Tras la pista de Inocencio Barbán, hombre de cine
Para
aquellas personas que somos de carácter pusilánime y dejamos que las circunstancias que nos rodean gobiernen,
por lo general, nuestras vidas, resulta un espectáculo en verdad maravilloso y
estimulante advertir que (y, de algún modo, presenciar
cómo) algún prójimo siguió el rumbo marcado por sus sueños y, tomando las
riendas de su existencia, no se apartó de él por duras que fueran las pruebas
que se le vinieran presentado. Tal es el caso de Inocencio Barbán, un cineasta
de esos cuyo nombre no figura en los títulos de crédito de las películas a las
que contribuyó decisivamente a dar forma, a quien el público nunca conoció, ni
la crítica reconoció, ni los responsables de repartir premios, galardones
y distinciones sintieron la necesidad de
recordar. El éxito máximo de su vida fue, precisamente, vivirla a su modo,
consagrada a su pasión, hacer películas, sin importarle poco ni mucho que hubiera
a su alcance otras alternativas más cómodas, productivas o envidiables. El
triunfo de Inocencio Barbán consistió en seguir con certidumbre su vocación,
adicionando a ella su familia y sin anteponer nunca su propio bienestar
personal. Hoy recordamos a Inocencio Barbán porque puede representar a todos
los triunfadores anónimos que vivieron sin trascender, pero trascendieron
viviendo.
Inocencio Barbán, flanqueado por Antonio Casal y Luis Ballester en "La torre de los Siete Jorobados" |
Inocencio Barbán, un desconocido conocido
La
primera vez que reconocí a Inocencio Barbán fue cuando, en los tiempos en que
glosar los hechos de nuestros actores para Lady Filstrup llenaba mis días y mis
noches, anoté su nombre y le puse un rostro en el reparto de El hombre que viajaba despacito (Joaquín
L. Romero Marchent, 1957). Fue este un reconocimiento meramente nominal, que no
dejó en mi recuerdo la menor huella, por lo que cuando, algún tiempo después,
recibí un correo de su hija en el que me pedía información sobre la carrera de
su padre (concretamente, sobre la posibilidad de acceder a las películas en las
que había participado), ya lo había olvidado. Se desencadenó a partir de ese
momento una serie de coincidencias. Tras identificar a Barbán, por pura casualidad
descubrí que se trataba de un actor, anónimo hasta ese momento para mí, que
intervenía en mi secuencia favorita de todos los tiempos del cine español,
procedente del film La vida por delante
(Fernando Fernán-Gómez, 1958) , en el papel del compañero transportista de Xan
Das Bolas y, en ese rol, desencadenante del aparatoso y bufo accidente de
tráfico que sufre la protagonista, Analía Gadé, cuya reconstrucción en el
cuartelillo, al estilo de Rashomon (1950), da lugar a un inolvidable crescendo
de hilaridad. Al comentarle el caso a mi admirado amigo Santiago Aguilar (el
estudioso del cine español más concienzudo y brillante que tengo el honor de
conocer), éste me comentó que le sonaba el nombre como uno de los integrantes
del reparto de “La torre de los siete jorobados” (1944), el film de Neville
cuya reedición en DVD había procurado (gracias a la intermediación del mismo
Santiago) que me encargara de recoger en un escrito (que completaba con otros –mucho mejores- un
libreto que acompañaba a la película) las glorias de su elenco. Para mi
vergüenza, Inocencio Barbán no había sido identificado y había quedado su nombre
sin repartirle con certeza un papel. Con el recién adquirido conocimiento de su
fisonomía retenido al fin, pude subsanar el error y certificar que Inocencio
Barbán actuaba en el extraordinario y asombroso film de Neville en el episódico
papel de sereno asturiano. En muy poco espacio de tiempo, Inocencio Barbán
había pasado de ser un ilustre desconocido para mí, a haber actuado en tres
películas de las más reivindicables del cine español: “La torre de los siete
jorobados”, “El hombre que viajaba despacito” y “La vida por delante”.
Recabando información
Por su
hija Almudena, supe que Inocencio Barbán González nació el 5 de junio de 1914
en Madrid, en el seno de una familia procedente de Fuentes del Narcea,
Asturias, y que falleció en Cangas de Narcea el 7 de julio del 2005. Su labor
fundamental en el mundo del cine, desarrollada a lo largo de toda una vida, la
desarrolló tras las cámaras, como jefe de producción, tarea que desempeñó tanto
a las órdenes de productores españoles, como de empresarios extranjeros, que
desembarcaron en España con estruendo en los años sesenta, tales como Samuel
Bronston y otros, lo que le permitió, ya maduro, codearse con figuras
internacionales míticas, como el mismo Buster Keaton, a quien conoció en el
rodaje de Golfus de Roma, Charlton Heston,
a quien frecuentó por sus reiterados encuentros en las producciones Bronston, o
David Niven y Mario Moreno Cantinflas,
estrellas a cuyo lado trabajó durante la producción de La vuelta al mundo en ochenta días (Michael Anderson, 1956). Como
otros jefes de producción del cine español (función que, por cierto, y de
acuerdo con los usos habituales y fraudulentos del empresario español, ejerció
sin cotizar debidamente por ello, lo que le ocasionó a Inocencio Barbán una jubilación paupérrima), nuestro
protagonista (se me ocurre el ejemplo de José María Rodríguez, un habitual de
las películas de Ladislao Vajda) solía intervenir como actor representando
pequeños papeles incidentales, que frecuentemente requerían de él lo que
terminó siendo su especialidad: rodar por los suelos. Entre la que estimo fue
su primera actuación ante las cámaras, en la “maldita” Rojo y Negro (Carlos
Arévalo, 1942) y la que bien pudo ser la última, El mejor tesoro (Gregorio Almendros, 1966), Inocencio Barbán (a
quien a menudo se acreditó como Luis Barbán, como ya señalaremos en su momento)
se puso ante las cámaras en producciones por lo común de modestísimo
presupuesto y de escasa o nula repercusión, en films considerados (incluso para
los parámetros propios de una cinematografía tan indigente como la española) de
segunda fila, lo que no le impidió granjearse el respeto y la admiración de
creadores tan importantes como Fernando Fernán-Gómez, quien le tomó verdadero
cariño (aceptando con el desparpajo propio del pícaro cuantas invitaciones a
comer le ofreciera el asturiano), lo que le permitía al genio pelirrojo de nuestro
cine dedicarle expresiones tan graciosas como “Tú sí que eres grande,
Inocencio” o “Eres mi gordo favorito” (frases aún hoy recordadas por su hija, Almudena
Barbán).
Un recorrido cronológico por la carrera
actoral de Inocencio Barbán
Dando la réplica a Ismael Merlo en "Rojo y Negro |
En la
tosca, burda y sangrante odisea falangista, “Rojo y negro”, que ha pasado a la
posteridad por ser un film prohibido y proscrito por el franquismo pese a su
ideología, brutalmente fascista, a Inocencio Barbán le adjudicaron el papel de
conducir a Ismael Merlo por la delirante checa (muy similar a 13 Rue del
Percebe, en versión Carlos Arévalo) en la que toda crueldad tenía su acomodo y
de la que se habían llevado a la heroína “flecha” (Conchita Montenegro) para
darle el último paseo, en un papel que le permitió decir unas pocas frases. Mucha
más fortuna cosechó el siguiente filme en el que intervino Barbán, Boda en el infierno (Antonio Román,
1942), que pese a compartir con el anterior la figura de su protagonista femenina
(Conchita Montenegro) y la misma raíz ideológica fascista, obtuvo un trato
mucho más benigno por parte de la administración franquista, que la dotó con
400.000 pesetas de la época. En la cinta, Inocencio Barbán tiene poco más cometido
que el de lucir el uniforme. De similares características, igualmente
auxiliares, aunque esta vez, marineros, es el papel que le tocó en suerte en Ana María , film musical a mayor gloria
del folklore gaditano, en la que trabajó a las órdenes de Florián Rey y que se
estrenó el 26 de octubre de 1943. En “Los últimos de Filipinas” (1945),
estimable film de aventuras bélico-coloniales de Antonio Román, donde compartía
andanzas con un jovencísimo Tony Leblanc, a Inocencio Barbán le correspondió
caracterizarse de un pintoresco nativo. Previamente, en 1944, Inocencio se vistió
de sereno (con oportuno y convincente acento asturiano) para conducir a Antonio
Casal y a Luis Ballester (en el papel del comisario de policía) a la misteriosa
casa que oculta una ciudad subterránea. Empieza, en Cuatro mujeres (Antonio del Amo, 1947), Inocencio Barbán a recibir
golpes cuando un uniformado Tomás Blanco le propina un limpio directo en una
reyerta portuaria, en un film totalmente olvidado que contó con argumento y
guión del luego reputado cineasta Manuel Mur Oti, quien contó, sea dicho a título meramente anecdótico, con un pequeño
papel en el film.
Provocando a Peter Damon en "Malvaloca" |
Entrando
en la década de los cincuenta, a Inocencio Barbán se le acredita por primera
vez como Luis Barbán en Bajo el cielo de
España (Miguel Contreras Torres, 1952), y retoma su verdadero nombre en El
seductor de Granada (Lucas Demare, 1953) y en la nueva versión de Malvaloca, la protagonizada por Paquita
Rico (Ramón Torrado, 1954), en la que, tras provocar al protagonista en una taberna,
con lo que él considera un sabio consejo: “No vale la pena perder la tranquiliá por una muhé, don Leonardo. Y menos, por esa clase de ganao…”, rueda nuevamente por los suelos en la que sería la segunda
de una larga serie de caídas. Después de la razonablemente bien dotada
económicamente Malvaloca, vendría
su participación en Felices Pascuas, nuevamente vestido de uniforme, en un interludio de sátira anti-militarista, que resultaba de lo mejor de un
film algo ternurista de Bardem, de modesta factura y buenas intenciones. Sin
acreditar, Inocencio Barbán interviene en un fugaz instante de La reina mora (Raúl Alfonso, 1954) para
decir una frase, entrando en escena: “Manuela! ¿Pero tú has visto lo hay ahí
fuera? ¡La hecatombe, la hecatombe!” También de 1954 es El alcalde de Zalamea, film deudor del prestigio literario de
nuestro siglo de oro que dirigió José Gutiérrez Maeso con el pretexto de
Calderón de la Barca como lucimiento del notable Manuel Luna, como protagonista
y en el que Barbán participó en calidad de comparsa. Al año siguiente, actúa en
la muy estimable El guardián del paraíso (Arturo
Ruiz Castillo, 1955), lo que le pone en contacto por primera vez,
profesionalmente, con el que será su fiel amigo Fernando Fernán-Gómez.
Acreditado como Luis Barbán, nuestro héroe actúa con la cara cubierta con un
pañuelo, en el papel de un atracador que trata de robar la caja, en compañía de
sus secuaces, de una fábrica de cuya vigilancia se ocupa el sereno a quien da
vida Fernán-Gómez. En esta ocasión, Inocencio (Luis, por esta vez), tras
protagonizar una breve lucha, concluye su intervención abatido a tiros por la
policía. Del mismo año es Al fin solos, comedia
alocada que dirigió José María Elorrieta, cn protagonismo de Manolo Gómez Bur y
Pastor Serrador, en la que nuestro protagonista se hacía cargo de un rol de
fornido enfermero. En 1956, Inocencio Barbán actuará en Los maridos no cenan en casa (Jerónimo Mihura) , lo que le pone en contacto con el trío cómico formado por Zori,
Santos y Codeso, y en la comedia de suaves contornos e ínfulas internacionales,
Viaje de novios (León Klimovsky),
nuevamente al lado de Fernando Fernán-Gómez, que en esta ocasión, como en
tantas otras después, estaba acompañado en la cabecera de cartel por la que
sería su pareja y musa, Analía Gadé (que estaba, en consecuencia, a punto de
dejar a su marido, Juan Carlos Thorry, con quien había venido a España desde su
Argentina natal). Fiel a su costumbre, Inocencio Barbán (otra vez, acreditado
Luis) provoca un altercado en una sala de fiestas, con el resultado de variados
derribos de mobiliario y de su propia humanidad.
Retirando de escena a Pastor Serrador para regocijo de Manolo Gómez Bur en "Al fin solos" |
Es
entre 1956 y 1957 cuando Inocencio Barbán participa en la hoy reputada trilogía
que firmó Joaquín Luis Romero Marchent formada por (citadas por orden de
producción): “Fulano y mengano”, “El hombre que viajaba despacito” y “El hombre
del paraguas blanco”, tres films tocados del brillo de los berlanguianos
“Bienvenido Mr. Marshall” o, quizá, en mayor medida, “Calabuch” (dicho sea con
la salvedad de que el segundo de ellos, estuviera especialmente atravesado e
impregnado de la personalidad única de su protagonista, Miguel Gila). Son
películas que carecieron por completo de la estima popular y crítica, pese a
estar llenos de espléndidas actuaciones y de muy honorables intenciones. El
fracaso fue tan rotundo que su director, del que recientemente hemos conmemorado
el primer aniversario de su fallecimiento, Joaquín Luis Romero Marchent llegó a
plantearse abandonar la profesión, decisión
forzada por la falta de ofertas de trabajo y que, para bien del western
europeo, terminó revirtiéndose. Pues bien, Inocencio Barbán participó en tan
triste pero gloriosa epopeya, actuando en el papel de vendedor de melones en Fulano y Mengano, negándoles a los
atribulados protagonistas, Pepe Isbert y Juanjo Menéndez un empleo. En El hombre del paraguas blanco, film
delicado y entrañable, que trata de combinar populismo con poesía, a Inocencio
Barbán le toca el papel de vigilante del camino que lleva a Torre Alta, el
pueblo que se disputa con sus vecinos de Torre Baja el honor de montar el mejor
castillo de fuegos artificiales, escopeta en ristre. En su intervención,
dispara un tiro al lugareño rival Félix Briones, que previamente le ha sacudido
un empellón y le ha hecho (lo han adivinado) rodar por el suelo. “Andando pa tu
pueblo”, es su frase de mutis. En El
hombre que viajaba despacito, película que me complugo comentar
extensamente en su día, Inocencio Barbán es uno de los miembros destacados del
“comité de recepción” que ven llegar a Gila y a su amigo el camionero Roberto
Camardiel en compañía del árbitro de fútbol al que previamente la fuerzas vivas
habían tirado al río. “¿Esto qué es? ¿Una provocación?”, pregunta, con buena
lógica pendenciera, Inocencio Barbán, antes de liarse a tortas con los recién
llegados. En el transcurso de la embarullada contienda, Barbán es mordido en una
pierna por Gila y, poco después, pierde un diente.
Con Xan das Bolas, prestando declaración en "La vida por delante" |
De las
actuaciones cinematográficas de Inocencio Barbán, es, sin lugar a dudas, su contribución en La vida por delante, la más memorable de
todas. Para ser precisos, ello se produce en una secuencia digna de figurar en
todas las antologías mundiales del cine de humor, aquella en la que diversos
protagonistas del suceso, explican, cada uno a su modo (y con los trucos del
lenguaje cinematográfico al servicio de sus características personales) un
accidente de tránsito. El espectador asiste, presencia, en primer lugar, la
versión de los dos camioneros implicados, Xan Das Bolas e Inocencio Barbán,
edulcorada y bucólica; a continuación, la de Analía Gadé, conductora del biscúter
implicado en el choque, algo histérica, atropellada y frenética; y, por último,
a la del testigo presencial, un impagable e inmenso Pepe Isbert, afectada de su
propia tartamudez. El final de las relaciones es insuperable: mientras las dos
primeras dan cuenta de la presencia de un señor bajito que sale de su casa, la
tercera (dicha con la emocionante voz cascada de Pepe Isbert) concluye: “Yo, al
que no vi, fue al señor bajito”.
Tras el
momento de esplendor alcanzado en la obra maestra de Fernán-Gómez, Inocencio
Barbán vuelve a ponerse ante las cámaras en un puñado de films de distinto y
vario pelaje, de los que he podido comprobar su presencia en algunos, tales
como Carta al cielo (Arturo Ruiz
Castillo, 1959), El pequeño coronel (Antonio
del Amo, 1960), un vehículo al uso al servicio del difícilmente sufrible niño
prodigio Joselito, Y el cuerpo sigue aguantando , una coproducción con Argentina que dirigió León Klimovsky en 1961, con el cómico Luis Sandrini de protagonista, Un vampiro para dos (Pedro
Lazaga, 1965), en la que es apenas entrevisto, como uno más de los esforzados
aficionados al fútbol que se apiñan entre las puertas del metro a la hora de
acudir al partido, y El mejor tesoro (Gregorio
Almendros, 1966), película infantil de ignoto argumento en la que, dentro de un
reparto de escaso relumbrón, Inocencio Barbán ocupa un lugar más destacado de
lo habitual.
Esperando su momento de entrar en acción en "Viaje de novios" |
¿Es mucho, es poco? ¡Es todo!
Este
burgomaestre ha tratado de entender partes de la vida con la esperanza de
entender la vida entera. Si se ha fijado en los tebeos o en los actores
españoles ha sido siempre con la esperanza de que, entendiendo una porción, en
la medida posible, pudiera llegar a entender el conjunto. La historia de
Inocencio Barbán, un hombre de cine que puso la misma ilusión en culminar la
modestísima propuesta de Fulano y Mengano
que en colaborar en dar vida a un coloso como Doctor Zhivago, uno de esos imprescindibles operarios que se mueven
en los entresijos del celuloide, manteniendo vivo el fuego de la fragua,
allanando el terreno y desbrozándolo para que otros se lleven la gloria, un trabajador
sencillo, honesto, entregado, que enroló a su familia en más de un proyecto,
trasladándola a los lugares de rodaje con el espíritu de los feriantes
vagabundos, que “colocó” a su mujer como sastra en producciones
cinematográficas y quiso que sus hijos siguieran sus pasos en el Séptimo Arte,
es ejemplar en un aspecto, cuando menos: fue fiel a sí mismo, no se traicionó
nunca y si su trabajo no ha pasado a la historia no ha sido por falta de
méritos, sino porque la historia la escriben, no los rectos, sino los
poderosos.
PD: siguiendo este enlace pueden verse más fotografías que dan testimonio del quehacer de Inocencio Barbán en el medio cinematográfico.
11 Comments:
Buen trabajo, Alquézar. Nada es en vano. Me siento absurdamente orgulloso de Usted y de su escrito, como si el lector pudiese formar parte de la obra, lleno de agradecimiento y emoción. Gracias.
Sparrow
Magnífico trabajo de investigación. Recuperar a los secundarios es recuperar nuestra historia de primera página. Gracias por su trabajo.
Ha mencionado al secundario por antonomasia, Xan das Bolas, su trayectoria cinematografica si que daria para un buen articulo. P.D. No me suena Luis Sandrini en un Vampiro para dos, los protagonistas no son Jose Luis Lopez Vazquez y Gracita Morales? Junto a Fernando Fernan Gomez, pregunto.
Don Jacinto, ha cazado un gazapo como una casa. Enseguida lo corrijo. Por lo demás, de Xan Das Bolas habrá que escribir, no un buen artículo, sino una enciclopedia.
Gracias, Sparrow, por sus muy amables palabras, que animan mucho a este escribano a seguir emborronando pantallas. Otro tanto le digo a usted, amigo Detrásdelaestantería, los secundarios son primordiales.
¡Ah, don Jacinto, ahora veo que no había tal gazapo; únicamente, que el título de "Y el cuerpo sigue aguantando", la película protagonizada por Luis Sandrini, no había salido en cursiva. ¡¡No, si ya decía yo que eran mejores las comillas de toda la vida!!
¡Ay, señor Burgomaestre! ¡Que vuelve usted a las andadas! ¡Que ya estoy viendo que de aquí a nada nos regala usted el primer tomo de la Enciclopedia Enciclopédica de las interpretaciones de Xan Das Bolas!
Aunque no sea así, me alegra sobremanera que haya aprovechado usted esta tercera etapa miscelánea para saldar la vieja deuda con don Inocencio. En lo que a uno le concierne, sus recorridos por la historia del cine español de la mano de los actores de reparto no dejan de procurarnos hallazgos felices o reencuentros gozosos. Por ejemplo, ¿hace cuánto que vi "El hombre del paraguas blanco"? Tengo en mi altar particular "El hombre que viajaba despacito" y bastante presente "Fulano y mengano". ¿Por qué no recuerdo casi nada de la que cierra la trilogía? Prometo solucionarlo esta misma semana.
Ah, y no sea tan duro con "Rojo y negro", que algunos méritos tiene y, con ser película de tesis, es bastante menos moralista que "Boda en el infierno".
Y un titular digno de figurar a toda plana en "El Chafardero Indomable". Parece que está en marcha la restauración de "La vida por delante", así que es posible que de aquí a unos cuantos años bisiestos tengamos una copia en condiciones para volver a disfrutar una y mil veces de la escena de la comisaría.
Renovadamente suyo, don Inocencio Feliú
¡¡Pues me da usted el alegrón del año, admirado señor Felíu!!! Gracias por su comentario... (en cuanto a la enciclopedia de Xan das Bolas... si sirve como referencia lo que me ha costado "hacer el Inocencio"...¡¡Va para lustros!!
Muchisimas miles de gracias ahora mi hija puede decir "mi abuelo no fue uno de los grandes pero para mi fue el mejor".
Yo como hija de Barbán como era mas conocido en ese mundo cinematografico siempre me senti muy orgullosa del trabajo de mi padre tanto delante como detras de las camaras solamente puedo decir....Barban ahora que peli hareis pues ahora tu y mama ya estais juntos para poder volver a rodar otra pelicula con todos tus amigos (la gran familia cinematografica que como tu de aqui partio),dime papa que peli hareis??
Con todo mi corazon "GRACIAS"
Almudena Barbán
Gracias a ti, Almudena, por tu comentario. Los que, como tu padre, se entregan a lo que aman, se merecen todo el homenaje y el reconocimiento de todos.
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