Y los sueños, viñetas son
En 1967, Peñarroya llevaba ya veinticinco años dibujando, de los cuales los últimos veinte en la casa Bruguera. Había corrido mucha tinta sobre el papel y el gran Peña era toda una institución en el mundo de la historieta a sus cincuenta y siete años. Su producción por aquel entonces era de un nivel extraordinario. Su estilo, tan personal como inimitable, se había depurado con el curso de los años hasta alcanzar una madurez tan plena que su contemplación hoy emociona más que nunca. O eso me pasa a mí, que, miren por donde, cuando niño encontraba las historietas de Peñarroya relamidas, anticuadas y cursis mientras que ahora las disfruto horrores.
En esta historieta que nos ocupa, a Gordito Relleno, al incorregible ingenuo buenazo e inocentón, su creador le concede la posiblidad de realizar sus sueños. No hay duda de que el dibujante quiere a su criatura y de que ama su trabajo. Peñarroya se da un festín sacando a su orondo hijo de la árida cotidianidad en la que falsos amigos y sinvergüenzas sin escrúpulos lo convertían en víctima ridícula y poniéndolo gallardamente en pie en un mundo de fantásticas aventuras, en el que el infeliz es un héroe, el patán un campeón, el hazmerreír un titán.
La historieta se estructura por medio de tres declaraciones frontales del protagonista en las que afirma ser "Gordito Relleno, el caballero andante, el Pimpinelo Escarlato, el bucanero "Nariz de tomate", y una presentación de un locutor deportivo, que le llama "Digordistefano" (un astro del fútbol). Asumiendo estas personalidades sucesivamente, Gordito vive trepidantes aventuras en las que el bien triunfa y en las que nadie resulta herido, nadie sufre y nadie engaña.
Hete aquí que la inmensa humanidad del Gordito se alimenta, sobre todo, de sueños, sueños en los que salvar a la princesa, rescatar al inocente, arrebatarle el botín (en este caso: "bota pequeña") al feroz Bocanegra y marcar, de un soberbio trallazo, goles de antología para maravillar a la hinchada, son la materia de que están hechos.
Al final de la historieta, por medio de una conversación con un amigo, se nos explica que Gordito padecía terribles pesadillas y que un buen doctor le recetó unas pastillas que las convierten en sueños estupendos. "¡Jamás fui tan feliz soñando, amigo!", termina diciendo nuestro héroe. ¡Poética medicina!
Si, temáticamente, la historieta es una demostración de cariño paternal, gráficamente, estas dos páginas son una prueba de sensacional pericia profesional y de amor por el trabajo bien hecho. Peñarroya siempre mostró debilidad por conseguir una ejecución de sus dibujos que conjugara la belleza con la pulcritud y la exactitud, como si todavía estuviera en el puesto de mesa de contable en el que gastó sus primeros esfuerzos profesionales. Se pirraba por plasmar épocas pretéritas dibujando escenas llenas de faldas con miriñaques, pelucas empolvadas, señores con bigotes con guías y patillazas, máquinas de vapor, decoraciones egipcias, palacios medievales... Y, para su desgracia, tenía pocas oportunidades de hacerlo, tan sólo en páginas especiales que aparecían en distintos Extras (las cuales, a propósito, iremos subiendo a este blog a poco que podamos).
En fin, quizá todo esto sea demasiado ingenuo, demasiado inocente, demasiado infantil para la mayoría, tal como están hoy las cosas, pero quizá valga la pena detenerse a apreciarlo al menos un momento. Hay que ser muy buena persona para dibujar esto y para dibujarlo así. De eso estoy convencido, o quizá es que no he entendido nada.
1 Comments:
Muy curioso, pues es Gordito un personaje acostumbrado a pulular por las calles de la ciudad al encuentro de sus convecinos en historias donde queda constancia de su ingenuidad y bondad. Pocas veces se le ve fuera de la urbe y mucho menos adaptado a otras épocas como en la historia que habéis encontrado. Merci beaucoup, pues las redondeces del orondo caballero son un regalo para la vista.
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