Mayra Rey: Fresco destello juvenil
Si en la anterior entrada tratábamos de ofrecer una visión general sobre la vida y la obra de un actor de carrera procelosa y caudalosa, como fue Félix Fernández (1899 – 1966), un cómico que creció y envejeció en la escena, en esta ocasión, en cambio, nos ocuparemos de la breve trayectoria profesional de una artista que, por comparación, podríamos decir que asomó apenas al mundo de la farándula. De la actividad teatral de nuestra protagonista de hoy, tenemos constancia tan sólo de su participación destacada en el montaje de la obra "Ginebra para cenar", de José María Zabalza (probablemente, el más desvergonzado director de cine de la historia), que se estrenó en octubre de 1962. En lo que se refiere al cine, únicamente en media docena de ocasiones, la jovencísima María del Pilar Alonso Rey ( Mayra Rey, por nombre artístico), tras estudiar arte dramático en el Conservatorio de Madrid (en aquellos años, se estudiaba más la música que la letra de la interpretación, como dice Marsillach en sus memorias), se puso ante las cámaras, y ello durante un lapso de tiempo muy corto, de apenas cuatro años. Y no obstante, a pesar de haber tenido tan escasa participación en la historia del cine español, Mayra Rey tuvo ocasión de compartir cartel con grandes actores y actrices, como Tony Leblanc (en dos oportunidades), Antonio Garisa, José Luis López Vázquez, José Bódalo, Goyo Lebrero, José María Caffarell, Concha Velasco, Julián Mateos, Mercedes Alonso, o Elisa Montés (por citar algunos). Y, más importante que eso, de regalar al espectador con su fresca y natural belleza y con alguna que otra interpretación de altura y mérito.
Díptico: “Las estrellas” y “Los elegidos”
Dejando a un lado la (para este burgomaestre) ignota “Cuatro bodas y pico” (Feliciano Catalán, rodada en 1964 y estrenada, sospechosamente, en 1967), en la que también tenía un papel destacado, la efímera carrera de Mayra Rey se fundamenta en dos títulos que, desde ópticas prácticamente opuestas, tratan el mismo tema: la ambición de las clases humildes por salir de su miseria por la vía del éxito obtenido en el campo artístico. Un impulso que, en ambos films, lo ejercen especialmente los padres sobre sus retoños. Así sucede en “Las estrellas” (1962, Miguel Lluch) y en “Los elegidos” (1964, Tulio Demicheli). Al margen de estas películas, la carrera de Mayra Rey se compone de participaciones en, por orden cronológico, la liviana comedia de intención escapista “Amor bajo cero” (1960, Ricardo Blasco, que la reunía por primera vez con Tony Leblanc y Goyo Lebrero, ), si bien que en esta ocasión tenía un papel meramente accesorio, y en la muy semejante (por tono y género)“Vuelve San Valentín”(1962, Fernando Palacios), en la que vuelve a coincidir con el galán otoñal Jorge Rigaud. También anecdótica es su colaboración en la película de sketches italo-española “Los motorizados” (1963, Camilo Mastrocinque) y en otra coproducción del mismo año, esta vez hispano-francesa, “La tela de araña” (José Luis Monter), con el duro Eddie Constantine y las guapas Elisa Montés, Silvia Solar y María Silva.
Una estrella en “Las estrellas”
Si el bautismo de fuego ante las cámaras de María Pilar Alonso, madrileña nacida en 1944, fue nada menos que en la colosal superproducción hollywoodiense “Spartacus” (1960, Stanley Kubrick-Anthony Mann), en un papel de dimensión ínfima (según puede leerse en la omnisapiente IMDB), Mayra Rey obtiene su primer papel de importancia en “Las estrellas”, una realización muchísimo más modesta. Se trata de una adaptación de la obra de Carlos Arniches con guión de José Luis Colina, un experimentado profesional colaborador habitual del director Luis Lucia, producida por Ignacio F. Iquino y rodada en sus “propios estudios”. Concebida como un vehículo la comicidad castiza de Tony Leblanc (quien, por cierto, no dedica en sus memorias ni una línea a la película, inscrita en un periodo vital de hiper-actividad que incluía cine, teatro y televisión, como actor y como director), espléndidamente secundado por otros actores cómicos, tales como el zaragozano Antonio Garisa y el valenciano Alady. En ella, Mayra Rey compone, precisamente, el papel de debutante (casi lo que era ella misma) pues encarna a Antoñita, la atolondrada e inconsciente hija de Lorenzo (Tony Leblanc), un hombre obsesionado con hacer fortuna a través del éxito de sus vástagos en sendos campos artísticos. En este propósito, Lorenzo es aleccionado por su amigo Pepe, que ya tiene experiencia en obtener dinero del éxito de su propia hija, quien, situada en París, le envía regularmente giros en metálico (Antonio Garisa, un vendedor de helados que, por su entusiasmo, corpulencia y vestimenta, recuerda al personaje análogo que hallaremos en “Bésame, tonto” (Billy Wilder,1964), el empleado de gasolinera encarnado por Cliff Osmond). Juntos, Lorenzo y Pepe, hasta entonan un lema: “A la opulencia por la paternidad”. Así, el personaje de Tony Leblanc se obstina en lanzar a Antoñita en el terreno de la canción y al hijo varón, Manolo (Carlos Romero Marchent, que alcanzaría cierta popularidad haciendo el Sangonereta de la adaptación televisiva de “Cañas y Barro”), en el del torero. En tal afán, el padre pone en serio riesgo el negocio familiar, la barbería (en la que está empleado, desde chaval, un joven Julián Mateos), por lo que cuenta con la oposición frontal de su esposa, Lucía (María del Sol Arce). Oposición que lleva a la separación del matrimonio cuando Lorenzo traspasa el negocio para poder promocionar a sus filiales “estrellas”. No obstante, la solidaria intervención del vecindario impide el desalojo de la mujer de su local. Mientras, Antoñita, que no había tenido problemas para actuar ante un público cercano y amistoso, improvisando un número imposible (“Retírate, Pepito, retírate por Dios, que grito”) ante el grupo de taxistas que capitanea Alady, completa, en cambio, una desastrosa actuación en el teatro del empresario interpretado por José María Caffarell (el cual, ni que decir tiene, borda sin aparente esfuerzo su breve papel), en una secuencia que cuenta con la adición de un regidor consumido por los nervios, un espléndido y físico Goyo Lebrero. El pateo consecuente se culmina con una pelea entre Julián Mateos y el espectador más irrespetuoso, al salir el primero en defensa del honor herido de la muchacha, con lo que se cumple la máxima de Iquino que prácticamente obligaba a sus directores a incluir una pelea en todas las películas que producía porque, según sus palabras, “A la gente le gusta ver gente dándose golpes”.
A la salida del teatro, sumidos en el bochorno, padre e hija deben encontrarse todavía con una nueva decepción, Manolito ha tenido también un arranque calamitoso en su andadura taurina. Acompañado por el apoderado que le ha representado a cambio de cinco mil pesetas, apodado “El Ciruqui”, al que interpreta Ángel de Andrés (por cierto, con latiguillos que recuerdan mucho al Manolo Morán de “Bienvenido Mr. Marshall”: “¡Anda, díselo tú, Pepe!”), el chaval, que ha sufrido un revolcón, y que era un teórico de la tauromaquia, que aspiraba a ser el nuevo Lagartijo, asume que nunca será capaz de pasar a la práctica sus conocimientos en la materia. Para mayor abundamiento en la fragilidad de los cimientos en que se basaban sus ilusiones, su amigo Pepe le cuenta, compungido, que ha descubierto la auténtica procedencia del dinero que su mujer y su hija le mandaban desde París, que poco tenía que ver con las honestas labores artísticas. En unos planos angustiosos (crudo dramatismo, el de la fotografía de Ricardo Albiñana), asistimos a la agonía de Lorenzo, que ve sus sueños destrozados y su futuro incierto, hasta que la comprensiva y pragmática intervención de su magnánima esposa le permite volver al redil de una vida tranquila y mediocre. Como atrevimiento sumo, Tony Leblanc se permite dar un palmetazo en el culo a María del Sol Arce en un plano final previo al reingreso al tálamo conyugal, bastante osado, si se me permite decirlo, para el cine español de aquellos años, tan mojigatos.
La actuación de Mayra Rey en esta película tiene el mérito innegable de hacer creíble un personaje casi disparatado de tan inconsciente. Antoñita (a la que le cuadraría el apelativo de “La Fantástica”) no percibe ninguna diferencia entre los delirios de su padre y la realidad, por más que los personajes que ejercen de portavoces de la sensatez (su madre y el empleado de la barbería, el juvenil Julián Mateos) traten de advertirla. Las líneas de diálogo que le toca decir son, en su mayoría, una prueba para la verosimilitud difícil de superar y Mayra Rey lo consigue. Hay una escena aislada, no obstante, en la que se expresan ideas y emociones algo más articuladas, cuando mantiene un diálogo a solas con Julián Mateos. Es un momento en el que entendemos la relación que los personajes mantienen desde niños y cómo ésta se halla en proceso de transformación por causa del cambio que en ellos se está produciendo. Resulta un pasaje entrañable y tierno, sin caer en la cursilería, y los dos actores jóvenes se ayudan y logran sacarlo adelante de manera efectiva.
Una elegida en “Los elegidos”
En “Los elegidos”, encontramos a Mayra Rey con dos años más. Ya no se tiñe el pelo de rubio y tiene un novio en la ficción por el que está dispuesta a todo, hasta a “perderse”. Se trata de un drama de ambiente taurino, concretamente del de los “maletillas”, un subgénero que, por aquellos años y al socaire del fenómeno de El Cordobés (expresamente citado en el film), tuvo mucho predicamento. De manera análoga a cómo el boxeo ofrecía una salida de la miseria a las clases bajas en los Estados Unidos (fenómeno del que el cine americano se ha hecho eco repetidamente), en la España que acariciaba la posibilidad de alcanzar cierta prosperidad económica, al principio de los años sesenta, muchos jóvenes con nula preparación y escasa educación probaron la aventura de los tentaderos. En este aspecto, la película, dentro de la corriente de lo que se dio en llamar “nuevo cine español” ofrece un tono en ocasiones semi-documental y representa un buen testimonio de la clase de penalidades y de ilusiones que oprimían y alentaban, respectivamente, a aquellos muchachos.
El film, que dirigió el argentino Tulio Demicheli (y que nunca volvió a estar, lastimosamente, ni la mitad de acertado), con argumento y guión de Pedro Mario Herrero, se inicia mostrando un tentadero nocturno en el que cuatro maletillas se ejercitan con unas reses en una dehesa. Antes incluso de que principien los títulos de crédito, uno de ellos es cogido por un toro y luego, sobre la música y los primeros rótulos, vemos como expira siendo transportado en el remolque de un mugriento camión. Los tres supervivientes tratan de viajar de gorra en un tren (haciendo las veces de “maletillas”), hasta que son descubiertos por un revisor y se ven obligados a emprender el regreso a la ciudad a pie. Allí cada uno busca el medio que mejor le acomoda para conseguir el éxito. Juan Sánchez, interpretado por el actor principal, Rafael Guerrero, se lanza como espontáneo y consigue demostrar su valía en la plaza, por lo que obtiene un contrato para torear en la población de Lillo. Cuenta con el apoyo firme y desprendido de su abuelo, un humilde panadero que se muestra algo reacio pues no en vano su hijo, el padre de Juan, también torero, murió a los veinte años, recién casado, de una cornada, y de su abnegada novia, Aurelia, que se muestra con la apariencia de Mayra Rey. Juan es el más talentoso de los tres aspirantes a matador y el que posee más madera de figura, expresa con mayor convicción su confianza en el triunfo y por eso no duda en tirarse como espontáneo en la última corrida de la temporada en la Plaza Monumental. El apoderado que lo contrata, un indeseable y abyecto individuo, interpretado por José Calvo, negocia también el debut de otro de los maletillas, Miguel García, encarnado por Manuel Manzaneque, con su padre, interpretado por José Bódalo, que es el actor que, en una colaboración especial (tal como se afirma en los créditos, igual que Pepe Calvo –que así se acredita) carga con el mayor peso dramático de la película y es quien desempeña el papel análogo al del Lorenzo del film comentado anteriormente. El tercer maletilla, Paco, a quien da vida Félix Lumbreras, en su única actuación en el cine, es el descreído sin familia que termina la película en solitario, rodando por los caminos.
“Los elegidos” contiene momentos de escalofriante belleza que revelan la fealdad más desgarradora, al mostrar la crueldad del público que abuchea el debut del hijo de Bódalo, o la brutalidad de los pueblerinos que están de fiesta y que apedrean a la vaquilla con la misma insensibilidad con la que arrojan al pilón al torerillo que le ha dado unos pases. La actuación de José Bódalo, que recuerda el tipo de emoción que desarrollaría en la mítica “12 hombres sin piedad”, al tratarse, igualmente, de expresar, por medio de la devoción y la suprema decepción, el cariño que siente por su hijo, resulta magistral, lo mismo que cuando se enfrenta a su mujer (papel a cargo de Lucy Cabrera) (otra vez, la figura de la esposa, como faro de sensatez, tal como vimos en “Las estrellas”), para poder reunir el dinero que le exige Pepe Calvo, un enfrentamiento que desemboca en la pignoración de la máquina de coser, único medio de sustento de la familia (de forma análoga a como vimos en “Las estrellas”, cuando el personaje de Tony Leblanc traspasa la barbería). Por su parte, el también experimentado y prodigioso Pepe Calvo alcanza momentos sublimes de dureza y repulsión, dignos de los mejores malvados sin escrúpulos del cine. Una figura característica, por cierto, que el cine español sabía retratar especialmente bien, quizá por la profusión de indeseables auténticos que prosperaron durante la larga posguerra.
“Los elegidos”, como hacen los cuentos de toda la vida, trata de explicar la vida y el mundo en su totalidad, desde un escenario concreto. Los tres protagonistas se desenvuelven, siendo lo mismo y conviviendo en el mismo ambiente e instante, en muy diferentes circunstancias. El personaje de Rafael Guerrero, Juan, cuenta con apoyos positivos e incondicionales, que le ayudan a hacer el camino elegido. Su abuelo y su novia son buenas influencias, que favorecen su vocación, pero es el Destino quien finalmente decide en su contra, muriendo por consecuencia de una “corná”. En cambio, el aspirante a torero que interpreta Manuel Manzaneque, Miguel, tiene sobre sí la presión asfixiante de su padre, verdaderamente obsesionado con hacer de él un matador de toros. El hijo trata de complacer al padre hasta el final, pero, demasiado “consciente” (de los tres maletillas, es el único que sabe leer y que lee), le falta el valor temerario que requiere el oficio y “se raja” ante el astado provocando el repudio de su progenitor, aunque logra redimirse ante él, finalmente, al ajustarle las cuentas al aborrecible Pepe Calvo, que le había humillado públicamente. El tercer protagonista, Paco, encarnado sin artificios por Félix Lumbreras, que carece de familia y, por tanto, de sólidos apoyos exteriores, mantiene una actitud en todo momento descreída, desafiante y vital. Desprecia los sentimentalismos y torea “al natural” la vida. Muestra un desdén utilitario por el amor y asegura preferir “entenderse” con mujeres gordas a las que disfrutar y olvidar. Sólo al final, cuando se pierde, en la cabina de un camión que le ha recogido, rumbo a cualquier tentadero, al acariciarse la chaqueta que ha abrazado Aurelia, la novia de su difunto compañero, revela que estaba secretamente enamorado de ella, en un final conmovedor y abierto.
Mayra Rey, en esta “su película”, figura como protagonista en los títulos de crédito, haciendo pareja con Rafael Guerrero (al que, por cierto, presta su voz otro Rafael, de Penagos, quien consta como “director de doblaje”, hecho –este de la constancia- poco habitual en las películas españolas) y no desaprovecha la oportunidad. María Pilar peinándose, caminando por los descampados, corriendo detrás de la furgoneta que lleva a su novio moribundo, logra emocionar con su juvenil belleza natural, con su sencillez sin afectación. En la línea de otras bellezas meridionales, de clase social humilde, como la del personaje de Claudia Cardinale en “Rocco y sus hermanos”, Mayra Rey demuestra en los momentos de responsabilidad dramática, que sabe actuar y que habría podido, sin duda, continuar su carrera artística con brillantez.
No deja de ser curioso que Mayra Rey, en tan breve periplo fílmico y, con sólo dos años de diferencia (menos aún, teniendo en cuenta el tiempo real transcurrido entre los rodajes) interviniera en dos películas que fueran tan semejantes en el fondo y tan dispares, en cambio, en la forma. No sólo, como ya apuntamos previamente, por el opuesto tono empleado (cómico el primero, aunque con la negra amargura que impregnaba toda la comicidad de la época, que hoy produce cierta angustia, y grave, el segundo) sino también, y quizá principalmente, por la divergente manera en que las películas estaban hechas. El film de Miguel Lluch estaba primorosamente rodado en estudio, con una fotografía con mucho brillo y con insertos de imágenes “bonitas” y escogidas de Madrid. El reparto está lleno de actores experimentados, con, al menos, cuatro cómicos de éxito en la escena teatral (los citados Tony Leblanc, Alady, Ángel de Andrés y Garisa), y los pocos jóvenes actúan disciplinadamente y sus papeles son claramente subordinados. Además, el proyecto está basado en una obra previa de un autor tan reconocido, popular y establecido, como Carlos Arniches. Por el contrario, la película de Tulio Demicheli abunda en rodar tomas de “cinema verité” que nos muestran numerosos figurantes prendidos de la misma realidad, ya sea ésta rural o urbana pero, invariablemente “fea”, servida con una fotografía iluminada con aparente naturalidad, que no desprecia las horas más inciertas ni los grises más turbadores, debida al enorme José F. Aguayo. Los actores protagonistas son jóvenes e incluso, en el caso de Félix Lumbreras, ni siquiera es profesional (si bien que, por otra parte, para los papeles de carácter, sí que se cuenta con artistas de plenas garantías como los dos Pepes inmensos: Bódalo y Calvo). Por último, en contraposición con el film de Miguel Lluch, la base argumental fue concebida y desarrollada expresamente para el cine. De alguna manera, con sólo dos años de intervalo, Mayra Rey hizo una película de “cine viejo” y otra de “cine nuevo”.
Después de “Los elegidos” y hasta hoy
Con veinte añitos y una sola película (de escaso éxito, todo hay que decirlo) de protagonista en su haber, María Pilar Alonso del Rey cambió su carrera de actriz por el matrimonio. Otro tanto hizo con su país de residencia, pues su marido, estadounidense, se la llevó a aquel gran continente, donde la otrora prometedora intérprete ha criado a sus hijos. Hoy tenemos noticias suyas por mediación de Óscar Lebrero, nieto y glosador de la obra del gran Goyo Lebrero, y lamentamos mucho saber que padece una enfermedad de la cual deseamos se restablezca felizmente. Sabemos también que a su descendencia se le ha despertado la curiosidad por ver las películas en las que actuó su madre, siendo tan joven, y algo ha hecho este burgo (lo que buenamente ha podido) para que esos títulos, inaccesibles en los USA, lleguen a su poder. Igualmente, por añadidura, querríamos ofrecerle a esta que fue una tan fugaz estrella de nuestro cine, la presente entrada como homenaje a su figura, a su trabajo y a su ilusión. Y decirle, de paso, que ha sido un placer conocerla si quiera haya sido bajo la apariencia pizpireta de Antoñita o la muy emocionante de Aurelia.
PD: Permítase a este burgo una pequeña tontería. Con los años, uno encuentra dificultades para sorprenderse, pero, felizmente, sigue haciéndolo. Una de las sorpresas más tontas que se ha llevado viendo las películas comentadas en esta ocasión, la encontró en la pared de la barbería de Lorenzo (Tony Leblanc). Cualquiera que tenga un apellido tan poco común como el de este burgo entenderá que diera un respingo en el sofá al toparse con la visión del cartel de un Club que se llamaba como él. ¿Algún amable amigo de “Lady Filstrup” lo conoce?
Etiquetas: Monografía
35 Comments:
Pues no. Pero a las hermanas Alcaide sí, tengo canciones de ellas y cantaban muy lindo.
Felicidades por recuperar a esta estrellita (en Estados Unidos se la denominaría con cariño "a little piece of shit")que no por fugaz debería ser menospreciada (fíjense James Dean que revuelo hizo con sólo tres filmes)y que de rubia se daba un cierto aire a Sandra Dee.
De todas formas la taurina no era muy nuevo cine español, me parece a mí. Al menos Demicheli no iba de eso (como tampoco Orduña en BOCHORNO, por mucha juventud alegre y loca con la que contó, e hilvanando esto último con mi anterior comentario).
Tenía, ella, ese tema de morbidez "volátil"... en las mejillas.
(Qué buen texto, ¡vive dios!)
JCuadrado
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Gran artículo
Hey, Filomeno. ¿Me has mandado tú hace poco un correo "esperándome me goste?. Es que aún no lo he abierto... por los acasos...
Amigo Maciste: en este momento no me acuerdo......¡Mando tantos correos......!
Ah, desde luego, amigo Maciste II, lamento mucho haber dado la impresión de haber dicho que Demicheli era "nuevo cine español". Creo que no he dicho tal cosa. Al menos, él no, pero la película sí. En cuanto a lo que los maleducados estadounidenses pudieran decir con cariño de Mayra Rey, no sé si procedía reproducirlo aquí, amigo Maciste. Pienso que no.
Gracias sinceras, querido maestro, por su comentario. El texto, a fin de cuentas, es lo único de lo que este burgo se hace responsable. Lo único de lo que puede (y debe) responder. Lo demás, son cosas queridas y mostradas.
Gracias, amigo Filomeno, por su visita y su comentario.
Tengo la sensación, amigo Burgo, que le has dado a Maria del Pilar la mejor medicina que se le podía dar en estos momentos. Cuando lo lea se va a volver loca de contenta. Da gusto leerte, sinceramente te lo digo. Por cierto, mil gracias por volver a ensalzar la figura de mi abuelo.
P.D Las películas que mandaste a Maria del Pilar, creo que ya están en su poder.
Amigo JuanCarlos, esto, lo que tu haces, sí que es cine español y del bueno, y sin subvención. ¿Dónde hay que votar para pedir que la Academia te conceda un Goya?, porque te lo mereces y porque además es paisano tuyo.
Por otro lado, me suena una caferería Alquézar en el Rastro..., pero ahí ya te indicarán mejor los madriles que frecuentan Ladyfilstrup.
Gracias, amigo Óscar, por tu comentario. Celebro muchísimo que te haya gustado y, desde luego, me llenaría de satisfacción que la propia María Pilar disfrutara con el post. Como comprenderás, supondría una gratificación máxima para este burgomaestre. Y si puede ver las pelis sin problemas de compatibilidad de formatos (eso de que haya un océano por medio no sé si...), pues miel sobre hojuelas. En cuanto a los elogios a tu abueglo, el gran Goyo Lebrero, pues, francamente, salen automáticamente de mis dedos al mencionarlo.
Amigo Javier, muchas gracias por tu comentario. Tú ya sabes de sobra que, al hacer estas entradas (igual que cuando hacía las de los tebeos)pongo todo mi esfuerzo y mi cariño en ellas. Por eso me satisface mucho que lo que "sale" resulte interesante o, como mínimo, distraído. En fin: cosas de "amateurs", como siempre digo... En cuanto a lo del garito con mi ilustrísimo (ejem) apellido, pues... no sé. Esperaba que el maestro Cuadrado tuviera alguna información al respecto, pero... parece que no. Igual no estaba en Madrid. El afiche pudo haber salido de otro sitio...(?)
Precisión 1ª:Perdón: donde escribí "abueglo" quise poner "abuelo". (ejem)
Precisión 2ª: cuando puse que "igual no estaba en Madrid" no me refería, naturalmente, al madrileñísimo maestro Cuadrado, sino al local citado, el "Alquézar Club"
¿La propia Sra. Rey ha leído el post?
Pues en este momento, no sabría decirle si lo ha leído o no, amigo Filomeno. Es posible que lo lea y ¡ojalá que le guste! Sería fantástico que nos regalara con algún comentario a propósito de su trabajo ante las cámaras (y en el teatro y la televisión, que aunque su trayectoria profesional como actriz fue corta , no excluyó estos dos medios, por mucho que este chapucero burgo olvidara incluírlo en su post.)
Ahí en el 53 de Lavapies...
... debe estar el local ése.
Con sus arroces y tal.
O así dicen.
Yo no estuve; creo. Es ya un barrio levemente castizo. Con perdón.
JC
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Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Estimadísimos Burgomaestres,
He tenido el atrevimiento de tomar prestado vuestros magníficos títulos de las esculturas de las hermanas Gildas para mi propio homenaje a Vazquez.
Me encantaría que vean mi trabajo y claro está, disculpen mi atrevimiento.
http://ceciliadearriba.blogspot.com/
Gracias, maestro Cuadrado, por el apunte "localista". A ver cuando éste burgo tiene la suerte de visitar la capital del reino, con la certeza de que no se verá defraudado.
Amiga Cecilia, el autor de tan sensacionales títulos es el otro burgo, el literato, en una de sus últimas y celebradísimas contribuciones a Lady Filstrup. No dudo que su generosidad le permitirá que difunda usted su obra con liberalidad. En cuanto a su trabajo de usted, corro a verlo y ya le diré "in situ".
Bueno, heme aquí de nuevo, ya que no he encontrado dónde dejarle un comentario en su blog. Pues sí, son magníficas, sus esculturas, fidelísimas reproducciones del original vazqueño. ¡Enhorabuena!! ¿Están a la venta? ¿Son muy caras? Conteste a la segunda pregunta primero.
Yo aprovecho también su amabilidad, querido burgomaestre, para felicitar desde aquí a la escultora que ha tenido la brillante idea de plasmar la obra vazquiana. ¡Geniales!
Burgomaestre, señor Gordito, se agradecen los alagos.
Con respecto a los comentarios en mi blog, el problemita está solucionado.
Con respecto a la 2º pregunta, El esquema de cuñado y en recuerdo de O´jal cuestan 60€ y las más grandes entre 160 y 180€. Por supuesto, tratándose de usted, me complacerá hacer un generoso descuento.
Tomo buena nota, amiga cecilia.
¿quereis ver más?
http://theoriginalchacha.blogspot.com/2007/11/vuelven-las-hermanas-gilda.html
Me gustó mucho la página de ésta artista Española. Está muy bien redactada. Tuve la oportunidad de ver a María del Pilar (Mayra Rey) en los Estados Unidos cuando era Profesora de Bailes Folklóricos de España en la Universidad. Presencié innumerables presentaciones de ella y su grupo de baile. Admirable su estilo! Bravo por ésta y otros grandes Españoles que ponen siempre su bandera en alto dondequiera que van. Olé!
Un Saludo a todos
Puerto Rico y Olé
Estimadísimo BURGOMAESTRES o Juan Carlos, como prefiero llamarte.
Te quiero dar las gracias por la sorpresa tan grande que me has dado con esa entrada tan bien escrita que pusiste bajo la sección de “Un homenaje a los actores españoles …….” en tu Lady Filstrup blog.
Me dejaste sin palabras, y con lagrimas de emoción y después de unos minutos cuando se me quito la emoción y añoranza me puse más contenta que unas castañuelas por saber que a alguien de mi querida España con mucho arte para escribir, se molesto y uso su tiempo cariñosamente escribiendo de mi y mi pasado.
Un pasado básicamente olvidado y que por cosas de la vida mis dos hijos están tratando de indagar y reconstruir los hechos para algún día cuando yo falte, tener un grato recuerdo de su mamá.
Te debo dos momentos felices de mi vida, uno esa entrada tan bonita, otro el proporcionar las películas a Oscar para que me las mandara. Por cierto ya las tengo en mi poder, mil gracias de todo corazón.
Sois encantadores y os estoy eternamente agradecida a los dos.
Un abrazo
Maria del Pilar (Mayra Rey)
El apellido de la Sra. Rey.....¿Verdadero o nombre artístico en homenaje al gran "Fernando Rey"?
No me había fijado bien: en efecto, "Rey" segundo apellido, tras "Alonso".
Mi segundo apellido es Rey y no hay ningún parentesco entre el gran Fernando Rey y yo, aunque si hubo alguna que otra confusión y tuve que alegar en un par de ocasiones que Fernando no era mi padre.
El apellido "Rey" es muy corriente en Galicia......¿Tiene Doña María raíces gallegas?
En verdad, Fernando Rey se llamaba "Fernando Casado D´Arambillet"
Si, mi abuelo materno era gallego que por cierto se vino a Madrid andando y al cabo de los años hizo su fortuna llegando a ser el asentador de frutas y verduras mas grande de España en aquellos tiempos.
Su nombre era Ramón Rey
Ramón Rey Faidel
Ya observaba en el rostro de Doña María del Pilar los rasgos de la Gallega Dulce y "Moito Xeitosa"......
Un saludo.
Como ya te dije por correo personal, el agradecido soy yo, María Pilar. Para mí ha sido un placer conocerte y si he conseguido darte alguna que otra alegría eso me llena de satisfacción. Estas entradas que hago para homenajear a los actores españoles no pueden aspirar a nada más elevado que obtener el reconocimiento de sus propios protagonistas. Así que... María Pilar, otra vez gracias y me siento muy honrado de contar con tu simpatía.
"Amor bajo cero" es una deliciosa y entrañable película de las que ya (desgraciadamente) no se hacen.
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maria cofan....¿otra actriz gallega?
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