¡Felicidades, oh, gran perdedor!

Mira por donde que yo nunca miro el santoral y resulta que hoy es ni más ni menos que San Rigoberto. Desconozco completamente la vida y milagros del mentado santo, pero dudo que fuera más digna de encomio y beatificación que la del pobre Rigoberto Picaporte, mártir y santo donde los haya. Patrón, además de toda la pléyade de perdedores que poblamos este Valle de Lágrimas . La existencia del solterón de mucho porte, el infeliz Rigoberto, es una constante derrota, una permanente humillación, el fracaso hecho carne de papel. Ríanse de los perdedores de Huston. Para ser perdedor de primera hay que alentar en primer lugar aromas de triunfo, hay que otear el éxito desde la cumbre por un instante, tan sólo para comprobar que se está, otra vez, hundido en la mísera miseria. Este es el caso de Rigoberto. En todas sus historietas alcanza la cima por un breve instante-viñeta en el que se cree, al fin, en la cúspide, dueño de la situación y de su destino, con los ojos entrecerrados, relamiéndose de los belfos las mieles del éxito para, una vez más y en la viñeta siguiente, percatarse de que ha vuelto a fracasar, que Curruquita y su mamuchi quieren "defuncionarse del bochorno" y que él no es más que un botarate y un atorrante, otra vez.La secuencia de tres viñetas que aquí les traigo muestra de forma paradigmática la esencia de este personaje sublime y ridículo debido al genio de Segura.