el arte del soponcio
La resolución del dilema hamletiano
Entre el ser y el no ser existe un espacio intermedio en el que puede uno recogerse cuando las cosas van mal y uno necesita salirse de en medio, sin necesidad de diñarla. Internarse en ese espacio supone entregarse al recurso del desmayo, del desvanecimiento, de la lipotimia o, más bruguerescamente dicho, del soponcio.
En innumerables historietas presenciamos cómo nuestros queridos personajes, ante una realidad inaceptable “se defuncionan”. Es ésta una defunción aparente, pero que permitiría colocar en la viñeta final de la historieta el correspondiente cartelito comercial de “Cerrado por defunción”, para volver a reabrir la página, sin problemas, a la semana siguiente.
Los reyes del despatarre
La técnica de un buen soponcio no está exenta de secretos cuyo dominio permite al practicante ejercer como es debido dicho arte. La ejecución más espectacular incluye una inverosímil elevación de las extremidades inferiores, describiendo una curva a la que podríamos denominar “Patas arriba”. Pero no son desdeñables otras figuras de este simpático arte, como es, por ejemplo, la que consiste en caer en picado hacia el suelo hasta aterrizar bruscamente sobre el propio cráneo del que pueden brotar vistosos torbellinos.
Los especialistas más reconocidos de esta técnica son sin duda Don Pío y Doña Benita, indiscutibles monarcas del noble arte del desplome contra el duro suelo. El gran Peñarroya los hace frecuentemente víctimas de una fortísima impresión que les afloja las piernas súbitamente o, más bien al contrario, los impulsa, bien de espaldas, bien directamente de cabeza, hacia la línea de tierra.
También bastante proclives a verse sacudidos por impresiones que colapsan su sistema nervioso, son los personajes de Segura. A menudo, Doña Abelarda, la imposible suegra en ciernes de Rigoberto, pone fin a su actuación en la historieta de su improbable yerno con un desmayo riguroso. Una mujer de carácter como es ella prefiere decantarse por un estallido de cólera, bien sazonado con exclamaciones tales como “¡Qué bochorno!” y de insultos al pretendiente de su Curruquita del calibre de “¡Atorrante!”, pero, en ocasiones, la tensión supera su resistencia física y su fatua, grosera vanidad, sufre un aparatoso apagón. El mismo Rigoberto, como podemos ver en la viñeta aquí mostrada, extraída de su historieta para el Almanaque de Pulgarcito de 1967, no es ajeno a estas debilidades. En su caso, podemos observar una modalidad de soponcio que incluye la combianción de exhibición de lengua muerta y mirada extraviada, que resulta de mucho efecto cómico.
El sensible Jorge
Sólo Jorge (creador asimismo de Margarita Gautiérrez, la dama de los cabellos, otro personaje romántico) podía haber inventado a Ofelio, ese hombrecillo de cabeza de zeppelín y alma dotada de una sensibilidad erizada que le hace sufrir vergüenzas sin cuento historieta tras historieta. En su caso, el desmayo es el resultado, más que de una sorpresa mayúscula, de un ataque agudo de timidez. Ofelio, que empezó protagonizando toda una página en el DDT a finales de 1951, no tardó en quedarse con tan sólo un tercio de página, sin duda a causa de su apocamiento. En la historieta del número 27, de noviembre de 1951 (una de sus primeras apariciones, por tanto), Ofelio culmina su peregrinar de tienda en tienda con un desvanecimiento de los que se asocian con las damiselas del romanticismo. La impresión de verse atendido por tres chicas guapas es excesiva para su escasa entereza. Ofelio, que se había propuesto vencer sus miedos tras fracasar en sucesivos comercios ante la belleza de las respectivas dependientas, sucumbe ante la hermosura triplicada. ¡Pobre Ofelio! Vaya para él la comprensión más solidaria de este tímido burgomaestre.
A la orden del día
Algunos personajes, en lugar de protagonizar ellos el desvanecimiento, lo provocaban en los demás. Gordito relleno sembraba las calles de la ciudad de amigos suyos noqueados por los ejemplos que de su estupidez bondadosa les brindaba. Cuando no los ponía a dormir en la calle, era porque lo hacía a domicilio o en su propio hogar, o porque el amigo de turno (cosa de la que, desde luego, el buen Gordito, jamás sufrió escasez) tenía un carácter fuerte que le impulsaba a la agresión. Y como él, muchos personajes Bruguera tenían la facultad de descolocar hasta el soponcio a sus semejantes, destacando en esta técnica de poner fuera de combate con sus ocurrencias a su interlocutor, Hermenegilda, quien tenía en su propia hermana Leo, a la víctima propicia.
...Y en el mundo real
Los lectores tenemos la oportunidad de escudriñar la vida privada de los personajes de los tebeos. Por eso, asistimos a hechos de su vida personal con toda impunidad y absoluto descaro. Así es como podemos verles , por ejemplo, y en este caso, sufriendo desmayos en su propia vivienda (como en el caso de Don Pío y señora) o en su habitación en la clínica “El Buen Zurcido” (como en el caso de uno de los más notables ejemplos del “personaje-víctima”, el pobre Don Repupa, creación de Raf para su historieta “Doña Tecla Bisturín”). En el mundo real, los soponcios que podemos presenciar se dan en actos públicos, de los que queda alguna constancia en la prensa o en la televisión. Así, la estrella de la canción que sufre una lipotimia entre gorgorito y falsete o el político que abrevia su intervención en un discurso oficial porque se le funden las limitadas luces, se constituyen en ejemplos bastante habituales de soponcios públicos. Las personas anónimas que se desmayan, para salir en los papeles deben hacerlo en actos multitudinarios, como las más frágiles fans de los Beatles, que se desmayaban a mansalva, o como esta señorita que les mostramos aquí, quien, víctima de la tensión nerviosa acumulada durante horas de espera en la cola que se formó para despedir al anterior jefe del Estado español, tuvo a bien defuncionarse para zozobra y desazón de su atribulado acompañante (que no disimula en el rictus de su cara su disgusto por tener que perderse el saludo al cadáver del caudillo) y de los bruguerescos chicos de la Cruz Roja que se ven obligados a acarrearla con no pocos esfuerzos. Y no creemos que el percance se debiera a falta de alimentación. Es obvio que la muchacha, antes de acudir a su puesto en tan patriótica cola, “se había puesto las botas”. Y dispensen el chistecito, que es de los de los domingos...
NOTA: La viñetas que aquí aparecen y de las que no se ha dicho ya su origen son de los Pulgarcitos números: 1853 (de 7-11-66. Benita cae hacia atrás); 1904 (de 30-10-67. Benita cae hacia adelante), 1868 ( de 20-2-67. Doña Abelarda sufre un patatús) y 1925 (de 25-3-68. El amigo de Gordito se cae del sillón). También se han tomado del Olé número 76 titulado “Peripecias hogareñas”, para las caídas de Don Pío, y del Almanaque para 1972 de Din Dan, para el soponcio de Don Repupa. La Doña Urraca de Torá, que rebota ahí al lado, está tomada de la portada del Pulgarcito 1862, de 9-1-67. La foto de la entusiasta de los velatorios de dictadores sanguinarios está tomada de un ejemplar de la revista Lecturas de fecha 5 de diciembre de 1975.
NOTA2: es curioso constatar cómo dos figuras que, para este burgomaestre, representan valores contrapuestos, como son los Beatles y Franco (unos representan la vida y el otro, la muerte), pudieran producir parecidos efectos en sus enfervorecidas admiradoras. Una prueba más de que el fanatismo es uno y las excusas que lo provocan son diversas.
15 Comments:
Qué grande, de espíritu y de intención, y de reultado, compañeroo burgomaestre. Y el señor que acompaña a la muchacha que sellevan en parihuelas ¿es el papá, un jefe de cenutria, digo de centuria...?
Hoy que he podido actualizar el blog, he tenido tiempo para ponerme al día en los de los amigos.
En cuanto al tema, ya tardaba en caer una entrada sobre los "soponcios", tan recurrentes en los finales bruguerianos.
Como nota, apuntaremos que los personajes de Escobar no se desmayaban, sino que se privaban (¿recuerdan?).
Con respecto a la nota final puesta por el burgomaestre entre paréntesis y con letra pequeña referente al fanatismo, no dejen de leerla, porque merecería ser todo un titular.
Ya disculparás, amigo chespiro, las tentaciones más o menos moralizantes a las que uno puede sucumbir (especialmente domingos y fiestas de guardar...(¿de guardar qué, por cierto?). Pero bueno, al más irreflexivo se le escapa una reflexión, alguna vez. El tema del soponcio no está cerrado, ni mucho menos. Habrá una recaída el día menos pensado, porque somos burgomaestres de patatús fácil.
En cuanto a lo que me preguntas, admirado compañero, sobre el acompañante de la "privada"...yo escribí en primer lugar "padre", porque esa es la impresión que me transmitió. Pero tras mirarlo por segunda vez y, como padre que soy, me dio un poco de reparo ponerlo porque el malencarado señor no me pareció en absoluto preocupado por la salud de la muchacha y sí fastidiado por tener que dejar su lugar en la cola. Así que lo dejé en "acompañante", que no compromete nada.
Tremenda la foto del acompañante...
Al ver el tema de los soponcios, recordé a Palop, el dibujante valenciano que terminaba la mayoría de sus chistes con un desmayo (ya sé que no es bruguera pero mi imaginación es volátil)
¿Fue por culpa de Mortadelo y Filemón que cambiara el soponcio por carrera al final de historieta? ¿Cuándo empieza a aparecer ese recurso de la persecución como casi "sello" de las historietas de la editorial?
¿Eran una metáfora de las huidas de los morosos de Vazquez? Me siento hoy curioso y no sé por qué...
Mi buen Chiko, digo,Choko, desde buen principio (llamando principio al formato de revista de historietas que se inaugura con el Pulgarcito de 1947),las historietas de Bruguera suelen terminar con soponcios o persecuciones, unos buenos dos lustros antes de que aparecieran Mortadelo y Filemón en escena. Yas sabemos que la irrupción de esta pareja y de su éxito arrastró tras de si gran parte de la rica diversidad temática y estilísca de los tebeos de la editorial. Afortunadamente, no toda. Pero bueno, que te conste que a Heliodoro, a Doña Urraca, a Don Berrinche, a Sandalio Pegamín, a la Familia Pepe o a Carpanta los han perseguido pendiente arriba o pendiente abajo, al final de sus primeras historietas. Otros finales más o menos frecuentes de los primeros años, soponcios y persecuciones al margen, incluían portadas de diarios con noticias de sucesos, y protagonistas que daban con sus huesos en hospitales, en la sección de contusos o en fríos calabozos.
Gracias señores Burgos por contestar a tantas salidas por la tangente.
El mejor desmayo sin duda es el Peñarroyesco una vueltecita en el aire para acabar en el durísimo suelo de cabeza o mejor dicho de barbilla.
Imaginaba que las carreras debían ser cosa antigua sacada del cine mudo y de los Keystone Cops... Es curioso como el "corra, jefe corra" se ha convertido casi en sinónimo de este recurso.
Ha resultado casi de nigromante el fallo con mi nombre amigo Burgo ;O)
Y Cifré. Los personajes de Cifré dibujaban en sus viñetas arabescos imposibles antes de dar con sus huesos en el suelo. Para mí éste fue el rey del soponcio, sin desmerecer claro está a los que tan acertadamente aquí se han citado.
Jajaja, cierto.
Nadie se ha desmayado también como los personajes de Cifré.
grandioso su blog.
podría recomendarme algún link con escaneados de portadas del DDT, Tio vivo...
graciassss
Pues, amigo "ese que va y...", en confianza, si quiere ver escaneos de portadas del DDT y Tio Vivo, no se aleje mucho de estos lares. Habrá otros sitios, pero este burgomaestre no los conoce. Claro que este burgomaestre navega tan poco, tan poco...
Y, NO, amigos, desde luego, no me perdono, como responsable (irresponsable) de esta entrada, haber dejado fuera a Cifré. ¿Pero en qué estaría yo pensando? ¡¡Me castigo sin postre hasta mañana!!
No hombre, no es para tanto. Y haga el favor de tomarse el postre y alimentarse bien para poder seguir poniéndonos estas entradas tan repantingantes que tanto nos alborozan.
Pues sí que resulta poco digna, en fin, la posición en la que trasladan a la señorita de las botas. Despatarrada, creo que sería la expresión idónea. Qué poco corazón el del fotográfo, por inmortalizar así a la pobre criaturita.
Un saludo.
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