Serie 50 años de La Tele y Bruguera: El televisor de Don Pío
En 1962, en España, un televisor era algo bien diferente de lo que es hoy. Entonces era un artículo de lujo que no se hallaba en más de 300.000 hogares. Poseer uno de ellos suponía constituirse en uno de los miembros de un club selecto. Así las cosas, es fácil comprender la excepcionalidad de la historieta que aquí les traemos.
Irrumpe Don Pío en su hogar cargado con una caja que es un verdadero tesoro. Nada menos que un televisor. A Benita le da un soponcio, claro, pero se repone lo justo para criticar a la clase maridil y para lanzar un dardo envenenado a su apreciada vecina . Al final, Don Pío, como no podía ser de otra manera, tiene que aclarar que lo del milagroso aparato era tan sólo una ilusión, el producto de una confusión momentánea de los deseos con la realidad. La realidad, mucho más modesta, es una lamparita, en absoluto maravillosa, embalada en una caja de cartón.
Esta historieta es prueba contundente de la certerísima labor del gran Peñarroya. El más que acertado, exacto retrato psicológico que efectúa valiéndose de unos dibujos y unos textos que destilan sabiduría de la buena. De la perfecta expresividad basada en una máxima economía de trazos de los dibujos de Peña no hay mucho que añadir a lo ya sabido (esos ojos entornados de Benita cuando se refiere a "su Pío..."; esos labios de Don Pío en la inocente y estupefacta declaración de la viñeta final). Por su parte, las palabras que dedica Benita a los oídos de su vecina son néctar puro que hay que consumir destilado: "Y ya sabe. Estos años que usted estará esperando que su esposo le compre el suyo, puede bajar de vez en cuando a ver el nuestro" Lo que pudiera tomarse como la expresión de la más acrisolada solidaridad vecinal (propia de aquellos tiempos de escasez) es, en realidad, una puñalada en pleno higadillo.
La modestia de las aspiraciones de la modesta clase media española pueden resultar chocantes vistas hoy. Aquel medio televisivo del que con tanta ilusión se aspiraba a disfrutar era de dimensiones raquíticas comparadas con las del monstruo de innumerables cabezas actual. En aquel lejano 1962 todo era diferente. Por citar un dato, digamos que lejos de la sobreabundancia actual, por aquel entonces todavía faltaban tres años para que se inauguraran las emisiones del segundo canal, el UHF, a nivel experimental y cuatro ya oficialmente. Y sin embargo, alguna cosa subsiste de aquella España paupérrima: el ministro de Información y Turismo del gobierno franquista de entonces es hoy presidente honorífico del partido de la oposición, Manuel Fraga Iribarne. Glups! (Escalofríos). Fin.
PD: este burgomaestre admite estar atravesando un periodo peñarroyista. Reconozco que había más dibujantes en Bruguera y mi propósito es subir aquí obra de todos ellos. Tiempo al tiempo.
PD 2: Casi se me olvida. El tebeo del que ha salido esta historieta es el número 69 de la segunda época de Tío Vivo, publicado el 2 de julio de 1962.
6 Comments:
¿Y doña Lío Portapartes, para cuándo? ;-)
Con este ritmo de posteo, seguro que pronto. Un saludo :-)
Para ir abriendo boca, mañana le ponemos dos Olés de la portera esa ¿Hace?
¡Hace!
¡¡¡Eso, eso, y con muchos garbanzos para Don Bollete!!!
En varias historietas vemos cómo la llegada de la tele es un acontecimiento magno.
De todos modos, recordemos que, si bien estaban plenamente generalizadas en los años 80, no es hasta entrados los años 90, cuando las teles reducen mucho su precio. Una tele, en los años 60 o 70, era mucho más cara en proporción que un electrodoméstico actual... y en un contexto de menos productos de ocio que hoy en día.
Tener una tele era símbolo de progreso económico y de modernización cultural por el hecho de acceder a otro estadio del ocio.
Efectivamente, Magín, un televisor, durante los sesenta y buena parte de los setenta constituía todo un artículo de lujo que no estaba al alcance de todos los bolsillos. No obstante, la popularidad de los personajes de la tele era prácticamente universal, ya que la gente veía los programas en casa del vecino, en el bar o en la bodeguita de la esquina. Todo el mundo conocía al Santo, a los Intocables o a Laura Valenzuela y Joaquín Prat, y se sabía los nombres de los concursantes de "La unión hace la fuerza" o "Un millón para el mejor". Ejemplos de esta otra vertiente del tema son los que todavía tenemos que ir poniendo. Gracias por el comentario, Magín.
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