Seis centenarias españolas en busca de autor
Habla
Priscilla Steinberg, empleada de la limpieza en las oficinas del semanario “Filstrup
Magazine”: “Siento que no te guste Viena”, eso es lo único que oí claramente
cuando entré en el despacho del redactor-jefe la otra noche, sin llamar. Habían
cortado el agua y no podía fregar, así que pensé que podía marcharme a casa
antes. No sé si esa frase tendrá algún significado. Supongo que sí. Siempre lo
tienen.
Habla
Orville Drythroat, mozo de los recados en el “Filstrup Magazine”: Últimamente
anda el hombre desconocido: destartalado, irritable, alterado, con el porte
desvencijado y emitiendo órdenes contradictorias con voz tonante. Abre la
puerta de su despacho, relincha como un viejo garañón desahuciado y se vuelve a
encerrar dejando a todo el mundo atónito y desconcertado. Creemos que se ha
enamorado y eso a su edad, claro, suele ser fatal.
Habla Al
Kupersmichdt, redactor jefe del “Filstrup Magazine”: Jamás permitiría que mi
vida privada interfiriera en el desempeño de mi trabajo en la revista. Lo es
todo para mí. Ando mal de sueño, nada más. El caso es que el reportaje que
propuse a los redactores y que tanta extrañeza les produjo, es una idea genial,
intachable. Puede que sorprenda un poco que les sacara de sus mullidos lechos para
que se pusieran inmediatamente manos a la obra, pero es que las buenas ideas no
se deben dejar enfriar porque, inopinadamente, pueden volverse pestíferas... ¡Por
todos los diablos! Juzguen ustedes si valió la pena interrumpir el sueño de esa
panda de zánganos abotargados. Pasen y lean.
Seis centenarias españolas (reportaje del Filstrup
Magazine):
Esta
misma semana se ha hecho público que las compañías de seguros de este país
hacen ya previsiones en el sentido de que sus clientes pueden intercambiar
oxígeno por anhídrido carbónico durante ciento cincuenta años sin despeinarse. La
idea de que la vida humana está limitada a un corto periodo de tiempo empieza a
diluirse lentamente y no es descabellado imaginar (con angustia) que Mick Jagger
llegará a pasarse más de cien años cantando “Satisfaction”. Así las cosas, el
dato que proporcionaron recientemente los científicos de una universidad del
Reino Unido que fechaba el momento en el que la Tierra dejaría de ser habitable
en un punto del futuro distante entre diecisiete mil doscientos millones y
treinta y dos mil setecientos millones de años, empieza a resultar preocupante.
Hay que prepararse concienzudamente para tan traumático choque y con tal
motivo, esta revista ha seleccionado, como embajadoras de ese futuro en el que
todos tendremos que soportar la extenuante carga de la existencia durante
siglos, a seis mujeres cuya vitalidad les ha llevado a superar la centuria y a
hacerlo con extraordinaria y loable lucidez. Helas aquí.
Doña Benita Medrano, de Ávila (108 años): nos recibe doña Benita, con sus
ciento ocho años blancos cubiertos con un pañuelo negro, y bien pronto nos
espeta: “Menos homenajes y más dinero”. Encontramos la actitud de la abuela abulense
poco amistosa, pero disimulamos y preguntamos gentilmente:
-¿Cuál
es el secreto de su longevidad, doña Benita?
-¿Secreto?
Mi secreto radica en que no me intereso por nada ni por nadie. Por mí se pueden
ir todos al infierno. El desprecio me ha permitido llegar hasta aquí y pienso
seguir enterrando a todo hombre, animal, vegetal o mineral que me he encontrado
en mi perra vida.
Besamos
los puños de la blusa de doña Benita y nos alejamos de su covachuela con una pregunta
todavía:
-¿Cuál
es su verso favorito de una canción?
Sin
vacilar, Doña Benita contesta:
-“Soy
una roca, soy una isla”- Y da un portazo que resuena a nuestras espaldas.
Doña Dolores Rodrigo, de Villamarchate
(Valencia) (100 años): Encontramos a doña Dolores dando cuenta de un suculento y bien
cumplido plato de fabada, lo que nos produce no poca maravilla y envidia. La
anciana no convida y nos dirige una mirada interrogativa llena de manchas. Tras
tratar de quitarle las manchas con un pañuelo, hacemos la primera pregunta:
-¿Es
difícil envejecer?
Encogiéndose
de hombros, doña Dolores Rodrigo replica:
-A base
de fabada es más fácil, pero, en general, envejecer no tiene ningún misterio.
Uno empieza a hacerlo sin darse cuenta, cuando tiene la vida llena de recuerdos
y vacía de ilusiones. Los años lo hacen a uno más viejo, pero no más sabio.
-¿Cómo,
doña Dolores, la experiencia de la vida no lo hace a uno más sabio? –repreguntamos,
inquisitivos e incisivos.
- Pues
no, rapazuelo. Los años te hacen más lento y eso, quizá, te haga parecer más
listo, pero es sólo una falsa impresión.
- ¿Cuál
es su verso favorito de una canción? –preguntamos para finalizar y para huir
del olor mareante a fabada.
- “Vivir
es fácil con los ojos cerrados, ignorando todo lo que ves”
Doña Josefa Zaballa, de Talledo (Santander)
(113 años): A
doña Josefa no podemos encontrarla fácilmente porque va vestida con la misma
tela con la que confeccionó las cortinas, el forro del sofá y el mantel de la
mesa camilla del gabinetito en que nos recibe. Al fin vemos aparecer su
arrugada carita en un punto que parece flotar a un metro y treinta y cinco
centímetros del aire. Como parece que no hay merienda a la vista, preguntamos
sin preámbulos (y sin picatostes):
-
¿Ha trabajado usted mucho, doña Josefa?
-
¿Trabajar? Llevo noventa años pluriempleada. He labrado la tierra, he
conducido rebaños por la meseta, he arrancado negro carbón de las entrañas de
la tierra, he parido dieciséis veces (tres de ellas, partos múltiples), he
criado a mis veinticuatro hijos y a media docena de hijos ajenos que pasaban
por allí, he regado, sulfatado, desbrozado y roturado campos de fresas y de
trigo, he sido veterinaria rural y crítica musical en mis ratos libres (que,
debo admitir, no han sido muchos).
- ¿Y ha valido la pena, doña Josefa?
- No.
-Gracias, doña Josefa. Díganos ¿cuál es su
verso de canción favorito?
-“Ella dijo: yo sé lo que significa estar
muerta”
Dejamos a doña Josefa sumida (y consumida) en
una confortable depresión.
Doña Dolores
Herranz, de Corduente (Guadalajara): Sale a recibir Doña Dolores a la puerta de
su casita, muy arreglada, con un gran tiesto de geranios sobre el moño. Es
coqueta y se le nota porque lleva una falda corta y un escote largo. Enseguida
nos pide que la llamemos Lola o Loita y lo hacemos con mucho gusto. Nos invita
a probar unos cangrejos, manjar del que se alimenta regularmente y que ella
misma se procura al pescarlos con las manos en los ríos de la región.
-Usted que ha vivido tanto…Díganos ¿cuántos
años ha vivido, de verdad, a lo largo de su existencia?
- ¿Vivir de verdad? Pues todos, hijo, todos…
Bueno, creo que estuve muerta una hora y media, viendo una película de
Antonioni.
-¿Se considera usted una persona vitalista?
-Sí, rotundamente, y mataré a quien trate de
hacerme decir lo contrario. A mis años, ¿sabe, joven? todavía tonteo con los muchachos de los Testigos
de Jehová que salen los domingos a embaucar incautos. Me divierte enormemente
hacerles enrojecer hasta la raíz de los cabellos.
- ¿Cuál es su verso de canción favorito?
- “Si no puedes estar con quien amas, ama a
aquel con quien estás”
Doña María Coego,
de Merlín (Pontevedra)(106 años): Hallamos a doña María enfrascada en la tarea
de limpiar su winchester “Yellow Boy”, de 1866, una hermosa pieza de su
colección de armas de fuego, de la que se muestra justamente orgullosa. “La
vida no es fácil, ni cómoda”, nos hace saber, en cuanto nos ve aparecer.
Tragamos saliva e iniciamos nuestra intervíu:
- - ¿Cuántos años de su larga vida ha vivido usted, de verdad?
- - He trabajado mucho… Todavía trabajo “en negro” para completar mis
ingresos. Tengo una pensión de mierda ¿A qué se refiere con eso de vivir “de
verdad”?
- - Pues… ¡a disfrutar de la maravillosa experiencia que es la vida, doña
María!! –replicamos con nuestra más radiante sonrisa.
- -¡Ah, eso! -Medita unos instantes, agita la mano ante sí
como para apartar algún pensamiento inconveniente y concluye-: Juntando todos
los buenos momentos, habré vivido unos cuarenta o cuarenta y cinco minutos.
- -¿Le habría gustado vivir más?
-
-Sí, claro. Me habría gustado llegar a la hora, por lo menos.
-
Y ya para terminar, doña María, díganos cuál es su verso favorito de
una canción.
-
“Ten cuidado con la tristeza; puede golpearte, puede herirte”
Doña Gregoria
Aparicio, de Torrepacheco (Murcia), (114 años): Hemos dejado para el final a doña Gregoria
por tratarse de la decana del grupo y porque en Torrepacheco vive una prima
hermana del fotógrafo del reportaje, muy querida por él. Doña Gregoria se pasa
el día acostada en una enorme cama con dosel, consultando folletos de agencias
de viajes, mapas de carreteras y viejos volúmenes de “Vistas pintorescas del
mundo”.
-Me pirro por viajar –nos explica-. Nunca he
salido de estas cuatro paredes.
La revelación nos deja algo turulatos y así
lo manifestamos.
-No se sorprendan tanto. Cuando era jovencita
no se estilaba que las mujeres tuviéramos la autonomía de que ahora
disfrutamos. Me acomodé y hasta hoy no he visto el momento de salir de aquí. La
puerta está ahí, las maletas están hechas, pero ¡a ver quién es el guapo que se
va ahora, a mis años! Total, ya para lo que me queda en este mundo…
-No diga eso, doña Gregoria, usted todavía
nos tiene que dar mucha guerra…
- ¡No diga majaderías, joven!- nos regaña la
ancianita-. Me voy al otro barrio sin haber visto mundo, sin conocer nada más
que lo que he visto en estos papeluchos. Es un asco.
-¿Cree usted, doña Gregoria, que si hubiera
viajado más habría sido más feliz?
-Creo que para disfrutar de la vida,
mozalbete, hay que desear siempre otra cosa, algo que no se tiene. Querer estar
en otra parte distinta de donde se está es fundamental ¿Comprende?
Examinamos la habitación en la que nos
encontramos y convenimos:
-¡En su caso, desde luego que sí! –Sin darle
tiempo a reflexionar sobre el desaire, le hacemos a doña Gregoria la pregunta
de rigor, que ha sido común a todas las entrevistadas-. ¿Cuál es su verso favorito
de una canción?
Doña Gregoria no vacila un instante:
- -“El trigo entre “toas” las flores ha “elegío” a la amapola y yo elijo
a mi Dolores, Dolores, Lolita, Lola.”
Cerramos nuestro cuaderno de notas y dejamos
a doña Gregoria con sus viejos sueños de viajes nuevos. Desde su cama con dosel
todavía nos dice algo a modo de despedida:
-El próximo reportaje me lo harán en Marte,
ya lo verán.