Valeriano Andrés, espléndido "hombre vulgaris"
Este burgomaestre no puede evitar, ni quiere, hacer de esta tarea que se ha impuesto de ofrecer un espacio al recuerdo y homenaje a nuestros actores, un acto de cariño permanente. En tal disposición de ánimo, ciertas familiaridades y confidencias son obligadas, como las que se dispone a tomarse y a hacer (respectivamente) a propósito del protagonista de hoy, Valeriano Andrés. Y es ello que, este gran actor, cada vez que asomaba a la pequeña pantalla del modesto hogar familiar de este burgo, cuando este burgo todavía era un crío, era saludado y reconocido con un amistoso mote, que todos compartíamos: “¡Mira, sale “El Sopas”!” Y era un apelativo que, a pesar de que hacía referencia a cierta imprecisa dicción, nacía de la admiración y del aprecio, porque sabíamos que “El Sopas” nos haría reír, casi con toda seguridad.
Valeriano Andrés Pascual (Madrid, 1/7/1922, Madrid 21/4/2005), en la época en que menudeaban sus intervenciones en espacios dramáticos deTVE, explotaba con talento una vis cómica insuperable, idónea para ser desarrollada en papeles en los que las circunstancias ponían a prueba a su personaje. Valeriano Andrés hacía reír, especialmente, cuando su personaje se encolerizaba o cuando no podía disimular su inquietud. Un hombre de mediana edad, coronada su cabeza por una ahuevada calva, dotado de una mirada algo obtusa y de una voz varonil, sí, pero que pronunciaba las palabras en forma vacilante, resulta cómico cuando su mediocridad se ve envuelta en situaciones extremas que le superan. Este tipo, así descrito, fue el que al actor impuso el ejercicio de su profesión, ya en la madurez, pero, como veremos, no fue el único registro que, a lo largo de cinco décadas de labor, ofreció al público.
Veinteañero y con pelo, en el TEU
En los primeros años cuarenta, sobre un país arrasado por la barbarie de la guerra y machacada su mitad por una cruel posguerra, de algún modo, la sociedad española trató de reconstruirse y elevarse por encima del erial en que se había instalado. Los organimos oficiales, primordialmente obligados a esa tarea, y aún entorpecidos por el revanchismo más abyecto, dieron pasos que propiciaron la normalización de una vida que, forzosamente, había de continuar. Uno de esos pasos fue la creación, por parte de Modesto Higueras de un grupo de teatro juvenil, por encargo del Delegado Nacional del Movimiento, Sancho Dávila, que se llamó el TOJ (Teatro de Organizaciones Juveniles), el cual terminará abandonando para crear el TEU (Teatro Español Unviersitario). Es en este grupo donde Valeriano Andrés, veinteañero y con pelo, inicia su andadura como comediante. De este periodo data la fotografía adjunta, que testimonia al elenco y personal técnico del montaje teatral de “Entre bobos anda el juego” y en la que podemos distinguir a un juvenil José Luis López Vázquez, de pie, a la izquierda de la imagen, separado de Valeriano por otras cuatro personas.
El joven e incipiente actor es, como suele decirse, contaminado por el veneno del teatro y decide interrumpir con carácter definitivo sus estudios, dejando inconclusa su carrera de ingeniería en Peritaje Agrícola. Las tablas del escenario y, muy pronto, las cámaras de cine, van a acaparar todo su interés profesional.
Debutando de la mano de un debutante
Tal como dijimos en su día de Camino Garrigó, nuestro protagonista de hoy inició su carrera cinematográfica siendo dirigido por un novel.“Consultaré a Mister Brown”, la película con la que en 1946 Valeriano Andrés debutó en el cine le brindó, caso poco frecuente, el papel de protagonista a la muy temprana edad de veinticuatro años, cuando era un actor prácticamente en formación, todavía miembro del TEU. La cinta suponía, también, el primer largometraje de su director, el igualmente joven (pues contaba entonces veintiséis años) Pío Ballesteros, que hasta aquel momento sólo había dirigido un puñado de documentales y que, por cierto, sólo se encargaría de la dirección de dos largometrajes de ficción más, en toda su carrera, desarrollando, más frecuentemente, la labor de escritor (interviniendo en los guiones de títulos tan dispares como, por citar algunos ejemplos, “Don Lucio y el hermano Pío” (José Antonio Nieves Conde, 1960), “La mano de un hombre muerto” (Jesús Franco, 1962), “Una isla con tomate” (Tony Leblanc, 1962) o “Cerrado por asesinato” (José Luis Gamboa, 1964). “Consultaré a Mister Brown” era una adaptación al cine de la novela de Jenaro Prieto, “El socio”, en la que se narraba cómo Anselmo García (Valeriano Andrés) se inventaba a un adinerado e influyente socio con el que respaldar su posición en el complicado mundo de los negocios y terminaba siendo víctima de su propia creación, al dotarla de excesivo poder y relevancia, llegando a anularle a él. Fuera porque la novela del escritor chileno, publicada en 1928, resultaba un tema quizá en exceso original e innovador para el panorama cinematográfico español de la época o tal vez por causa del completo desconocimiento por parte del público de sus jóvenes protagonista y director, lo cierto es que la película no obtuvo ningún éxito, a pesar de contar con algunos valores seguros en el reparto como los sólidos Guillermo Marín y José Franco y la joven actriz francesa Monique Thiebaut (que no prolongó su carrera más allá de aquel año 1946) como estrella femenina. La novela fue llevada al cine, casi simultáneamente, por la cinematografía mexicana con dirección de Roberto Gavaldón, y mucho después, en la televisión chilena (en 1968), en el cine francés (mediante “L’associé”, 1979) y hasta el cine norteamericano hizo su versión, en 1996, con Whoopi Golberg de protagonista, dirigida por el vulgar Donald Petrie. Sobre la película de debut de Valeriano Andrés planea la presencia del escritor Camilo José Cela responsable, según la base de datos del ministerio de cultura español, de los diálogos. La imprescindible “Guía del cine” de Carlos Aguilar, lo sitúa como uno de los guionistas, mientras que en IMDB le atribuyen la autoría de la novela en que está basada, nada menos que “El socio de Jenaro Prieto” (incluyendo al auténtico autor en el título de la obra). El error de la omnisapiente IMDB está subsanado ya por este burgomaestre (a veces puntilloso) , mientras que, de acuerdo con la entrevista recogida en la revista Cámara número 89, de septiembre de 1946, según el propio Pio Ballesteros, los guionistas fueron él mismo, José Luis Monter, José Luis de Feliú y Julián Ayesta, lo que no descarta la colaboración del autor de “La colmena” en la forma recogida por la base de datos del ministerio de cultura. Su presencia como actor en el siguiente film de Ballesteros (“Facultad de letras”, 1950) sugiere una relación amistosa entre ambos. Sea como fuere, con Cela o sin él, la carrera en el cine del joven actor Valeriano Andrés había comenzado y se iba a prolongar por espacio de cerca de 60 años, hasta que en “Historia de un beso” (José Luis Garci, 2002) ofrecería al cine su última actuación.
Valeriano, bigote en negro
El año 1950 fue, en la cinematografía española, pródigo en títulos de género policíaco o criminal, ideal para producciones de bajo presupuesto, que, haciendo de la necesidad virtud, se rodarían en escenarios naturales, al estilo del neorrealismo italiano. Alguno de ellos, como “Apartado de correos 1001” (Julio Salvador) ha quedado como paradigma de un cierto tipo de cine que intentaba acercarse a la realidad social, dentro de un orden y sin descuidar la premisa de que la función de las películas en un país como España era fundamentalmente, distraer y procurar evasión al público. De ese año es “Hombre acosado”, una de las primeras realizaciones de Pedro Lazaga, uno de los directores más prolíficos de la historia del cine español, que por aquel entonces y provinente del terreno de la crítica y el estudio cinéfilos (como dijimos en la entrada dedicada a Ángel Picazo) iniciaba la que había de ser una larga trayectoria tras las cámaras. El film, protagonizado por Mario Berriatúa, tuvo que esperar dos años para verse estrenado y no obtuvo del Sindicato del Espectáculo más que una paupérrima calificación de 3ª categoría, lo que no le proporcionaba ni un céntimo de subvención. La taquilla tampoco fue generosa con él, pues duró tan sólo 14 días en el cine madrileño en que se estrenó y únicamente la mitad de esa cantidad en el local barcelonés donde fue exhibida. La película supuso, por lo que se refiere a Valeriano Andrés, la primera de una larga serie de colaboraciones con su director, que volvió a llamarle repetidamente en años sucesivos, especialmente, tras especializarse éste en el género de la comedia popular. Pero en 1950 el ex-divisionario Pedro Lazaga tenía unas intenciones autorales que no hacían presagiar la acomodación a presupuestos artísticos amparados en la comercialidad más descarada cual habría de venir, sino que pretendía ofrecer un cine inquieto y vigoroso, que provocó en la prensa especializada esperanzas de hallarse ante el alumbramiento de un director ambicioso y de fuste. Por su parte, “Hombre acosado” apunta maneras de cine negro americano si bien que mitigada su intensidad por la idiosincrasia española. De entrada, la narración explica cómo un inocente se ve envuelto e inculpado en los actos criminales de un delincuente sin escrúpulos cuya figura es digna de los mejores títulos del género. La elección de un Alfredo Mayo que tan sólo una década atrás había sido máxima estrella del cine nacional y arquetipo del héroe franquista (de hecho, había sido el alter-ego del propio dictador en “Raza”) para encarnar al malvado Fusot, un villano de alma tan negra como el peor maleante de los que pueblan clásicos del género como“Los sobornados” o “La jungla del asfalto” es un acierto pleno. Con total frialdad, hace que su chófer despeñe a un impedido Gérard Tichy para apoderarse de unos brillantes que trae ocultos en el hueco de sus muletas. Luego asesina a su amante (María Asquerino), por cuyos favores compite con Mario Berriatúa y deja su cuerpo de modo que señale la culpabilidad de su rival. Los amigos del protagonista, los juveniles Paquito Cano y Rafael Arcos, que una década más tarde van a popularizar su presencia en la televisión, y la joven ingenua que ayudará al héroe a probar su inocencia (la enigmática Anita Dayna, de brevísima carrera) son también idóneos para los papeles encomendados, como no lo es menos, María Asquerino, en un rol de mujer fatal muy similar al que representaba en otra película, también de tintes criminales, de ese mismo año, la interesantísima “Séptima página” dirigida por Ladislao Vajda (película que, por cierto, supuso la otra única actuación en el cine de la citada Anita Dayna). El papel de Valeriano Andrés, homologable con otros similares que representó en producciones norteamericanas Elisha Cook jr. es el de secuaz del malvado Adolfo Fusot (concretamente, su secretario) que ostiga primero y es vapulado después por el héroe.
Participando de la gloria de CIFESA
Un año antes de rodar la modestísima “Hombre acosado”, Valeriano Andrés intervino en la primera de cuatro superproducciones de la productora valenciana CIFESA, “La duquesa de Benamejí” (Luis Lucia, 1949), adaptación de José María Pemán y Ricardo Blasco de la obra en verso de los hermanos Machado “La reina de Sierra Morena” (1932), en el papel de teniente que secunda las acciones del marqués de Peñaflores, capitán de su ejército, que interpreta Eduardo Fajardo, el cual persigue al bandido Lorenzo Gallardo (interpretado por el popularísimo Jorge Mistral) quien ha secuestrado a la duquesa del título, encarnada por la hermosa Amparo Rivelles, estrella máxima de la productora que, en un doble papel, incorpora también a Rocío, la gitana que convive con los bandoleros que forman la partida de Gallardo. Al año siguiente, el actor madrileño participa en dos nuevos rodajes en los que representa una pequeña pieza en el engranaje de la maquinaria CIFESA. Se trata de dos nuevas superproducciones, ambas de lo más ambicioso que produjera nunca la empresa valenciana y ambas dirigidas por su más característico director, Juan de Orduña. Las dos películas contaban con la misma protagonista, la mítica Aurora Bautista, que se había convertido, merced al éxito de “Locura de Amor” en la mayor y más cotizada estrella de la casa. En la primera, estrenada en marzo, titulada“Pequeñeces”, Valeriano Andrés tenía un breve papel como cronista de sociedad el cual debía recoger los pormenores de la fiesta que un amanerado Félix Fernández había organizado en honor de la controvertida condesa de Albornoz, “Curra” (Aurora Bautista). El film, la adaptación de la novela del padre Coloma que supuso, por un lado, la primera aparición en pantalla de un infantil Carlos Larrañaga, y por otro, la primera mitad de un díptico con el que CIFESA hacía ostentación, al estilo de las grandes productoras hollywoodienses, de su poderío y pujanza. La segunda mitad, estrenada en septiembre del mismo año, lo constituyó “Agustina de Aragón”, un éxito popular todavía mayor que el precedente y que incluía, si cabe, un más numeroso desfile de astros de la pantalla hispana. En la epopeya dedicada a la catalana que se erigió heroína de los Sitios de Zaragoza, se reservaba para Valeriano Andrés un diminuto rol de capitán de coraceros de Napoleón, que recibía de Fernando Fernández de Córdoba la orden de interceptar al fugitivo Fernando Nogueras el cual se había apoderado de unos documentos militares decisivos para la suerte de la ocupación. El esplendente uniforme que lucía Valeriano Andrés en tan señalado y exitoso film, venía a suceder al no menos impecable que vestía en “La duquesa de Benamejí” y ambos fueron, como veremos en el próximo epígrafe, tan sólo eslabones de una larga cadena de ellos.
Valeriano, un hombre uniformado
Hasta situarse como especialista característico en el género cómico, nuestro protagonista de hoy se vio obligado a enfundar su desgarbada figura en un buen número de diferentes uniformes en breves intervenciones en otras tantas películas. Sin abandonar todavía la férula de CIFESA, en la que sería la última de sus superproducciones de tipo histórico, Valeriano Andrés aparece en un solo plano de “Jeromín”, intento de reverdecer el éxito de “Pequeñeces” dirigido por Luis Lucia y estrenado en 1953 que adaptaba nuevamente una novela del padre Luis Coloma y que ponía también en danza a un actor infantil, Jaime Blanch, quien, como en el caso del título precedente, Carlos Larrañaga, tendría continuidad en el futuro. La contribución de Valeriano Andrés a este melodramón que incluía las figuras de Carlos I (Jesús Tordesillas) y Felipe II (Adolfo Marsillach) se cifraba únicamente en una frase, que exclamaba vistiendo su uniforme de los Tercios, al ingresar el emperador en el palacio de Yuste, construido en el recinto del monasterio de los Jerónimos, para concluir en él sus días. “¿De qué nos sirven ya estas lanzas, si ya no pueden guardarle a él ?”pregunta, arrojando al suelo su pica, acción a la que se unían sus compañeros en un plano en el que ya sólo se veían las armas cayendo al suelo. De toda la película merece destacarse muy especialmente la creación que del escudero Diego Ruiz hace Antonio Riquelme, sencillamente sublime y absolutamente memorable, digna de figurar en las antologías.
En cuanto a otras intervenciones “uniformadas” de Valeriano Andrés, por citar los ejemplos que este burgo ha podido constatar, diremos que le encontramos caracterizado como miembro de la Guardia Civil en “Cerca de la ciudad” (1952, Luis Lucia), y, un lustro después, en “Amanecer en Puerta Oscura” (1957, José María Forqué). En ambas caracterizaciones persigue, con cierto tono calmoso y afable, a los malhechores amigos de lo ajeno. En la primera, un melodrama (bastante difícil de tragar, a pesar de su maravilloso reparto) en el que Adolfo Marsillach encarna a un sacerdote entregado a la loable causa de llevar la Fe a los deprimidos suburbios madrileños, Valeriano Andrés, acompañado por Francisco Bernal, le echa el guante a Juan (Ángel Álvarez), un ladronzuelo de cuantías algo por encima de la media usual en la barriada. En la segunda, una película del género de bandoleros, con guión de Alfonso Sastre que incluía apuntes no resueltos de crítica social y una lograda inspiración en el western, (muy diferente del film de Lucia antes mencionado, donde los bandidos forman una especie de jovial coro de aficionados capitaneados por un solista) el protagonismo corre a cargo de Paco Rabal, secundado por Luis Peña y el italiano Alberto Farnesse. En el film, que fue premiado en el Festival de Berlin de 1958 con un Oso de Plata para su director, Valeriano Andrés interpreta al cabo Alonso, quien persigue, de manera casi familiar, al bandido Juan Cuenca (Paco Rabal). También guardia civil, como defensor del Santuario de la Virgen de la Cabeza, junto al río Jandula, en “El santuario no se rinde” (1954, Arturo Ruiz Castillo), drama bélico de exaltación patriótica del bando vencedor de la Guerra Civil con Alfredo Mayo, Tomás Blanco y Carlos Muñoz como protagonistas, Valeriano Andrés encarna al típico soldado que, tras una escaramuza, hace un comentario casual para morir víctima de un disparo inesperado, muerte anecdótica que siempre impresiona mucho al público.
Antes de la producción de la prestigiosa “Amanecer en Puerta Oscura”, José María Forqué ya le había colocado a Valeriano Andrés en el bando opuesto (ideológicamente hablando). En “Embajadores en el infierno” (1956), una película que se había ofrecido en primer lugar al falangista José Antonio Nieves Conde y que entroncaba su inspiración dramática en “Traidor en el infierno” (Stalag 17, Billy Wilder, 1953), le encontramos como uno de los más crueles oficiales en un campo de concentración soviético en el que se las hace pasar canutas a los valientes divisionarios Antonio Vilar, Manuel Dicenta y Rubén Rojo, caracterizado con unas narices postizas y una perilla a lo Lenin.
En la vida civil, Valeriano no se libra de lucir más uniformes. Así sucede en “Aeropuerto” (Luis Lucia, 1953) una nueva producción CIFESA repleta de luminarias (una de las últimas la empresa de los Casanova ofreció al público) en la que interpreta a un piloto de unas líneas aéreas comerciales. Hasta en su último film, “Historia de un beso” (2002) José Luis Garci le viste de uniforme en un plano general en el que almuerza en familia, haciendo su papel del “tío Casimiro” del protagonista, un viejo militar comprensivo con la chiquillería.
Algo más ligero
En la proximidad de las sotanas, como en “Cerca de la ciudad” se encontró Valeriano en “El milagro de sacristán” (1953, dirección y argumento de José María Elorrieta), donde interpretaba el papel de un pescador de caña, uno de los escasísimos amigos de Tomás, el misantrópico sacristán interpretado por José María Lado en un poco habitual papel protagónico. Su breve intervención, dominada por el tono cachazudo y relajado que le caracteriza, consistente en “chinchar” amistosamente a Tomás para que reemprenda una antigua relación con Milagros Leal, constituye uno de los momentos más agradables del film.
En 1959, Valeriano Andrés se pone a las órdenes de otro director novel, nada menos que Mariano Ozores, que iniciaba con “Las dos y media …y veneno” una carrera que alcanzaría altísimas cotas de seguimiento popular y aproximadamente un centenar de títulos estrenados. Se trataba del primer proyecto que emprendía Cinematografía Hispánica SA (CI-HI-SA), la productora que la familia Ozores ponía en marcha con el loable propósito de obtener cierta seguridad económica en previsión de que su faceta estrictamente artística sufriera los eventuales reveses de la caprichosa audiencia. El rodaje de este primer film tuvo lugar en las Costas de Garraf, cercanas a la barcelonesa Sitges y se produjo bajo la dirección de Mariano Ozores porque su hermano José Luis, que era quien estaba originalmente destinado a realizar esa labor (según acuerdo alcanzado con los también hermanos, los distribuidores Luis y José García Ramos) convenció a éstos de que Mariano estaba perfectamente capacitado para ello y conseguía así, de paso, diversificar esfuerzos y fuentes de ingresos para la recién nacida productora. En los papeles principales, además de Peliche, estaba su hermano Antonio y su cuñada Elisa Montés (además de la hermana de ésta, Terele Pávez), recursos excelentes para confeccionar un buen reparto y asegurarse, además, que los sueldos de las estrellas no iban a ser un obstáculo para la salud económica del proyecto. Completaban el elenco Fernando Rey, Fernando Delgado y el siempre excelente Félix Fernández, además de Teresa del Río, esposa entonces de Adolfo Marsillach y madre de sus famosas hijas Cristina y Blanca.
La historia de “Las dos y media y …veneno” narraba los esfuerzos de dos hermanos, los personajes interpretados por Fernando Rey y Fernando Delgado, para obtener dinero por el procedimiento de simular la muerte de su tío, Félix Fernández. José Luis Ozores, secundado por su hermano Antonio, tiene que ocuparse de los servicios funerarios, ya que el padre de su novia (Teresa del Río) le ha montado tan fúnebre negocio como medio de vida, dejando así el puesto de gasolina de su tío (papel que interpreta Valeriano Andrés). Los líos que se desarrollan a vueltas con el presunto difunto que asusta a unos y otros paseándose ante sus espantados ojos suponen el fundamental mecanismo de comicidad de la película que, vista hoy, resulta escasamente divertida. No obstante,consiguió una clasificación del Sindicato del Espectáculo de 2ª B, que era poco, pero era algo y, por otro lado, las críticas fueron en general positivas (con la excepción de Miguel Pérez Ferrero “Donald”, que tenía recientes cuentas pendientes con Mariano Ozores de cuando éste era director de programación de TVE y que fue demoledor) y, en general, destacaron los originales títulos de crédito, en los que los principales protagonistas tenían que cantar una letra alusiva a la temática de la película. Fernando Rey conserva, a propósito de estos títulos, el recuerdo más vívido de este rodaje, en el sentido de que era incapaz de entonar correctamente. Valeriano Andrés contribuye a la confusión reinante en la parte final de la cinta, con las frases más divertidas, al presentarse inopinadamente en el domicilio del difunto que es un vivo, con el ánimo de pasar tan ricamente la velada. Cuando comprende que se ha quedado sin distracción exclama: “Esto no es serio. Cuando se viene a un velatorio, lo menos que deben poner ustedes es el muerto”. A lo que añade, poco después, por si no había quedada clara su decepción : “Un momento. Yo he venido con mucha ilusión al velatorio y ahora me salen con que no tienen ustedes ni muerto”. De su primera experiencia como director de cine (ya había sido realizador en TVE), Mariano Ozores recoge en sus memorias ( “Respetable público. Cómo hice casi cine películas”, Planeta 2002) que ésta le sirvió para desechar la idea de hacer un “story board”, toda vez que la confrontación de los dibujos previos con la realidad del rodaje le descorazonó de seguir con ella en lo sucesivo, definitivamente.
Con los mitos hispánicos
No falta en la carrera de Valeriano Andrés, contacto con los mitos más universales que ha dado España, cuales son Don Quijote, Don Juan y Di Stéfano. En relación al primero, tiene en su haber el anecdótico papel de barbero en “Don Quijote cabalga de nuevo” (1973, Roberto Gavaldón), junto a Cantinflas, Fernando Fernán-Gómez, María Fernanda d’Ocón, Alberto Fernández, María Luisa Ponte, José Orjas y Javier Escrivá (que representa a Cervantes). La película estuvo muy lejos de acercarse a la altura del mito invocado, aunque los integrantes del reparto no pueden ser responsabilizados del desaguisado.
La relación de Valeriano Andrés con Don Juan es mucho más directa, pues en la prehistoria de TVE, en 1959, encarnó al héroe de la obra de José Zorrilla, al lado de Maruchi Fresno y bajo la dirección de Juan Guerrero Zamora, en riguroso directo, como se hacía la televisión en aquellos tiempos del famoso Paseo de la Habana. En 1963, el papel que le reparten es el de Luis Mejía, pasando Ismael Merlo a encargarse del Don Juan. La doña Inés de esta versión, que dirigió Gustavo Pérez Puig, la hizo Maite Blasco. A propósito de la relación con el burlador de Sevilla, este burgomaestre pone en duda la versión que atribuye IMDB del mito con Javier Armet de protagonista (¡despropósito sumo!) datada en 1963 y que coloca a Valeriano Andrés en el reparto.
Por último, al lado de otro mito hispánico, el astro del balompié, el argentino Di Stéfano, encontramos a Valeriano Andrés en “Saeta rubia”, film dirigido por Javier Setó estrenado en 1956, en el que nuestro protagonista de hoy incorporaba un locutor radiofónico cuyo aspecto recuerda poderosamente la figura de Matías Prats (padre).
Muchas comedias en teatro y en televisión
Simultáneamente a sus intervenciones, de carácter secundario, en el cine, Valeriano Andrés desarrolló su labor en el medio radiofónico y, sobre todo, en el teatral, donde continuó de la mano de Modesto Higueras, pasando del grupo del TEU al Teatro Español. Con posterioridad, formó parte de las compañías de Manuel Dicenta, José Luis Ozores , Isabel Garcés , Carlos Lemos y José María Rodero. La mayor popularidad, sin embargo, dada su masiva difusión, se la brindó el medio televisivo. Desde sus inicios en España, como ya hemos mencionado antes, Valeriano Andrés tuvo presencia en la televisión, especializándose, claramente, en el género cómico. Las mejores prestaciones de su arte las ofreció siempre en comedias de Jardiel Poncela, como “Eloísa está debajo de un almendro”, “Cuatro corazones con freno y marcha atrás”, “Tú y yo somos tres” o “Carlo Monte en Monte Carlo”, de Pedro Muñoz Seca, como “La venganza de Don Mendo”, o de Miguel Mihura y Álvaro de la Iglesia, como “El caso de la mujer asesinadita”, o de Edgar Neville, como “Alta fidelidad”. Por espacio de unos diez años, durante la década de los sesenta, Valeriano Andrés supuso una presencia constante, al lado de compañeros como Luis Varela o Pablo Sanz en todos los espacios dramáticos de TVE, ya fueran éstos “Estudio Uno”, “Gran Teatro”, “Estudio tres” , “Teatro de Humor” o “Teatro de siempre”, además de numerosas “Novelas” y series como “Historias de nuestro pueblo” o, ya en los inicios de los años setenta, la serie de Alfonso Paso “El último café”. A título de ejemplo, de esta etapa televisiva, podemos citar el Estudio Uno emitido un martes trece de mayo de 1969, “De profesión sospechoso”, comedia de Alfonso Paso, que realizó Cayetano Luca de Tena y en cuyo reparto figuraban Luis Varela, Rafael Navarro, Valentín Tornos, Mary González, Álvaro de Luna, Magda Rotger, Verónica Luján, Ana Carvajal, Pedro Mari Sánchez y Ignacio de Paul. De unos años más tarde es la producción de un “Pequeño Estudio”: “Han robado al niño”, con guión original de Hermógenes Sainz y realización de Domingo Almendros. En ella, acompañaban en el cartel a Valeriano Andrés (que hacía el papel de alcalde) el “cura” Carlos García Lemos, un pobrecillo apodado “El lentejas”, que hacía José Sacristán (antes de convertirse en el icono de la transición gracias a las “asignaturas” de José Luis Garci) y un guardia municipal que interpretaba Alberto Fernández. En esta serie de relatos dramatizados de media hora de duración que se emitía por el UHF, “Han robado al Niño” contaba la sustracción de una figura de un valioso niño Jesús de un belén de una ermita y de cómo se resolvía el misterioso robo. Adecuadamente, el programa salió al aire en plenas fiestas navideñas, la víspera de Reyes (y no el día 3, como dice IMDB) de 1973, a las once y media de la noche.
En la década de los setenta, si bien con menor intensidad, las participaciones de Valeriano Andrés en la única televisión de España continuaron y tuvo intervenciones en series muy populares, como las protagonizadas por Sancho Gracia, “Los camioneros” y “Curro Jiménez” (en esta última, en un episodio muy especial, emitido el 20 de noviembre de 1977 titulado “Los desalmados” en el que más de uno quiso ver algo más que una mera coincidencia en la elección de la fecha, toda vez que el personaje de Valeriano Andrés resultaba ser una especie de dictador que se apoderaba por la fuerza de un pueblo al que lanzaba discursos desde su balcón, un poco en plan “caudillo”. Cuando justamente se celebraba el segundo aniversario de la muerte del tirano, el paralelismo era inevitable. Era la transición, y todo se interpretaba en clave política). Otra serie también muy popular en la que tuvo su participación nuestro protagonista de hoy fue la dirigida por Antonio Mercero y protagonizada por su compañero de mocedad en el TEU, José Luis López Vázquez, la serie original de Antonio Mingote, “Ese señor de negro”, concretamente, en el episodio titulado “La aventura”.
Culminando la década de los setenta, Valeriano Andrés protagoniza, en el papel de Juan Sebastián Plaff, una serie dedicada a los niños, “La mansión de los Plaff”, que contó con la realización de Miguel de la Hoz y los poemas de Gloria Fuertes. En el reparto, María Fernanda d’Ocón, María Luisa Seco, Francisco Racionero y Violeta Cela.
Y muchas comedias también en el cine
Si en la televisión y el teatro, Valeriano Andrés fue asentando su personalidad en el terreno de la comedia de forma claramente predominante, en el cine esta especialización puede constatarse de forma aún más clara. El cine popular en la España del desarrollismo apuesta por un género de comedias amables, moralistas y sencillas, hoy claramente desfasadas, que sólo merecen preservarlas del olvido por la profesionalidad de sus intérpretes, que echaban mano del “oficio” para sacar adelante guiones a menudo imposibles. Como por ejemplo, el de “Escuela de seductoras”, debido a José María Elorrieta y José Manuel Iglesias, film dirigido por Leon Klimovsky que se estrenó en 1962. En el curso de su metraje, hallamos que el arquetipo de Valeriano Andrés en este tipo de comedias populistas del desarrollismo queda definido “científicamente” por Mary Carrillo en su papel de Lisistrata Pérez cuando, en una secuencia en la que la directora de la academia de seducción a la que se refiere el título se lleva a sus alumnas Conchita Bautista, Susana Canales, Marta Padován y Gracita Morales a hacer una práctica sobre el terreno y escoge a un señor de mediana edad que lee el periódico como víctima propiciatoria para que la pizpireta Conchita Bautista ponga a prueba sus recién adquiridos conocimientos, se refiere a él como “un hombre de la clase vulgaris, grupo primero”, y la alumna aventajada seleccionada para provocar la desazón del calvo conejo de indias apostilla “subgrupo C”. La película, aparte de la rareza que representa su conexión con el mundo clásico por la vía de Aristófanes, no dejaba de ser un remedo de las comedias “tri-protagonizadas” de Pedro Lazaga entonces en boga, y padecía la torpeza inherente a la dirección de Klimovsky (más sangrante en el exigente género de la comedia) pero se beneficiaba de la presencia de , por ejemplo, Ismael Merlo en un papel relevante. Contenía, además, la curiosidad de la presencia de Jorge Martín (internacionalmente conocido como George Martin) en el papel del futbolista “Cachito”, estrella del Real Madrid en la ficción, a quien persigue una siempre destacable Gracita Morales, quien tiene un su haber una de las pocas frases con gracia de la película: “Yo me llamo Filiberta, aunque de eso no tengo la culpa”.
Leon Klimovsky volvió a dirigir a Valeriano Andrés en “Los hombres las prefieren viudas” (1970), otra comedia de fondo amargo, tristón y fúnebre, propio de la falsa alegría que se instauró en los años del tardo-franquismo y que citamos a propósito de la entrada dedicada a Tomás Blanco. En ella, el actor madrileño, desempeña el típico y agradecido papel del representante de la autoridad (en este caso un comisario) que se tiene que enfrentar con un nutrido grupo de personajes que han protagonizado algún lío, que no acaba de entender. Concretamente, el enredo consiste en la simulación de un crimen y de la supresión del falso cadáver. Cuando se presenta en la comisaría el presunto asesinado, Juanjo Menéndez, Valeriano le espeta una pregunta de difícil respuesta: “¿Y usted, por qué no está muerto?”
Por su parte, Pedro Lazaga, olvidadas ya sus veleidades de juventud, apuesta decididamente por este género de cine de consumo, en el que frecuentemente encontramos a Paco Martínez Soria. Como sabemos, el director nacido en Tarragona, conoce a Valeriano Andrés desde sus comienzos profesionales y confía plenamente en su capacidad, por lo que lo llama reiteradamente y le reparte papel en tres films con el cómico aragonés: “Abuelo made in Spain” (1969), “El abuelo tiene un plan” (1973) y “Estoy hecho un chaval” (1977), pero no son estas las únicas ocasiones en las que el actor madrileño comparte la pantalla con Martínez Soria, pues también coinciden en “Don erre que erre” (José Luis Sáenz de Heredia, 1970). No concluyen en los títulos con el protagonista de “La ciudad no es para mí” las colaboraciones de Valeriano Andrés con Pedro Lazaga, se extienden también al dúo de películas que éste dirigió sobre guiones suyos y de Luis G. De Blain (del que algo dijimos en la entrada sobre Ángel Picazo) que adaptaban comedias de Enrique Jardiel Poncela, “Las siete vidas del gato” (1970) y “Blanca por fuera, rosa por dentro” (1971) pues contaban ambas con la actuación de Valeriano Andrés, que, significativamente, era el único intérprete destacado que repetía al lado de su protagonista, Esperanza Roy. No hablamos, ciertamente, de las mejores comedias de Jardiel. Corresponden a su postrer periodo y no son especialmente distinguidas. De la primera, subimos una foto en la entrada dedicada a Rosanna Yanni y hacemos hoy lo propio con la segunda, colocando junto a estas líneas una imagen en la que podemos apreciar la caracterización de Valeriano Andrés como “Fonseca” uno de los doctores ineptos y estrambóticos que Jardiel gustaba de crear para sus juguetes cómicos. El actor aparece flanqueado por el poco convincente Pepe Rubio y el siempre brillante López Vázquez. Los tres se inclinan ante la desvanecida y estupenda Esperanza Roy (¡¡y quien no!!)
Valeriano Andrés, un actor al que este burgomaestre nunca podrá retribuir la diversión proporcionada, especialmente, desde la pequeña pantalla, con una trayectoria tan abultada como digna, que consiguió con sus desmañados gestos excelentes interpretaciones en todo tipo de ficciones, tuvo su epílogo artístico en “Historia de un beso”(2002), película que, como todas las últimas de José Luis Garci, reserva, en el capítulo actoral, algún momento que sirva de homenaje a los actores veteranos y venerados, como lo fue el bueno de Valeriano. Su frase, dirigida a los niños de la película quizá no pasará a la historia por su contenido (una de esas cosas sentimentales que tanto le gustan al director madrileño), pero quedará en la memoria del espectador por el modo en que está dicha.
Y un enigma:
Según la filmografía de Valeriano Andrés que se puede consultar en IMDB, éste interviene en “Historias de la Televisión” (1965) y, efectivamente, en los títulos de crédito del film, figura en el reparto, el cual está escrito por orden de intervención. Lo sorprendente es que, realmente, el actor no aparece en la película. Una posible explicación a este enigma sería que su papel se cortó en la sala de montaje y que esta decisión se debió tomar con posterioridad a la confección de los títulos de crédito. Otra posible explicación sería que , por increíble que parezca, fuese confundido con Manuel Gas, quien efectivamente aparece al lado de José Orjas y Adrián Ortega formando con ellos el triunvirato rector del certamen internacional de canción moderna en el que quiere participar la bellísima Concha Velasco. Como se puede comprobar, siguiendo el orden de intervención en que figuran los integrantes del reparto en los títulos de crédito es su nombre el que debía estar en el lugar del de Valeriano Andrés. Anécdota esta significativa quizá de hasta dónde puede llegar la falta de rigor en todo lo que se refiere a la cultura popular y dónde se encuentra la raíz de las dificultades que acechan a quien pretenda estudiarla.
Bibliografía: Libros manejados no citados en el texto ni en entradas anteriores:
“José Luis Ozores. La sonrisa robada”, César Combarros Peláez. 48 Semana Internacional de Cine Valladolid 2003.
“José Luis López Vázquez. Los disfraces de la melancolía”, Eduardo Rodrígez. 34 Semana de cine Valladolid 1989.
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