¡Figuerícese!
Este blog o weblog o lo que sea, sale como va saliendo, como pueden salir las cosas que se hacen a salto de mata. Los burgomaestres vamos lanzando al espacio internáutico burbujas de tinta, avioncitos de papel, con la esperanza de acertar un poco alguna vez o de, simplemente, distraer la vista del que mire. Lo que no existe (y eso ya es una evidencia a estas alturas) es un plan preconcebido, ni una "política editorial", ni unos "principios rectores" a la hora de elegir el tamaño de la burbuja, el rumbo del avioncito o la marca de la tinta. Sin embargo, habremos de reconocer que huimos de tratar aquellos personajes más populares, que más han vendido y que gozan de una popularidad masiva. No es que persigamos ser un servicio de utilidad pública, pero tampoco queremos ser totalmente inútiles. Por eso, entre destacar el valor de lo ignorado y unirse al aplauso general, solemos decantarnos por la primera opción.
Esta plúmbea introducción viene a cuento de lo dicho aquí sobre Alfons Figueras, acerca del cual este burgomaestre va a permitirse algunas reflexiones aún más plúmbeas que la introducción. Tras leer las acertadas palabras de mi compañero y los comentarios que suscitó, especialmente el de nuestro cliente preferente, el amigo Gordito Relleno, con cuyo comentario me identifiqué especialmente, me pregunté qué era lo que de niño hacía que me saltara las páginas de Figueras mientras que ahora, en cambio, hace que me parezcan tan buenas. Evidentemente, las páginas eran las mismas, con lo cual debía suponer que algo tenía que haber cambiado en mí. Y es que ahora aprecio cosas distintas que entonces. Ya no busco lo mismo en un tebeo. Verdaderamente, no sé lo que busco, pero sé que no es lo mismo.
No niego que hubiera niños que disfrutaran de lo lindo con las aventuras de Topolino o con Cinelocuras (y seguro que habrá muchos de ellos, hoy adultos, que aprovecharán la ocasión para desmentirme) pero me inclino a creer que, en general, no era así. Y se me ocurre una razón para ello. El talento innegable de Figueras no se corresponde con las expectativas de un niño. Y ello no se debe a que sus historietas no contengan relatos apasionantes (que los tienen, especialmente las de Topolino), acción trepidante (que la hay a raudales), o un dibujo creativo y original (que lo es en grado sumo). En mi opinión, lo que alejaba al lector menudo de los muñecos de Figueras es cierta frialdad debida a una (acusada, por comparación con otros) falta de expresividad. No importa las vicisitudes que atraviesen las vidas de los personajes de Figueras, su expresión apenas cambia. Y creo saber donde radica el hecho desencadenante: en sus ojos. Al lado de los personajes de Vázquez o Segura, los de Figueras, en términos de expresividad, no tienen ojos. Y, desde luego, carecen de cejas en absoluto (en comparación a). Las figuras, en general, como ha descrito mi compañero, parecen "soldaditos de plomo". Las historietas de Aspirino y Colodión, las más insertas en los parámetros de Bruguera, correspondientes al esquema de "pareja contrastada" podrían haber cosechado un éxito mucho mayor en manos de un Ibáñez o un Raf. Y es que los niños, queríamos poder "interpretar a" e "identificarnos con" los personajes de los tebeos y queríamos verles reír, llorar, asustarse, emocionarse, ponerse colorados, enfadarse, turbarse, perder los estribos, disimular, ser ladinos, ser caprichosos, ser juguetones, ser indiscretos, ser torpes, ser metepatas, ser buenazos o conspiradores de un modo que se viera reflejado inequívocamente en sus caras. Y ese no es el fuerte de Figueras. Entiéndaseme bien, no pretendo criticar a un artista del talento de Figueras, sino tan solo explicar un fenómeno que he podido constatar que se produce. Eso que tantos aficionados al tebeo se preguntan: "¿Cómo es que Figueras no es más famoso?". Ojalá la próxima edición de su selección de historietas de Topolino le coloque en el lugar de privilegio que le corresponde. Creo que somos muchos con ganas de recuperarle y de leer, aplicadamente, las páginas que en su día nos saltamos.
No niego que hubiera niños que disfrutaran de lo lindo con las aventuras de Topolino o con Cinelocuras (y seguro que habrá muchos de ellos, hoy adultos, que aprovecharán la ocasión para desmentirme) pero me inclino a creer que, en general, no era así. Y se me ocurre una razón para ello. El talento innegable de Figueras no se corresponde con las expectativas de un niño. Y ello no se debe a que sus historietas no contengan relatos apasionantes (que los tienen, especialmente las de Topolino), acción trepidante (que la hay a raudales), o un dibujo creativo y original (que lo es en grado sumo). En mi opinión, lo que alejaba al lector menudo de los muñecos de Figueras es cierta frialdad debida a una (acusada, por comparación con otros) falta de expresividad. No importa las vicisitudes que atraviesen las vidas de los personajes de Figueras, su expresión apenas cambia. Y creo saber donde radica el hecho desencadenante: en sus ojos. Al lado de los personajes de Vázquez o Segura, los de Figueras, en términos de expresividad, no tienen ojos. Y, desde luego, carecen de cejas en absoluto (en comparación a). Las figuras, en general, como ha descrito mi compañero, parecen "soldaditos de plomo". Las historietas de Aspirino y Colodión, las más insertas en los parámetros de Bruguera, correspondientes al esquema de "pareja contrastada" podrían haber cosechado un éxito mucho mayor en manos de un Ibáñez o un Raf. Y es que los niños, queríamos poder "interpretar a" e "identificarnos con" los personajes de los tebeos y queríamos verles reír, llorar, asustarse, emocionarse, ponerse colorados, enfadarse, turbarse, perder los estribos, disimular, ser ladinos, ser caprichosos, ser juguetones, ser indiscretos, ser torpes, ser metepatas, ser buenazos o conspiradores de un modo que se viera reflejado inequívocamente en sus caras. Y ese no es el fuerte de Figueras. Entiéndaseme bien, no pretendo criticar a un artista del talento de Figueras, sino tan solo explicar un fenómeno que he podido constatar que se produce. Eso que tantos aficionados al tebeo se preguntan: "¿Cómo es que Figueras no es más famoso?". Ojalá la próxima edición de su selección de historietas de Topolino le coloque en el lugar de privilegio que le corresponde. Creo que somos muchos con ganas de recuperarle y de leer, aplicadamente, las páginas que en su día nos saltamos.
Para hacerme perdonar este rollo indigesto, he colgado aquí 3 historietas mudas de Mr. Hyde que se publicaron en la editorial Garbo, en la contraportada de la versión hispana de la célebre revista de Forrest J. Ackerman, "Famous monsters", los correspondientes a los números 4, 22 y 24 (por orden de aparición). En ellas, Figueras recrea el personaje de Robert Louis Stevenson admirablemente, sabiendo proponer un humor negro lleno de audacia. Destaco la historieta en la que Mr. Hyde, después de rogar con lágrimas en los ojos y de no ver atendida su petición obsequia con una pedrada... ¡a Dios!
Como todavía no creo merecer la disculpa por el desafuero cometido, también coloco a modo de colofón un par de viñetas de "El caballero Topito" , uno de sus personajes menos conocidos y uno de los pocos personajes Bruguera ambientados en la Baja Edad Media (o por ahí), extraídas de la historieta publicada en el extra de verano de 1966.
PD: sirva esta última viñeta como homenaje a todos los damnificados por la famosa Ley Anti-tabaco. Recuerden que si se les hace la puñeta es, sobre todo, por su bien. No se amarguen y respiren hondo.
9 Comments:
No sé, compañero burgomaestre, estoy de acuerdo contigo en todo, esxcepto en lo autobiográfico, uno fue uno de aquellos niños raruchos que les gustaba figueras y los dibujos del Este. Entonces no sabía articular o dialectizar mis preferencias, y así sigo...
Ja,ja. Pues yo era un niño de lo más normalito: me saltaba a Figueras pensando que veintitantos años después lo iba a pillar con más ganas... Lo cierto es que me apetece mucho hincarle el diente a la reedición topolinesca que se avecina, y ojalá vengan muchas más porque no es justo que el material existente de los fondos de Bruguera se apolille impunemente.
Ah y si alguna vez escribo un diccionario ilustrado, al lado de la definición de H.DE P. pondré cualquiera de las tiras de Mr. Hyde ¡seguro!
Hyde es la personificación del lado oculto que todos tenemos, amigo gordito... no olvidemos esto.
Lo dije en otro sitio, ya sé, pero me gustaría que lo de Topolino no fuera selección.
Quienes compren la cosa -es decir, los de siempre- querrán todo.
La edición debiera ser de obra completa: dos, tres, cuatro topolinos; los que fueren.
Y si es invitable lo de la selección... pues que no la haga el autor.
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Estamos de acuerdo, ¡integral de Topolino, pero con las incursiones del personaje por ahí! Ah, y si la antología la hace el autor..., ¡¡¡que escriba también un prólogo y que nos lo cuente t o d o !!!
Pero... ¿que nos contaría?
Olvidan ustedes lo "fabulador" que es el hombre...
No, cuidado, que no digo que me importe en exceso:
más vale una mentira de Figueras... que la verdad de un experto andaluz; no sé.
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Madre de Dios.
Sugerencia: el personaje "Johny Marmota, el Vago de Minessotta"
Un personaje que nos encanta, amigo Filomeno, pero... al ser de creación británica, queda fuera de nuestra competencia...¡¡Que lo estudien ellos!!
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