Una de socarronería

La teología del nacionalismo a la española es la socarronería. Lo que hace "diferent" a España del resto del mundo hay que buscarlo en el socarrón. Un nacionalista todo el mundo sabe lo que es. Nosotros, los que hacemos este weblog o lo que sea, somos nacionalistas de los tebeos, y a su bandera pertenecemos. Un socarrón es otra cosa. Un socarrón es el que tiene que conformarse con lo ridículo cuando el mundo se pone épico. Si, por ejemplo, los americanos consiguen hacer llegar a sus militares a la Luna, el socarrón español hace astronauta a Tony Leblanc y lo manda a Almería. Para el socarrón es más necesaria la pantomima que la hazaña. El socarrón es el hidalgo al que no le basta con ponerse las migas de pan junto al bigote para aparentar que acaba de comer, sino que encima se afloja un punto el cinturón. El socarrón es un cachondo a lo Antonio Garisa, que dice: "no es por presumir, pero yo soy de Zaragoza". El humor del socarrón anda con retranca, porque es un humor que cojea. Un país socarrón es el que, en plena hambruna, afeita a sus habitantes con bigote de hormiga y se los lleva de comilona. Un poeta o un dibujante de tebeos y un socarrón se parecen que ambos están llamados a ser unos muertos de hambre, pero mientras el poeta o el dibujante imitan a la vida, el socarrón imita al poeta o al dibujante en su imitar, y así nace la parodia. Hay un mucho de chimpancé y de segunda fila en el socarrón. La socarronería, por supuesto, sólo puede dar de sí género chico, porque lo que el socarrón hace es compararse con algo superior para reírsele en las barbas sin que el otro repare en la guasa. El socarrón no es el que no come rancho para fastidiar al general o al jefe de planta, los cuales lo comen, pero de primera; el socarrón es el que se prepara su caldito Starlux viendo el programa del Arguiñano o contemplando una foto del Ferran Adrià. Cuando el socarrón se da el lote con su novia, se hace luego un alivio delante de un póster de Madonna, ahora que ha vuelto. El socarrón, cuando se pone patriótico, saca a los obispos a manifestarse contra el matrimonio homosexual y los acompaña con banderas españolas, quizá porque para él los maricones no son de este mundo, y de esa manera tampoco son españoles. Un socarrón es el que le exige a un maricón que se quede soltero toda su vida, y a continuación arrea y se va de putas. Existe una inercia de la socarronería. Cuando un país lleva siglos en manos de los socarrones, todo lo que hace le sale con un punto de socarronería, aunque no lo pretenda. En un país que se toma muy en serio su grandeza, se hace un tebeo de aviones y salen Tanguy y Laverdure; pero en un país que se la toma con socarronería lo que sale es Pepe Barrena, ya digo, aún sin haberlo buscado ex profeso. Cuando Pepe Barrena sueña, se olvida de lo que es y se atreve hasta con King Kong, pero al despertarse lo que tiene es un monito encerrado en una jaula. El socarrón, claro, es el que se niega a soñar.
(Ah, sí, estas viñetas de Segura proceden de su historieta de Pepe Barrena titulada «El "mico"» y publicada en el Súper Mortadelo núm. 61, con pie de imprenta de 1977.)