La insólita propuesta (Tarzán antes de Gordito)
En su calidad de ingenuo soñador incorregible, Gordito Relleno ha dispuesto de algunas ocasiones para ver realizados sus deseos más impensables. Muestra de ello lo era aquella historieta que reprodujimos en este weblog procedente de un Extra de Vacaciones de Pulgarcito 1967. Allí una medicación le permitía a Gordito seleccionar los sueños a su gusto. En esta ocasión que comentamos hoy, en el Extra de Verano de Din Dan del año 1969, la compra por correo de una lámpara maravillosa le permite realizar el deseo de verse convertido nada menos que en Tarzán de los monos, el rey de la selva.
Difícilmente cabría imaginar una selección más inadecuada para encarnar al mítico personaje creado por Edgar Rice Burroughs (allá por 1912) que el buenazo de Gordito Relleno. Y eso que Johnny Weismuller, al final de su carrera, presentaba una generosa cantidad de tejido adiposo, pero claro está, eso le estaba permitido porque para la mayoría del público él era Tarzán (y acabó siéndolo también para sí mismo, por cierto).
Adoptar la personalidad del hombre mono no parece un objetivo al alcance de la oronda creación de Peñarroya. En realidad, Gordito defrauda todas las exigencias del puesto. Ni el aspecto, ni los requerimientos físicos pueden ser satisfechos por la apariencia ni las prestaciones del señor Relleno. Tampoco la capacidad de comunicarse con los miembros del reino animal es una facultad de la que pueda hacer gala el globular personaje, quien carece también de la regia majestad de Lord Greystoke y de sus dotes de mando.
Nada que ver con la altiva y elegante presencia del Tarzán de Hal Foster, que maravillara a un infantil Ray Bradbury, ni con la perfección anatómica del plasmado por Burne Hogarth, ni con la atlética presencia del olímpico Johnny Weismuller, astro de la pantalla desde su debut en la serie para la MGM en la película dirigida por W. W. Van Dyke “Tarzán de los monos” (1933) hasta su declive y despedida definitiva amparado por la modesta RKO en la “Tarzán y las sirenas” (Robert Florey, 1948). Ni siquiera con el primer marido de Tita Cervera, el felliniano Lex Barker o con el primer Tarzán fílmico, el archimelenudo Elmo Lincoln.
La historieta
La lámpara maravillosa tan sólo le ha costado a Gordito doce pesetas y algunos céntimos. Es un precio realmente módico por ver tus sueños realizados, una verdadera ganga. Como lo barato sale caro (según nos enseñaron nuestras madres y abuelas) la fantasía resultante no es del todo satisfactoria. La experiencia tarzanesca resulta un fiasco.
Gordito, arranca su aventura con la mejor voluntad, siendo consciente de que encarnar al héroe de la jungla no es tarea fácil y de que tiene ilustres predecesores, pero a lo largo de dos páginas incurre en todos los errores posibles: choca contra un árbol al lanzarse en liana, es capturado por una tribu de antropófagos sonrientes (no del todo salvajes, pues puede verse uno de ellos esperar el plato de Gordito pertrechado con cuchillo, tenedor y servilleta, sentado a una mesa con mantel), y tropieza con un león, un rinoceronte y cae sobre un búfalo; huye de un cocodrilo y tan sólo sale airoso del enfrentamiento con una serpiente de cascabel (que, por otra parte, no debería estar allí, en el África misteriosa).
Ante una sucesión de fracasos tan meticulosamente completa, no es de extrañar que la lámpara maravillosa termine en un montón de basuras. Gordito, como todos los soñadores incapacitados para la acción, cuando se enfrenta a la realidad, acepta la derrota.
Peñarroya hace gala de su depurado estilo ofreciéndonos una visión muy estilizada de la jungla y de sus pobladores. Las lianas parecen serpentinas adornadas de confeti, los indígenas, alegres figurantes de una revista y los animalitos, arrancados de una edición infantil de las fábulas de Esopo.
Tarzán después de Gordito
En el año de publicación de la historieta comentada TVE anunciaba la emisión de la primera serie de televisión sobre el personaje, de la productora estadounidense NBC, protagonizada por Ron Ely, quien años más tarde incorporaría para la pantalla otro personaje mítico de la literatura “pulp”, Doc Savage, de Lester Dent. Las nuevas hazañas del héroe selvático para la pantalla casera conocieron varios remontes y refritos que la transportaron, a partir de su emisión en 1970, a la gloria de las salas cinematográficas españolas.
De ese mismo año es el Tarzán hispánico y absolutamente casposo y delirante “Tarzán en la gruta del oro”. Un año antes, se estrenaba la versión femenina del mito“Eva en la selva”, coproducción hispano-yanqui con actores característicos de campanillas y una “tarzana” que quitaba el hipo...
Tras este arranque espectacular en el que el mito recuperaba fuerza en el favor popular, su ímpetu decayó grandemente a través de los desérticos años setenta, hasta hacer recaer sobre sus anchos hombros la versión “respetuosa” con la novela original “Greystoke, la leyenda de Tarzán el rey de los monos”(1984), de Hugh Hudson (sin parentesco con el personaje de Gosset), con el hoy olvidado Christopher Lambert como protagonista. En la misma década (1981) ya había tenido que apechugar (nunca mejor dicho) con el “tratamiento Derek” en el ignominioso film “Tarzán, el hombre mono”, con la inexpresiva Mujer Diez como reclamo (ineficaz, por cierto). Por último, Tarzán recuperó algo de su antigua popularidad con la versión en dibujos animados de la factoría Disney, pero la gloria de la inmortalidad del trapecista de las lianas hacía décadas que había perdido su brillo original.
Nota: la viñeta de Harold Foster proviene de la edición de una plancha dominical de 1932, tomada de la edición de 1994 de Ediciones B; la de Burne Hogarth es de una plancha domincal de 1942, tomada de la edición de 1987 de Editorial Complot SA; el cartel de "Tarzán y su compañera" (1934) está tomado de una revista cinematográfica ya desaparecida y cuyo nombre no recuerdo (anoto que esta sensacional película la dirigió el Director Artístico (una especie de escenógrafo) Ceddric Gibbons, sin que su cualidad narrativa se resintiera en absoluto); el cartel de la película de Manuel Caño está tomado de la enciclopedia del cine Buru Lán, concretamente del fascículo dedicado a Tarzán escrito por Terenci Moix y publicado en 1972, lo mismo que la foto del Tarzán televisivo; la foto de la película "Eva en la selva", del británico Jeremy Summers (un especialista en temas pulp, con algunos episodios del Santo y alguna entrega de Fu Manchú en su haber) está tomada del catálogo de Uniespaña de 1969.
NOTA2: en el TP en el que encontré el anuncio del próximo estreno en TVE de la serie de Tarzán aparecía también una pequeña noticia apuntando los insistentes rumores sobre la boda de Rocío Dúrcal con el exbrinco Júnior. A pesar de que nada tiene que ver con el tema de este weblog (o lo que sea), la presencia de la actriz y cantante recientemente fallecida en esta entrada me ha parecido pertinente pues así lo ha querido la Casualidad, soberana máxima y plenipotenciaria. Además, que si bien su trabajo tal vez no complugo a los paladares más exquisitos también es verdad que procuró alguna diversión y solaz a la gente y también despertó algunas sonadas pasiones. Va por ella.