Vázquez, artista de cine

En 1961 se estrenó la película “Gritos en la noche”, la quinta dirigida por Jess Franco (o Jesús Franco, como prefieran). Según Carlos Aguilar (y su consideración merece todo el respeto y crédito de este burgomaestre), la primera película de terror del cine español y una auténtica obra maestra. Pues bien, tal como me contó mi admirado compañero burgomaestre en ella interviene nada menos que ¡Manuel Vázquez!. No recuerdo si mi amigo me dijo que Jesús Franco contaba el hecho en su libro de recuerdos “Memorias del tío Jess” o si había tenido conocimiento de él por otra fuente. El caso es que, revisando la película, ahí estaba el genial creador de Feliciano, haciendo el papel de dibujante.
Un par de amigotes
La amistad entre Jesús Franco Manera, cineasta y Manuel Vázquez Gallego, dibujante, era casi inevitable, tantos son los puntos de contacto que unen sus existencias. Ambos, de parecida edad, son creadores que hicieron de la independencia y la libertad su bandera, invadiendo de lleno el terreno del descaro. Bohemios, libertinos, vividores, y, al mismo tiempo, creadores irrefrenables que producían películas uno e historietas el otro a ritmo desbocado, frenético. A este burgomaestre le consta, además, la admiración que profesaba el prolífico director por el dibujante, tal como él mismo asegura en la entrevista concedida a Jordi Costa y publicada en “Cine Fantástico y de Terror Español 1900-1983” (Donostia Kultura) cuando afirma: “Las historietas de Manuel Vázquez siempre han sido una referencia para mí” y cuando aludía a Anacleto como la referencia para las películas de espías que había hecho, concretamente: “Lucky el intrépido”, con Ray Danton, y “Cartas boca arriba”, con Eddie Constantine, ambas de 1966. Así las cosas, no es de extrañar que Jesús le ofreciera un papel a su admirado Vázquez en la película que estaba haciendo aquel año 1961, un ambicioso proyecto que emprendía con un razonable presupuesto (destinado en principio a otra realización, que se malogró: “Los colgados”), máxime cuando el papel a incorporar era el de un dibujante.

Vázquez actúa
La película de Franco (la mejor que jamás filmara, para quien esto escribe, en contra de la opinión del propio director) narra las primeras andanzas del que sería su máxima aportación al género fantástico, su siniestro doctor Orloff (directamente inspirado por el protagonista de “Los ojos sin rostro” de Georges Franju, dirigida un año antes) en una ciudad indeterminada a principios del siglo XX o finales del XIX. El policía que investiga la serie de crímenes perpetrados por el malvado doctor y su ayudante lobotomizado (muy parecido al sonámbulo de Caligari) convoca a los testigos y les pide que describan al sujeto sospechoso para que el dibujante, señor Clay, pueda realizar un retrato robot. Vázquez, que luce la hermosa perilla que ustedes pueden contemplar en estos fotogramas hace una interpretación sensacional. Escucha con atención los testimonios y ejecuta cuatro dibujos ante la cámara: dos de cuerpo entero y dos de rostros, con lo que se concluye, a tenor de la disparidad de las descripciones, que el sospechoso son en realidad, dos hombres. Es admirable cómo Manuel Vázquez “aguanta plano” al final de la secuencia, mientras el policía expone dichas conclusiones. Estaría pensando, quizá, en qué se iba a gastar el dinero que su colaboración iba a reportarle. En pagar al sastre, seguro que no. Anecdóticamente, quiero señalar que la acreditación de Vázquez en los títulos de la película lo coloca en el mismo panel que a una jovencísima y casi debutante Marisa Paredes, quien alcanzara, muchos años más tarde, la "gloria" de ser directora de la Academia de Artes Cinematográficas Españolas, nada menos.

Dos genios
Jesús Franco es, como lo fue Manuel Vázquez, un creador excesivo, delirante, desvergonzado, discutido, vitalista y, por todo ello, genial. Su ingente producción puede catalogarse de abominable, ateniéndose a los cánones de la ortodoxia cinematográfica y a las más elementales normas del buen gusto, pero su valentía, su carisma, su decisión, su arrogancia, le hacen acreedor al siempre discutible y ambivalente calificativo de “genial”. Nadie como él ha sabido hacer de la cara-dura un arte y una forma de vida. ¿Nadie? Bueno, está Vázquez, claro, quien, a propósito, aquel año 1961 estuvo frecuentemente ausente de las páginas Bruguera. Estaría rodando.

NOTA: repasando tebeos a propósito de la alusión a Anacleto que hacía Jesús Franco, he comprobado que, a pesar de lo que manifestara el propio Vázquez (tal como recoge Antonio Guiral en su libro), la influencia del Superagente 86 en la creación de su particular agente secreto no pudo existir, ya que las primeras historietas de Anacleto datan de 1964, en la revista Pulgarcito, y la emisión en España de la serie de TV creada por Mel Brooks no se produjo hasta 1968. La inspiración para Anacleto, como para toda la legión de agentes secretos que poblaron la evasión popular fue Bond, James Bond. Aunque a Vázquez le gustara negarlo. Cosas de genio. Por cierto, que este burgomaestre tiene intención de dedicarle un post al Anacleto primigenio próximamente. A ver si esta maldita primavera me respeta un poco y me animo y lo pongo.