista ni se persigue ni se toma en consideración siquiera) al arrojo de hortalizas, al lanzamiento de escupitajos o de objetos contundentes, llegando al manteo y culminando con el paseo a hombros hasta la acequia más próxima o con la exigencia de la ejecución del contendiente derrotado. Este sector del público no es que sea racista; como todos los malvados de la historia lo que es, es peligrosamente idiota. Las personas que lo componen viven en la creencia de que el pago del importe de la entrada les otorga derechos por encima de las leyes humanas y divinas. ¿Qué les ha llevado a sustentar tal convicción? La adulación (interesada, como todas) de los medios de comunicación y de los poderes que sustentan a estos medios, que hacen de cada bípedo un soberano, de cada pagano, un déspota, de cada indocumentado, un prócer.
Retrato de un antropoide
Pero bueno, qué diantres, aquí lo mejor, lo que supera todas esas mezquindades es el trabajo del artista. Quedémonos con este bonito dibujo, con esos sensacionales colores que lo adornan, con esa expresión de dignidad del gorila futbolista que salta al terreno de juego dispuesto a defender los colores de su club y el honor de su especie. Pasma la facilidad con la que a los humanos nos superan en dignidad todos los demás grandes primates, ¿no?
Nota: la fotografía que muestra a los dos mitos de la Historia del fútbol español Kubala y Di Stéfano vistiendo la camiseta del FC Barcelona corresponde a un partido no oficial que se celebró en una fecha indeterminada hará ahora unos cincuenta añitos... ¡Vaya, cómo estoy de insistente con el medio siglo!!