Una muestra de descaro

En los procelosos océanos de tinta de los siete mares bruguerianos, a menudo, esos barquitos de papel que son las historietas navegan en círculos, se encuentran, se confunden y atracan en puertos remotos, lejanos, distantes en el tiempo. A veces, un mismo barco es sometido a un reboce de su casco, se le pinta, se le cubren las grietas con pez y se le vuelve a hacer a la mar, con un nuevo nombre pintado en su costado.
Así le pasó a este botecito que Segura hizo a la mar para el Can Can, aquella revista frivolona que lanzó Bruguera en 1958. En su número 3, de febrero de aquel año podemos leer esta historieta de “Maritina, la chica de la oficina”. Casi quince años después, podemos volver a leerla, aunque esta vez, la serie ha pasado a llamarse “Laurita Bombón, secretaria de dirección” y ejerce su digna profesión en las páginas de Lily. La historieta en la que nos hemos fijado aparece, concretamente, en el número 572, de 20 de noviembre (¡gasp!) de 1972.
Muy curioso el método de trabajo de Bruguera. Hablar de respeto al dibujante o al lector parece fuera de lugar, en este caso. Lo primero que se ha suprimido, tras quince años, es la firma de Roberto Segura. Quizá no se trate de una reimpresión, después de todo. Al fin y al cabo, examinando las viñetas con un poco de atención, pueden encontrarse notables diferencias entre una historieta y otra. Aparte de la sustancialísima del cambio de nombre, tenemos que la chica morena en el año 72 lleva el pelo más largo y ha cambiado la falda por un pantalón. Maritina /Laurita ha cambiado de gorrito y tiene algún rizo más en el pelo. Los textos, en los años setenta van mecanografiados, no sea que alguien tenga dificultades con las letras manuales. Algo que salta a la vista es que a la historieta le han salido los colores. A los responsables de la explotación desvergonzada de material antiguo no les debieron salir, sin embargo. Lo que no ha cambiado, desde el principio de los tiempos, es la moraleja de la historieta, que no es otra que aquella conocida tonada: “La donna é mobile, qual piuma al vento...”
Estos abusos de Bruguera con el material artístico que administraba, a costa del respeto debido a sus numerosísimos lectores, eran la práctica habitual a partir de la masificación de su producción. Los ejemplos son tan abundantes que podríamos llenar decenas de espacios como el de este weblog (o lo que sea) sin ningúna dificultad. De vez en cuando, iremos destacando alguno que otro, para que consten y porque resultan curiosos de ver.
NOTA: es muy llamativo (siguiendo con el juego de buscar las diferencias) cómo se ha completado, en el año 72, el cuerpo de la chica morena que en la versión original quedaba muy cortado en la tercera viñeta (aún puede apreciarse una ligera línea de separación entre el material nuevo y el viejo si nos fijamos en la boca del personaje).