Lady Filstrup (3ª época)

Dedicado a la música ligera, actores españoles y tebeos de Bruguera (porque sí, porque rima).

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jueves, julio 26, 2007

Llegaron los marcianos

Llegaron los marcianos

Del genio de Manuel Vázquez Gallego (Madrid 1930, Barcelona 1995) nunca nos hemos cansado (ni nos cansaremos) de ofrecer muestras en este weblog (o lo que sea). El eco popular que su obra alcanzó (y mantiene) nos impulsa a buscar entre sus creaciones aquellas menos conocidas, en nuestro afán de ofrecer a los amigos de Lady Filstrup algo valioso no tan sólo por su entidad intrínseca, sino también por el hecho de haber pasado inadvertido para los glosadores del acervo historietístico. Es el caso de este personaje creado por Manuel Vázquez para el semanario Tio Vivo en 1964: “Arturito el marcianito”, una criatura prácticamente ignota, de efímera existencia, que ni siquiera es mencionada en el estudio de Enrique Martínez Peñaranda “Vazquez (El dibujante y su leyenda)” (Sins Entido, 2004).
El momento creativo de Vázquez. Tiempo de cambios en Bruguera.
En 1964, la evolución del estilo de Vázquez atraviesa un periodo crucial. Prácticamente, se puede hablar de ruptura con el formalismo de la década de los cincuenta. La expresividad y la agilidad del dibujo de Vázquez, sujeta a un cierta identificación respetuosa con la uniformidad de la línea editorial cimentada en los años previos a la “fuga” de los maestros disidentes para fundar el Tio Vivo, alcanzan, en la década de los sesenta su máximo auge tanto estilístico como temático, dando lugar a la creación de una serie tan profundamente libre y moderna como “Angelito” (también conocido como “Gu-gú”). Dentro del mismo periodo creativo, Vázquez idea su Feliciano original, que nace en 1966 pero no conoce continuidad hasta 1969 (y sobre el cual se puede encontrar en este weblog la entrada “Un tipo con suerte”), y también del mismo periodo (1965), es el primer Anacleto (al que se le dedicó también una entrada, la titulada “¡¡Felicidades, Anacleto!!’’). Pero un año antes, precediendo a sus mayores éxitos populares (para una nueva generación de lectores), otra propuesta vazquiana ve la luz, aunque sin obtener ni por asomo, un reconocimiento popular semejante. Sin embargo, como veremos, la serie dejó su huella (tanto en obra futura del propio Vázquez, como en ajena) y, como todo lo creado por el talento del padre de Ángel Síseñor, contiene suficientes elementos valiosos que la hacen digna de estudio.

La suma de las historietas de Arturito difícilmente alcanzó la docena. Este burgomaestre ha podido reunir siete entregas regulares de una página (las correspondientes a los números 184, 186, 188,189,190,191, y 192 (en los números intermedios no hay historieta de Arturito) y una entrega doble (la correspondiente al Almanaque de Tio Vivo para 1965). La primera historieta publicada de este personaje, con seguridad debió aparecer en algún número entre el 179 y el 183. En el hipotético (y poco probable) caso de que hubiera página del marcianito en todos ellos, eso arrojaría un máximo de trece historietas en total (contando la del almanaque). Ciertamente, representa un muy escaso caudal que verter en el piélago brugueriano, pero, de exquisito sabor, sin duda.

Llegado del espacio
La inspiración cósmica vazquiana tuvo bruguerianas, lo encontramos en la publicidad de la contraportada de los mismos Tio Vivos, consistente en un anuncio de Radio Maymo, la conocida academia de enseñanza profesional por correspondencia, que, lejos de proponer prosaicos medios de formación destinados alugar en la década de los sesenta, con toda probabilidad por causa de la presencia avasalladora del tema espacial en los medios de la época. Ejemplo pintoresco y cercanísimo a las historietas procurar la subsistencia del educando, mostraba para engatusar al desprevenido lector una imagen de atractivo contenido futurista-espacial, dando la impresión de que el que se apuntaba a un curso de Radio Maymo podía acabar tripulando una sofisticada nave espacial interplanetaria (de origen alienígena, modelo platillo volante) en pocos meses. Como dejamos comentado a propósito de una serie de portadas del artista en la entrada “Vázquez sideral”, el creador de Anacleto no podía permanecer ajeno al enfebrecido interés que por lo extra-terrestre se vivía en nuestro planeta. A la hora de ofrecer una nueva serie para el Tio Vivo, y sin obviar que en el mismo semanario había un precedente claro (del que nos ocuparemos después), Vázquez, que recientemente había iniciado la serie de “Angelito”, entregó una serie de historietas que relataban las andanzas de un simpático marcianito de aspecto enteramente humano, frecuentemente inserto en la realidad cotidiana del planeta Tierra. Más concretamente, en el agro español.
No obstante, con ser la inserción del extraterrestre en un medio rural cotidiano, tosco y primitivo, que presente un fuerte contraste con la sofisticación interplanetaria del visitante, el más frecuente, no es ése el único mecanismo empleado por Vázquez para generar sus historias de Arturito. Si Cosmolito actuaba en solitario, Arturito tiene un jefe supremo que, como veremos, se reproducirá, en el futuro, en la figura del de Anacleto. Además, a diferencia del tripulante de platillo volador que le precedió en Tio Vivo, Arturito vive aventuras en el espacio interestelar, es decir, sin necesidad de acercarse a la Tierra. Otros extraterrestres que le sucederán en la misma revista, despreciaron esa posibilidad argumental y se ciñeron a vivir sus andanzas en parajes terrícolas.
Tio Vivo 184 (14-9-64)
El jefe supremo, un personaje de aspecto impresionante (caracterizado por un semblante hosco, barbilla decidida y músculos pectorales que envidiaría el mismo Steve Reeves) le envía a rescatar a un náufrago espacial que yace sobre un anillo como los de Saturno. Resulta ser un torero al que han corneado y lanzado al espacio exterior. Arturito lo devuelve al albero y termina perseguido por el “agradecido” diestro.
Ya en esta primera historieta a la que tenemos acceso apreciamos la estructura que descansa sobre una excepcional viñeta final de gran tamaño, detalle de remarcable importancia dada la rigidez formal que caracterizaba a los tebeos Bruguera en particular y al español, en general. De igual forma, cabe destacar el empleo de algunas viñetas de formato panorámico (generalmente como inicio y a la mitad de la página), igualmente rupturistas con el formato habitual de las planchas de la Casa Bruguera. Argumentalmente se constatan ya algunas constantes:
1) la denuncia del despotismo en la figura del jefe de Arturito
2) la referencia cultural a la realidad concreta española. Las aventuras del marcianito van a desarrollarse, cuando desciende a nuestro planeta, precisamente en España y particularmente en España.
3) El carácter ingenuo y bondadoso del protagonista. Arturito (con excepción de una historieta en la que sufre un justificado ataque de envidia) es un personaje afable, lleno de jovialidad y buena voluntad. Respira inocencia y cercanía. Se puede afirmar que "cae" fenomenalmente bien.

Tio Vivo 186 (28-9-64)
A Arturito lo envían a buscar estatuas terrícolas para estudiar el arte escultórico del planeta. Llegado a la Tierra, toma a un labriego completamente enharinado, propietario de un molino, que ha sido víctima de una broma, por una escultura, por lo que trata de “pescarlo” con su robot-explorador volador para llevárselo en su nave y estudiarlo . El campesino se resiste y termina castigando a Arturito (al que toma por el gamberro que lo enharinó) atándolo a él y a su platillo a las aspas del molino, en una viñeta final formidable, que recuerda inevitablemente el archifamoso episodio de los molinos de viento del Quijote. Y no tan sólo visualmente, pues no olvidemos que si el hidalgo de Cervantes sufre una alineación mental que le coloca en un mundo ajeno al real, el extraterrestre, por su parte, se encuentra en una situación semejante, aunque en su caso, la inserción en un mundo que no es el suyo, es física y no mental.
Tio Vio 188 (12-10-64)
En esta ocasión, a Arturito no se le ha encomendado ninguna misión. Va a la Tierra por propia voluntad para comprar el Tio Vivo. Por el camino supera toda clase de peligros (algunos ciertamente estrafalarios, como los “Planetas carnívoros” o el gigantesco “Cerdosaurio carnívoro”) con solvencia y facilidad, tan sólo para, al llegar a la Tierra, caer en manos de un gitano titiritero que lo exhibirá en una jaula para solaz de rústicos labriegos, en la espléndida viñeta final, digna de haber sido rodada por el Berlanga de los mejores tiempos, tan llena de figurantes “con letra” como está.

Tio Vivo 189 (19-10-64)
Si hasta este momento, la relación existente entre Arturito y su jefe supremo recordaba poderosamente a la que es más comúnmente conocida entre Anacleto y su superior (por lo que hace a estas historietas, más concretamente a las primeras de Anacleto en las que, como vimos, el jefe tenía un aspecto más brutal), en la presente, la semejanza se hace definitiva. El jefe de Arturito “es” el jefe de Anacleto, en la forma que éste adoptará definitivamente, en el transcurso de la serie del agente secreto. Ahí está, con su físico obeso, su bigote y su puro (una caracterización, por otra parte, escasamente identificable con un origen extra-terrestre). La anécdota argumental, típica de vázquez, la hemos visto en historietas de otros personajes del autor: el personaje dominante (Leovigilda, o el jefe de Rosendo Cebolleta o el citado jefe de Anacleto) presta un bien preciado (preferentemente un coche, en este caso una nave espacial) al personaje subordinado que, movido por la envidia, lo maltratará hasta dejarlo inservible, para, finalmente, descubrir con horror que él era el destinatario del destruido bien.
Tio Vivo 190 (26-10-64)
Una nueva entrega construida sirviéndose de un formato que en el futuro hallaremos en el esqueleto de las desventuras de Anacleto. El jefe supremo, que ha recuperado, en su mayor parte, el aspecto de las primeras historietas, confía a Arturito una misión irrelevante, digan del más corriente recadero: traerle un paquete desde un lejano rincón de la galaxia. En el viaje de regreso, la nave del pequeño marciano se queda sin combustible y Arturito se ve obligado a empujarla hasta la extenuación para poder efectuar el viaje de vuelta. El jefe le recibe con un comentario casi casual. El paquete que le ha traído Arturito es combustible y podía haberlo usado para evitarse el palizón. La formidable viñeta final nos muestra la airada reacción del subordinado, típica de los maltratados protagonistas vazquianos.


Tio Vivo 191 (2-11-64)
La historieta de este número, además de traer un nuevo cambio de look para el jefe de Arturito, sustanciado en un espectacular bigotazo (modelo “jefe de pista”), aporta un antecedente clarísimo de la figura de un personaje futuro de Vázquez: la Abuelita Paz. A Arturito le ha ordenado su jefe que le traiga rosas de la Tierra para su esposa, un encargo, como de costumbre, de poca monta, aunque esta vez, de delicado gusto. Como no le es posible conseguirlas de otro modo, Arturito se interna en el jardín de una anciana, que resulta ser una especie de ensayo de la mujer de avanzada edad que en las páginas de Gran Pulgarcito, cinco años después, protagonizará la serie “La abuelita Paz”. No sólo su aspecto es casi idéntico, sino que sus reacciones y la misma estructura de la historia, son plenamente coincidentes con las de las páginas del personaje que habrá de llegar. En el quehacer cotidiano de los dibujantes lo hemos visto con relativa frecuencia) suele darse estas “anticipaciones” de futuros trabajos. Lo comentamos antes en este weblog a propósito del Ali-Oli del mismo Vázquez o del Sir Tim de Raf.

Tio Vivo 192 (9-11-64)
El número final de la serie de Arturito podría considerarse la historieta tipo del personaje. Supone la confrontación del ingenuo visitante del mundo exterior (civilizado, razonablemente hermoso y pacífico) con la simple brutalidad campesina (seres de aspecto horrible, primitivos, feroces y crueles). Arturito es golpeado y maltratado por una familia del campo español. Es tratado como un animal, entregado a un niño como mascota y vapuleado por este sin contemplaciones. Termina la historieta en órbita, ante la incredulidad de otros aliens.

Almanaque para 1965
Formada por dos historietas en las que Arturito sufre las consecuencias de visitar el campo, constituye una especie de variación en dos partes de la entrega del número 192, que se publicó casi simultáneamente . En la primera sufre la violencia de manos de un labrador que le propina una paliza espectacular (exhibiendo una fuerza sobrehumana que, por momentos, recuerda épicas peleas dignas de las confrontaciones Masa- Cosa, en los tebeos Marvel). En la segunda, Arturito, que tiene la inocente pretensión de echar una siestecita (costumbre bien poco alienígena, diríamos) termina corneado por un toro “de los de Salamanca” (conocimiento, por cierto, muy afinado de la realidad terrestre por parte del marcianito) .

Un extraterrestre cien por cien humano

Vázquez creó en Arturito al extraterrestre más humano de la historieta. Comenzando por su nombre, tan cotidiano como familiar, que lo distingue de otros personajes de origen cósmico a los que se les ha dotado de un nombre que respire lejanías galácticas, Arturito tiene el aspecto de un hombrecillo corriente, joven y afable. Carece, a diferencia de los marcianos al uso, de extraños poderes sobre-humanos y, dejando aparte el platillo volante que le permite desplazarse por el espacio sideral, apenas dispone de gadgets (algún que otro robot- botones y poca cosa más). Sus reacciones, perfectamente alineables con las de otros héroes vazquianos, están insufladas del espíritu juguetón tan cercano al lector que el creador de Azufrito sabía dar a sus personajes. Así, sonríe con malicioso cinismo cuando está disimulando una travesura (en la historieta del Tio Vivo número 189) o hace burla a su jefe cuando cree que no le ve (olvidando siempre que sí le están viendo, tal como veremos que le pasará a Anacleto, en historietas futuras). Así, podemos entender a Arturito como un humano vestido con cierta extravagancia (siendo especialmente destacable el detalle de la antenita como de televisión en la cabeza), entregado a ocupaciones corrientes (si bien que en un ambiente, a veces, espacial) como hacer recados para el jefe (o para sí mismo: recordemos su intención de bajar a la Tierra, para comprar el Tio Vivo) cuyo más impactante contacto con lo bizarro, con lo extraordinario, se produce cuando cae bajo el poderoso influjo de los temibles terráqueos, sean estos toscos campesinos o indefensas ancianitas armadas con atizadores.
Un detalle pintoresco que merece un punto y aparte en este atropellado comentario de las andanzas de Arturito, es la sorprendente presencia porcina a lo largo de sus escasas historietas. Resulta llamativo que de las 9 páginas (contando que una de las entregas está formada por 2) de Arturito el marcianito a las que este burgomaestre ha tenido acceso, la presencia de representantes de la especie porcina se produce nada menos que en 4 de ellas, lo que supone un alto porcentaje de cerdos (con perdón), especialmente para una historieta, en principio, de ciencia-ficción. Todos ellos, eso sí, mostrando comportamientos o aspecto verdaderamente surrealistas. Así podemos ver al (previamente citado) ominoso cerdosaurio carnívoro de la historieta del Tio Vivo 188, y en la misma página, en la viñeta final, entre el público (educadamente sentado) a un rollizo ejemplar, o también a un cerdo con alas en la historieta del número 189, triscando tranquilamente en un planetoide, y encontramos a otro (en la historieta del almanaque de Tio Vivo para 1965) que se comunica con su amo mediante lenguaje verbal “cerdil” (empleando una onomatopeya anglosajona, el “honk, honk”) y, en la página contigua a este cerdo parlante, nos topamos con otro que cae de un manzano encaramado a cuyas ramas se dedicaba a la recolección de fruta.

El mayor misterio en torno a Arturito consiste en su abrupto final. Para este burgomaestre, la del pequeño marcianito podía haber sido una gran serie, desde el punto de vista de la aceptación popular. Sin embargo, con un paréntesis en el número 193, la serie es sustituida a partir del número 194 del Tio Vivo por la Familia Churumbel, desembarcada directamente del DDT. Es probable que Vázquez no se sintiera del todo satisfecho con los resultados o que se sintiera excesivamente constreñido por una fórmula que preveía tal vez, abocada a un próximo agotamiento. Su acerada sátira del agro español, de la que había dado cumplida muestra con su Familia Gambérrez (y en alguna medida, en la Churumbel) se veía ahora confrontada con la inocencia de un extraterrestre de inofensivas intenciones. Un misterio menor lo constituye la “C” que lleva en el pecho, el protagonista, en la mayoría de las historietas. Es posible que el nombre pensado originalmente no fuera el de Arturito, sino algún otro cuya inicial fuera la esa letra. O quizá fuera la manera de Vázquez de pagar el débito a Cosmolito R-Z-4, el personaje del “Raf ausente” que constituye el precedente más claro de su creación. Y tal vez ahí, en la conciencia de estar trabajando con “materia prestada” radique el motivo último de la cancelación de la serie.

No obstante, Vázquez no abandonó definitivamente el esquema de Arturito con la cancelación de la serie. Por un lado, como hemos dicho, reprodujo casi idéntica anécdota para una entrega de la Abuelita Paz, que repelerá, a su estilo intransferible, la visita de un alien en las páginas de Gran Pulgarcito. Por otro lado, por citar otro ejemplo, en el almanaque de Tio Vivo para 1969 encontramos la historieta especial de dos páginas “Invasión en Villa Rebóllez”, en la que nos reencontramos, una vez más, con la consabida confrontación del extra-terrestre, tripulante de platillo, con el agro hispano. Esta vez, en honor a las fechas que se conmemoran, el trato es campechano, en lugar de brutal y la cosa acaba bien, a base de vino en bota y jamón serrano. El alienígena, curiosamente, se parece mucho más al Marteínez de Figueras (desaparecido de la revista un año atrás) que al propio Arturito de Vázquez (liquidado de las páginas del Tio Vivo hacía cuatro años).


Marcianitos en el Tio Vivo: un precedente
El Tio Vivo de los años sesenta se hallaba ya muy lejos de aspirar a ser un semanario de humor para adultos, pretensión con la que había nacido en 1957. Entregado al seno brugueriano, del que sus hijos le habían hecho nacer externamente, en 1964 el Tio Vivo era una revista de historietas infantiles cuyo contenido estaba celosamente custodiado por la Censura. En su interior se encontraban series muy consolidadas (que habrían de alcanzar el status de la Eternidad), como Zipi y Zape y Mortadelo y Filemón, procedentes ambas de la revista-madre, Pulgarcito, y otras nacidas para la propia cabecera que alcanzarían un éxito muy notable, como las de Ibáñez: Don Pedrito, 13 Rue del Percebe, Rompetechos y Pepe Gotera y Otilio, o la de Nené Estevill, Agamenón, o la de Segura, de Los Señores de Alcorcón y el Holgazán de Pepón. Al lado de estas, a lo largo de la década aparecieron muchas series llamadas a no durar demasiado ni a dejar huella destacable en la memoria del lector. La de “Arturito el marcianito” es una de ellas, con la especialísima singularidad de que por su calidad indiscutible habría merecido mejor suerte. El preludio más obvio de esta serie de Vázquez lo encontramos en “Cosmolito R-Z-4”, dibujada por Joan Rafart (Raf) para la agencia Barton Fleetway en los primeros años sesenta y publicada por Tio Vivo en los primeros meses de 1964, en varios números de la revista, entre los números 160 y 180, aproximadamente.
En la entrada que le dedicamos a los primeros años de la producción del creador de Sir Tim O’Theo, la titulada “Raf. Trazos felices”, hablamos algo del periodo en que el artista desarrolló su labor profesional fuera de Bruguera. Una de las series que creó para la agencia inglesa Barton Fleetway se llamaba “Milkyway” y se publicó en Bruguera (sin la firma del autor) algún tiempo después de su edición original, los meses inmediatamente anteriores al nacimiento del Arturito de Vázquez. Las semejanzas son evidentes, aunque no lo son menos, las diferencias. Como ya hemos señalado antes, Cosmolito actúa en solitario, sin imposiciones de la superioridad y todas sus aventuras tienen por objeto conocer los diversos aspectos de la vida terrestre. Este afán de conocimiento no existe en las historietas de Arturito, que parece estar al cabo de la calle de los pormenores de las costumbres terrícolas y que, incluso, gusta de hacer la siesta y no tiene ninguna dificultad para interpretar todo lo que sucede a su alrededor. En las historias de Cosmolito, en cambio, el origen de la comicidad radica en la mala interpretación que, lógicamente, como alienígena que es, el protagonista hace de los acontecimientos a los que asiste. No es menos importante, la diferencia crucial que supone la inscripción de las historietas vazquianas a la concretísima realidad española, cifrada en iconos tan incontestables como los molinos de viento de La Mancha, las corridas de toros o la siesta.

Mientras tanto, en la televisión de los USA…
Unos meses antes de aquel año 1964 en el que Arturito emprendió su corto sobrevuelo terrestre, en septiembre del año anterior, otro alienígena dio con sus marcianos huesos en la Tierra. Lo encarnaba el actor Ray Walston (“Bésame, tonto”, Billy Wilder, 1964) en la serie de la productora Desilu para la cadena CBS y sus peripecias (un poco en la línea de “Embrujada”, pero cambiando los arcanos por los poderes cósmicos) se centraban en afectar la vida del “tipo corriente”, Tim, incorporado por el actor Bill Bixby (una verdadera leyenda dentro de la segunda Edad de Oro de la televisión americana y un notable mago, además) quien, ante lo que se le venía encima, presentaba al intruso como “su tío Martin” (ingeniosísima variación del “martian” original).
A lo largo de tres temporadas, entre los años 1963 y 1966, el espectador asistirá a las variadas peripecias de este marciano en la tierra dotado de una bonito par de antenas que brotan de su cabeza de forma análoga a los cuernos de un caracol, que va desplegando una sorprendente (y creciente en número, conforme avanzan los episodios) gama de poderes cósmicos que le permiten hacer casi cualquier proeza, desde leer el pensamiento a paralizar a los humanos. El éxito cosechado por la comedia fue más que notable y motivó su traslado al cómic (en la editorial Golden Key, a cargo del dibujante Russ Manning) así como variado "merchandising" y una reciente adaptación al cine de -intuímos que- nulo interés ("My favorite martian, Donald Petrie, 1999).
Esta comedia de situación, emitida los domingos por la noche tuvo el privilegio de anteceder al mítico show de Ed Sullivan que presentó a Los Beatles en los USA el 23 de febrero de 1964. Los Beatles, a partir de aquel instante, ingresaron en la dimensión mítico-legendaria que ya no abandonaron y, testimonio de ello lo es que, en la misma serie son mencionados en diversas ocasiones a lo largo de sus tres temporadas a pesar de que, por norma general, se suelen evitar las citas coyunturales a cuestiones de actualidad para no datar con demasiada precisión los episodios, lo que dificultaría posteriores reemisiones.
Pero es que la presencia de los Beatles en aquel año 1964 fue tan abusiva que, volviendo a Bruguera, y sin abandonar el tema alienígena, los encontramos diseñados para el futuro por nada menos que Ibáñez, en una viñeta tomada de la segunda página de un díptico especial del Almanaque de Tio Vivo para 1965 titulada “Cómo se celebraba el Año Nuevo hace 3 siglos y cómo se celebrará 3 siglos después, en cuya primera página también se incluía una versión pretérita del conjunto de Liverpool. Esta simpática viñeta era visualmente prácticamente coincidente con el cartel anunciador de una película de aquel año de la que nos ocupamos un tanto en el epígrafe siguiente…

Y en la pantalla grande…

Las andanzas cómicas de un grupo de extraterrestres por nuestro planeta azul también tuvieron su lugar en la gran pantalla de cine en 1964 (al que podríamos llamar Artúrico en honor a la criatura vazquiana). “Llegaron los marcianos” es el título de la coprodución italo-hispana rodada aquel año (aunque estrenada en Madrid, con mucho retraso, en 1969) por el dúo Giuseppe Moccia (Pipolo) y Franco Castellano, en la cual cuatro alienígenas, al adoptar la forma de los terrestres toman un aspecto muy semejante al de los cuatro Beatles (compárese la fotografía adjunta con el dibujo de Ibáñez publicado por esas fechas). Formando parte del cuarteto protagonista se encontraba el recientemente retirado de la escena, el gran Alfredo Landa, que interpretaba a un enamoradizo (de las gramolas de los bares terrícolas) extraterrestre. Los efectos especiales corrían a cargo de los Estudios Moro, los responsables de la creación de la familia Telerín. De ellos representa una muestra el platillo volante que podemos admirar aquí al lado, de aspecto tan delicioso, con todo y a pesar del blanco y negro, que no sabe uno si comérselo o montarse en él. La película, que temáticamente nace de la misma semilla que las historietas previamente comentadas, se resiente de una evidente torpeza narrativa, y fue calificada de "astracanada" en el libro de Luis Gasca "Cine y ciencia-ficción" (Llibres de Sinera, Colección Jarama, 1969), pero contiene algunos momentos disfrutables, como la intervención de los extraterrestres en el transcurso de un partido de fútbol, con la grada llena (en la que destaca la presencia del muy brugueresco José María Tasso). Esta anécdota ya la habíamos visto, por entonces, esbozada en una historieta de Raf de las de Cosmolito RZ4 y, posteriormente, era recogida por Enrich en la correspondiente de 1X2, el invasor. Como casi todas las películas que se producían en Italia, la música la firmaba el inconmensurable Ennio Morricone.

Descendientes de Arturito

Uno de Figueras: Marteínez
Alfons Figueras, el dibujante del lirismo del pulp y de los personajes más solitarios del tebeo español (difícilmente se puede encontrar otro que cree tantos personajes entregados al soliloquio), creó para el Tio vivo su versión del extraterreste en la redondeada forma de Marteínez.
Debutante en el número 272, Marteínez conoció el honor de ser anunciado en el número previo, al lado del pueblerino de Pineda Bono, el olvidado Ceferino, (personaje que, puesto al lado del paleto oficial de la revista, Agamenón, confería a la publicación que le cobijaba un barniz rural, que mezclaba muy bien, como estamos viendo, con las aventuras extraterrestres).
De Marteínez, del que esperamos hablar próximamente, conjuntamente con el Caballero Topito, otro personaje de Figueras para el Tio Vivo, más por extenso, diremos hoy que dio en ocupar el puesto vacante de marciano que la revista poseía y que en las primeras entregas tenía un aspecto notoriamente similar al del personaje lewiscarrolliano “Humpty Dumpty”. No sin razón a Marteínez los niños le llaman “Señor Huevo de Pascua”. Tripulando un ortodoxo platillo volante, semejante a los de Cosmolito o Arturito, comparte con el primero la curiosidad por conocer los usos y costumbres terrícolas. A diferencia de ambos, Marteínez termina por adquirir la compañía de una especie de antagonista humano, el marinero Goliath, al que deja estupefacto con los prodigios que es capaz de obrar merced a sus extraños poderes extra-terrestres, capaces de desafiar las leyes naturales del planeta Tierra. Igualmente a diferencia de sus antecesores alienígenas, su morfología está muy alejada de la humana.
El aspecto definitivo de Marteínez va perfilándose con el paso de las entregas y humanizándose. Haciendo patente esta evolución, Figueras (un lírico al fin) hace decir a su personaje una declaración de belleza innegable en la viñeta inicial de la historieta del número 294 de Tio Vivo: “Hoy estreno nariz para poder oler las flores”, a pesar de que ya venía luciendo tal apéndice desde hacía algunos números.
El periplo terrestre del alienígena de Figueras fue algo más prolongado que el de sus predecesores. Se inició el 23 de mayo de 1966, a partir del ejemplar número 272 y concluyó en torno al número 350 (noviembre de 1967). No aparece en el Almanaque para 1968.

1X2, el invasor

Deudor del éxito de la serie “Los invasores” (del mítico creador televisivo Quinn Martin que tiene en su haber las producción de, además, "Los intocables", "El fugitivo" y "Cannon", por citar algunas), de la que algo comentamos aquí en la entrada titulada “Pitagorín, el invasor”, 1X2, el invasor, de Enrich, inicia su trayectoria en el Tio Vivo a principios de 1969, en torno al número 410, sustituyendo al anterior personaje del dibujante, el conserje Toribio (que, a su vez, había sustituido al anterior –y favorito de su creador- Caco Bonifacio). Con la advocación al título de la serie televisiva de éxito y la inspiración más que evidente en la mini-saga de Vázquez (casi desconocida por el público) “Arturito el marcianito”, Enrich consigue mantener “en cartel” a su “extraterrestre hippy” (pues como ellos, lleva flores en la cabeza) durante todo el año 1969. Las intenciones invasoras de este extraterrestre, explícitas en el título de la serie, marcan la principal distancia con su precedente vazquiano (que en ningún momento pretende invadir nada) y al mismo tiempo, contradicen el mensaje pacifista que transmite la flor con la que Enrich ha sustituido la antena de Arturito (ese mensaje pacifista que los hippys pretendían asumir con su actitud y revelar mediante las flores con las que se adornaban las cabelleras).
No obstante esta importante disparidad de intenciones de ambos protagonistas, las semejanzas entre las dos series (Arturito, el marcianito y 1X2, el invasor) arrojan, sumadas, un resultado que convierte a la segunda, prácticamente, en una versión de la primera. El diseño de los dos personajes principales coincide en un elevado porcentaje y también la relación de subordinación que hay establecida entre ellos. La elección de la apariencia totalmente antropomórfica ya permitiría establecer un vínculo entre ambas series, pero es que los detalles de la complexión y apariencia de unos y otros personajes, no dejan resquicio a la duda. Esta viñeta tomada del almanaque para 1970 nos permite ver a 1X2 junto a su jefe y comprobar que recuerdan poderosamente a Arturito junto a su jefe supremo.

Las coincidencias de la obra de Enrich con la que Vázquez había entregado a la imprenta cinco años antes llegan en ocasiones a hollar el terreno del plagio, como prueba la historieta del Tio Vivo 432 (de fecha 16-6-1969) en la que se reproduce casi íntegramente la historieta de Arturito del Tio Vivo 186, con una viñeta final (que reproducimos aquí) coincidente con el original de forma patente y con tantos detalles que difícilmente se puede considerar un parecido casual. Ahí está el mismo molino, alien y platillo atados sus aspas y el labriego alejándose a lomos de su asno. No menos emparentada con el trabajo de Vázquez lo está la historieta del Tio Vivo 416, que una vez más confronta al alienígena con el mundo rural de la España Profunda, con un labriego en todo similar al que podíamos encontrar en la historieta del Tio Vivo 192. De hecho, la planificación de la primera viñeta (de modo análogo a como sucedía con la viñeta final de las historietas de los molinos) coincide casi exactamente con el original vazquiano. Véase a los efectos de comprobarlo, la composición adjunta, en la que puede apreciarse que, si bien el ángulo escogido es distinto, la escena es prácticamente idéntica. Otro tanto sucede con la viñeta en la que el lugareño "arma el brazo" (al estilo Popeye, podríamos decir). Una vez más, Enrich ha tomado el trabajo de Vázquez de cinco años atrás como referencia clara (sólo que el aplicado discípulo, más concienzudo que su genial maestro, no ha olvidado colocar el bigote al campesino, que lucía al principio de la historieta, despiste que sí cometió Vázquez en su día. Cosas de genio).

Epílogo gris: Nebuloso Pi

Torpe repetición de esquemas y fórmulas previas, Nebuloso Pi fue visto con su platillo en las páginas de la revista Pulgarcito en los comienzos del año 1971. Es la suya una propuesta que pone de relieve que la mera explotación de una fórmula con posibilidades, que ha demostrado que puede funcionar no obtiene resultados aceptables si no se pone en juego un mínimo de talento. Este burgomaestre no puede por menos que respetar el intento, pero las historietas de Nebuloso Pi, de las que mostramos aquí algunas viñetas tomadas de los números 2075 (de fecha 8 de febrero de 1971) y 2078 (de 1 de marzo del mismo año) de la revista Pulgarcito quedan a años luz de sus precedentes Cosmolito (competente), Arturito (genial), Marteínez (lírico) o 1X2, el invasor (digno).
Como se puede comprobar observando la viñeta (la del número 2075) en la que el protagonista (culpable del delito de apropiarse de un apellido tan brugueresco como Pi) se dirige a su jefe (que le habla desde un monitor, como hicieron en su día los jefes de Arturito primero, y de 1X2, después), las intenciones del autor pasan por copiar burdamente los modelos del pasado. La torpeza narrativa y expresiva quedan patentes en cada viñeta de estas historietas (¡de dos páginas!-lo malo si extenso, más malo-) y, como no podía ser menos, también en la escogida de la historieta del número 2078, que es esta en la que Nebuloso le habla al perro exponiéndole, algo crispado, el motivo de su visita a la Tierra. Francamente, se podía haber ahorrado el esfuerzo. El nombre del autor, este burgomaestre ha de admitir, con sinceridad, que lo desconoce. Quizá terminó por aprender a dibujar historietas y lo hizo mejor en empresas posteriores. De ser así, sin duda los amigos de Lady Filstrup tendrán la bondad de hacérselo saber en sus comentarios. Entre tanto, convendrán conmigo que el tema del marciano caminando entre nosotros había degenerado mucho, con el cambio de década...y de artistas.

Y para terminar, un poco de música

De indudable pertinencia dado el carácter de “Crónicas marcianas” de esta entrada (vertiente Bradbury, no –jamás- Sardá), reproducimos aquí, extraído de la revista musical brugueriana “Fans”, de un ejemplar del año1967, la letra de “Marcianita”, un añejo éxito de Billy Caffaro, cuya efigie (algo retocada, al estilo pre-photosoft) puede contemplarse al lado de las inmortales rimas. Leyéndola no se comprende que ninguna civilización extraterrestre pueda tener interés en visitarnos y, mucho menos, en conocer nuestra cultura. Los autores de la canción aprovecharon la moda de lo interplanetario para incidir en el sempiterno rechazo hacia cualquier atisbo de modernidad, con la seguridad de ganarse la simpatía de la audiencia. Ni que fueran jueces. No tenemos remedio.

Nota: Hoy es el cumple de mi amigo y compañero burgomaestre, el escritor. Así que, con la sana intención de ahorrarme un regalito que me habría supuesto un coste en metálico, le dedico esta entrada y le deseo un felicísimo cumpleaños.