El Doctor Cataplasma II: El doctor abre consulta
...Pues con simultaneidad (1951) a la creación de Don Usurio para Pulgarcito, Schmidt coloca a Don Danubio(personaje influyente) en el DDT (Ése de ahí arriba, tal como se le podía ver en el DDT número 15, de julio de 1951). Ambos guardan un parecido más que razonable. Describiéndolos a grandes rasgos, puede decirse que son dos personajes más bien oscuros, más bien extravagantes, más bien angulosos. Como a Don Usurio ya lo ha diseccionado magníficamente mi compañero burgomaestre, me encargo yo de mostraros a su primo hermano, que , por más señas, está aquí como precedente del Doctor Cataplasma, al menos, en lo que al uso de chistera se refiere. Como Don Usurio, a Don Danubio se le hizo un tratamiento cambiante, en busca del aspecto definitivo. Su fugaz existencia, en la penúltima página del DDT le deparó diferentes largos de chistera y de barbas y también diferentes estaturas. Su aspecto de enterrador, o de bolchevique, o de anarquista, o de villano de película cómica muda se mantuvo a lo largo de los veintitantos números que existió, aunque terminara por cambiar el paraguas (que compartía con Don Usurio) por un bastón y su estatura, como ocurrió con la de Don Usurio, se vió notablemente acortada. En general, puede decirse que es un claro precedente, visualmente, del personaje de Don Cicuta y de sus Cicutillas. Todos ellos, incluído Valentín Tornos, disfrutaban de la mismísima nariz de Doña Urraca.Otra chistera célebre, y, para este burgomaestre, una más que probable inspiración para Martz Schmidt, es la del Inspector de los Katzenjammer Kids (Por cierto, que cuando hablemos de Zipi y Zape habrá que volver a traer a colación esta serie y también su precedente alemán: "Max und Moritz", de Wilhelm Busch), un personaje fijo de una serie mítica y fundacional que inició su andadura nada menos que en 1897 y creado por Rudolph Dirks. La semejanza con nuestro buen Doctor Cataplasma se me antoja bastante evidente, al menos en sus inicios. Con el tiempo, el doctor apareció con la cabeza descubierta y, por ese sencillo procedimiento, se mitigó grandemente el parecido.
Y vamos a adentrarnos ya en el mundo del Doctor Cataplasma, primer personaje que Martz Schmidt creó para Bruguera en el que explotaba la fórmula de una pareja protagonista formada por alguien diminuto acompañado por un ayudante (o antagonista, en alguna ocasión) descomunal. Así, la oronda Panchita hace las funciones en el esquema que luego hará el conserje del profesor Tragacanto (cuya morfología no dejará de aprovechar Schmidt para su posterior Pepe KO) ; el mismo contrapunto visual que muestran Deliranta Rococó y su escuálido mayordomo o el sheriff Chiquito y sus enormes enemigos indios.
El Doctor Cataplasma tiene su consulta en algún lugar del Sur-Este de los Estados Unidos, allá por los años veinte. O al menos, esa es la sensación que dan los andurriales por Schmidt retratados en las viñetas de estas sus primeras historietas. No es extraño que las series de Bruguera se desarrollen en lugares indeterminados, pero lo más frecuente es que se identifiquen los escenarios de sus historias con la realidad circundante española. En este caso, ni el tiempo, ni el espacio parecen corresponderse con la cotidianidad de los años cincuenta de España. Las andanzas del Doctor Cataplasma están, por tanto, alejadas de la realidad española. Ni los jardines, ni la vegetación que vemos en ellos, ni las vestimentas, ni las construcciones, las calles, las bocas de riego, ni los coches se parecen en nada a los que podía ver un español de 1953 mirando por su ventana. Podemos comprobar todo esto echando algunos vistazos a viñetas encontradas en las historietas de los números 1145 (las dos de Panchita), 1138 (en la que vemos a una vecina acarreando a un cerdito), 1146 (coche lujoso y chófer uniformado) y, quizá la más ilustrativa, la viñeta final de la del número 1142, en la que podemos examinar a un grupo de pacientes (por cierto, que el mejor escribiente echa un borrón y aqui podemos ver cómo Schmidt se quedó sin espacio para meter la cabeza de Panchita, a causa de un error de cálculo, por culpa de un texto excesivo).
El Doctor Cataplasma tiene algo de alquimista. Cuando necesita resolver algún problema que requiere de él un esfuerzo de investigación se sume en un mal iluminado sótano atestado de librotes ignotos. Schmidt retrata admirablemente el ambiente casi esotérico y místico de la labor del galeno. Las viñetas están tomadas de los números 1141 y 1142.
El buen corazón de Panchita la llleva a preocuparse de los animalitos domésticos. Su preocupación, más de medio siglo más tarde, cobra una insospechada actualidad, se sustancia nada menos que en la ...¡¡peste aviar!!. Por lo demás, esta viñeta es una sensacional prueba de la pericia de Schmidt para administrar el reducido espacio de una viñeta y crear un ámbito complejo en ella. Apareció en el número 1144.
Las historietas del Doctor Cataplasma suelen terminar con una viñeta de formato panorámico en la que se expone el gag final . En dos de ellas asistimos a una resolución muy similar. En ambos casos, el recurso cómico consiste en montar un negocio insospechado. La viñeta en color está extraída de la portada del Pulgarcito número 1164, la de dos tintas es del número 1138.
La viñeta final de la historieta del doctor publicada en el número 1146 es todo un antecedente de las series que Schmidt va a dedicar al mundo de las pandillas infantiles. Efectivamente, no resulta difícil reconocer en ella el embrión del grupo de alumnos del profesor Tragacanto, o de la pandillla Cu-Cux-Plaf (de hecho, la precaria construcción que se ve a la derecha de la viñeta es muy similar a la sede social de este grupo) como a los de Berenjena Street (reintegrada a Bruguera rebotada del mercado británico, donde era llamada "Terrors Tornado Steet"). Constituye un verdadero despliegue, una exhibición de habilidad propia de un dibujante de genio.
Por último, dos viñetas finales en las que amo y criada intercambian papeles de perseguidor y perseguido. El gusto de Schmidt por lo extravagante queda reflejado en la viñeta final del número 1145 en forma de esplendor piloso y en la del número 1141, en forma de acoso antropofágico por las idílicas calles de esta población llena de viviendas unifamiliares y vallas que encierran gratos jardines... un sitio al que sin duda le gustaría acceder al lector de Pulgarcito de aquel año 53.
NOTA: la imagen del Inspector de los Katzenjammer Kids está tomada de la "peculiar" edición que Burulán hizo de esta historieta, bajo el nombre de "Los Cebollitas", concretamente, del número 34 de Carlitos, publicado el 1 de enero de 1974.
9 Comments:
¡Guau! ¡Y miau! Iba a decirte compañero burgomaestre que por fin ya están claras un par de cosas, pero es que ¡¡¡ya está claro todo!!! ¡Hoy las cervezas, con gambas plancha...!
jajajajaja!! ¡¡De eso nada, que pago yo!!!!
Perdón que interrumpa tanta juerga... y fuera de contexto:
les paso mi tristeza de catalán anexo por la muerte del ingenioso Don Pollo.
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Don Jesús, ¡le regalamos una maceta!
Ahora mismo hago un hueco entre los parterres de hortensias.
Gracias de las miles.
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Superanálisis.
Supergracias!
(Al habla el otro burgomaestre): Por cierto, amigo Maginelmago, y creo darte una opinión compartida con mi compañero, estoy totalmente de acuerdo con todos estos comentarios que has ido dejándonos hoy tan amistosamente, en lo de lo imposible de no acabar un tebeo, en lo de los libros tocho, en la locura que le ha entrado al personal con los Olés..., vamos en todo en concreto y en general. Bueno, pues, eso, que te agradecemos t o d o s tus acertados comentarios.
Vaya. Hoy vuelvo a entrar aquí y me encuentro con que alguien está de acuerdo conmigo. ¡Qué error, qué gran error! A veces no estoy ni yo mismo de acuerdo conmigo mismo. ;D
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