Lady Filstrup (3ª época)

Dedicado a la música ligera, actores españoles y tebeos de Bruguera (porque sí, porque rima).

Mi foto
Nombre:
Lugar: El Escorial, Madrid, Spain

viernes, junio 15, 2007

Currito Farola o el localismo en Bruguera

En estos días en los que tanto se habla de “españolía” y otras zarandajas más o menos patrioteriles, y en los que nos permitimos el lujo de galardonar gallardamente a músicos-poetas nacidos en Duluth (Minnesotta) o a cineastas neoyorquinos, quizá no esté de más recordar en qué consistían las señas de identidad que de “lo español” se nos ofrecían a los ojos y oídos de los celtíberos en aquellos años, no tan lejanos, en los que hablar de política era una dedicación furtiva y preñada de peligros. Durante las décadas del franquismo, en la cultura popular de consumo, la esencia de lo español se identificaba con machacona insistencia con una suerte de indigno refrito del (por otra parte muy dignos) salero andaluz y del tronío del flamenco. La España de pandereta que designó el castellano Antonio Machado como la mitad de un todo fue, durante muchos años, la única España posible en el imaginario popular. La Escuela Bruguera, por lo general apegada a la realidad social y alejada en la misma medida de estos nefastos tópicos carpetovetónicos, tuvo su pincelada de colorismo folklórico en la figura de Currito Farola, er niño e La Bola, personaje que Vázquez alumbró para el DDT, la revista que inició su andadura, como semanario humorístico para mayores (con su coletilla “contra las penas”), en mayo de 1951.

Una estrella fugaz

Como desarrollaremos más adelante, Currito tuvo una vida corta. La trascendencia de su existencia radica en el hecho de representar el primer y casi único ejemplo de localismo en la galería Bruguera en un momento en el que los personajes, a pesar de evidenciar muchas veces su gestación hispánica, se desarrollaban en un ámbito imaginario no directamente identificable con ningún país en concreto. Por describirlo en breves y gruesos trazos, Bruguera empezó siendo algo así como Rafaelgonzalez-landia para luego ir a convertirse en Turulandia (cuando la censura posó su acerada mirada en los tebeos), permitiendo, por en medio, que cada dibujante aportara su peculiar visión del entorno que, forzosamente era el español (y más concretamente, el barcelonés) y que, en ocasiones, en virtud de la libertad creativa de cada cual, podía barnizarse de toques anglófilos (caso de Nadal y su Bautista) o norteamericanófilos (caso de Schmidt). Esta es una de las razones que hicieron la experiencia de la revista “Jordi” (que comentamos en su momento en este weblog) tan peculiar y (probablemente) tan fallida. Al tebeo no le sienta bien el localismo (y bien mirado, a casi nada le sienta bien tal cosa) y por eso se dan tan pocos casos. Currito Farola es uno de esos pocos y es de Vázquez, lo que le confiere el interés más que suficiente para dedicarle nuestra atención. Para encontrar otro ejemplo semejante, habría que salir de Bruguera y referirnos a Josechu el Vasco, del dibujante Joaquín Muntañola i Puig, personaje del TBO que alcanzó una popularidad más que notable y, desde luego, superior a la de la criatura de Vázquez.

El Currito de Vázquez no difería gran cosa de sus otros héroes de su primera época y se le distinguía de su Heliodoro Hipotenusa, básicamente, por su atuendo y por el característico modo de hablar, que imitaba el acento andaluz (un experto y no este pobre burgomaestre quizá sabría decir con qué medida de acierto y de qué variedad dialectal participaba más, si de la cordobesa, la sevillana, la gaditana, la onubense o. por ejemplo, de la granadina). Sus andanzas son las propias de un individuo desocupado, joven y algo tarambana, con ganas de divertirse y una nula disposición para la laboriosidad. Como constatación del previamente expuesto parentesco cercano con Heliodoro Hipotenusa, donde él, al final de las historietas, exclamaba “¡Me muero!” , Currito podía, como en su página del DDT 35 terminar al grito de “La he parmao”.

El caso es que la serie de Currito Farola es de las de más breve permanencia en las revistas Bruguera de entre todas las de Vázquez. De paso no tan fugaz como el de “Los hermanos Guido”, de la que hablábamos en este weblog (o lo que sea) hace unos meses, en la entrada titulada “Pequeñas rarezas de grandes creadores”, la de Currito Farola tuvo un tránsito de corta duración por las páginas de la editorial Bruguera. Arrancando con el número inicial de DDT, se mantuvo en la revista unos dos meses, tan sólo, hasta el número 8 (historieta a la que este burgomaestre ha podido acceder parcialmente por hallarse así reproducida en el libro de Enrique M. Peñaranda titulado “Vázquez (el artista y su leyenda)” (Sins Entido, 2004). En el número 9 de la publicación, Currito ha desaparecido y sólo recupera una presencia continuada a partir del número 28, para volver a esfumarse a partir del número 41, en el que ya no aparece, coincidiendo su rentrée con la “fuga” del Don Danubio de Schmidt y su definitiva baja en la nómina del DDT con la irrupción del continiano Morfeo Pérez (quien compartió páginas con Currito tan sólo en los números 39 y 40 y a quien mi compañero dedicó una soberbia entrada -"Una vida en sueños"- hace un año, poco más o menos).

A lo largo de estas, aproximadamente, veinte historietas, Vázquez desgrana su repertorio habitual de mecanismos cómicos y expresivos, primando el desarrollo de la historieta sobre el desenlace, la eficacia expresiva y el tono sobre la pirueta final, con la especialidad única de la personalidad de su protagonista, basada en los tópicos del andaluz vago y jaranero. Empezando por el nombre, Curro, el más popular, probablemente, en las tierras andaluzas, acompañado de un sobrenombre que remeda los habituales de los cantaores flamencos y de los toreros, ese “Niño e la bola” tan apropiado para denominar a un maestro del cante hondo como para un diestro del arte taurino, pues parafrasea muchos nombres de los empleados por tales profesionales, combinándolo con la popular forma de llamar a la figura del niño Jesús con un globo terráqueo en la mano (El Santo Niño Aparecido). Tal sobrenombre, además, le sirvió a Pedro Antonio de Alarcón, el novelista granadino decimonónico (Guadix 1833, Valdemoro 1891) para poner título a una de sus obras más reconocidas, justamente, “El niño de la Bola”, un novelón tremendo (en la línea del universal “Cumbres borrascosas” de Emily Bronte, publicada en 1847) que, antes del nacimiento del personaje de Vázquez, llevaron al cine el santanderino José Buchs en 1923 y el mexicano Julio Bracho en 1942 , con el título de “Curro Vargas” y con Ricardo Galeche de protagonista en el primer caso, y con el título de “Historia de un gran amor” y con Jorge Negrete como protagonista, en el segundo. En los años sesenta, en Televisión Española pudo verse una nueva adaptación, para el espacio “Novela”, con Juan Diego en el papel principal.. Evidentemente, de estas tremebundas historias, de trágicos amores, en bien poca medida participó la criatura de Vázquez, haciendo la salvedad de la coincidencia nominal.

La fisonomía del personaje andaluz de Vázquez no difiere mucho de la de su más popular creación, el agente secreto Anacleto y constituye un claro antecedente suyo. El sempiterno cigarrillo entre los dientes, la nariz y el flequillo desafiante (aunque algo más inestable el de Currito) son rasgos que comparten ambos personajes, separados por trece años de distancia.

De la vida cotidiana de Currito Farola, jalonada por las incidencias típicas de las historietas vazqueñas, sabemos que suele levantarse a las doce del mediodía las jornadas en que madruga y que se pirra por los paseos campestres, como Angelito, la Abuelita Paz o Hermenegildo no solo por la distracción que puedan proporcionarle, sino también como posible fuente de hallazgos provechosos (como mínimo, un argumento para la historieta que comienza). También sabemos, sin poder albergar ningún género de dudas al respecto, que habita la ciudad de Barcelona, pues en la viñeta inicial de su última historieta distinguimos claramente la silueta del monumento a Colón, estampa prototípica de la ciudad Condal. Y si bien Currito vive en Barcelona, la peculiar geografía brugueriana hace que sea nativo de un pueblo llamado Villapinola, tal como dice el propio interesado en la historieta del DDT 32, al declarar que son las fiestas de su pueblo y pretendar llegar a él a pie. Eso coloca tal población a escasa distancia de Barcelona y, por tanto, hace de su andalucismo una cuestión difícilmente compatible con el lugar de nacimiento. Por otra parte, y para aumentar la confusión, Currito asegura en la misma historieta en que pasea por Barcelona, ser “el mejor buseador de Sevilla”. En resumidas cuentas, Currito es natural de un pueblo llamado Villapinola, que se encuentra no muy lejos de Barcelona, donde vive habitualmente en el momento en el que los lectores le conocemos, pero, también con la misma seguridad y por circunstancias que desconocemos, Currito debió criarse en Sevilla, localidad en la que practicó el buceo (como asegura en la historieta del DDT 40) y adquirió el acento y la indumentaria que le caracterizan. Unas circunstancias vitales que, de alguna manera, se corresponden con las de Vázquez en la medida de que también él recaló en la capital catalana procedente de distantes y mesetarias tierras, de la capital del Reino, nada menos. Y que coinciden, en suma, con las de muchos inmigrantes quienes, eso sí, a diferencia de Currito, dieron en escoger Barcelona como lugar en el que trabajar y ganarse el sustento.

Además de a los paseos campestres (como buen hijo de Vázquez), Currito también es aficionado a las corridas de toros (como buen andaluz). Prueba de ello la encontramos en la historieta del DDT 34, en la que, al ser “invitado” a una mesa de bar por unos supuestos amigos que, en realidad, pretenden sacarle el precio de la consumición, enseguida se pone a discursear sobre la fiesta nacional.

Currito es víctima habitual de ladrones (lo es, al menos en las historietas de los DDT 31 y 35); le engañan fácilmente (le pasa en la historieta del DDT 32, que comentábamos antes, con un falso atajo y en la del 34, que también hemos mencionado y en la del 31, el ladrón que le hace víctima del robo le ha conducido a él mediante carteles) y tiene tendencia a encontrarse cosas: un reloj en la historieta del DDT 37, que le vale una recompensa de 500 suculentas pesetas –para los más jóvenes: 3 euros-, dinero en la del número 28 y un ballenato en la del 37 –al cual, como buen taurino, pretende arponear valiéndose de un par de banderillas-). Las dificultades para comerse una tortilla de cebolla (cifradas, en primer lugar por una sucesión de famélicos pedigüeños que aspiran a compartirla con Currito y, en segundo, en la actuación represora de la autoridad –dos apuntes críticos con las condiciones de vida de la sociedad española del momento, como quien no quiere la cosa) que culminan con el aborrecimiento de tan suculento plato y el ofrecimiento final, con soponcio incluido, de una nueva tortilla de cebolla por parte de su fámula (personaje que, por cierto, no es visto en ninguna otra historieta) constituyen la excusa argumental de la historieta del DDT 39.

La salida definitiva de Currito Farola (er niño e la bola) no pudo ser más definitiva. En la última viñeta de la última historieta le vemos precipitarse a las negras aguas del puerto de Barcelona con una gran bola de plomo ligada a un pie. Termina así el paso del andaluz del universo Bruguera por sus páginas, hundido para siempre jamás en aguas del Mediterráneo. Desde su primera aparición, en mayo de 1951, hasta la última, en febrero de 1952, sólo habían transcurrido nueve meses.



Algunos Curritos vistos en la pantalla

Partícipes del espíritu jacarandoso de Curriyo los hemos ido encontrando en el universo cómico español a lo largo de los años, desde las inefables comedias de los hermanos Álvarez Quintero (Serafín y Joaquín, casi, casi, nombres dignos de una historieta Bruguera y dos autores más internacionales de lo que pueda pensarse a primera vista. Nada menos que James Whale, el reputado director del clásico “El doctor Frankenstein” de 1931, de la Universal, estrenó en 1928, en el Court Theatre de Londres un progama doble de obras suyas: “Fortunato” y “La consulesa” obteniendo, eso sí, un sonoro fracaso) hasta la pemaniana ( uno de los éxitos populares mayores de TVE, con el malogrado Antonio Martelo como protagonista) serie de “El Séneca”. El tipo de andaluz chistoso ha sido inmortalizado en el cine hispano por algunas de sus figuras cumbre, como, por ejemplo, el enorme actor madrileño Miguel Ligero, que incorporó al personaje de Regalito en dos versiones de la misma historia: “Morena Clara”, la primera, al lado de Imperio Argentina (una de las escasas auténticas estrellas del Cine Español) y dirigidos por Florián Rey, datada en 1936, y la segunda, nada menos que 18 años después, en 1954, compartiendo escena con Lola Flores y bajo la dirección de Luis Lucia (una proeza aún más meritoria aún –por lo que supone de permanencia en el candelero- la protagonizó el mismo actor incorporando el personaje de Don Hilarión en las dos versiones de “La verbena de la Paloma” , aún más distantes entre sí (don Miguel repitió la interpretación del personaje con un intervalo de 28 años, los que median entre 1935 y 1963, siendo dirigido en la primera versión por Benito Perojo y en la segunda, por José Luis Sáenz de Heredia). En el reparto de la segunda Morena Clara, compartiendo el estrellato, encontramos a otro grande del cine (no ya español, sino mundial), el insigne Fernando Fernán Gómez quien, en una caracterización insólita, incorpora un personaje cuya fisonomía recuerda mucho a la de nuestro Currito Farola en una película de 1959. Se trata del limpiabotas del episodio “Sevilla” del largometraje “La ironía del dinero”, una película de episodios dirigida por el elegante, distinguido e inteligente Edgar Neville. Aquí podemos verle ataviado con el característico traje corto cordobés, acompañado de la deliciosa y cautivadora actriz francesa Cécile Aubrey, quien prácticamente abandonaría el cine tras el rodaje. Curiosamente, el sketch relata el caso del hallazgo por parte del perezoso limpiabotas de una fuerte cantidad de dinero, es decir, exactamente la misma anécdota que da origen a la historieta de Currito del DDT 28. El destino que tanto el personaje de tebeo como el encarnado en la pantalla por Fernán Gómez dan al dinero es similar, ambos prefieren la tranquilidad depauperada previa a las complicaciones que la posesión del vil metal suele acarrear. Eso sí, en la película, antes de que el limpiabotas entregue una sensacional limosna al mendigo Antonio Riquelme, al menos, asistimos a una casta juerguecita previa a cuenta del dinero encontrado y al lado de la turista americana.

Galería de estampas funesto-españolas

Líbreme Vázquez de tomar Su nombre en vano si en esta entrada la irreflexión y las desmandadas conexiones neuronales me han hecho resbalar hasta terrenos cenagosos pero, sea como fuere (básicamente, por causa de la Diosa Casualidad), cerca del rincón del cerebro donde tengo alojado a Currito Farola y a Miguel Ligero haciendo de Regalito y a Fernando Fernán Gómez haciendo de limpiabotas vago y afortunado, este burgomaestre tiene también a Tony Leblanc y a Fernando Esteso incorporando a sus rutinas parodias musicales del flamenco. Y, en medio de todo ese festival del humor a costa del falso folklore, algunas imágenes bizarras procedentes de las portadas de algunos discos sencillos de esos que han dado expresión a toda esa corriente de arte popular hispánico, (vertiente tronío), con la que cualquier español desprevenido ha venido siendo contaminado. Lo de sencillos, como se verá, resulta una denominación bastante improcedente, en este caso, para semejantes discos.

Medio milenio de Hispanidad y de humo: Los Dos Españoles

¿Qué nación del mundo querría disputarse con España la paternidad de estos dos sonrientes individuos? Viendo sus caras parece algo difícil de concebir. Por eso se nos antoja harto innecesario ese interés en destacar la nacionalidad desde el nombre artístico que muestran los integrantes de este dúo de la canción española. El repertorio recogido en este microsurco de los hermanos Gallego pone los pelos de punta, casi tanto como las efigies de los ejecutantes. A la vuelta de la esquina, es decir, en el conmemorativo 1992, en España seguíamos teniendo resabios de finiquitadas estéticas y de afanes de trascendencia. Prueba irrefutable de ello es este single a cargo de una pareja de hermanos a los que, sin ánimo de menoscabar la grandeza del Descubrimiento del Nuevo Mundo, no les duelen prendas en destacar la rémora (para la salud y para las economías domésticas ) que supuso por causa de la importación de la diabólica planta del tabaco y la costumbre de fumar sus hojas. Eso se llama conciencia cívica y sentido histórico combinados con las más puras artes canoras. Como muestra de las cumbres alcanzadas en la lírica flamenca, valga esta muestra:

“… Colón se coló al traer...

el tabaco para España.

El tabaco es la discordia

Y hasta se pierde la memoria

Les vamos a recordar...

Se lo diremos cantando

Para cuando esté fumando

Piense un poco en los demás

Tres cosas hay en la vida,

Tres cosas que no se olvidan,

Salud, dinero y amor..

Puedes quedarte en la ruina

culpa de la nicotina

y hasta morir que es peor”

Si están buscando letristas para el himno español, la opción está clara: llamen a los hermanos Gallego, que son Los Dos Españoles y que han demostrado con creces que saben expresar con palabras el sentir de un pueblo.

Luis de Luis

Lucir tipito juncal y pinturero puede llevar al interesado a las puertas de una luxación de pronóstico reservado, que es lo que nos sugiere, siendo benignos en el diagnóstico, la visión de esta portada de otro dúo de hombres españoles y folklóricos, probablemente, hermanos también, como los anteriores, y dispuestos a, desdeñando sutilezas, provocar el asombro y el estupor en el oyente con su tema de rotundo título “Barriga gorda”. El colorista cuerpo de baile, bien pertrechado de faralaes, les guarda las entalladas espaldas. Al de la izquierda, huelga decirlo, concluida la sesión fotográfica, tuvieron que llevárselo en camilla y no recuperó el dominio de sus miembros en una larga temporada. El suceso se produjo en 1971.

Los hermanos Toronjo

Otro dúo, otra vez integrado por dos hermanos, como Zipi y Zape, nos muestran la mejor de sus sonrisas desde la portada de otro disco surcado por las más recias raíces de la canción ligera española con sabor a manzanilla, a pescaíto frito y aromas de azahar. Quizá la mentada manzanilla tuvo algo que ver con la franqueza de las sonrisas y con la opacidad de las miradas. El caso es que esta colección de sevillanas y fandangos vio la luz en 1968, justo antes de lo de “La imaginación al poder”. Pero claro, ¿quién necesita imaginación cuando teniendo manzanillas y fandangos?


Del Campo Vengo

Como si Agamenón se hubiera hecho mayor y se hubiera disfrazado de cordobés, el artista de este vinilo proclama su origen rural (como si su cara no lo pregonara bastante) como para desmentir las veleidosas tentaciones por la sofisticación más aparente que las chorreras de su camisa podrían hacer sospechar a un espectador poco perspicaz. Del campo vino, Adolfo y al campo debió volver, a no mucho tardar, con su grupo flamenco. Este disco, que recogía tan sincera confesión (“Yo soy un hombre del campo”), además de glosar las virtudes del bananero, de relatar el sempiterno romance de la luna y el toro y de recordar delicadamente que “Un beso en tus labios di”, tuvo la osadía de enfrentarse al mundo el año del “Revolver” de los Beatles y el “Pet sounds” de los Beach Boys, 1966.

Una visión imborrable

Si Doña Urraca hubiese ganado el apartado de canción española en una hipotética participación en “Gente joven” (o en la correspondiente categoría de “La gran ocasión”) y hubiese conseguido la oportunidad de explorar el mundo del disco, posiblemente el resultado habría sido muy parecido a esta pieza inclasificable, de innegable impacto visual. En esta ocasión, además de la inquietante presencia física de la artista, cabe destacar la desconcertante escenografía, que nos traslada al lejano oriente, donde los aires españoles suenan con más brío y gracia aún, si cabe. Anita del Sol estaba acompañada de “son ensemble” porque el disco se editó en el París de la Francia e incluía los temas “María Morena”, “Bolero Andalou” y “Andaluza”.

Y al final…

Los tópicos, en cuanto tales, son detestables “per se”, pero si son impuestos por unas directrices provinentes del poder político o económico (como certera y magistralmente reflejaba de manera indirecta y fílmica Luis García Berlanga en su clásico “Bienvenido Mr. Marshall”-1953), el rechazo que provocan aumenta hasta alcanzar el grado de producir fobias o, al menos, alergias en quienes los padecen. Este burgomaestre confiesa haber sufrido de este mal en relación al flamenco que le fue suministrado en su infancia por los medios omnímodos del Régimen Franquista y en relación también (por hallarse inmerso naturalmente en su ambiente) a la jota aragonesa. Con el paso de los años cree haber superado estas incompatibilidades crónicas hasta niveles tolerables y hasta es capaz de encontrarle la gracia a las representaciones más estrambóticas de ambas manifestaciones. Lo que siempre ha sido capaz de apreciar es el trabajo de los profesionales conscientes y de los creadores y artistas con talento, como los aquí citados Manuel Vázquez, Muntañola, Pedro Antonio de Alarcón, Serafín y Joaquín Álvarez Quintero, James Whale, Fernando Fernán Gómez y la encantadora Cécile Aubrey,

Nota: por alusiones y, sobre todo, porque a este burgomaestre le gusta horrores, digamos que Cécile Aubrey protagonizó una carrera cinematográfica singularmente breve. Hizo aún menos películas que Currito historietas. Tras deslumbrar a propios y extraños con su rol protagonista en “Manon” (adaptación del director Henri-Georges Clouzot de 1949 de la novela del Abate Prévost que trasladaba la acción de la obra publicada en 1733 a la inmediata posguerra tras la liberación de Francia de las tropas hitlerianas, de la cual hemos extraído el fotograma adjunto), probó fortuna en una producción hollywoodiense (variando ligeramente su apellido por hacerlo más sajón: Aubry por Aubrey) al lado del galán Tyrone Power, el villano exótico Orson Welles y el característico Jack Hawkins, en un film de aventuras medievales de Henry Hathaway de 1950, adaptación de “La Rosa Negra”, de Thomas B. Constain (de la que procede el fotograma en color). De vuelta en Francia, el año siguiente co-protagonizó “Barba Azul” junto a Pierre Brasseur bajo la dirección de Christian-Jacque.Con tan sólo tres títulos más en su haber (previos a su colaboración con Neville en la película anteriormente comentada), la encantadora y delicada francesita, auténtico precedente de la rutilante estrella Brigitte Bardot, fue retirada dela profesión por un príncipe de Marruecos en 1960. En los años siguientes, aprovechando sus ratos libres, dio salida a su vocación literaria, llegando a crear una serie de novelas sobre un personaje juvenil y su perro , “Belle and Sebastián”, que ella misma se encargó de ilustrar y , finalmente, de adaptar para la Gaumont Televisión francesa (escribiendo los guiones y dirigiendo en colaboración con Jean Guillaume) dándole formato de serial que se prolongó tres temporadas a razón de 13 episodios cada una. Y por si pudiera parecer todavía poca la contribución de Cécile Aubrey a la serie, cabe añadir que el actor que encarnaba al protagonista infantil no era otro que el propio hijo de la actriz – escritora, Mehdi El Glaoui.

Nota 2: las imágenes que ilustran las menciones a las películas españolas son capturas de fotogramas de las propias películas, con la salvedad de la foto de Miguel Ligero interpretando a “Regalito” en el film de Florián Rey en la que se le ve al lado de Manuel Luna, que ha sido escaneada del numero 458 de la revista Triunfo, de fecha 24 de noviembre de 1954, del artículo titulado “Miguel Ligero, desde chiquitín. Medio siglo de teatro y cine... aunque no lo parezca” (según la portada) y titulado “Miguel Ligero desde pequeñín” (en páginas interiores). De la misma procedencia es la foto de estudio colocada aquí al lado, publicada con el pie que reza: "Este es Miguel Ligero. La sonrisa amplia del que ha triunfado en la vida".