Lady Filstrup (3ª época)

Dedicado a la música ligera, actores españoles y tebeos de Bruguera (porque sí, porque rima).

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Lugar: El Escorial, Madrid, Spain

jueves, abril 27, 2006

Gabi


Melancólicos por la marcha de abril, el más cruel de los meses, en dura competencia con los otro once, nos hemos abandonado a la contemplación de las nubecillas primaverales, y al rebuscar en un cajón de nuestra mesa de la oficina hemos encontrado un ejemplar del núm. 43 de Cuadernos Humorísticos Pulgarcito. La oficina es nueva y aún huelen los muebles a su primer abrillantador. A ver si tenemos suerte esta vez con nuestra notaría, que acabamos de abrir en una zona noble de Barcelona. Si nos buscan por aquí, nos encontrarán junto a la placa en oro que dice: Los Burgomaestres Asociados. Notarios. Registros Mercantiles. Registros de la Propiedad. Servicios Legales y Archivo. También se compran tebeos sin desbarbar y leídos.
El caso es que, al principio como a hurtadillas, y luego ya de manera frenética, hemos empezado a leer dicho Pulgarcito, y así es cómo nos ha sobrevenido la irrefrenable necesidad de dedicarle una entrada al dibujante y guionista Gabriel Arnao Crespo, que firmaba "Gabi". Lo que hemos escaneado, viñeta a viñeta, para ilustrar éste nuestro weblog, o lo que sea, es una aventura de su personaje Teobaldo Teodolito, tomada del citado Pulgarcito, y que probablemente se trate, además, de una de las últimas historietas que Gabi dibujó en España antes de emigrar a Francia. A Gabi lo explica muy bien el maestro Jesús Cuadrado en su Atlas Español de la Cultura Popular. De la Historieta y Su Uso 1873-2000. Nosotros remitimos a esas páginas, y sobre lo que Cuadrado cuenta disparatamos a nuestro modo, y en la medida en podemos, aportamos algo, que es poca cosa. Gabi, pero esto ustedes ya lo saben, es el creador de Las extrañas aventuras de Sherlock López y Watso de Leche, que empezaron a publicarse en Flechas y Pelayos, en 1943, y que en los años setenta repescaron los de Trinca y los de Sacarino. De Gabi, que tiene el desparpajo de un Tono, en Teobaldo Teodolito nos rechifla su dibujo de tipos grotescos, y sobre todo nos pasma la manera de hablar de sus personajes, el del protagonista, y el de su hermana, que fríe patatas fritas. Gabi se marchó a Francia en 1949, y allí empezó a trabajar para SFPI (Société française de presse illustrée), la principal editorial francesa en el terreno de las publicaciones ilustradas de pequeño formato. A Sherlock López y a su ayudante Watso de Leche, Gabi los retomó en Francia, y en 1959 se lo editó la SFPI en la revistas Tartine y Tartinet, que eran los dos nombres que los franceses le pusieron al personaje Nonna Abelarda, creado en 1955 por los italianos Giulio Chierchini y Giovan Battista Carpi. A esta abuela la acompañaba un zorrillo que le hacía las veces de nieto. Cosas de la vejez y de los tebeos… En 1968, en 1968, Sherlock López y Watso de Leche se volvieron a publicar en Francia, en esta ocasión en la cabecera de Dennis la Malice (pronúnciese, por supuesto "denís la malís", que era uno de los nombres que recibía entre los franceses Daniel el Travieso).





A Gabi, en el Pulgarcito le hemos encontrado un heredero, que es el Heliodoro Hipotenuso de Vázquez. La viñeta en color con que ponemos un ejemplo procede del Álbum Infantil Pulgarcito, núm. 44, que es el que sigue al tebeo de donde hemos tomado el presente episodio de Teobaldo Teodolito. Aquí, lo que se aprende de Vázquez es que, como genio que era, se hizo deudor de todos los maestros, y por eso siempre encontramos en Vázquez todas las influencias.
A Gabi, por su parte, la principal influencia que se le ve es la del maestro barcelonés José Cabrero Arnal, el creador de Placid et Muzo para Vaillant, que era un tebeo que sacaba la resistance durante la ocupación nazi en la más imperiosa clandestinidad, y que tras la ocupación se convirtió en la revista más leída por la chiquillería francesa.
Arnal había empezado a publicar Placid et Muzo ya acabada la guerra mundial, en 1946; hasta entonces poco podía dibujar, más que su lucha por llegar con vida al fin de cada jornada, pues en 1940, y tras tener que emigrar a Francia después de defender la República española, se vio deportado al campo de exterminio de Mauthausen. En una de las listas de supervivientes de este campo que se encuentran por internet se da la fecha de nacimiento del dibujante: el 6 de septiembre de 1909. Placid et Muzo son un oso y un zorro respectivamente, y por cierto el zorrito de la Nonna Abelarda le da un aire a Muzo; pero sobre todo son un canto al compañerismo. Estos dos personajes conocieron en Francia un éxito tremendo y se han reimpreso durante décadas. Aún por encima de éstos, Arnal crearía un personaje, que más que ningún otro ha sido querido por generaciones de niños franceses: el perrito Pif, que apareció inicialmente en forma de tira en marzo de 1948, en el diario L'Humanité, órgano del Partido Comunista Francés, y que en seguida pasó a la revista Vaillant, y que en realidad no era más que una adaptación de su perrito Top, que poco antes de la guerra civil Arnal ideó para la revistas TBO y Pocholo. Tuvo tanta fortuna el personaje de Pif, que en abril de 1965 Vaillant empezó a inclulir el subtítulo de Journal de Pif, y en febrero 1969 la revista cambió su histórico nombre por el de Pif Gadget; y así enganchó con un tebeo y un regalito –el gadget, claro— a los chavales franceses hasta mediados de los años setenta. Cabrero Arnal, cuenta Jesús Cuadrado en su Atlas, fue pionero en la utilización sistemática del bocadillo en el tebeo español allá por los años treinta, desde la revista Algo. Murió José Cabrero Arnal, el 7 de septiembre de 1982, en Antibes (en el departamento de Alpes-Marítimos), al día siguiente de cumplir 73 años.
Arnal pertenece a la generación de Escobar (n. 1908) y de Peña (n. 1910), y estos tres tienen en común su tomar partido por la defensa de la República española. Gabi, que murió en Madrid el 2 de abril de 1985, es más de la generación de Cifré y de Figueras (al fin y al cabo, nacieron los tres en 1922) y, también pertenecen éstos un poco a la generación de Iranzo (n. 1918). Tales son los maestros, pero eso ya se ha visto aquí en tantas ocasiones, que más estiman estos dos burgomaestres, y a los tiempos donde lo verdadero estaba a la vuelta de la esquina pertenecen.
Hoy, en homenaje a Gabi, hemos acudido al diccionario para buscar la palabra "teodolito", que es el instrumento que utilizan los topógrafos para calcular distancias y desniveles. A nuestros cuarenta años, los burgomaestres leemos los tebeos como los leíamos a los cuatro o a los cinco, y seguimos buscando las cosas en el diccionario, y seguimos queriendo entender todo esto de la vida a partir de un puñado de dibujitos.

¡¡A la lucha!!



Algo había libre...
En la España de Franco algo había libre. En aquellos años de represión, tenía una gran implantación popular el espectáculo de la lucha libre. Los tebeos Bruguera, además de sus notorios valores artísticos constituyen un innegable documento sociológico de los usos cotidianos de la sociedad que reflejaban. Su apuesta por acudir a la vida diaria para sustentar los argumentos de la mayor parte de sus historietas y portadas nos permite hoy entender muchos aspectos de aquella cotidianidad.
Muchos espectáculos que eran de popularidad indiscutible en los años cincuenta, hoy están tan desprestigiados y denigrados que su subsistencia puede considerarse de naturaleza testimonial y marginal. El boxeo, la lucha libre, las carreras de galgos, el circo con fieras o los toros (que, en gran parte de España son hoy un espectáculo, como mínimo, discutido) apenas tienen ya repercusión fuera de los reducidos círculos de sus adeptos, los cuales, a los ojos de gran parte de la opinión pública, apenas superan la consideración de viciosos más o menos enfermizos.
Encontramos numerosos testimonios de aquel auge del espectáculo de la lucha libre en los tebeos de la época. En el Almanaque de Pulgarcito para 1950, por ejemplo, la historieta de Jorge de su Leovigildo Viruta titulada “Los peligros de la curiosidad”, narra el encuentro del protagonista con un campeón de lucha “bastante libre” que había sido compañero de colegio. El encuentro es la excusa perfecta para convertir, como era habitual, al pobre Leovigildo en víctima de una descomunal paliza. En un Pulgarcito de esas misma semanas (noviembre del 49), en el número 129, encontramos “Gordito Relleno en la lucha libre”, historieta en la que, como siempre, movido de la mejor voluntad, nuestro “heroíno” entrado en carnes recibe un tratamiento semejante de otro luchador al que había intentado ayudar.
Lucha risible
Peñarroya, que había combatido de verdad, en auténticas luchas en las que expuso su propia vida (estuvo en las mismísimas filas de la Resistencia Francesa) tenía que encontrar especialmente risible el espectáculo de violencia aparatosa, coreografiada y pactada que constituían los combates de lucha libre, a los que, sin duda, debía ser aficionado. Nos ofrece su visión de la temática en estas dos portadas que aquí aporta este burgomaestre, en las que, con el intervalo de los años, insiste en mostrar la ridiculez de estos enfrentamientos. La más antigua, la del DDT número 80, de noviembre del 52, nos revela el relajo con el que “combaten” los luchadores, que se dedican a contarse chistes mientras se revuelcan sobre el tapiz, para disipar el tedio del cotidiano quehacer. La otra portada, realizada para la misma revista (en su número 472, de 30 de mayo de 1960) nos muestra el cómico contraste entre las exageraciones del reclamo publicitario de la velada y la reacción del público tras la contemplación de la incruenta batalla. Podría decirse que en los ocho años transcurridos, el público ha perdido su ingenuidad anterior (la que mostraban en el DDT del 52) y que ya no se dejan engañar por los payasos del ring. Con lo cual, podemos concluir que Peñarroya, asumía que no sólo él, sino que todo el mundo (señoras y niños con gorrita incluidos) ya se había percatado del camelo.

Retrato del declive
En el año 1969 nos topamos con un documento del declive inexorable de la lucha libre como espectáculo. Conti nos lo proporciona con uno de sus chistes magistrales, en el que asistimos a una velada en la que el número de contendientes supera ampliamente al de espectadores (de hecho, un único espectador, que duerme). En la portada de la misma revista (el Pulgarcito 1995, de 20 de julio de 1969), hay otra alusión a la lucha libre, por parte de Escobar, que pone a su Petra en situación de sufrir una llave reglamentaria en el transcurso de una pelea con otra mujer la cual Petra ha creído que pretendía burlarse de su tartamudez. La mención a la lucha es claramente de tono burlón, emitida por una calmosa Doña Patro, la cual está bromeando a propósito de una campaña oficial de la época: “Vive deportivamente. Contamos contigo”.
El último campeón
De ese mismo año 1969 es la película “Cuidado con las señoras”, de Julio Buchs, en la que, interpretando un papel episódico, aparece el más famoso luchador español de todos los tiempos, el vasco Hércules Cortez.
Nacido el día de San Fermín de 1932, Alfonso Carlos Chicharro, Hércules Cortez, se inició en la práctica de la lucha libre en el comienzo de la década de los cincuenta, alcanzando rápidamente el campeonato de España. Durante veinte años estuvo volteando otras moles humanas como la suya por los rings de medio mundo, incluyendo Venezuela, Canadá y Estados Unidos, haciéndose llamar Pepe Cortés, Claude Dassary y, desde 1960, el nombre que le haría más popular: Hércules Cortez. La popularidad conseguida le llevó a probar fortuna ante las cámaras en diversas películas. La de Julio Buchs mencionada, en la que compartió escena, como podemos apreciar, con el inmenso José Luis López Vázquez (y reparto con Juanjo Menéndez, Teresa Gimpera, Mary Francis y Rosanna Yanni, por ejemplo), le ofrecía un papel digno de figurar en los tebeos Bruguera. El masivo luchador incorpora a un iracundo forzudo que zarandea y amedrenta al hombrecillo encarnado por López Vázquez, situación típica de buen número de historietas bruguerescas y repetida como fórmula cómica desde los tiempos del cine mudo, en los que Charles Chaplin era zarandeado y amenazado por aquel monstruoso titán llamado Eric Campbell. También participó en “Llego, veo, disparo”, un spaghetti western dirigido por el especialista Enzo G. Castellari en 1970. Su carrera profesional alcanzó la cima en 1971 al proclamarse campeón mundial (de los pesos pesados) por tercera vez (lo había sido antes en categoría individual en 1962 y 1965) en la categoría de parejas. Lamentablemente, ese mismo año, tan sólo tres semanas después de cumplir los 39 años, Hércules Cortés falleció en un accidente de automóvil en Minneapolis. Y así, ocupando el puesto de vasco forzudo en el imaginario colectivo que un día ocupó Paulino Uzcudum, quedó en solitario el malogrado Urtain. Pero esa ya es otra historia.
Nota: la parte de información de la carrera profesional de Hércules Cortez está tomada de la página que enlazo aquí (por si alguien tiene curiosidad y quiere ampliar sus conocimientos al respecto. Nunca se sabe en qué conversación puede ser necesario dejar caer algún dato sobre, por ejemplo, el palmarés o los rivales de este legendario luchador. Desde luego, este burgomaestre no lo sabe).

lunes, abril 24, 2006

Jorge, los reyes godos y la reina mala


Con ánimo de celebrar el septuagésimo quinto aniversario de la proclamación de la segunda República Española, este burgomaestre estuvo repasando la lista de reyes que han ejercido su majestad en estos lares. La lista se remonta al reinado de Gunderico en el año 409 (d. C.), dato que le impulsa a creer a uno que tan añeja institución tal vez debería ir dando paso a otra, un poco menos anacrónica... Pero no son estas circunstancias que le atañan a uno, ni que incidan en el tema de este weblog (o lo que sea). El caso es que, de entre los de los monarcas que aparecían, me saltaron a la vista los sonoros nombres de algunos personajes Bruguera. Y caí en la cuenta de que casi todos eran de Miguel Bernet Toledano, Jorge.
Tres reyes godos y una reina cristiana
Leovigildo (que reinó entre 572-586), Gundemaro (entre 610-612) y Sisebuto ( entre 612-621) fueron tres reyes godos (más concretamente, visigodos) de los que probablemente tuvo que aprenderse de memoria el niño Bernet antes de verse impulsado a combatir, en el bando de los defensores de la legalidad, en el frente de batalla de la Guerra Civil con tan sólo 15 años de edad. Cuando, siendo ya un hombre y habiendo sobrevivido a las atrocidades de la guerra y a las terribles penalidades de la inmediata postguerra, se dedica a crear monigotes para la editorial Bruguera, el dibujante recurre a estos nombres, largos, estrambóticos y rotundos para caracterizar con ellos a sus criaturas. La más famosa de todas ellas, Doña Urraca, toma el nombre de la hija de Alfonso VI, que fue reina de Castilla entre los años 1109 y 1126 y que perdió su reinado tras ser repudiada por su marido, Alfonso I el Batallador (que repudió a su señora, pero se quedó con su reino).
Leovigildo Viruta
Leovigildo (el rey visigodo) se vio en la penosa circunstancia de enfrentarse con su propio hijo, Hermenegildo, enfrentados ambos por sus diferencias religiosas (arriano el padre y católico el hijo) que terminaron convirtiendo el padre en mártir al hijo. Poco podían suponer ambos que terminarían prestando sus nombres a las más famosas hermanas de la historieta española... Pero vamos con Leovigildo Viruta, que es quien verdaderamente, tiene nombre de rey visigodo.
Este personaje tan insignificante, tiene, sin embargo el honor de ser de los que fundaron el Pulgarcito de historietas, en su etapa iniciada en 1947. Su aspecto es tan irrelevante como su personalidad y sólo una voluminosa gorra consigue llamar la atención del lector. Sus andanzas no superan el nivel de lo anecdótico y no parece tener ninguna ocupación. Deambula ocioso, al encuentro del incidente que dé sentido a la historieta, o se propone modestos objetivos, tales como comprarse un paraguas, o un despertador. Si interviene en la vida de alguien es para terminar siendo víctima suya. Suele terminar las historietas como las empieza: solo; pero en mucho peor situación: maltrecho, encerrado o cruelmente engañado. Del humor que se encuentra en el lenguaje de sus textos, ya hablamos en una anterior entrada. Visualmente, en sus primeros tiempos, resulta un clarísimo antecedente del futuro compañero de Doña Urraca, Caramillo. Aquí le hemos visto en una viñeta de sus comienzos, en la que emplea la palabra de resonancias casi mágicas en aquellos primeros años brugueriles y que se repetía mucho en su publicidad: “Formidable”; en otra en la que ha topado con un bebedor no sólo irredento, sino “pros-etili-tista” y en uno de sus tristes finales (De las viñetas de la lluvia no puedo precisar numeración ni fecha. La del amigo del morapio, sí, es del número 170 de Pulgarcito, de 2 de junio de 1951).

Mi primo, Gundemaro
Diez años después de Leovigildo, reinó Gundemaro (no en la historia oficial, pero sí en la brugueril). Jorge creó este nuevo personaje para la revista DDT en 1957. Su debut, del que aquí traemos muestras, se produjo en el número 330, de fecha 12 de septiembre de 1957. En él descubrimos a un personaje bastante irrelevante, que se afana en acudir a su despacho para luego sestear en él. En sucesivas historietas asistimos a sus intentos infructuosos de prosperar en el mundo de los negocios. Frecuentemente termina dando con sus huesos en prisión, triste sino de tantos personajes brugueriles, habitantes a su pesar de un universo que existía en paralelo a la realidad política de la represión franquista.
Como en el caso de Leovigildo, Gundemaro tiene más relieve en su nombre que en su propia apariencia. Por otra parte, la circunstancia de personalizarlo tanto que Jorge lo presenta al lector como “su primo” le confiere cierta innegable singularidad.
Observando las viñetas seleccionadas, asistimos al fenomenal gusto de Jorge que había ido desarrollando con los años de oficio para caracterizar los fondos con detalles que otorgaban verismo a lo que en otros colegas era mera convención. La singularidad de los edificios y entornos que matizan los fondos de las viñetas (casi siempre callejeras) dan la sensación de que la acción transcurre en algún sitio “real”.
De la historieta de Gundemaro del número 335 (17-10-57) de DDT son las viñetas en las que podemos intuir la admiración que causaba en aquellos años la posesión de un buen automóvil y también, lo importante que era y la felicidad que proporcionaba disponer de un estómago abultado por la ingesta de una copiosa comida. Cosas ambas que hoy en día en nuestra sociedad no valen nada. Tener sólo un automovil carece de relevancia social y tener barriga (ni que sea momentáneamente) sólo procura oprobio y deshonor.
Como detalle anecdótico y curioso, les invito a observar que Jorge acentuaba “a la catalana”, como prueba esta viñeta en la que las “aes” tienen el acento con la inclinación al revés que en castellano, es decir, como se hace en catalán y en francés. Si la lista de los reyes godos estuvo presente en su educación, parece que el catalán también. Igualmente del 358 del DDT es la viñeta en la que le envían a una dirección que tiene todas las trazas de pertenecer al Mundo Bruguera, la tan traída y llevada dirección que cumple las condiciones de los cánones de rigor: un producto del mar en el nombre y el número 13. La jirafa que corretea por el segundo plano de la viñeta no responde a ningún canon. Es, sencillamente, una deliciosa locura.
Sisebuto, el detective astuto
Sisebuto (el rey visigodo) sucedió a Gundemaro en su reinado en esta parte del mundo, allá por el 612 d. C. El personaje de Jorge es el rey de los detectives brugueriles, con permiso de Sir Tim (que era un aficionado) y del Inspector O’Jal (que, a fin de cuentas, era un inspector, aunque ejercía como si fuera autónomo). Sus peripecias, que le llevaban a investigar misterios en las páginas de Pulgarcito a partir de 1953, suelen terminar con el pobre detective tan engañado, confundido y encarcelado como sus compañeros de nombre visigótico.
En esta ocasión, el personaje tiene algo más de fuerza visual con sus grandes ojos, su pipa, su sombrero y sus trajes de detective. Lo que no cambia es su mala suerte ni su soledad, rasgos característicos de la inventiva de ese poeta del monigote que fue Miguel Bernet Toledano, Jorge.
La viñetas puestas aquí están extraídas de las historietas de los números 1156 y 1164 de Pulgarcito, publicadas en 1953. En la primera, Sisebuto es cruelmente engañado y su casa, desvalijada. En la segunda, a Sisebuto le sale un competidor, un tal Canuto, que resulta tan inepto como él, con lo que ambos terminan encerrados en un calabozo al ser confundidos con ladrones, no sin antes haber "vigilado concienzudamente" la "calle del Pez Gordo" (otra vez, la constante piscícola). La actitud de Sisebuto resulta llamativa. Camina con decisión, pero su mirada delata una preocupación bastante timorata, como si no las tuviera todas consigo. Si el trabajo de un detective consiste en averiguar la verdad, en el caso de Sisebuto, la amarga verdad que descubre es que no sirve para detective.
La reina cristiana, Doña Urraca de Castilla
A la Urraca reina la repudió su marido y perdió su reinado. Un final de historieta digno de la Doña Urraca de papel. Doña Urraca encarna la soledad de la maldad. Da imagen al eco que produce la carcajada sorda del que disfruta del daño ajeno. Tiene, no obstante un corazón que gime lastimero por su desgracia. Es fea, es oscura, es malvada, es una incomprendida. Y más que todo eso, es una creación irrepetible, universal, genuina y genial que podría dar imagen a la España Negra si no fuera porque el personaje de Jorge sí que se explica a veces, si que busca compañía, afecto y comprensión, a veces. Porque Doña Urraca, a diferencia de ese concepto que cada uno tiene de la España Negra, sí tiene debilidades, y, sobre todo, porque sí fracasa, tenazmente, en su empeño de hacer la puñeta a los demás.
En las viñetas de los primeros años de la malvada bruja (porque está claro que se trata de una bruja sin artes ocultas, pero bruja al fin y al cabo) encontramos la más exacerbada y apasionada búsqueda del mal ajeno y también la violencia más descarnada y lacerante. Con el transcurso de los años, esta virulencia se fue diluyendo en la misma medida que los tebeos Bruguera se iban infantilizando (como si los niños fueran inocentes). Concretamente, las viñetas de esta entrada se publicaron en el número de Pulgarcito de fecha 2 de junio de 1951, pero no puedo dar la numeración porque el ejemplar que tengo en el que figura tiene las tapas cambiadas. Gajes del oficio. En ellas, la “mala señora” se desliza por una vertiginosa pendiente hacia la locura final ante la benignidad del castigo que un padre aplica a su díscolo hijo. Su frenesí iracundo alcanza niveles nunca vistos. Bueno, sí, tal vez Adolf Hitler en un mal día...
Los finales de Doña Urraca, como los de Leovigildo, Sisebuto y Gundemaro son la misma cosa: una asunción de que no se puede luchar contra el destino.

domingo, abril 23, 2006

Saludando al señor Martín




Este burgomaestre iba buscando a Silver Kane (que dice llamarse Francisco González Ledesma) y se ha encontrado con Andreu Martín en esta mañana nublada y festiva de Sant Jordi. Dos generaciones separan a estos que fueron guionistas de los tebeos Bruguera. Y muchas cosas habían sucedido entre la publicación del trabajo de uno y del otro. Pero circunstancialmente, hoy debían estar juntos, firmando libros, en el puesto de la librería “Negro y criminal”. Cosas del mundo editorial, o del santoral o de lo pequeño que es el mundo, o así. El caso es que sólo el señor Martín ha acudido al compromiso y este burgomaestre, venciendo su natural timidez, se ha atrevido a expresar al guionista de tantas historietas dibujadas por Raf y Segura su gratitud por la risa, la bendita risa, que sus guiones le proporcionaron.

Uno temía que el señor Martín, celebrado y laureado autor de novela negra, tal vez mostrara cierta indiferencia ante lo que significaba un reconocimiento a su trabajo pasado como historietista, mas, bien al contrario, el escritor se nos ha revelado afable y amabilísimo y uno hasta ha creído adivinar en su mirada una chispa de ilusión provocada por el relámpago vislumbrado de su juventud.
Este burgomaestre, que no es periodista ni nada que se le parezca, no ha tenido otra ocurrencia que preguntarle por sus dotes como flautista (recordando un comentario aquí publicado de su compañero de otros tiempos, el maestro Rovira), a lo que, con cierto desconcierto, el señor Martín nos ha brindado el relato de una anécdota musical. Resulta que lo que el escritor había intentado aprender a tocar era el clarinete, sin obtener en el empeño el éxito apetecido. No obstante, su iniciativa no resultó del todo baldía, ya que un jovenzuelo (sobrino suyo, creo que me ha dicho) que pasaba habitualmente por su casa, se aficionó al instrumento y aprendió a tocar con él. Ese muchacho se llama Dani Nel-lo y hoy es uno de los más conocidos y solicitados saxofonistas del país. “Yo no conseguí aprender a tocar el clarinete, pero gracias a mí, anda por ahí un virtuoso del saxofón de fama internacional” podría decir, con justo orgullo, Andreu Martín.
En fin, uno no quería estorbar las labores de promoción que habían llevado a aquel puesto de libros al señor Martín, así que quiso ser breve. No obstante, este burgomaestre no olvidó decirle que en este weblog (o lo que sea) tiene el señor Martín su casa y que puede visitarlo cuantas veces quiera, a lo que añado aquí que siempre serán agradecidas todas las aportaciones que sus recuerdos de vivencias y trabajos en Bruguera nos quieran regalar. Desde aquí los burgomaestres le brindan su amistad y gratitud.
NOTA: las viñetas de esta entrada están tomadas del número 3 (año 1971) de la revista Super Pulgarcito, una de las más completas y redondas de la historia del Tebeo Brugueril, extraídas de la exuberante historieta de Campeonio (un personaje magnífico, por cierto, que conoció diversa fortuna editorial y al que dedicaremos próximas entradas) que firmaron Raf y Andrés Martín. Nada menos que 8 fastuosas páginas a todo color llenas de sensacionales dibujos, acción trepidante, y un humor fresco y renovado. Otro tanto podría decirse y se dirá en su día de la historieta pareja en logros de La Panda, dibujada por Segura. Pero eso será otro día. En las viñetas seleccionadas hoy, encontramos muestras del talento humorístico de Andreu Martín (entonces Andrés), un talento innegable que significó un nuevo impulso al estilo Bruguera y que, en opinión de este burgomaestre, es una lástima que no tuviera continuidad. Por describirlo a grandes rasgos, el humor de Martín supuso una instantánea modernización del estilo Bruguera, una puesta al día, incorporando a los usos argumentales de la editorial las influencias que necesitaba. Por un lado, el “pop” había explotado (o al menos, había hecho “pop!”). Por otro lado, eran años en los que se estaba recuperando el humor absurdo y en los que, por ejemplo, el talento de los Hermanos Marx conocía un redescubrimiento popular en el público creciente de los cine-clubs, así como nuevos cómicos como Richard Lester, Mel Brooks o Woody Allen comenzaban a renovar la comedia cinematográfica. Un poco (o un mucho) de todo esto se atisba en estas formidables páginas. Abundaremos sobre ello.