El increíble Rigoberto menguante
En 1957, Roberto Segura Monje cumplió treinta años e ingresó en Editorial Bruguera. Ese mismo año, Jack Arnold estrenó su película "El increíble hombre menguante". Estos dos hechos aparentemente inconexos acabarían confluyendo diez años más tarde, cuando el 10 de julio de 1967, en el Pulgarcito número 1888, se publicó una historieta de Rigoberto Picaporte en la que el dibujante de Badalona (Cataluña - España) se inspiraba claramente en la película del cineasta natural de New Haven (Conecticutt -USA) .
La idea en que se basaban tanto la película como la historieta se le había ocurrido previamente a un escritor excepcional, Richard Matheson, autor de la novela original "El hombre menguante" (1956) y del guión de la película. Este autor, que ha dado al género fantástico otro clásico indiscutible, su novela "Soy leyenda"(1954), inició una carrera llena de éxitos internacionales trabajando como guionista tanto para el cine como para la televisión, a lo largo de la cual colaboró para directores del fuste de Roger Corman, Terence Fisher, o Steven Spielberg y ha contribuido al imaginario colectivo con historias y situaciones inolvidables.
Un rasgo estilístico distintivo de la temática de Roberto Segura lo constituye su constante propuesta por colocar a sus personajes en una situación de extremo terror, por medio de la cual dar rienda suelta a su dominio expresivo y alcanzar la comicidad. Sus Pepe Barrena, capitán Serafín, sus señores de Alcorcón y, por su puesto, su Rigoberto Picaporte alcanzan el paroxismo del pánico amenazados por alguna monstruosa presencia, ya sea ésta osos (la especialidad de la casa, como se puede demostrar documentalmente, y tal vez lo hagamos "subiendo" otra ración de "osos segura" cualquier día de estos), lobos, leones, yetis, pulpos gigantes o seres extraterrestres. Es entonces cuando Segura echa el resto expresivo y a sus personajes se les retuercen increíblemente sus bocas, los cabellos se les erizan, las piernas se les convierten en hélices que los propulsan supersónicamente y de sus gargantes salen alaridos estentóreos. En la historieta que nos ocupa, la situación de terror viene provocada por un desgraciado experimento que convierte en mortal amenaza el hecho más cotidiano.
Y es que la historia del hombre que mengua de tamaño ilustra el miedo que sentimos ante una realidad circundante a la que no estamos en absoluto seguros de dominar, que parece que en cualquier momento puede resultarnos demasiado inabarcable. Expone ese temor que sentimos a que un simple giro del destino, un hecho fortuito e inexplicable nos coloque en la situación de ser demasiado minúsculos para afrontar la vida diaria, demasiado vulnerables para convivir con nuestras realidades domésticas. Un inesperado cambio de la perspectiva y una arañita gigantesca podrá devorarnos, una gatito despedazarnos y nuestra esposa podrá aplastarnos hasta sin siquiera proponérselo.
Esas alucinantes visiones que Segura plasmó en el papel tuvo que verlas en la película de Jack Arnold, un cineasta perteneciente a esa casta de artesanos necesarios y geniales que la industria de hollywood proporcionaba al mundo para su disfrute, cuando la industria de hollywood todavía existía. La obra de Jack Arnold se recuerda hoy con devoción por los amantes del cine fanta-científico de los años cincuenta en virtud de su serie de películas dirigidas para la Universal. Títulos tales como "Llegó del espacio exterior" (1953), "Tarántula" (1955), o, la más famosa de todas, "La mujer y el monstruo" (1954) en la que se creó el mito del monstruo de la Laguna Negra constituyen un legado digno de la admiración de miles de aficionados en todo el mundo. Su carrera posterior, diversificada en favor de diversos estudios y géneros cinematográficos (incluyendo hasta comedias con Bob Hope) es unánimente ignorada.
Cerrando el ciclo iniciado al principio de esta entrada, ciclo estructurado de decenio en decenio, aporto aquí la portada (ilustrada por Dean Ellis) de la edición de la novela de Richard Matheson "El hombre menguante" que Bruguera lanzó dentro de su colección Libro Amigo, en su número 488, en marzo de 1977, con traducción a cargo de María Teresa Segur (nada que ver con Segur...a, supongo). Demostrando así en este caso que Libro Amigo era aquella colección de libros en la que, según dijo mi compañero en una de sus brillantes entradas, estaba "todo lo que uno quería leer" (o algo así).
3 Comments:
¡Sí, señor, compañero! ¡Y que no mengüe! ¡Abrazos!
Creo haber leido en alguna parte que Richar Matheson es un seudónimo que usaba Sthepen King, pero quizá me equivoque; se admiten aclaraciones.
Desconocía semejante dato, amigo petisocarambanal. Suponemos que , de haberlo hecho así, habrá sido en sus comienzos (en la adolescencia, quizá) y movido por la admiración que por el maestro Matheson, sin duda, debe (obligatoriamente)sentir, desde siempre, el señor King.
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