Medio siglo es un largo periodo para los parámetros humanos. Tiempo más que suficiente para que se sucedan los gobiernos, los modelos de Estado y para que se produzcan rebeliones militares que devasten una nación y derroquen la legalidad. Entre el Sant Jordi de 1928 y el de 1978, transcurrieron cincuenta años en la vida catalana marcados por acontecimientos decisivos y, por desgracia, en muchas ocasiones, atroces. Pero las tradiciones tienen eso, que se mantienen no importa el alcance de los acontecimientos producidos. Sin embargo, hasta las tradiciones más firmes (y en Catalunya, la del día de Sant Jordi, lo es) muestran caras muy distintas dependiendo del momento en que se celebran.
El año pasado, en Lady Filstrup, recogimos una magnífica ilustración de Opisso para el ejemplar de “L’esquetlla de la torratxa” del Sant Jordi de 1932. En aquel entonces, la candente actualidad coincidía casualmente con la del 2006, en ambos casos, los políticos catalanes presentaban y defendían su proyecto de Estatut Autonómico ante las Cortes de Madrid. En este año 2007 nos hemos topado con otra “Esquetlla de la torratxa” dedicada a Sant Jordi, en esta ocasión, la del año 1928 y, por una feliz coincidencia, podemos compararla con el especialísimo ejemplar de Editorial Bruguera de la frustrada revista “Jordi”, editada en 1978, justamente media centuria después.
El espíritu que anida en el semanario fechado en 1928 está fuertemente marcado por un afán de difusión de la cultura y del libro como su vehículo fundamental. Desde su espléndida portada, debida al genio del ilustrador Mondragón, se pone de relieve el incalculable valor de los libros como defensa contra las acechanzas de la odiosa ignorancia. Esta lucha del Bien contra el Mal, la lanza se sustituye por una pluma y el yelmo por un libro. La divisa inscrita en el escudo “A bon seny no val engany” (Contra el buen juicio no cabe el engaño) propugna la búsqueda del conocimiento. Por si no fuera suficientemente claro el mensaje de la ilustración, un breve texto de apoyo introduce un elemento clarificador adicional: “El sant Jordi que ens convé”. Se suma aquí un matiz que manifiesta la prevalencia de la cultura por encima de una religiosidad mitológica.
En el interior de este ejemplar, en sus páginas centrales, encontramos una magnífica ilustración de Opisso, ese artista incomparable por el que los Burgomaestres sentimos especial predilección, con un comentario, también aleccionador, en el mismo sentido que la portada y formulando el deseo de que este repentino amor por la cultura y esta sed de conocimientos propia del “Día del Libro” se convierta en un hábito diario y no de periodicidad anual. Pero más allá de las indudablemente nobles intenciones del autor, la ilustración, como todas las de su autor, encierra una riqueza de matices extraordinaria, desplegando un variopinto abanico de tipos humanos como sólo Opisso era capaz de ofrecer al asombrado ojo del lector. Hemos seleccionado algunos detalles, pero sin duda, en la contemplación de la ilustración completa podrá el espectador encontrar muchos otros tan deleitables como estos o más.
El panorama en 1978 había cambiado mucho. A la hora de cumplir con una obligatoriamente diferida cita con la lengua catalana (que en el prólogo de la revista se califica como “perseguida i malmesa” (perseguida y estropeada), editorial Bruguera no hace sino acercarse a un presunto público ávido de encontrarse con su propia cultura popular. El intento no alcanzó, ni mucho menos, el éxito apetecido y no, precisamente, por no haber sido ambicioso, ni por falta de interés. Con la muy notable (y tal vez significativa) ausencia de su figura estrella, el popularísimo Francisco Ibáñez, la recién nacida publicación, “Jordi”, salía al mercado en un formato gigante, de 68 páginas y con trabajos nuevos de casi todos los dibujantes de la casa. La nómina de creadores incluía a los veteranos supervivientes (fallecidos mucho tiempo atrás Jorge y Cifré y, más recientemente, Peñarroya) Escobar, Sabatés y Figueras (más el experimentado Vázquez), además de los de la “segunda generación” Raf, Segura y Enrich y los de la tercera, Jaume Rovira y Ramón Maria Casanyes, a los que había que sumar a ilustres como Carlos Freixas, o Lluis Casamitjana.
El contenido de “Jordi” rezumaba patriotismo catalán en un momento en el que el pueblo de Catalunya reclamaba a voces su Estatut. Se vivía el fervor patriótico en cada rincón del País Catalán y, en consecuencia, Bruguera llenó su revista de butifarras, barretinas y símbolos patrios tales como los hechos del 11 de Septiembre, mosén Cinto Verdaguer, y, por supuesto, el Barça. Al mismo tiempo, en líneas generales, el perfil de la publicación se centraba en el público infantil y, con la excepción de la siempre ácida comicidad de Vázquez, la temática que exploraban las historietas era más bien amable y bucólica, con niños acompañados de perros envueltos en peripecias de nula mordacidad, exenta del menor atisbo de violencia o de carga crítica.
Así las cosas, podemos considerar la portada de Raf un tanto engañosa en relación al contenido de la revista, al menos en el segundo aspecto comentado (el de su infantilismo). La joven que ocupa el centro de la imagen está bastante crecida y promueve fogosas reacciones a su alrededor por parte de la como siempre bien surtida tipología masculina rafiana. En el otro aspecto destacado de la revista (el patriotismo), en cambio, la portada está muy en consonancia con las páginas interiores. Hasta seis “senyeres” pueden contarse en ella (bufanda de Jordi, lazo de la muchacha y punto de libro, incluídas).
Se abre la revista con un pórtico ilustrado por Antonio Ayné, un artista habitual del TBO, que realiza una composición de algunos de los monumentos más conocidos de Catalunya que enmarca el mensaje “institucional” de la editorial. Superada esta formalidad, se da paso a una doble página de aleluyas (“rodolins”, en versión catalana) de Joan Rafart “Raf”, con el FC Barcelona como protagonista, por aquel entonces, una de las más enraizadas esencias del común de los catalanes. A continuación, toma el relevo Jaume Rovira, que inaugura el desfile de niños que pueblan la publicación, con su Oriol, acompañado de su perro “Menut” (como veremos, también habrá más canes presenten en las páginas venideras). Se trata de una serie que participa de un mismo espíritu (totalmente apegado a la realidad) que otras de “Jordi”, poniendo especial cuidado en retratar aspectos cotidianos con todo detalle (modelos de cohes, mobiliario urbano...) una característica propia de su autor y de otros de su generación que volveremos a encontrar en otras historietas de la misma publicación.
Vázquez aparece con una primera entrega de su humor cáustico, la página titulada “Escriptors murals”, a propósito de la marea de “pintadas” que llenaban las paredes por aquellos años que hoy conocemos como “La Transición Democrática”. Los que tenemos cierta edad lo recordamos perfectamente. Para compensar esta expansión de informalidad, en la página enfrentada, una sección de rotunda seriedad y ambición formativa: “Els nostres homes”: Jacint Verdaguer (Nuestros hombres: Jacint Verdaguer).
La contribución de maese Escobar consiste en la creación de una parejita de gemelos (niño y niña) llamados “En Met i la Quima”, que guardan una notable semejanza con los eternos Zipi y Zape. Cobra un protagonismo especial la tradicional butifarra, cosa que, conociendo el sempiterno interés de Joseph Escobar por la comida, no nos sorprende en absoluto. Superada la entretenida historieta del creador de Petra, la gravedad se impone para explicar en dos páginas la derrota que costó su independencia a Catalunya el 11 de septiembre de 1714. La firma se reduce a dos iniciales, F.L., las mismas que firmaban el texto sobre Jacint Verdaguer, pero así como las ilustraciones del apunte biográfico del eclesiástico nacido en Folgueroles venían firmadas por Antonio García, en los dibujos de las hazañas de Rafael de Casanova (más que correctos, por cierto) no he sido capaz de encontrar ninguna firma.
Siguiendo con el recorrido por el ejemplar de “Jordi”, nos detenemos en la historieta futurista dibujada por el hijo de Emilio Freixas, Carlos, “El misteri de Nordia-Epsilon”, con guión de Víctor Mora. Es un punto discordante en la revista, que no guarda ninguna relación con el resto, aparte del obligado uso del catalán y sus giros lingüísticos propios. En el espacio exterior el uso de la barretina no está contemplado. Abruptamente, dejamos la nebulosa de Andrómeda para aterrizar, directamente en “La nostra terra: L’Empurdà”, una sección de dos páginas sobre la citada comarca que pretende “instruir deleitando” y que firma, esta vez con el nombre completo, el misterioso F. L., es decir Frederic Larreula.
La primera muestra del arte de Ramón Sabatés llega en la página 34 : “El senyor Ramon”, un personaje sometido a una serie de tormentos que parecen salidos de la sección que el dibujante realizó durante años en el TBO, “Los grandes inventos del TBO, del profesor Franz de Conpenhague”. Si a Sabatés no se le relaciona especialmente con Bruguera (a pesar de que dibujó para ella desde los primeros años del Pulgarcito de historietas y realizó también ilustraciones para colecciones de cuentos), en la página opuesta, encontramos una página del Don Agapito de Blas Sanchís, o sea, de un personaje habitual de las revistas Bruguera, sólo que en versión catalana. Curiosamente, no parece dibujada por su creador y , quizá en consecuencia, no aparece firmada.
La historieta de Lluís Casamitjana, uno de los más prolíficos dibujantes de la serie “Joyas literarias juveniles”, presenta al personaje Juli Vert (en castellano se llamaría Pere Jil) , otro muchachito que, tras pasar una aventurilla en un circo, acaba dueño del perro que le va acompañando. Como en la historieta de Rovira, los detalles con los que se caracteriza la acción nos permiten reconocer un lugar de existencia real (en este caso, incluso podemos reconocer que se trata de la ciudad de Barcelona). La historia se desarrolla a lo largo de ocho páginas que incluyen algunas viñetas espectaculares que reflejan el ambiente circense. No obstante, el nulo atractivo del personaje protagonista convierten en baldío el esfuerzo artístico. Más gracia tiene la segunda historieta de Sabatés, que presenta al matrimonio Llagostera (“El Llagostera (matrimonio de primera)” y sus problemas con una criada doméstica robótica.
Roberto Segura (al que, por cierto, queremos felicitar por la feliz edición de un tomo de “Súper Humor” dedicado a su obra en Bruguera: “Rigoberto Picaporte y compañía”, Ediciones B. Altamente recomendable y muy esperado por merecido, por supuesto) contribuye con “En Ciset”, un chaval enraizado en el mundo rural catalán, tocado con barretina y partícipe del espíritu travieso propio de la chiquillería seguriana. Como el Juli de Casamitjana y el Oriol de Rovira, también va acompañado de un perro, en este caso llamado “Xic”. Las cuatro páginas de Segura dan paso a la primera de Alfons Figueras, que tiene la atención de firmarla precisando la fecha, detalle que siempre resulta interesante para el aficionado. Así nos enteramos de que dibujó la deliciosa página de “El senyor Canons” en febrero de 1978, lo que nos permite conceder algún margen de tiempo a la concepción y preparación de tan ambiciosa revista. Se trata de un personaje casi mudo, perteneciente a la vertiente más “adulta” de Figueras, caracterizado con bigote y sombrero, como casi todos sus protagonistas. En la página opuesta se encuentra la segunda entrega del humor vazquiano y la más hilarante de toda la revista, una muestra más del dominio que Manuel Vázquez tenía sobre el concepto del desparpajo, de la desfachatez, de la desvergüenza, convirtiéndolo en una fuente de humorismo. “Com predre la col.locación entres hores justes”, se titula la página y es una joya del humor descarado. Con un omnipresente reloj (al estilo de la realización de Fred Zinnemann, “Sólo ante el peligro” –Highnoon, 1952) como leit-motiv, Vázquez desgrana una por una todas las situaciones en que un empleado -despreocupado hasta la inconsciencia- puede humillar y ridiculizar a su jefe.
Enfilando ya la recta final de “Jordi”, destacamos la historieta de Casanyes “Cafetera Express News”, en la que el protagonista (una especie de Gastón el Gafe, al que le hubieran operado la cara) discurre a través de cuatro páginas sin que nos enteremos de cómo se llama y sin que ello nos importe demasiado. Llega entonces una doble página a cargo de Enrich, el cuñado de Cifré, donde, para variar, quien es acompañado por un perro no es un niño, sino una niña, “Montse, amiga del animalets: vol un gos” , se titula la entrega. En su final, sin duda aún contaminado por los efectos que la censura franquista obró en su creatividad, Enrich dibuja al típico “bobby” inglés. Raf, mucho más consciente del clima de libertad que se empieza a respirar, culmina su historieta de cuatro páginas “En Boi Espona: el tresor d’en Roc Guinart” con la intervención de la Guardia Civil, un hecho insólito en la historia de los tebeos Bruguera. Es la contribución de Raf una de las más valiosas de la revista, a pesar de estar dibujada con cierto la ligereza que caracteriza este periodo de su obra. La peripecia narrada, ambientada en un medio campestre, muy “cercano” al de la campiña inglesa de las aventuras de su Sir Tim O’Theo, contiene un elemento de relato criminal expuesto y resuelto en términos argumentales de manera muy similar a cualquiera de las historietas del aristocrático dueño de la mansión de “Las Chimeneas”. Eso sí, la barretina corona la cabeza del protagonista, el masivo pagès Tófol y la acción se desarrolla en plena campiña catalana, concretamente, cerca de Tona, en la Plana de Vic.
Por último, alejado de todo, inscrito en un atemporal mundo de cándida fantasía, hermanado en tiempo y distancia con los primeros cortometrajes del dibujo animado, con los que tuvo tanto que ver, el arte de Alfons Figueras cierra el ejemplar de “Jordi” con su historieta de cuatro páginas “En Pau Xiulet: Al país de les formigues”.
El público al que la cultura popular va dirigida había estado privado de recibirla en su propia lengua durante cuatro décadas. Bruguera hizo un intento por recuperar de golpe el tiempo perdido. Los hechos prueban que se equivocó en su apuesta porque no obtuvo el menor éxito. Quizá se excedió en su afán de “catalanizar” el producto entendiendo erróneamente que el uso de la lengua de Salvador Espriu debía forzosamente estar unido a tratar temas que fueran también propios y exclusivos de Catalunya. O quizá, simplemente, la decadencia del tebeo español, tal como Bruguera lo había reinventado y llevado a su máxima difusión, hacía tiempo que había comenzado a imponerse.
Confrontando, en una última mirada, el Sant Jordi que nos proponían en “L’esquetlla de la torratxa”, Opisso y Mondragón, en 1928, con el de Bruguera, de 1978, entendemos el primero más intemporal y necesario que el segundo, un producto, evidentemente, coyuntural.
NOTA: Este burgomaestre, solicita, abusando de la admiración y aprecio que le profesa, del amigo Jaume Rovira, alguna aclaración acerca de las posibles directrices, intenciones, y propuestas en general, que la editorial debió hacerles a los dibujantes antes de alumbrar el proyecto de “Jordi”. Seguro que cualquier información que nos quiera brindar será infinitamente más valiosa que los torpes comentarios y las chapuceras conjeturas con las que este burgomaestre tortura habitualmente a los pacientes amigos de Lady Filstrup.
Notas: Traducciones escogidas: Portada de Raf: "Aquel chico me dijo por teléfono que llevaría un libro en la mano y una rosa en el ojal de la solapa..." Viñeta de Rovira: Oriol:"Ahora es cuestión de buscar a Núria,hacerme el encontradizo y darle el ramo de flores" Menut: "Ah, pillo!". Viñeta de Vázquez: "Pues no sé de que se ríen.,, Este chiste es del año Catapún, lo conocen hasta los gatos, no hace ninguna gracia y, encima, lo ha contado con tanta torpeza que dan ganas de llorar". Viñeta de Enrich: Padre:"¿De dónde has sacado tantas maderas, Montse?" Niña: "Las he comprado con mis ahorros, padre".