Vida conyugal sana
Desde el inicio mismo de su existencia, pocas instituciones han sido tan vilipendiadas y vituperadas como la del matrimonio. Y sin embargo, alguna virtud debe tener cuando todos los sectores de la sociedad que lo tienen vedado se afanan en conquistar el derecho de contraerlo. Sus innumerables detractores (significativamente, en su mayoría, personas casadas) lo consideran una institución contra-natura que coarta la libertad fundamental del ser humano y que destruye todo atisbo de, llamémoslo así, creatividad sensorial o sentimental. Y no se puede negar que el matrimonio pone ciertos límites a facetas fundamentales de la vida humana, pero no es menos cierto que, como sucede en tantos otros ámbitos, es una mala práctica la que echa a perder lo que era una buena teoría. Un mal uso del matrimonio es lo que lo convierte en el rollo que la mayoría de la gente cree que en realidad es.
El conjunto de las historietas Bruguera, como toda obra de ficción bien hecha, es una guía utilísima para la vida. En sus viñetas podemos hallar muy provechosas enseñanzas sobre los temas que cotidianamente colman nuestros desvelos. Y el máximo exponente de esta vertiente de difusión de psicología de uso doméstico fue, sin duda , el gran José Peñarroya. El creador de Gordito Relleno basó su humor, con predilección, en la observación de las contradicciones e hipocresías de las personas, particularmente, representantes de la clase media española. Su radiografía del matrimonio medio lo constituyen los centenares de historietas de Don Pío, una obra de una clarividencia y unas dimensiones tales que por sí sola explicaría una gran parte de la historia reciente de los españoles, si no fuera porque, más aún que eso, las historietas de Don Pío, en la medida de sus alcances, explican la naturaleza humana en su conjunto.
Un matrimonio bien avenido
Una buena convivencia es el secreto que cabe desentrañar para definir la buena marcha de un matrimonio y para mantener esa buena convivencia es menester alcanzar acuerdos tácitos sin necesidad de entablar ásperas negociaciones. Don Pío y Doña Benita son consumados maestros en el arte de convivir, como demuestran sus casi tres décadas de vida conyugal. Mas toda idílica situación está expuesta a las acechanzas de mil peligros. En el caso de los matrimonios, estos vienen representados, casi siempre, por influencias externas.
¿Cuántos felices matrimonios no habrán arruinado las ingerencias de los amigos? Aparentemente bienintencionados, los consejos de los amigos en cuestiones conyugales suelen ser, más bien, manifestaciones de envidia bien disimulada. Aunque en el caso que nos ocupa, la amiga de Doña Benita parece absolutamente sincera (la expresión soñadora que Peñarroya le coloca cuando se refiere a su marido es desarmante), en la vida real, este tipo de informes suelen ser hijos de la envidia. Supongamos, pues, que así se trate, en este caso, que fue expuesto a la luz pública en el Tio Vivo número 68 (segunda época), el 25 de junio de 1962. Allí vemos cómo la amiga de Doña Benita, envidiosa hasta la raíz del pelo de la felicidad de ésta, le viene con el cuento de que a su marido le aumentó la vena “sentimental” la visión de una película romántica. A lo que este burgomaestre habría repuesto: “¡Falacias!”, la ingenua Doña Benita no pone la menor objeción y lo acepta a pies juntillas, perdiendo el mundo real de vista, con lo que sin demora ninguna se apresura a poner en práctica el consejo, bien obnubilada ante la ideación de su Pío transformado en un amante fogoso de sensualidad exacerbada. El pobre Don Pío paga las consecuencias. Cuando llega reventado del desempeño de su proba labor, suspirando por una opípara cena, se encuentra con un panorama desalentador: ni rastro de cena y , en su lugar, una rauda sesión de cine. Lo peor, sin embargo, está aún por llegar. Después de la película, en la que se incluía una escena amorosa especialmente inspiradora, llega el momento de emular a los astros de la pantalla en el terreno de la verdad. A Don Pío le fallan las fuerzas por falta de alimentación y el experimento amatorio se culmina con un sonado fracaso y miembros y testas vendados. Reaparece la amiga para comprobar el resultado final de su recomendación y cosechar el éxito de su empresa: Don Pío y Doña Benita, a quienes en realidad detesta cordialmente, disimulan en vano: queda patente que no están para esos trotes.
Este relato de un tropezón en la plácida y casta convivencia de Don Pío y su esposa tiene, evidentemente una segunda lectura de carácter sexual que este burgomaestre, pudoroso como todos los burgomaestres de bien, no va a explicitar. La significativa mención del “armario” en la viñeta final da la clave de una lectura “para adultos” de la historieta. Peñarroya luce una habilidad extraordinaria para tratar temas del interior de un matrimonio sin necesidad de mostrar ni una leve sombra de nada que pudiera motivar la intervención de la censura. El subterfugio de la pirueta romántica, ese alarde de vigor físico masculino del tradicional trasponer el umbral nupcial con la novia en brazos del novio, es perfecto para disimular una anécdota sexual a la que se le hubiera podido tildar de escabrosa. El hecho es que la rutinaria vida sexual del matrimonio de los Pío (como corresponde a tan santo nombre) no alcanza para más que, al cabo de los años, tener un sobrinito. La cama es un mueble que, como vimos en la entrada “Dos encama-dos”, sólo se emplea para dormir o para permanecer insomne. No es extraño, pues, que Doña Benita se entusiasme ante la perspectiva de mejorar la situación siguiendo el cinéfilo consejo de su amiga. Lamentablemente, el confortable equilibrio en el que descansa su convivencia con su marido, cuyas únicas tensiones existenciales radian en el exceso de trabajo de él y en el deseo de adquirir nuevos modelitos y (en un plano de idealidad) un abriguito de visón de ella, se ve truncado de forma traumática (con traumatismos diversos) por lo que se revela inviable el cambio de tipo de relación. Don Pío, de lo que tiene verdaderas ganas, es de comerse una tortilla “con muchas patatas” y no de ponerse a dar saltos de tigre sobre su santísima esposa.
Como en todas las historietas del maestro Peñarroya, pasma la capacidad expresiva de sus elementales dibujos. Sus muñecos, creados a partir de trazos simplistas, poseen una profundidad psicológica extraordinaria, que se transmite al lector de forma diáfana e inequívoca. Prácticamente, magia. Uno puede detenerse a mirar estos rostros sabiamente dibujados con elementos básicos y tratar de descifrar dónde radica el misterio. ¿Cómo es posible, con unos pocos circulitos y unas breves rayitas, producir tantas y tan logradas expresiones? Siendo un genio, sin duda. En este sentido, es antológica la viñeta que muestra el público asistente a la proyección de la película. Difícilmente se pueden incluir más variadas ni más matizadas expresiones faciales, con un estilo tan simple, en menos centímetros cuadrados.
NOTA:Es verano y hace calor. La conjunción de estos dos factores mina la férrea voluntad de este burgomaestre que se derrite apabullado de este lado del ordenador. Las viñetas se emborronan ante su vista y redactar cualquier texto, incluso con su chapucero estilo, se convierte en una misión imposible. Por eso este burgomaestre anuncia que se toma un respirito a la orilla del mar, para despejarse un poco y regresar con renovados bríos más pronto o más tarde. Probablemente, bastará con una semana. Como preámbulo al periodo vacacional y, al mismo tiempo, como despedida, este burgomaestre cuelga una página especial del Extra de Vacaciones de Pulgarcito de 1964 obra del gran Escobar, en la que los dibujantes y sus personajes interaccionan en plena canícula. Destacamos el cariño que por los compañeros sentía el autor de la página que se desprende del trato que les dispensa. Con especial acento en ese “muchacho” dedicado a Vázquez, a quien Escobar forzosamente debía ver como un chaval, dado que eran compañeros desde hacía ya diecisiete años y era precisamente, con esa edad, que el creador de Carpanta había conocido al creador de las hermanas Gilda. Asimismo, cuelgo aquí al lado la portada, debida al lápiz de Peñarroya, del mismo Extra, en la que destaca (como solía ser habitual en las portadas de este dibujante) la esférica figura de su Gordito Relleno. El chapuzón en esa piscina con todos los personajes de Pulgarcito apetece una barbaridad, francamente.
Y para los que, como este burgomaestre, vayan a tomarlas ahora, pues: "Buenas vacaciones, amigos". Para los que se queden por aquí (este aquí que es ahí), será hasta dentro de diez días, más o menos.