Rechazados

En una obra que se compone de miles de historietas, chistes y portadas, hablar de constantes temáticas puede resultar un poco inconsistente si se citan tan sólo tres ejemplos. Quizás Peñarroya habría tenido que repetir un chiste unas doscientas o trescientas veces para poder decir, con propiedad, y en relación a la ingente totalidad de su producción que un tema concreto constituía una constante temática. Pero, a la vista de algunas puntuales reiteraciones, sí es legítimo aventurar el sentir o el pensamiento de Peñarroya en relación a algún tema concreto sobre el cual se expresara en distintas muestras de su labor.
Así sucede en estas dos portadas del DDT (de los números36 y 125) y en la historieta de Gordito Relleno del Pulgarcito número 1884. Las tres visiones de una similar situación fueron realizadas en enero del 52, septiembre del 53 y junio de 1967. En las tres hallamos la plasmación del delicado momento en el que el creador (el artífice de la obra) debe pasar el riguroso examen a cargo del, llamémosle, productor (aquel quien tiene la capacidad para difundirla).
Se trata de una situación que Peñarroya debía vivir cotidianamente y que, con la experiencia de veinte años largos de oficio en 1967 no debía suponerle la menor inquietud. No obstante, sin duda alguna, en su fuero interno esta penosa exigencia ocupaba un espacio de alguna importancia.

En su soledad, el escritor, el dibujante, cualquier creador en definitiva, no se debe a otro juez que su propio criterio y éste, por implacable que sea, jamás alcanzará la dureza de un editor (el señor Rebollo o el señor Libretín de turno) cuyo único interés consiste en sacar algún rendimiento económico a la obra pergeñada.

Peñarroya exhibe una sincera empatía con el autor novel. Comparte su ansiedad y su zozobra, vistas en la portada del DDT 36. Un año y medio después, sonríe comprensivamente ante la ingenuidad (que sin duda comparte) del colega dibujante que, todavía pregunta si sus “monos” han gustado, a pesar de que sale impulsado por un puntapié de otro despacho, en la portada del DDT 125. Observamos que fuma la misma pipa que el escritor que le precedió en la desgracia, y que viste de similar forma, y que su bigote es semejante y que el largo de sus cabellos alcanza aproximada longitud. Cuando catorce años más tarde, Peñarroya pone en tan humillante tesitura a su Gordito Relleno, la experiencia vital acumulada le permite brindarle a su criatura una salida comercial inesperada. La obra presentada es inapelable y fatalmente rechazada, una vez más, pero el rollo lacrimógeno improvisado para ablandar el pétreo corazón del editor ha conseguido encender la mecha de un posible bombazo comercial (cosa que, de pasada, pone en tela de juicio el criterio del gran público).

¡¡Obras rechazadas, autores despreciados, editores inflexibles que en el mundo han sido y serán, Peñarroya os tuvo presentes!!
NOTA 1: Este burgomaestre se pirra por los detalles de fino humor absurdo que a Peña y a Escobar se les escapaban casi sin querer por los cuatro ángulos de sus viñetas. En esta ocasión, anoto que me divierte especialmente la declaración de Gordito incluida en la viñeta de aquí al lado, son su modesto sintagma adversativo: “...aunque gordo...”
NOTA 2: ¡¡Qué barbaridad!! ¡¡Qué suerte tenemos los autores sin talento (me refiero exclusivamente a mí, claro) con esto de internet!! Ningún editor nos rechaza nada. Ni esto, siquiera.