A la atención de George W. Bush

Anda estos días el señor Bush, presidente de los USA, obcecado con la defensa a ultranza de la institución del matrimonio entendido como la unión de un hombre y una mujer. Incluso se propone reformar la sagrada constitución de su país para que así conste, marmóreamente esculpida y de manera inamovible, una definición del matrimonio que excluya tajantemente la posibilidad de que esta práctica sea accesible a los homosexuales. ¡Pero hombre, mister Bush! ¡Recapacite usted! Observe esta portada del genial Peñarroya y repare en que en la reserva moral de Occidente, en la España de Franco, la posibilidad de que dos hombres (y de barba cerrada, además) contrajeran tal estado no sólo no era inconcebible, sino que podía suponer la portada de una inocente revista humorística para jóvenes. Si la censura del dictador no encontró nada que objetar entonces (la fecha de publicación es 18-12-1961), ¿cómo va usted ahora, en pleno siglo XXI, a plantearse todavía si tal cosa es o no posible? Mire esta portada, mister Bush, y convénzase de que a estas alturas de la historia no hay nada de lo que sorprenderse, ni mucho menos, avergonzarse porque dos personas (tengan el sexo que tengan) quieran casarse. En todo caso, habrá que encogerse de hombros y exclamar “¡Allá ellos!”
NOTA: puestos a modificar la constitución, mister Bush... ¿Qué nos dice de abolir la pena de muerte o de erradicar el libre comercio de armas o de garantizar la no agresión internacional sin mediación de la ONU?