Angel Picazo: actuar con nobleza
Cualquiera que haya tenido alguna vez la inmensa fortuna de presenciar alguna actuación de nuestro protagonista de hoy, Ángel Picazo, quedaría sin duda impresionado para siempre por su excelente voz. Era la suya una voz de terciopelo, que producía efectos balsámicos en el oyente con su elegante sonoridad de oboe bien templado, que transmitía serenidad acariciando el oído, como el suave crepitar de una hoguera milenaria. Una voz, la de don Ángel, portentosa, que se extendía en el aire sin el menor crujido, desplegándose con la ligereza del vuelo de una garza y que se correspondía con una presencia noble, sin afectación, idónea para encarnar ideales que hablaban de estabilidad, de templanza, de sosiego, de la autoridad que da la razón y que tan llena está de esa servidumbre que conocemos como responsabilidad.
Ángel Picazo Alcaraz nació en Murcia en 1917 y murió ochenta y un años después, en Madrid según unas fuentes y en Barcelona, según otras, víctima de un cáncer, cuando hacía ya dos lustros que había culminado brillantemente una carrera profesional como intérprete que se había prolongado a lo largo de más de cuatro décadas, vinculada al escenario del teatro, a los estudios de doblaje, a los platós de televisión y a los “sets” cinematográficos, poseyendo, prácticamente desde su comienzo, la categoría de primer actor en todos esos ámbitos. Para el público en general, que le conoció especialmente a través de la pequeña pantalla, era un intérprete similar a otros excelentes colegas suyos, también habituales del medio, como Tomás Blanco, con el que fácilmente podía intercambiar papeles, aunque en lugar del matiz a menudo malicioso de éste, su personalidad se mostraba noble y serena, con una cualidad aristocrática que, sin duda, le hizo idóneo para encarnar algunos de sus personajes más característicos, siendo, de entre todos ellos, el más personal, el de Alfonso XIII, por el asombroso parecido físico que mantenía con el borbón.
Ahora que nos hallamos tan faltos de actores dignos de tal nombre, recordar la ejecutoria de uno de los que más honraron su profesión en el siglo pasado resulta más oportuno que nunca, en el año en el que se han de cumplir diez años de su desaparición.
En el principio era Jardiel
Como ya dijimos a propósito de Carlos Lemos, o de José María Escuer, en entradas anteriores, o como podríamos decir si nos atreviéramos a hacer lo propio con aquel gigante pelirrojo que fue Fernando Fernán-Gómez, la figura imprescindible de Enrique Jardiel Poncela estuvo presente en los comienzos de la carrera de Ángel Picazo. De hecho, su debut en la escena se produjo representando un pequeño papel en “Los ladrones somos gente honrada” (precisamente la misma obra en la que tuvo su primer papel “con nombre” el citado Fernán-Gómez), en 1942, en la gira por provincias que llevando la obra realizaba la compañía de López Llauder. Por aquel entonces, años de hiriente penuria económica en España, el joven actor nacido en Murcia y formado en Barcelona, cobraba por sus servicios la estupenda cantidad de veinticinco pesetas (al cambio actual estrictamente aritmético, quince céntimos de euro).
Simultáneamente a sus primeras experiencias teatrales, el actor murciano se inicia en el mundo del doblaje, prestando su prodigiosa voz a las actuaciones de Charles Boyer, Walter Pidgeon y Gregory Peck, entre otras estrellas del cine norteamericano. De sus trabajos en este campo no han sobrevivido muchas muestras, aunque todavía hoy se le puede oír en la versión española de “Duelo al sol” (King Vidor, 1946) ofreciendo una versión nasalizada y con matiz canallesco de su propia voz, al servicio del personaje de Gregory Peck.
La valía del joven Picazo le sirvió para mejorar rápidamente de estatus e ingresar en la compañía del gran Rafael Rivelles como galán joven, donde se mantuvo seis años en los que no hizo sino mejorar su técnica y madurar su arte. En el transcurso de este fecundo periodo se produjo su debut en el cine, un medio de expresión que, como en los casos de otros colegas suyos, como José María Rodero o Manuel Dicenta, no brindó a Ángel Picazo las oportunidades que su talento interpretativo merecía. No obstante lo cual, su paso por el mundo del celuloide está adornado con sus mejores cualidades, de las que le era imposible prescindir: sobriedad, eficacia y rigor.
Entrada en el cine de la mano de Miguel Iglesias
Aprovechando un parón profesional motivado por la contratación del titular de la compañía, Rafael Rivelles, para el rodaje de la cinta que había de protagonizar a las órdenes de Rafael Gil, “Don Quijote de la Mancha” (1947), Ángel Picazo se pone a las órdenes de Miguel Iglesias para debutar en el Séptimo Arte, haciendo el papel protagónico de “Las tinieblas quedaron atrás”, una película argumentalmente emparentada con recientes éxitos de las carteleras de aquel entonces debidos a Alfred Hitchock, como “Rebeca” (1939) o “Sospecha” (1941) o a George Cukor, como fue “Luz que agoniza” (1944). Con guión de Luis G. de Blain (Herrerías, Almería 1916 – Barcelona, 2001), en el que fue su debut en el cine, que adaptaba una historia suya destinada a la radiodifusión, “La sonrisa de terciopelo”, se trató de una película inscribible en el subgénero del melodrama criminal con tintes psicológicos, entonces muy de moda. Se nos narra que una actriz, Diana Loriarte, es pretendida por dos hombres, Ricardo Marbán y Jorge Santillana y cómo se decide, finalmente, por el primero, que se la lleva a vivir a una apartada mansión en lo alto de un acantilado. Empiezan entonces a sucederse hechos tan inquietantes como amenazadores que llevan a la recién casada a sospechar que su vida está en peligro y que es su marido (cuya auténtica identidad sería la de un famoso criminal, un tal Gregar) el responsable de ello. Cuando está más convencida de que su existencia está a punto de ser suprimida, aparece súbitamente el otro pretendiente, Jorge, para dar un vuelco a la excesivamente emocionante vida conyugal de Diana. El creador de esta trama, Luis G. de Blain (Luis Gossé Cleyman), creador, por cierto, del popular Mr. Belvedere de la revista FOTOGRAMAS, quien había cosechado éxitos indiscutibles en la radio, como las series de género policíaco realizadas en Radio Barcelona “Un buen detective” y, especialmente “Las aventuras de Taxy Key” (cuya popularidad la llevó a ser trasladada a la fotonovela, a la historieta –a través del lápiz de Vicente Roso- y al cine en “Las aventuras de Taxi Key” –Juan Fortuny,Albert G. Nicolau y Arturo Buendía, 1959 ), y su protagonista masculino, Ángel Picazo, no fueron las únicas figuras debutantes en el film. También su estrella femenina, la cantante Rina Celi, que sólo había intervenido antes en otra película (“El hombre de los muñecos”, Ignacio F. Iquino, 1941), pero estrictamente para cantar, era debutante. Rina Celi vivía aquellas fechas un momento de esplendor que le permitía simultanear su presencia en programas radiofónicos, actuaciones en salas de fiestas y en revistas como “¡Taxi, al cómico!”. Su interés en iniciar una carrera como actriz dramática, potenciado financieramente por un amigo, contribuyó decisivamente a la realización del film, en el que interpretó un par de canciones. La carrera dramática de Rina Celi, no obstante sus buenas intenciones, no alcanzó la misma dimensión que su trayectoria canora y sólo volvió a actuar en otras dos películas, “La casa de las sonrisas” (Alejandro Ulloa, 1948) (en la que por cierto, también actuaba nuestra amiga Camino Garrigó) y “Sabela de Cambados” (Ramón Torrado, 1949).
“Las tinieblas quedaron atrás” fue una producción modestísima que contaba con 300.000 pesetas de presupuesto (aproximadamente, la mitad del coste de un film de nivel medio de la época), de las cuales 55.000 constituyeron el sueldo de su director. A pesar de tener muy interesantes resoluciones técnicas debidas, en parte, a los buenos oficios del decorador Alfonso de Lucas, no tuvo éxito y se ganó malas críticas por parte de los comentaristas más “nacionalistas”, que arremetieron contra el estilo mimético del cine americano. Críticas que, precisamente, nos hacen pensar que esta película sería hoy mucho más “visible” que la mayoría de la producción española de aquellos años y especialmente más que otros títulos que recibieron mucho mejores calificaciones en las reseñas de la prensa oficialista.
Al servicio del novato Rovira Beleta
Ángel Picazo rodó en 1948 a las órdenes de un debutante Francesc Rovira-Beleta la película “Doce horas de vida”, una producción Aureliano Campá para Cifesa que se estrenó en Madrid el 10 de noviembre de 1949 y más de un año y medio más tarde, en Barcelona, con el habitual de las producciones Iquino, el italiano Adriano Rimoldi como protagonista, en una historia bastante semejante a la posterior “Con las horas contadas” (“D.O. A”, el clásico de la serie B dirigido por Rudolph Maté en 1950). En ella, Ángel Picazo se hace cargo del papel de Montalvo, el amigo del protagonista. La trama narra cómo, en 1925, en Tetuán, Miguel Duval, un oficial de la Legión, espera la hora de su ejecución por el delito de alta traición al haber extraviado unos valiosos documentos. En las horas previas a su final, consigue convencer al capitán Montalvo, el oficial de guardia, de que puede demostrar su inocencia si le concede doce horas de libertad para reunir las pruebas de su inocencia, para lo que deberá localizar a una misteriosa mujer. El argumento, debido a Manuel Tamayo y Alfredo Echegaray se basaba en un hecho real y el reparto incluía nombres tan interesantes como los de Ana Mariscal (otra habitual en las producciones de Iquino del momento), Rafael Luis Calvo, José Vivó o Félix de Pomés. Picazo vuelve a rodar nuevamente, un año después, a las órdenes del director de “Los Tarantos”, en esa ocasión como protagonista masculino una especie de vodevil titulado “39 cartas de amor”, una historia de Carlos Blanco con Tony Leblanc, Gustavo Re, Antonio Riquelme, Julia Caba Alba y Roberto Font haciéndose cargo de la parte más cómica de la función, y con Irasema Dillian como Julieta, la belleza que provoca los celos de su marido, Alberto (Ángel Picazo), el cual, como el personaje de la popular canción de los setenta de la cantautora Cecilia, “Un ramito de violetas”, le escribe cartas de amor a su esposa (hasta totalizar la cantidad reseñada en el título) simulando ser un admirador secreto con la sana intención de pillarla en una infidelidad. El film, que sobre el papel parece una comedia alocada y muy divertida, fue víctima de la incomprensión de los exhibidores y tardó seis años en estrenarse (como curiosidad sea dicho, en Madrid en una versión artesanalmente coloreada), pasando, comprensiblemente, dado el desfase, inadvertida.
Seis años de primer actor en el María Guerrero
“La Carreta”, obra del portorriqueño René Marqués, se estrenó en el Teatro María Guerrero el 28 de noviembre de 1957, con Pepita Serrador en el papel principal y con la participación destacada de Joaquín Roa y Mari Carmen Díaz de Mendoza, con Ángel Picazo como protagonista masculino. La imagen que acompaña, correspondiente al segundo acto, muestra al actor reclinado en el regazo de Pepita Serrador, que interpreta el papel de su madre. El estreno constituyó un gran éxito que cosechó excelentes críticas, y despertó el “fervor popular” a lo que tal vez no fue ajeno, además de los muchos méritos artísticos, la coincidencia con la Semana que organizaban anualmente los estudiantes portorriqueños en Madrid. El hecho es que en la carrera teatral de Ángel Picazo, supuso tan sólo una más de las 33 obras que representó en el mismo escenario y siempre con dirección de Claudio de la Torre, entre noviembre de 1954 y abril de 1960, como primer actor de la compañía nacional de ese teatro. Aún volvería, veintitrés años después, en diciembre de 1983, al María Guerrero, entonces con dirección de José Carlos Plaza, para una lectura dramatizada de textos de Max Aub, que se tituló “La gallina ciega”, con José Luis López Vázquez, Ana Belén, Fernando Delgado, Juan Ribó, José Sacristán, Núria Espert, Julia Guitérrez Caba y Enriqueta Carballeira como excepcionales compañeros, y, por último, una vez más, en febrero del año siguiente para interpretar un papel en la escenificación de “Eloísa está debajo de un almendro”, nuevamente con el mismo director y acompañado sobre las tablas por Mari Carmen Prendes, Enriqueta Carballeira, Asunción Sancho, Rafael Alonso y José Luis Pellicena, entre otros.
En su etapa de actor de la Compañía Nacional, entre 1954 y 1960, actuando siempre en el escenario del María Guerrero, Ángel Picazo, intervino en eventos tan destacados como el estreno de la reputada obra “Hoy es fiesta”, de Antonio Buero Vallejo, con María Francés, Teófilo Calle, Pastor Serrador y su esposa, Luisa Sala, Javier Loyola y Elvira Noriega, como compañeros de reparto, el cual se produjo el 20 de septiembre de 1956. Precisamente a esta obra pertenece el momento fotografíado por Juan Gyenes en la imagen que puede verse junto a estas líneas, en la que aparecen Elvira Noriega y Ángel Picazo. Signo de su innegable popularidad, el autor Alfonso Paso aparece por tres veces en la lista de las obras que Ángel Picazo representó en escena en este periodo: la más prestigiosa de todas, “Los pobrecitos”, se estrenó en marzo de 1957; justo un año después, le llega el turno a “Catalina no es formal” y, en enero de 1960, se pone en escena “La boda de la chica”. El elenco de las dos primeras es en gran parte coincidente con el citado para “Hoy es fiesta”, mientras que en la obra citada en tercer lugar encontramos la participación del veterano Mariano Azaña, del brillante Pedro Sempson, de Lina Rosales, de Montserrat Blanch y de Gabriel Llopart, por citar sólo algunos. Otras obras que nuestro protagonista de hoy representó en el escenario del María Guerrero durante aquellos seis años como actor principal de la compañía de este Teatro Nacional que han resistido, por una razón u otra, el paso del tiempo, venciendo al olvido, son, por ejemplo, “La casa de té de la Luna de Agosto” y “La desconcertante señora Savage, ambas del autor norteamericano John Patrick, “La loca de la casa”, de Benito Pérez Galdós, la versión de 1955 de “La malquerida” de Benavente, o “La vida en un hilo” y “Alta fidelidad”, de Edgar Neville.
Más cine, por favor
El mismo año en que Ángel Picazo habrá de pisar el escenario del María Guerrero como primer actor de la compañía, se ha estrenado la película “¡Crimen imposible?” (1954) en la que encarnó a Luis Escobedo, uno de los sospechosos de haber cometido el asesinato del escritor Certal (Gerard Tichy), de quien es amigo, en la que luce espléndidamente una gabardina tipo trinchera y en la que fuma con gran distinción “Lucky Strike” (“Golpe afortunado”, según traducción del personaje). La película, el complejo relato de un asesinato misterioso narrada en clave de drama psicológico, que comentamos aquí con motivo de la entrada dedicada a Gerard Tichy (la víctima del crimen que, precisamente se ha encargado de instigar), obtuvo importantes premios, tales como los del Círculo de los Escritores Cinematográficos al mejor director (César Fernández Ardavín), mejor fotografía (Manuel Berenguer) y mejores actor y actriz principales (José Suarez en el papel del policía inspector Rafael y Nani Fernández, como Isabel, su novia y amante ejecutora de la víctima). Además, la Junta de Clasificación la distinguió con la categoría de 1ª A, lo que suponía una concesión por parte del Crédito Sindical de un millón cincuenta mil pesetas. La película, a pesar de reunir todas estas distinciones y méritos objetivos, no contó con una resonancia popular destacable. Duró 14 días en el cine de Madrid en que se estrenó en septiembre de 1954 y una docena tan sólo en el de Barcelona, donde se estrenó siete meses más tarde.
“Han matado un cadáver” (1961) supuso el retorno de su director, Julio Salvador, a los derroteros de su película más conocida, que supone un hito en la historia del cine de ficción criminal, “Apartado de correos 1001”, once años después. Nuevamente, como en el título anterior, nos encontramos con una trama policíaca que transcurre en las calles de la ciudad Barcelona, escenario espléndidamente aprovechado, con un final en un lugar tan pintoresco como es el Pueblo Español, en evidente analogía con el final del film previo, cuya acción concluía en las conocidas atracciones Apolo del Paralelo barcelonés. Nuevamente, las fuerzas del orden se desdoblan en una pareja de policías formada por un veterano y un novato que mantienen una relación de características paterno-filiales. El papel del policía experimentado, el comisario Jorge Rivera, corre a cargo de Ángel Picazo, que cuenta, para disfrute del espectador, con largas parrafadas que decir. Con el papel de Antonio Martín, el policía bisoño, apechuga José Campos, que aparece bastante inseguro pero que cuenta con la inestimable ayuda de la voz del gran Manuel Cano para sacar su actuación adelante. En la trama, llena de sorpresas y duplicidades, donde se produce el asesinato doble de Teresa Montes, una cantante de cabaret a la que la policía suplanta por su hermana gemela, Margarita, para hacer caer al criminal (papeles interpretados ambos y de manera sucesiva por la macizorra Colette Ripert) se encuentran ecos del clásico “Laura” (1944) de Otto Preminger, en el enamoramiento del joven policía por la víctima del crimen y de la más reciente “Vértigo” (1958) en la conversión de la segunda mujer en un duplicado de la desaparecida.
Si “¿Crimen imposible?” cosechó un buen número de premios, no es inferior el palmarés de “Ensayo general para la muerte” (1963), película dirigida por Julio Coll, con argumento y guión de Pedro Mario Herrero (autor que mencionamos a propósito de la entrada sobre Mayra Rey, al ser el escritor responsable del guión de “Los elegidos”). A los premios del Círculo de Escritores Cinematográficos a la mejor dirección, mejor guión y mejor interpretación masculina (para Roberto Camardiel, por su esforzada creación de un policía francés), se sumaba el premio Nacional del Sindicato del Espectáculo a la mejor película y también a la mejor actriz secundaria. En esta película, tan importante en su momento como olvidada hoy, Ángel Picazo representa el papel del torturado Henri Torgelais, un empresario teatral que había sido estrella del violín y que, al quedar manco en un accidente perdió la gloria de la fama y, simultáneamente, fue abandonado por su mujer, lo que desencadenó en él un sentimiento de acerada misoginia. Estas circunstancias le colocan en la posición de sospechoso del crimen de la esposa del escritor encarnado por Carlos Estrada, sospechoso también, a su vez. La alambicada trama del film contiene un crimen perfecto y adulterios varios, además de la obligada investigación criminal. Por otro lado, la galería de personajes, además del descrito anteriormente que incorpora Ángel Picazo, incluye a un autor teatral desquiciado, a su infiel esposa (Susana Campos), a un médico mujeriego encarnado por el gran José Bódalo, al inevitablemente tosco, pero voluntariosamente refinado inspector que interpreta Roberto Camardiel, a un agente de policía seductor de empleadas del hogar, a cargo de Carlos Ballesteros y a una suculenta criadita joven (Irán Eroy) que canta acompañada de la guitarra lánguidas tonadas francesas en su acogedor cuartito. Por si esto fuera poco, el film incluye un breve interludio cómico-costumbrista a cargo de María Luisa Ponte y Antonio Riquelme los cuales están, como es natural, estupendos, en los papeles de prostituta y cliente que acaban en comisaría.
Irrupción en TVE
A partir de 1964, Ángel Picazo se incorpora a la excelente nómina de actores de la producción de espacios dramáticos de Televisión Española convirtiéndose en un rostro popular entre su multi-millonaria y unívoca audiencia. Interviene con especial frecuencia en las inolvidables “Novelas” de emisión seriada, llegando a actuar en once de ellas, de entre las que citaremos a modo de ejemplo “Un noviazgo”, dramatización de la obra de Carmen Laforet a cargo de Hermógenes Sainz, dirigida y realizada por Manuel Aguado, que salió “al aire” en julio de 1966, con la inmensa Irene Gutiérrez Caba como protagonista femenina y con Tina Sainz, Josefina Serratosa, Ana del Arco, Francisco Melgares, Adolfo del Río y Roberto Cruz completando el reparto.
Del resto de espacios dramáticos en los que intervino Ángel Picazo, que incluyen un buen número de “Estudio Uno”, por supusto, hemos elegido hablar de la adaptación de Jean Anouilh de la tragedia de Sófocles “Antígona”, dirigida por Juan Guerrero Zamora, con Nuria Torray, Maite Blasco, Jesús Puente y José Calvo, que fue emitida dentro del espacio “Primera fila” y en la que nuestro protagonista hacía el papel de Creonte. Elección que hemos hecho, entre otras razones, además del valor artístico intrínseco, para mostrar cómo las gastaba TVE a la hora de programar el “prime time” (la obra se pasó a las 22:30 de un miércoles por la única cadena que había).
En 1969, le cabe a Ángel Picazo el honor de intervenir en la primera realización para TVE del entonces innovador y hoy mito televisivo, el rumano Valerio Lazarov, “El irreal Madrid”, un espacio diseñado y encargado con la finalidad prioritaria de cosechar algún premio internacional que, a modo del “La, la, la” eurovisivo, proyectara una imagen de modernización y normalización del régimen franquista. Al margen de los propósitos que generaran su engendramiento (que se vieron recompensados con una Ninfa del Festival de Montecarlo, la correspondiente al mejor guión), lo cierto es que el programa permanece en la memoria de la historia televisiva como uno de los más originales y transgresores (dentro de un orden) de la época, resultando un agitado cóctel de delirio “pop” y de humor absurdo, en el que se encuentran, chocantemente a sus anchas, actores tan tradicionales como el propio Ángel Picazo o el entrañable Ángel Álvarez, o los bruguerescos Emilio Laguna y Luis Morris, o la impagable Lola Gaos o las estupendísimas Claudia Gravy, Iran Eroy, Elisa Montés y la malograda Soledad Miranda. El leve hilo argumental del programa, entreverado de actuaciones de ídolos de la música ligera, consistía en unas alucinantes pruebas de resistencia que habían de forjar los indestructibles espíritus de los seguidores de un equipo de fútbol que no era otro que el más internacional y sólido valor “mediático” de la España de entonces, el Real Madrid.
En un línea decididamente divergente, y hasta opuesta, se situaría la serie de películas que Juan de Orduña dirigió adaptando al cine las zarzuelas más populares y reconocidas. Se trataba de films que se estrenaron en salas de cine, pero que había producido TVE y que ésta emitió semanalmente, una vez la corta carrera comercial de las películas había terminado. De entre todas ellas, a Ángel Picazo le correspondió intervenir en “El huésped del sevillano”, encarnando, con la hidalguía serena que le caracterizaba, a Miguel de Cervantes. A su lado se hallaba la pareja formada por el gracioso habitual de toda la serie, Antonio Durán y su mujer (a la que conoció precisamente, durante el rodaje de estas zarzuelas), la increíblemente hermosa María Silva, también intervenían la más cercana María José Alfonso, los galanes Manuel Gil y Rubén Rojo y los maravillosos característicos José Franco y José Orjas.
Algunas películas más en las que salió y dos en las que no sale
Si alguna película, en la carrera de Ángel Picazo, necesitaba imperiosamente de su presencia para aspirar a existir, esa fue, sin duda, la que dirigió el zaragozano Santos Alcocer en 1964, “Las últimas horas”, drama histórico cuya credibilidad se sostenía en gran parte en la asombrosa creación que nuestro protagonista hacía del personaje de Alfonso XIII, con el que, no nos cuesta repetirlo, le unía un parecido más que remarcable. La película, por desgracia para sus responsables, no estaba bien resuelta. A su evidente intencionalidad ideológica de signo reaccionario sumaba las carencias de Santos Alcocer a la hora de ejercer la dirección. La carrera del cineasta aragonés, trasladado ya desde niño a Madrid, se inicia en el terreno de la producción, trabajando en un primer momento para la “Emisora Films” de Iquino y luego para “Paesa Films” y “Amsara Films” (empresa con la que produciría los primeros éxitos de Pedro Lazaga, como “La patrulla”-1954-) hasta que funda su propia productora, “Santos Alcocer Producciones Cinematográficas”. En ese momento decide asumir él mismo las tareas de dirección, pero conservando el que considera su “olfato comercial”, con lo que elige temas que considera éxitos seguros para llevarlos a la pantalla. Lamentablemente, sus apuestas, de tan timoratas, se saldan con rotundos fracasos. Confía en el fenómeno del cine folklórico racial y se estrella con “La novia de Juan Lucero” (1958) y “Puente de coplas” (1961), convencido que las fuerzas combinadas de “estrellas “ como el torero turolense Ángel Peralta y Juanita Reina por un lado y Antonio Molina y Rafael Farina por otro, van a reportarle sendos taquillazos, pero se equivoca estrepitosamente. Si bien no con la rotundidad de lo acaecido con el estomagante film “Pachín, almirante” (1961), insufrible intento de repetir el respaldo popular que obtuviera “Recluta con niño” (Pedro L. Ramírez, 1955) con el pobre Julio Riscal y un niño en verdad repelente llamado Angelito. Al escaso resultado comercial del film protagonizado por Ángel Picazo sobre las últimas horas del reinado de Alfonso XIII, tuvo que sumar todavía los fracasos de sus dos películas que intentaban emular la rentabilidad del entonces de moda “sello Corman”: “El enigma del ataúd” (1966) y “El coleccionista de cadáveres”(1967) film que contiene, al menos, el valor histórico de presentar la última actuación (con permiso de “Targets”, de Bogdanovich) del gran Boris Karloff. Una carrera, la de Santos Alcocer, que ejemplifica hasta qué punto puede uno equivocarse en sus decisiones pues, si como productor las cosas le iban bastante bien, cuando tomó la decisión de encargarse de dirigir sus propios films, encadenó un fracaso tras otro, logrando no sólo demostrar que no era director, sino también perdiendo el tino que parecía haberle acompañado como productor. Con todo, suyo es el mérito de haberle dado a Ángel Picazo un papel tan idóneo que permite identificar al actor con el personaje a pesar del paso del tiempo y también, dar pábulo a habladurías tan inauditas como la que se sustenta en la base internáutica IMDB, según la cual el actor nacido en Murcia era hijo del propio monarca Alfonso XIII.
En “Estambul 65” (Antonio Isasi-Isasmendi,1965), Ángel Picazo hace el papel del calmoso comisario Mallouk, ostigador de las actividades delictivas del protagonista, el simpático Tony Mecenas (Horst Buchholz cuando estaban frescos aún sus éxitos en “Los siete magníficos” – John Sturges, 1960- y “Uno, dos, tres” –Billy Wilder, 1961-), propietario de un garito de juego clandestino en el que trabajan sus secuaces Álvaro de Luna y Gustavo Re. El film supuso el inicio de una racha de éxitos internacionales de su director, dignos de competir en su propio terreno con el cine comercial norteamericano, mérito extraordinario de Antonio Isasi-Isasmendi, que nunca se ha reconocido lo bastante, en una cinematografía tan paupérrima como la española. A la habilidad de su realizador para facturar productos competitivos en las taquillas de todo el mundo no es ajena la eficacia de los competentísimos actores empleados. A los ya citados, en la “bondiana” “Estambul 65” debemos citar, por ejemplo, a Jorge Rigaud, Luis Induni, Klaus Kinski, Gerard Tichy, Agustín González y la guapísima Sylva Koscina. La participación de Ángel Picazo no representa parte significativa del metraje, pero su composición, elegante y discreta, del servidor de la ley encomendado está a la altura de las mejores creaciones análogas por parte de sus colegas de Hollywood. Debido al sistema de producción empleado, Ángel Picazo, experimentado doblador, vio en esta ocasión su prodigiosa voz sustituida por la de otro sensacional profesional, Felipe Peña, uno de los dobladores habituales de John Wayne.”Estambul 65” contó con un presupuesto de 100 millones de pesetas que en pantalla daban una sensación de aún mayor holgura, de los cuales, un millón y medio correspondía a los emolumentos de Isasi-Isasmendi, dato que invito a contrastar con los apuntados antes sobre el film de debut de Ángel Picazo en el cine, rodado unos veinte años atrás por Miguel Iglesias, “Las tinieblas quedaron atrás”: 300 000 pesetas de presupuesto y 55000 para pagar a su director. Efectivamente, si las tinieblas pueden equipararse a la precariedad económica, da la sensación de que “quedaron atrás” con el transcurso de esos veinte años.
Otras películas en las que Ángel Picazo intervino fueron “Pacto de silencio” (1949, Antonio Román), que constituye la única ocasión en la que el gran crítico de cine Alfonso Sánchez firma un guión; “La bella Mimí” (1960, José María Elorrieta), “Encrucijada para una monja” (1967, Julio Coll), “La curiosa” (1972, Vicente Escrivá), “Las verdes praderas” (1976, José Luis Garci) y también (lamentamos decir que) puso su extraordinaria voz, como narrador, al servicio del documental “Franco, ese hombre” (1964, José Luis Sáenz de Heredia). Por último, citemos, hablando de cosas demoníacas, “Las joyas del diablo” (1970, José María Elorrieta), una exótica coproduccion hispano-canadiense-tunecina de la que hemos colgado una imagen junto a estas líneas, donde aparece al lado de Ángel Picazo un actor argentino que trabajó profusamente en aquellos años, especialmente en producciones de género de aventuras o terror, Vidal Molina.
Dos películas en las que Ángel Picazo no sale son las dos versiones que de la famosa zarzuela “La Revoltosa” realizó José Díaz Morales. Tal afirmación, que puede parecer gratuita, tiene una justificación y es ella que, por un lado, la base de datos IMDB coloca a Ángel Picazo en la versión en color estrenada en 1963, con Germán Cobos y Teresa Lorca como protagonistas, mientras que el magnífico libro de Carlos Aguilar y Jaume Genover, “Las estrellas de nuestro cine”, lo sitúan en la versión en blanco negro que se había estrenado quince años antes, en 1949, con Carmen Sevilla y Tony Leblanc en los papeles principales. El hecho cierto es que no aparece en ninguna de ellas. Tomás Blanco, de quien hemos dicho que podía intercambiar papeles con nuestro protagonista de hoy, actúa,en cambio en las dos, haciendo el papel del prestamista. Por emplear un símil futbolístico, en lo que se refiere a “La Revoltosa”: Tomás Blanco: 2, Ángel Picazo: 0.
Siempre, el teatro
Después de sus seis años en el María Guerrero, y compatibilizándolo con sus actuaciones en televisión y cine, Ángel Picazo pasa a ocupar con su arte, de manera sucesiva, y también por periodos de media docena de años, los escenarios de los teatros Lara, Arlequín, Goya, e Infanta Isabel, prolongando más allá de los cuarenta años una carrera teatral que se había iniciado en 1942. A lo largo de esas décadas, representa obras como “El charlatán”, de Rodríguez Buded, “El vicario de Dios”, de Juan Antonio de Laiglesia, “Tres testigos”, de José María Pemán, y, por ejemplo, “Encuentro en otoño”, de Aleksei Arbuzov, con Conchita Montes y “Salvar a los delfines” de Santiago Moncada, con Amparo Rivelles, las dos últimas, estrenos de 1979. Ya en los años imposibles años ochenta, Ángel Picazo obtiene dos grandes éxitos personales con la representación de dos clásicos del Siglo de Oro. En 1982, representa el papel de Basilio en una versión de “La vida es sueño” de Calderón de la Barca, con Luis Prendes como compañero de reparto, y obtiene el premio “Ricardo Calvo” de los “Villa de Madrid” de aquel año, concedido en las vísperas de San Isidro por un jurado formado por José Luis Pellicena, Eduardo Haro Tecglen, José Luis Alonso, Alberto González Vergel y Enrique del Moral, que aunque premia en principio a todo el conjunto de su labor, mucho tiene que ver con la actividad del momento en que se concede. Tras afirmar que “había tenido suerte” y tras mostrar su admiración por la figura que daba nombre al premio recibido “Yo le vi. En el verso era excepcional”, Ángel Picazo, en unas emocionantes, por lo que contienen de ilusión y deseo de mejorar en alguien que cuenta con una experiencia tan prolongada, declaraciones, afirma: "todo premio aumenta la moral y las ganas de luchar, la afición a este oficio y sobre todo, la necesidad de superarse. A eso es a lo que obliga que la próxima interpretación sea mejor que la anterior".
La culminación de la carrera teatral de Ángel Picazo podemos situarla en su interpretación de don Lope de Figueroa en el montaje de 1988 de “El alcalde de Zalamea”, de Lope de Vega, en versión de Francisco Brines, con Jesús Puente, como Pedro Crespo. El enfrentamiento dialéctico que mantienen ambos personajes, entre el honor del individuo y la honra de los estamentos, al decir de las crónicas y libros que recogen la historia del Teatro en España, ha merecido el honor de figurar en ellos con la máxima distinción. Ciertamente, resulta difícil pensar en un intérprete más capacitado que Ángel Picazo para respaldar con gallarda solvencia la posición antipática de lo que podríamos llamar “lo establecido”, pero si alguien puede hacer despertar complicidad con una cosa tan desprestigiada como ese concepto, ese era el gran actor murciano. Prueba de la categoría del suceso obtenido por nuestro protagonista de hoy son las siguientes líneas, extraídas del libro de memorias de quien era por aquel entonces director de la Compañía Nacional de Teatro Clásico y programador, por tanto, de sus espectáculos, Adolfo Marsillach (“Tan lejos, tan cerca” Tusquets): "Me alegré muchísimo del gran éxito de Ángel Picazo en el don Lope de "El alcalde de Zalamea" -un sólido actor marcado ya por la edad y la desventura, al que los más jóvenes desconocían y que a todos deslumbró-." Sirva este reconocimiento público de una gran figura de la cultura española, como fue Marsillach de colofón a esta entrada, homenaje al enorme actor que fue Ángel Picazo. Sólo nos queda una duda que planea un tanto desazonante sobre nuestro ánimo: ¿Cuál fue la desventura que le había marcado?
Bibliografía
Además de diversa hemeroteca internáutica, entre la que destacaría la necrológica que a Ángel Picazo le dedicó Javier Villán en la edición virtual del diario El Mundo, este burgomaestre ha manejado los siguientes libros:
“Las estrellas de nuestro cine” (Carlos Aguilar Jaume Genover, Alianza Editorial);“Miguel Iglesias Bonns. Cine de género y cult movies” Ángel Comas (Cossetània edicions); “Rovira-Beleta. El cine y el cineasta” Carlos Benpar (Laertes, 2000);“Cineastas aragoneses” Javier Hernández Ruiz, Pablo Pérez Rubio (Ayuntamiento de Zaragoza,1992);“Antonio Isasi-Isasmendi, el cineasta de la acción”, Jordi Battle Caminal (Filmoteca de Catalunya,2005);“Brumas del franquismo” ,Francesc Sánchez Barba (Universitat de Barcelona, 2007);“Teatro español (de la A a la Z)” Javier Huerta Calvo, Emilio Peral Vega, Héctor Urzáiz Tortajada (Espasa)
Muestra con valor :
Breve fragmento de la película “Han matado a un cadáver” en el que Ángel Picazo demuestra que es posible hablar con claridad, sin atropellarse, aturullarse ni farfullar, y decir una serie de frases que resultan perfectamente inteligibles para todo el mundo. El guionista, Enrique del Río, por añadidura, regala en esta secuencia una simpática sentencia a propósito de la siempre controvertida inteligencia de la policía.
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42 Comments:
Qué bien que haya en este país alguien que se acuerde de MARIA SILVA.
Gracias por los datos aportados sobre la cantante RINA CELI. Desconocía ese papel,al parecer más relevante con respecto a sus otros (escasos)cameos como cantante.
¿Acordarse? Pero, amigo Maciste, ¿¿¡¡cómo olvidar a María Silva!!??? Cualquiera que se haya topado con la visión de su belleza, ya no la olvida. Y en cuanto a lo de Rina Celi, pues nada, celebro mucho que haya encontrado algo de interés en esta entrada. Gracias por hacérmelo saber y ojalá que continúe mereciendo su atención.
¡Qué pocos bigotes se ven ya en el cine español! Gracias por traernos este clásico
Pues sí, amigo Gordito, los bigotes, las calvas, las barrigas, los michelines, las gafas...son elementos que se han dejado fuera del cine, de la televisión, del teatro españoles , al mismo tiempo que la autenticidad.
Gracis por tu comentario y tu compañía.
Tan elegante es la entrada como elegante D.Picazo. Enhorabuena Burgo.
Oscar.
Apabullante como siempre Burgomaestre. Admirado me tienes de tanta sabiduría, de tanta pericia en la “investigación”.
Ángel Picazo…. Claro que lo reconozco, esa voz gruesa pero clara, como muy bien dices.
Y esas frases lapidarias, todas ellas verdaderos “clásicos” del thriller: “A veces, las corazonadas valen más que todas las lógicas”. O esta otra: “Resulta que a veces los criminales y maleantes son más tontos que nosotros (los policías)”. O esta otra, el inicio del vídeo, por otra parte: “Volvemos a estar donde estábamos”
Genial.
Por cierto, amigo burgo… la voz del actor “partenaire” de Ángel Picazo en el fragmento del vídeo… esa maravillosa voz que ha doblado tantas películas aunque, infeliz de mí, no recuerde ninguna… y mira que lo tengo en la punta de la lengua
Bueno, en todo caso, ¡enhorabuena!
Gracias, amigo Óscar, por lo de la elegancia. ¡Deberías haberme visto el pasado sábado, en la boda de mi sobrina!! Quizá habrías empleado otro término evitando relacionar a este pobre burgo con tan distinguido concepto...(jejeje). Don Ángel (y su voz) sí que era elegante, sí.
Amigo Cronopio, muchas gracias por tan entusiasta comentario. El actor que doblaba al compañero de Picazo creo que era Manuel Cano, que ha doblado a Warren Beatty o a Anthony Hopkins... en eldoblaje.com viene toda su ficha. Claro que, esto lo afirmo con la exclusiva guía de mi atrofiado oído, porque, precisamente, esta película no aparece inventariada en la citada base de datos del doblaje español. A mí me parece Manuel Cano, pero... igual no lo es. Si el maestro Cuadrado me lo confirmara, ya pondría la mano en el fuego, ya. ¡Ah, y , a todo esto, cúidese, amigo Cronopio!
¿Cómo que no viene?
http://www.eldoblaje.com/datos/FichaPelicula.asp?id=12136
En la ficha de doblaje del señor Picazo viene también una muestra de sonido sacada de "Duelo al sol". Bordó ese acento texano. No sé si la memoria me traiciona, pero creo que en ese doblaje decía del personaje de Jennifer Jones algo así como "Es una yegua salvaje, pero fácil de montar". Los censores estarían durmiendo la siesta...
Por último, quiesiera agradecer todo tu trabajo en este blog, que descubrí hace tiempo buscando datos sobre cierto 'tebeo'.
Un saludo cordial.
o
Picazo encarnaba "Grandes Señores", Comisarios de Policía, Jueces, como otros actores españoles de tiempos pasados (Caffarel, Fernando Rey, Antonio Casas), en las antípodas de "torrentes" y "chiquilicuatres varios".
Magnífico artículo a la altura de un Magnífico Actor
Este blog se está convirtiendo en una enclopedia imprescindible, amigo Juan Carlos, y sobre temas desafortunadamente inéditos. Felicidades, amigo Juan Carlos.
Pues para empezar, debo disculparme ante la magnífica base de datos eldoblaje.com, porque sólo mi extrema torpeza puede explicar que buscara y no hallara el dato del doblador de José Campos en "Han matado a un cadáver". O eso o es que han actualizado el dato en estos cuatro días transcurridos, lo que no dejaría de ser una de esas casualidades increíbles...que... En fin, lo más probable es que un servidor mirara mal. Chapucero que es uno. No le demos más vueltas. Me queda el consuelo de que, al menos, reconocí correctamente la voz.
Por lo demás, agradecer muchísimo al amigo Anónimo que llegó a estos rincones de la red en pos de cierto tebeo y decidió no alejarse demasiado, también al amigo Filomeno, siempre con su punto de entusiasmo dispuesto y, por supuesto, al amigo y compañero Javier, al que espero ver este sábado (y compartir con el unas cervezas con patatitas, si es que ha decidido mandar al pairo las recomendaciones de su médico), que siempre tiene para este burgo unas palabras llenas de amabilidad que lo animan a uno mucho.
Poco puede uno aportar a tan completa entrada.
Como curiosidad, comentar que en la versión teatral de la inconmensurable La vida en un hilo (Edgar Neville, 1944), recreada por el Conde de Berlanga para el escenario del María Guerrero en 1959, Picazo toma el papel de Ramón, el pelmazo recalcitrante que en la pantalla encarnara Guillermo Marín.
Sobre Rina Celli, asegurarles que, a pesar de no constar en imdb, la cantante realiza un cameo en la película Pototo, Boliche y compañía (Ramón Barreiro, 1948), una "exploitation" de la popularidad radiofónica de los personajes titulares.
A propósito de Santos Alcocer, productor de una de las debilidades de uno -El hombre que viajaba despacito (Joaquín Luis Romero Marchent, 1957)-, asegura el director en conversación con Carlos Aguilar que la característica más señalada de sus producciones es que jamás había un céntimo.
A que tampoco hemos cambiado tanto.
Atte, Sr. Feliú
...seguramente, por eso se metió a director, el amigo Santos Alcocer, ¡¡para ahorrarse ese sueldo!!
Estimado sr. Feliu, ¡le parecerá poca su contribución, pero ya le asegura este burgo que es valiosa, pertinente, certera y agradecidísima!!!
Atte. el burgo de guardia permanente.
La amabilidad del Sr. Burgomaestre......¿La mayor de la blogsfera española?
A pesar de que me fijé en su momento en el fotograma de "¿Crimen imposible?", he de decir que hasta ahora no había mirado la ficha de imdb. Me ha sorprendido ver acreditado a un Francisco Sánchez, el cual después de confirmarlo en eldoblaje.com, ha resultado ser el mismo que dobló a Marlon Brando en "El Padrino" y al señor Quinn en "Zorba el griego", entre muchos otros. ¿Cuál es la disponibilidad de esta película? Lo pregunto porque hace años que deseo verle la cara a este actor.
Un saludo cordial.
Amigo Filomeno, este burgo desconoce el nivel de amabilidad que por el que se rige la blogesfera esa, pero no cree que la suya destaque especialmente. Mal iríamos... Contestar a los comentarios es obligado y no hacerlo sería indigno de la atención recibida.
Amigo Anónimo, la disponibilidad de "¿Crimen Imposible?", mientras no dispongan otra cosa los canales temáticos que funcionan en la actualidad ("Somos" para la televisión por cable y supongo que otro similar (?) en la plataforma del grupo Prisa) es más bien escasa. Este burgo dispone de una copia en DVD copiada de una grabación en VHS del canal local de Barcelona BTV que no se ve demasiado bien. Ni que decir tiene que está a su disposición, si quiere una copia. Investigaré detenidamente quién pueda ser Francisco Sánchez, porque, en el momento presente, desconozco a qué personaje interpreta. Cuestión de un ratito. Ah! el correo de este weblog es losburgomaestres@yahoo.es (y no .com, como pone en el perfil. A ver cuándo lo cambio...)
SIN VENIR A CUENTO
Buceando por la “memoria” de Lady Filstrup he encontrado a “Leovigilda se troncha”, de 31.1.06, y la verdad me he enterado de Mortadela y Filemón se partían de risa con bisagra mientras que la hermana Leovigildo lo hace sin bisagra, y de ahí el comentario de que lo que en Ibáñez es extravagancia en Vázquez es audacia.
Seguiremos buceando. ¡Y es que se encuentra cada joya!
Amigo Cronopio, todo lo que comente usted vendrá a cuento y muy a propósito, no faltaba más. Ese comentario tan atinado y brillante, al que hace usted referencia, obligado es decirlo, sólo podía provenir del burgo fundador (amigo y compañero del burgo aquí presente). Que así conste.
Los que vamos teniendo cierta edad nos alegramos de que, a pesar de la tele que padecemos, todavía exista vida inteligente por ahí fuera.¡Qué actores,qué voces,qué dicción! Aquellos magníficos intérpretes de la televisión de mi infancia son inolvidables. Y no es sólo nostalgia, cualquiera puede comprobar
cómo eran aquellos actores. ¡Igualitos que Fran Perea!Quiero recordar a Pedro Sempson,por ejemplo,con su maravillosa voz.O a Arturo López,personalísima voz también,en fin muchísimos.Un saludo muy afectuso.
¡Qué actores aquellos!¡Qué voces,qué dicción!¡Igualitos que el Fran Perea ese! .Recuerdo,por ejemplo a Pedro Sempson,qué voz,o de Arturo López ,otra gran voz,en fin, tantísimos...
Muchas gracias, amigo felipe (y supongo que "anónimo", también) por su comentario. En efecto, el recuerdo de esas grandes voces, que resuenan en mi memoria, es en gran parte responsable de que este weblog tenga existencia.
Todo esto no es más que un amasijo de chorradas.
¡Viva "Franco, ese hombre"! ¡Viva "Las últimas horas"! ¡Viva Santos Alcocer!¡Viva "Pachín, almirante"! ¡Viva el cine español antiguo, que no era "paupérrimo"!
Burgomaestre, eres un CRETINO.
Muchas gracias por su amable comentario, simpático anónimo.
De nada, gilipollas.
Sencillamente encantador. Debe usted tener muchos amigos. Siga así, no cambie nunca, por favor. Los psiquiatras le necesitan.
Tengo muchos amigos. Y mi cabeza funciona muy bien, gracias. No necesito ningún psiquiatra.
"Ponte una cinta negra en la nariz, porque se te ha muerto el cerebro" (Gene Hackman en "Los aventureros del Lucky Lady", 1975).
Pues si tu cabeza funciona tan bien no entiendo a qué obedece ese afán por insultar a un desconocido que no ha hecho absolutamente nada para ofenderte y que si ha expresado alguna opinión que no compartes lo ha hecho en ejercicio de su libertad personal. Celebro mucho que tengas amigos. Como suele decirse, son un tesoro. Me imagino que con ellos observarás un comportamiento bien distinto. La cita, muy ocurrente, aunque no dice nada y, de paso, te evita pensar por ti mismo, lo que siempre es un engorro.
¿Que no has hecho nada para ofenderme? En tus artículos dices un montón de cosas que son injustas o no son verdad. Y eso a mí me ofende aunque no vaya dirigido directamente a mí. Como dice el dicho, "los enemigos de mis amigos son mis enemigos".
Y yo pienso por mí mismo, cosa que no pueden decir otros.
En cuanto a la cita... el que quiera entender, que entienda, como decía Jesucristo (con perdón).
Le aseguro que trato de entenderle, amigo anónimo. He repasado la entrada en cuestión y no acierto a ver nada ofensivo en ella. Y nada me disgusta más que ser injusto. Si hice este trabajo de recopilación y estudio con mis pobres medios fue para glosar la trayectoria de un actor al que siempre admiré, al que recuerdo con cariño desde la infancia. Comprenderá usted que nada hay más lejos de mi intención que verter en un trabajo de tal naturaleza mentiras, injusticias u ofensas. Acláreme en qué he ofendido y le aseguro que trataré de reparar el daño. Admito que, en referencia a algunos films puedo haber pecado de ligereza, dejándome guiar por impresiones sacadas de algún libro, pero honradamente no creo que esas frases permitan invalidar el conjunto hasta el punto de convertirlo en una especie de libelo.
"...y también (lamentamos decir que) puso su extraordinaria voz, como narrador, al servicio del documental "Franco, ese hombre"...".
Está bien, confieso que la figura de Franco no me gusta. En consecuencia, no puedo celebrar (y lamento) que Ángel Picazo pusiera su espléndida voz al servicio de una película hecha para glorificar al dictador. Nada más. Si esa es la ofensa, siento no poder rectificar. Añado a lo escrito que, eso sí, por supuesto, respeto profundamente que lo hiciera y, en general, respeto la labor de todos los profesionales del cine. Hasta cuando se ponen al servicio de algo que no me gusta.
Franco no fue un dictador. Fue un Jefe de Estado que dio a España casi 40 años de paz y prosperidad.
¡Viva Franco! (con perdón)
Expresa usted una opinión que no puedo compartir y entona un "¡Viva!" al que no puedo unirme. Me limito a no censurarle porque creo que si realmente usted piensa de ese modo tendrá usted poderosas razones para ello, aunque yo sea incapaz de entenderlas.
¡Viva la libertad! (con perdón y sin permiso)
Claro que tengo mis razones. Y como yo miles y miles de españoles que hicieron cola para darle el último adiós a Franco.
¡Viva la verdadera libertad!
¡Vaya, eso me recuerda una canción de "Voces amigas"! ¿Los conoce? En fin, amigo anónimo, sea usted feliz con sus ideas y yo con las mías y aceptemos sencillamente que vemos las cosas de manera distinta, cosa muy normal y comprensible. Y aquí paz, y después, gloria.
Sí, se llamaba "Canta con nosotros".
"...Canto a la paz del mundo, canto a Dios."
Que sí, que tiene usted todo el derecho del mundo a tener sus ideas, pero cuando escriba en este blog, tenga presente que a otros les pueden ofender sus comentarios. Procuremos ser neutrales como Suiza.
Saludos cordiales, camarada.
Si continúo escribiendo en este blog (en el que, por otra parte, no puede escribir nadie más), continuaré haciéndolo del mismo modo, es decir, sin ánimo de ofender a nadie. Y si alguna vez, alguien se da por ofendido, espero que me dé la oportunidad de explicarme antes de llenarme de exabruptos. Yo también le mando saludos cordiales celebrando mucho que se hayan deshecho los malentendidos iniciales. Usted y yo (o tú y yo, que ya nos vamos tuteando) estamos en un cordial desacuerdo (y eso no es moco de pavo, teniendo en cuenta de dónde venimos).
Todos caemos en el "exabrupto" alguna vez. Repito: TODOS.
Por lo demás, celebro que se haya zanjado el asunto (espero).
Saludos, camarada.
Lo de ser hijo de Alfonso XIII era una leyenda urbana muy creída, ya ve que hasta la recogen en inglés. Me encantó en muchos papeles, pero recuerdo con nostalgia la versión televisiva de Bearn, com Montserrat Carulla, para mi gusto mucho mejor que la del cine.
Gracias, amiga Júlia, por haberse venido hasta esta entrada pasada y compartir con nosotros su admiración por el gran Ángel Picazo.
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