El exacerbado amor al amor de Cifré
Como proyecto independiente, autogestionado por los dibujantes, el Tio Vivo necesariamente tenía que brindar un terreno abonado a la creatividad más personal que el anterior, la brugueriana visión del mundo, en gran medida debida a Rafael González. Siendo esto verdad, no es menos cierto que la continuidad con el trabajo previo de los Conti, Peñarroya, Escobar y compañía es evidente. Cifré tampoco protagonizó una ruptura con sus historietas precedentes, pero, como mínimo, estrenó dos personajes nuevos para la recién nacida revista: Rosalía y Golondrino Pérez, con una indudable identidad temática común: la búsqueda del amor. És esta una motivación poco común en los personajes de Bruguera, ciertamente, y más fuera de las revistas pensadas para el público femenino. Este interés por tan universal tema está presente en la obra de Cifré empezando por la mismísima portada de primer número, toda una responsabilidad para el dibujante, en la que éste se descuelga con una estampa en la que, para no dejar resquicio a la duda, coloca un rótulo en el que se detalla el origen y el destino de un autobús de línea, nada menos que:"Calle Enamorados a Plaza Desengaño". Toda una declaración de principios, en efecto.
De Rosalía, hoy hablaremos poco. Baste de momento decir que se trata de una de las seis figuras que cerraban cada nueva entrega del Tio Vivo desde su contraportada y que su característica fundamental es ser poseedora de un apéndice nasal en todo semejante al pico de un loro y los problemas sentimentales que esto le crea.
Golondrino Pérez vive para y por el enamoramiento (que le conduzca al amor y al matrimonio, eso sí). Golondrino necesita amar como Carpanta comer y obtiene el mismo porcentaje de éxito que su colega. Con la misma actitud con la que sale el buscador de setas al campo, dispuesto a llenar su cestillo de delicados hongos comestibles, así Golondrino Pérez se zambulle en las calles en busca del amor de su vida. Es un personaje que anhela, que ansía, que se desvive...y que ve frustradas sus espectativas una y otra vez. Al igual que su homóloga femenina, Rosalía, su capacidad para la seducción se encuentra mermada por una apariencia física poco agraciada (si bien, en el caso de la fémina, debido a los usos amatorios de la época, esta cortapisa resulta más significativa): Golondrino es un galán enclenque y cabezón al que su voluntad de amar le impulsa siempre más allá de sus fuerzas y su entendimiento. Es tal la obsesión de Golondrino por el romance que sólo puede expresarse en verso, negándose así de forma rotunda a vivir la vida prosaica del común de los mortales. Y es que este constante fracaso en el anhelo no deja de significar una incursión en el dominio de la poesía, de la ternura, de la amarga melancolía. Un individuo que vive en verso una solitaria existencia, en permanente búsqueda de un ideal y lo hace con el candor y la entrega con el que lo hace Golondrino sólo puede cosechar nuestras simpatías más fervientes.
El estilo de Cifré, todo un veterano ya en el momento de alumbrar a su enamoradizo héroe, es dinámico y ágil, sin resultar explosivo. O lo que es lo mismo, podríamos hablar de que el estilo de Cifré es un preludio del de Vázquez, gráficamente hablando. Por otro lado, la aguda observación del alma humana que practica Cifré con su lápiz le permite poblar el segundo plano de las viñetas de personajes episódicos tan llenos de vida interior como los protagónicos.
Las viñetas aquí aportadas nos sirven como muestra de las andanzas del exaltado romántico del bigotito, del animoso hombrecillo de raquítico y elástico tupé. En ellas se incluye el primer enamoramiento catódico (con el resultado habitual, no vayan a pensar, que Golondrino no tiene sangre azul...), algo que sólo era cuestión de tiempo que sucediera, dada la naturaleza enamoradiza del sujeto y que el nuevo medio, la televisión parece pensada para dar consuelo y compañía a los solitarios del mundo. También asistimos a un encuentro con su alma gemela, Rosalía, y, por último, a una reflexión de las que habitualmente elabora Golondrino para lamentarse de su escasa suerte en las artes amatorias.
A este burgomaestre se le ocurre que el rótulo del autobús de la portada del número Uno de Tio Vivo que mencionábamos antes sólo podría ocurrírsele a alguien como Golondrino (quien, por cierto, es una versión caricaturizada del mismo señor de la portada), lo que nos permite establecer una cierta identificación entre autor y personaje. Esa transferencia que se produce entre dibujante y personaje queda explícita en la viñeta correspondiente a la última viñeta aquí mostrada, en la que golondrino confiesa la envidia que siente por el dibujante Giner (el de "Lolita y Enrique se van a casar"), por su facilidad para las conquistas amorosas. El que habla es el monigote, pero el que piensa recurriéndo a su experiencia vital, es su creador, ese romántico, tierno y magistral autor de historietas que era Guillermo Cifré Figuerola.
Nota: la procedencia de los dibujos que dan sentido y razón de ser a este pequeño ladrillo es, para las dos primeras, el Tio Vivo número 48, publicado el 29 de mayo de 1958; para las otras dos, el Tio Vivo número 44, de 30 de abril de 1958. La portada, naturalmente, es del Tio Vivo número 1, que vió la luz un jueves de junio de 1957.
De Rosalía, hoy hablaremos poco. Baste de momento decir que se trata de una de las seis figuras que cerraban cada nueva entrega del Tio Vivo desde su contraportada y que su característica fundamental es ser poseedora de un apéndice nasal en todo semejante al pico de un loro y los problemas sentimentales que esto le crea.
Golondrino Pérez vive para y por el enamoramiento (que le conduzca al amor y al matrimonio, eso sí). Golondrino necesita amar como Carpanta comer y obtiene el mismo porcentaje de éxito que su colega. Con la misma actitud con la que sale el buscador de setas al campo, dispuesto a llenar su cestillo de delicados hongos comestibles, así Golondrino Pérez se zambulle en las calles en busca del amor de su vida. Es un personaje que anhela, que ansía, que se desvive...y que ve frustradas sus espectativas una y otra vez. Al igual que su homóloga femenina, Rosalía, su capacidad para la seducción se encuentra mermada por una apariencia física poco agraciada (si bien, en el caso de la fémina, debido a los usos amatorios de la época, esta cortapisa resulta más significativa): Golondrino es un galán enclenque y cabezón al que su voluntad de amar le impulsa siempre más allá de sus fuerzas y su entendimiento. Es tal la obsesión de Golondrino por el romance que sólo puede expresarse en verso, negándose así de forma rotunda a vivir la vida prosaica del común de los mortales. Y es que este constante fracaso en el anhelo no deja de significar una incursión en el dominio de la poesía, de la ternura, de la amarga melancolía. Un individuo que vive en verso una solitaria existencia, en permanente búsqueda de un ideal y lo hace con el candor y la entrega con el que lo hace Golondrino sólo puede cosechar nuestras simpatías más fervientes.
El estilo de Cifré, todo un veterano ya en el momento de alumbrar a su enamoradizo héroe, es dinámico y ágil, sin resultar explosivo. O lo que es lo mismo, podríamos hablar de que el estilo de Cifré es un preludio del de Vázquez, gráficamente hablando. Por otro lado, la aguda observación del alma humana que practica Cifré con su lápiz le permite poblar el segundo plano de las viñetas de personajes episódicos tan llenos de vida interior como los protagónicos.
Las viñetas aquí aportadas nos sirven como muestra de las andanzas del exaltado romántico del bigotito, del animoso hombrecillo de raquítico y elástico tupé. En ellas se incluye el primer enamoramiento catódico (con el resultado habitual, no vayan a pensar, que Golondrino no tiene sangre azul...), algo que sólo era cuestión de tiempo que sucediera, dada la naturaleza enamoradiza del sujeto y que el nuevo medio, la televisión parece pensada para dar consuelo y compañía a los solitarios del mundo. También asistimos a un encuentro con su alma gemela, Rosalía, y, por último, a una reflexión de las que habitualmente elabora Golondrino para lamentarse de su escasa suerte en las artes amatorias.
A este burgomaestre se le ocurre que el rótulo del autobús de la portada del número Uno de Tio Vivo que mencionábamos antes sólo podría ocurrírsele a alguien como Golondrino (quien, por cierto, es una versión caricaturizada del mismo señor de la portada), lo que nos permite establecer una cierta identificación entre autor y personaje. Esa transferencia que se produce entre dibujante y personaje queda explícita en la viñeta correspondiente a la última viñeta aquí mostrada, en la que golondrino confiesa la envidia que siente por el dibujante Giner (el de "Lolita y Enrique se van a casar"), por su facilidad para las conquistas amorosas. El que habla es el monigote, pero el que piensa recurriéndo a su experiencia vital, es su creador, ese romántico, tierno y magistral autor de historietas que era Guillermo Cifré Figuerola.
Nota: la procedencia de los dibujos que dan sentido y razón de ser a este pequeño ladrillo es, para las dos primeras, el Tio Vivo número 48, publicado el 29 de mayo de 1958; para las otras dos, el Tio Vivo número 44, de 30 de abril de 1958. La portada, naturalmente, es del Tio Vivo número 1, que vió la luz un jueves de junio de 1957.
16 Comments:
Bécquer, Cifré, todo junto... ¿cómo cerrar los ojos a eso? Compañero, con las historia de Golondrino me has puesto alegre y me has dejado melancólico. Abrazos.
Muy sabio, el señor Cifré.
¡Cuánto me dio que pensar el destino del autobús de su portada!
Bueno, amigos, ¡es lo que tienen las golondrinas y los desengaños! Pero ponerse melancólico tiene su lado bueno: uno se ve más sabio de lo que es ¿no? ¡De alguna manera tiene que consolarse uno!
Todos hemos sido un poco Golondrinos Pérez, luego pasamos a la fase Rigoberto Picaporte y según los casos acabaremos siendo los Señores de Alcorcón, los Cebolleta, Churumbel o Trapisonda.
Es que los tebeos son como la vida misma.
Ah, y por cierto, yo le veo al letrerito del autobús una gran similitud a alguna famosa letra de Joaquín Sabina.
Querido amigo Gordito Relleno, ¿la ruta de el autobús le recuerda a ud. a Sabina? ¡¿A ud. que se tiene que conocer como la palma de su manos el paseo de los Tristes?! Eso sí que es un nombre para un paseo (y para un poemario, que se hizo)
Je,je...El paseo de los Tristes es un poco como el paseo de los Melancólicos en los Madriles, donde los aficionados del Atleti pasan a veces mirando al suelo y agitando la cabeza al salir del Vicente Calderón.
Pero...¿Sabina? ¿El Atleti? No nos salgamos del tema y sigamos hablando de tebeos que recordemos el niño (Torres) que fuimos.
>>>donde los aficionados del Atleti pasan a veces mirando al suelo>>
¿A veces, dice?
Déjelo usted en... casi siempre.
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:-)
Tras el 6-1... cállome.
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Don Jesús,que además de ser un pozo de sabiduría se fije usted en las noticias del pelotón me hace rebosar de alborozo. El burgomaestre futbolero (que disfrutó como un berebere con el 6-1).
Y no me atrevo a comentar más cosas colaterales porque este su sitio de ustedes, Burgos, parece como muy determinante en torno a lo brugeril (que no brugueresco).
Pero se está muy bien: tiene ese ambientillo de mesa-camilla (no de la de Encarna Sánchez, claro), de gente que sabe de qué habla; y de gente, por encima de todo, enamorada de un medio.
(Disculpen: me suena que eso ya se lo dije).
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Pero hable ud. de lo que quiera, Jesús. Las entradas son un pretexto, lo importante son las personas.
¿Qué me dice?
Es usted un suicida: tenga en cuenta que yo veo hasta el Cachupín Colorao en la telecope...
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Insisto. Lo importantente es la conversación, el tema... siempre es el mismo.
... "Chapulín"...
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se sobreentendió, o se subentendió...
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