Sobre los actores y actrices españoles existe un lugar común (más de uno, de hecho, pero ahora vamos a referirnos sólo a uno) según el cual la calidad de sus interpretaciones están por encima de la de las producciones en las que intervienen. Esta afirmación general, que puede calificarse sin temor a ser injustos, como tópico, resulta especialmente aplicable al género cómico. Y más concretamente, al género cómico en el cine español de los años sesenta y setenta, cuando el mecanismo que ha de provocar la risa en el público emplea el combustible menos refinado y más oportunista. Es en esos casos cuando, de manera especial, el aficionado al cine se encuentra en la incómoda situación de sentir cierta vergüenza de estar divirtiéndose con un argumento adocenado, guionizado torpemente y rodado de manera pedestre. La explicación la halla, indubitablemente, en el buen hacer de los cómicos. Y, como sucede con todos los tópicos, mucho de cierto se encierra en esa creencia. Mari Carmen Prendes es un ejemplo paradigmático de cómo es posible hacer parecer graciosos los diálogos menos ingeniosos y de cómo conseguir que el público se divierta teniendo la sensación de presenciar situaciones hilarantes cuando, en el momento de ser concebidas sobre el papel, no pasaban de burdos caminos trillados revisitados por enésima vez. El enorme mérito de esta sensacional actriz cómica (por más que le doliera el encasillamiento, el desarrollo de su oficio le llevó a ese estadio) radica precisamente en eso, en haber conquistado la popularidad máxima logrando brillar en malas películas y consiguiendo, casi mágicamente, hacer remontar el vuelo, con su singular vitalidad y empuje, oscuros artefactos que se arrastraban.
Actriz perteneciente a la distinguida raza de cómicas geniales, tales como Guadalupe Muñoz Sampedro, Julia Lajos, Isabel Garcés, o Julia Caba Alba, Mari Carmen Prendes completó una trayectoria larga, exitosa y laureada en el teatro, cosechó la máxima popularidad en la pequeña pantalla, siendo presencia casi constante en la mejor década de la televisión española, y participó, en cambio, de lo que probablemente sea lo peor del cine español, considerado como tal, la comedia de consumo que se produjo a caballo de las décadas de los sesenta y los setenta. El “tipo” que terminó por imponerse sobre su probada variedad de registros podríamos considerarlo algo así como una versión femenina del francés Louis de Funes, es decir, alguien relleno de una energía desbordante, y dueño de un carácter tendente a la irritabilidad, aunque mucho menos gesticulante que el astro galo y con un humor más zumbón. En cualquier caso, y para este burgo, Mari Carmen Prendes fue una de esas grandes damas que en lugar de cimentar su grandeza en la vacua distinción que caracteriza a la presunta “gente importante” lo hizo sobre la base de su arrolladora capacidad para divertir al público. Todo un don con el Mari Carmen Prendes nos obsequió a lo largo de medio siglo de actividad profesional.
Mari Carmen Prendes Estrada, que falleció en Madrid el 27 de enero del 2002, había nacido en Segovia el 29 de septiembre de 1906, según las fuentes consultadas, lo que la convertía en la mediana de tres hermanos dedicados al arte de la interpretación, pues a su nacimiento antecedió el de Mercedes (en la ciudad de Gijón, en una fecha indeterminada de 1903) y siguió el de Luis (en Melilla, el 2 de agosto de 1913). Las mismas fuentes atribuyen a la intervención de su hermana Mercedes, el temprano inicio de la andadura profesional de Mari Carmen, que se produciría, con sólo quince años de edad, como meritoria y en las vacaciones del colegio , en la obra “Los millones de Monty”, en la compañía de Pepita Díaz y su marido, Artigas. Por aquel entonces, la actriz residía en Guadalajara y acudía al Colegio de Huérfanas de Guerra. Aquel primer contacto con la escena y la influencia de su hermana Mercedes son suficente para decidirla a seguir profesionalmente el camino de la actuación. Se incorpora a la compañía de Rosario Pino y Emilio Tullier donde verdaderamente va adquiriendo la experiencia necesaria para convertirse en la gran actriz que por talento innato realmente era. Llega en 1931 su primer éxito personal con la representación en el teatro Calderón de Madrid de “Cuando los hijos de Eva no son hijos de Adán”, de Jacinto Benavente. Obra que supuso, por cierto, el debut de otra grande de los escenarios, Amelia de la Torre. El respetado autor de la obra reconoce el talento de la joven Mari Carmen y le promete que le dará un papel de mayor relevancia en una nueva obra que escribirá para la compañía, pero la titular, Rosario Pino, fallece y la obra no llega a escribirse. No por ello guarda la actriz mal recuerdo del autor nobel, quien le regala un retrato dedicado “a la eminente Actriz”, (a pesar de su juventud) y del que acabará representando alguna obra, como por ejemplo la titulada “El bailarín y el trabajador”, ni tampoco por este proyecto no realizado se detiene la carrera de Mari Carmen Prendes, quien actúa como primera actriz, a comienzos de los años 30, en el Teatro Chueca, actuando con Pepe Porta y Antonio Armet como galanes. Es por aquel entonces, en 1934, cuando estrena una obra de Pedro Muñoz Seca, “El gran ciudadano”, en la que, en el papel de una gitana, comparte el escenario con Pepe Isbert, María Bru y Milagros Leal , con la que mantiene un dúo interpretativo tan formidable que el autor de la comedia acude a diario a las representaciones para ser su espectador entusiasta. El gran Pepe Isbert impresiona a la joven Mari Carmen Prendes, que le recuerda en lo sucesivo como un gigante de la escena, cuyo trabajo teatral valora hasta el punto de afirmar muchos años después que “al lado de lo que hacía sobre el escenario, lo que hizo luego en cine apenas sí tenía importancia”. Su capacidad para cambiar de registro radicalmente, pasando de provocar en el espectador el llanto o la hilaridad sucesiva y bruscamente, deslumbra a Mari Carmen Prendes, quien toma buena nota de lo aprendido. En esos años, todavía está por formarse la personalidad que, definitivamente, asumirá la actriz en su madurez y eso le permite alternar registros diversos en las obras que representa de, por ejemplo, los hermanos Serafín y Joaquín Álvarez Quintero, de los que recuerda que fomentaban una imagen conjunta, pero a los que su memoria cataloga distintamente. Si el primero era de carácter más suave y ligero, el segundo imponía más y afectaba mayor seriedad.
En abril de 1936, Mari Carmen Prendes tiene el buen criterio (y la suerte de poder aplicarlo) de emigrar a Buenos Aires disfrutando de una oferta de trabajo. No regresa a España hasta 1945, cuando la peor parte de la pesadilla franquista ha terminado. Su retorno a los escenarios madrileños se produce con la obra “Del brazo y por la calle”, al lado del actor cómico valenciano Pérez Marí. Se inicia entonces la etapa de madurez artística y personal de la actriz, que va forjando su prestigio, fama y su propia personalidad para el público mayoritario.
En los Teatros Nacionales
Los quince años que transcurren desde su regreso de Argentina permiten a Mari Carmen Prendes acumular el reconocimiento que le lleva a acceder a las compañías de los Teatros Nacionales. Así, el 23 de mayo de 1960 se produce su debut como integrante de la compañía que estrena en el Teatro María Guerrero “Mermelada de ciruelas”, de Manuel Gallego Morell, bajo dirección de Javier Lafleur, con Charo Soriano, Francisco Merino, Pilar Muñoz, María del Puy y Jorge Vico, entre otros, como compañeros de reparto. El día 31 de ese mismo mes protagoniza la función única, igualmente en el María Guerrero, con la compañía del “Pequeño Teatro Dido”, de “Doña Endrina”, adaptación de Manuel Criado del Val de parte del “Libro del Buen Amor”, de Juan Ruiz, el Arcipreste de Hita (de la cual representación hemos colgado una fotografía). Compañeros de reparto de esa especialísima y muy elogiada representación fueron Francisco Valladares, Carmen Sáez, Emiliano Redondo y Julio Gorostegui, entre otros, y la dirección corrió a cargo de Ángel Fernández Montesinos. En enero del siguiente año, es la primera actriz de “Un sabor a miel”, obra de Shelagh Delaney que estrena también “Pequeño Teatro Dido”, en el María Guerrero, con dirección del laureado Miguel Narros (premio Nacional de Teatro 1987) y con Emilio Laguna y el propio director, como “partenaires” masculinos. Acaece entonces la irrupción de Mari Carmen Prendes en la pantalla del cinematógrafo y, dos años más tarde, también en la televisiva. No vuelve a los Teatros Nacionales hasta septiembre de 1967, que es cuando, reclamada nuevamente por Miguel Narros, interpreta en el Teatro Español uno de sus mayores éxitos en “Las mujeres sabias”, de Molière, según versión de Enrique Llovet. Con un reparto de excepción que incluía a Berta Riaza (de la que Mari Carmen Prendes se confesó admiradora), Julieta Serrano, Luchy Soto y Carlos Lemos (sustituido por Guillermo Marín), el montaje obtiene un éxito más que notable, permaneciendo dos años en cartel, con algunas variaciones en el elenco, como las incorporaciones de Elisa Ramírez y Teresa del Río. Igualmente, con dirección de Miguel Narros, Mari Carmen Prendes representará más clásicos, como el “Don Juan Tenorio” de José Zorrilla del Teatro Español de 1968, con José Luis Pellicena, Francisco Vidal, Javier Loyola, Víctor Valverde, Agustín González, José Manuel Cervino, Julieta Serrano y Ana Belén, entre otros, y el “Medida por medida” de William Shakespeare estrenado en el mismo escenario el 29 de enero de 1969, con similar reparto. Unos meses más tarde, en abril, la misma compañía representa “El sí de las niñas” de Leandro Fernández de Moratín.
El brillante epílogo a las actuaciones de Mari Carmen Prendes en las compañías de Teatros Nacionales lo supuso su triunfo personal en el montaje estrenado el 3 de febrero de 1984 de “Eloísa está debajo de un almendro” que dirigió José Carlos Plaza y que ya citamos en este weblog por causa de la participación de Ángel Picazo, otra presencia destacada en una representación que contaba también con las actuaciones de Enriqueta Carballeira, Pilar Bayona, Teófilo Calle, José Luis Pellicena, Rafael Alonso y Antonio Valero. Su sobresaliente interpretación, frisando ya la condición de octogenaria, le valió el premio Miguel Mihura de aquel año.
Al margen de sus colaboraciones con los Teatros Nacionales, la carrera teatral de Mari Carmen Prendes está jalonada por títulos de grandes éxitos populares y críticos, como, por ejemplo, la tragicómica “Te espero ayer”, la justamente célebre “Historia de una escalera”, la muy exitosa (más de tres años en cartel) “Una noche en su casa… señora”, y otros muchos, de los que cabe citar, a título de ejemplo, “Mi cara serrana lo va diciendo por donde voy”, “Por cualquier Puerta del Sol”, “Las bicicletas son para el verano”, “A Electra le sienta bien el luto”, “La casa de Bernarda Alba”, “Paso a paso”, “Cartas de mujeres” y “Comedias bárbaras”.
Mari Carmen en el cine
Revalidada su experiencia teatral en la televisión y fijada su personalidad para el público masivo por sus personajes en la pequeña pantalla, se desarrolla la parte fundamental de la carrera cinematográfica de Mari Carmen Prendes. Previos a los años de máxima intensidad de trabajos cinematográficos son sus primeras intervenciones, algunas tan peculiares (por insólita, por atípica, por marginal, casi) como “La hora incógnita”, una película escrita y dirigida por Mariano Ozores, todo un proyecto, en muchos sentidos, familiar.
Mari Carmen Prendes ya se había puesto ante las cámaras de cine en “Mi noche de bodas” (Tulio Demicheli, 1961) y en “Vuelve San Valentín” (Fernando Palacios, 1962), cuando interpreta el papel Remedios en “La hora incógnita”, la película que decidió a Mariano Ozores a abandonar todo intento de emplear el cine como medio de expresión y a limitarse a intentar distraer al público. Se trata de un film que plantea una especie de “apocalipsis de bolsillo”, pues circunscribe la psicosis del fin del mundo (propia de aquellos años de recrudecimiento del temor a la “bomba final”) a una población mediana en la que, por un error en los cálculos, se va a desencadenar una deflagración exterminadora. La parte de la población que, por una causa u otra, no ha evacuado la pequeña ciudad representa la Humanidad en sus diversas facetas y ejemplifica la diferentes actitudes que, ante una situación límite, se pueden adoptar (según el criterio del autor del argumento y guión, el propio director, Mariano Ozores). El fracaso comercial fue inapelable y agravado, además, por el elevado presupuesto con el que contó la película, que presentaba un reparto de lujo y, a la vez, muy familiar. A la familia Ozores, casi en pleno, es decir, a los hermanos Mariano, como director, José Luis y Antonio como actores, la esposa de éste, Elisa Montés y su hermana, la cuñada de los tres primeros, Emma Penella, había que sumar los hermanos Prendes, Luis y Mari Carmen, además del matrimonio formado por Fernando Rey y Mabel Karr. A tanta familiaridad se añadían dos Carlos (Ballesteros y Estrada), Enrique Vilches, Rafael Arcos, Jesús Puente, Julia Martínez y Mercedes Muñoz Sampedro, quien, en el papel de Sofía, formaba en la película pareja con Mari Carmen Prendes, encarnando ambas a un alucinante dúo de cotillas que aprovechaban la situación de abandono de sus domicilios y negocios por parte de sus convecinos para chafardear en alcobas y cocinas privadas y para atiborrarse de dulces “de gorra”. La cinta incurre en el grave pecado de la pretenciosidad, pero muestra un cuidado en el acabado (¡esa magnífica fotografía de Godofredo Pacheco!) que no podemos dejar de lamentar que su escaldado responsable abandonara. La película, que no obtuvo el respaldo oficial (sólo fue calificada como de segunda categoría, con lo que ya partía lastrada por un severo déficit financiero) ni el popular, ya que el público vio defraudadas sus expectativas, pues esperaba algo más cómico tratándose de una película “de José Luis Ozores”, representó un revés tal, un fracaso tan morrocotudo, que Mariano Ozores se propuso firmemente no volver a caer en la tentación de “ser autor”. Los actores, no obstante, están muy bien y consiguen a veces, imponer su calidad a lo estereotipado de sus roles. Vale la pena, especialmente, el citado dúo de Mercedes Muñoz Sampedro y Mari Carmen Prendes, como desvergonzadas comadres alcahuetas y también, como siempre, la deslumbrante belleza de Elisa Montés, que luce en esta película una extraña y renovada nariz, casi inexistente.
El mismo año del rodaje de “La hora incógnita” (por cierto, título, según Ozores, impuesto por el productor) fue también el de “Fin de semana”, primera de las colaboraciones de Mari Carmen Prendes con su director, Pedro Lazaga, o, lo que es lo mismo, la inmersión de la actriz en el universo chillón, multicolor, oportunista, facilón y comercial del Pedro Lazaga de aquellos años, abonado entonces a las comedias que buscaban con desesperada ansia la rentabilidad en taquilla, ya fuera recurriendo a cómicos “con tirón popular” (como Paco Martínez Soria), a temas de “rabiosa actualidad” (como el turismo, el consumo y toda la gama permitida del erotismo) o a referentes humorísticos de probada solvencia (como lo que quedaba de Jardiel Poncela por adaptar). A Mari Carmen Prendes, hay que decirlo, le tocó bregar con la peor versión del cineasta, un sujeto complejo, con una capacidad de trabajo encomiable, de pasado turbulento (y belicoso, pues era exdivisionario), en esos años en los que su prestigio como actriz cimentado en su larga experiencia teatral le habían procurado la llamada de los medios más lucrativos. Es muy notable constatar que las buenas maneras de las comedias del “desarrollismo” se van perdiendo en una factura cada vez más tosca, en la misma medida en que el humor de las comedias de Lazaga va empleando una sal cada vez más gruesa. Si “Fin de semana”, por ejemplo, cuenta todavía con algunos momentos acertados y con un tono amable y humanista (además del no desdeñable valor añadido de la presencia de la guapísima Soledad Miranda), las películas que la suceden van degenerando en forma progresiva. Excepción hecha de “El tímido”, film tan atípico que merece por ello un punto y aparte como el que sigue.
Adolfo Marsillach en su por otra parte excelente libro de memorias (“Tan lejos, tan cerca”, Tusquets) omite cuidadosamente mencionar las películas en las que actuó a las órdenes de Pedro Lazaga (del mismo modo que las había ignorado en el libro de Editorial Dopesa de la serie “Nuestros contemporáneos”, a él dedicado, de Gonzalo Pérez de Olaguer). Es el caso de “Torrepartida” (1956), curiosa historia en la que el divo teatral incorporaba el papel de un jefe de una banda de maquis (sin significación política, claro) resuelta con el brío que su director tenía en sus primeros años de oficio, también de “La pandilla de los once” (1962) parodia del género de atracos perfectos a lo Rififí de la que, como mínimo en honor a su destacadísimo reparto, debería haberla hecho merecedora de algún comentario, y, de manera aún más significativa (por ser autor del guión y protagonista absoluto), de “El tímido” (1965). Es este un film que trata el caso de un hombre aún joven que sufre un profundo problema de timidez (al que el propio autor de la historia no fue en absoluto ajeno, en su juventud) que vive aislado bajo el ala protectora de su alcoholizada madre viuda (una excelente Mari Carmen Prendes). Nada ingenuamente, el hombre capitaliza su problema al hacerse pasar por novio de cinco muchachas a las que saca de sus hogares paternos con el salvoconducto de su conocida timidez para entregarlas, a cambio de dinero, a sus parejas reales, inadmisibles por los progenitores de las chicas. Por alguna razón, esta perversa idea y el negro tono general de la película, no merecieron el recuerdo de su creador. En el reparto, en el lado de las féminas, estaba, además de la pareja de entonces de Marsillach, Tere del Río, estaban Ángela Bravo, Maruja Bustos, Belinda Corel y Ana Carvajal, entre los chicos que pagaban por el privilegio de bailar con ellas al son de “Micki y los Tonys”, figuraban Adolfo Arlés, Javier Inglés, Óscar Monzó, Rogelio Madrid y el luego muy popular Manuel Tejada. Como característicos que aportaban oficio, actuaban el gran Antonio Prieto, el no menos grande José Orjas,Manuel Arbó, Luis Sánchez Polack, Xan Das Bolas y, entre un largo etcétera, Luis Morris, profesionalmente muy unido a Adolfo Marsillach.
El caso es que, tras la pequeña colaboración con que iniciaron su relación profesional, en la citada “Fin de semana”(con José Luis López Vázquez, Manolo Gómez Bur y Antonio Ozores), en la que Mari Carmen Prendes limita su intervención a una sola escena, en la que no tiene que hacer casi nada (en la secuencia está sentada y hace algunos comentarios, casi todos añadidos en el doblaje) más que aparecer inopinadamente acompañada de Ángel de Andrés para arruinarle el plan adúltero al cariacontecido José Luis López Vázquez, y de su papel de mayor compromiso en “El tímido”, la pericia profesional, el olfato de experimentado director, que no se le pueden negar al director de “Cuerda de presos”, hace que vea en la actriz segoviana un seguro de vida, un cheque al portador, en lo que a prestaciones interpretativas se refiere, y cuenta con ella en un elevado número de títulos entre 1963 y 1972. Lazaga y nuestra protagonista de hoy ruedan además“Dos chicas locas, locas” (1964), con el “gancho” del protagonismo de Pili y Mili; “Sor Citroën” (1967) con Gracita Morales como estrella protagonista; “Novios 68”(1967), que explotaba el atractivo de las parejas cinematográficas que formaban, entre otros, Juan Luis Galiardo y Sonia Bruno, dentro de un reparto multi-estelar; “Las siete vidas del gato” (1970), adaptación de una obra de Jardiel que comparece aquí por tercera vez, tras hacerlo en las entradas de Rosanna Yanni y Valeriano Andrés; “Black story (la historia negra de Peter P. Peter”(1971), una vez más con José Luis López Vázquez y la hermosa Analía Gadé (y con la intervención, como en el título anterior, de Luis G. de Blain, en el guión), y “No firmes más letras, cielo”(1972), en la que Mari Carmen Prendes tiene la oportunidad de componer su canónico tipo de suegra teniendo como “víctima” a la encarnación del mito hispánico (o celtibérico) Alfredo Landa. De todas ellas, la propia actriz destacaba como su preferida “Black story (la negra historia de Peter P. Peter)”, que, efectivamente, si quiera sea por su argumento (las fantasías de un escritor de novelas del género negro y de espías, como el propio Luis G. De Blain), menos deudor del oportunismo comercial, es la más memorable del periodo posterior a la negra “El tímido”.
Todavía peores son las películas que filma a las órdenes de Mariano Ozores, que, diez años después de “La hora incógnita” se halla totalmente imbuido de su función eyectora de películas cutres de consumo acrítico. Así, a Mari Carmen Prendes se la encuentra totalmente inmersa en el “Torbellino Ozores” de manera especial, tras sus colaboraciones con Pedro Lazaga, figurando en los repartos de algunas distinguidas perlas, tales como “El calzonazos”, “Jenaro el de los catorce” o “Dormir y ligar, todo es empezar”, todas ellas del mismo año 1974.
No obstante, el punto más bajo (en cuanto a calidad fílmica) de la carrera cinematográfica de Mari Carmen Prendes lo constituyen los títulos firmados por Agustín Navarro, que fueron, justamente, los dos últimos que rodó el director: “Enseñar a un sinvergüenza” (1970), rudimentaria y rutinaria adaptación de una obra incomprensiblemente exitosa de Alfonso Paso, con un estomagante Pepe Rubio, y “La casa de los Martínez” (1971), nefasta traslación del fenómeno televisivo del mismo título, verdadero engendro indescriptible trufado de apariciones de personajes populares de la época y de horripilantes canciones debidas al genio de Alfonso Santisteban (una de ellas, la más delirante, cantada por su esposa, Marisa Medina). La lista de intervenciones y “cameos” es tan larga como variopinta y, en ocasiones, desconcertante: presentadores como Torrebruno y Miguel de los Santos, periodistas como Tico Medina (que habla con la voz de Rafael de Penagos), cantantes como Mochi, humoristas como Tip y Coll, Manolo Escobar y señora, Manolo Gómez Bur y señora, Tony Leblanc y toda su prole, Concha Velasco y su “chacha”, Josele Román, Ángel de Andrés, Simón Andreu, Perico Chicote, Estrellita Castro, Mary Santpere, y un largo etcétera de luminarias más o menos coyunturales, se sumaban al reparto habitual de la serie televisiva en un esfuerzo por hacer digerible lo que era rigurosamente infecto. Entre las personalidades que estaban allí para actuar “de verdad”, encontramos a Carmen Martínez Sierra, Tota Alba, María Isabel Pallarés, Juanjo Menéndez y Ricardo Merino.
En líneas generales, la carrera cinematográfica de Mari Carmen Prendes puede afirmarse que no cabe calificarla de distinguida a tenor de la escasa ambición artística de los títulos en los que participa. Se trata, eso sí, de cine muy popular, muy cercano al público más mayoritario y menos exigente, como prueba el hecho de que en su filmografía la encontramos al lado de un cómico tan unido al éxito comercial como el aragonés Paco Martínez Soria en dos ocasiones (además de en la citada “El calzonazos”, en la muy difundida televisivamente “Don Erre que Erre”(1970), de José Luis Sáenz de Heredia), y dirigida por profesionales que hacen de la taquilla su objetivo fundamental, como los citados anteriormente y como Manuel Summers (“No somos de piedra”, 1968), Luis María Delgado (“Mi marido y sus complejos”, 1969), Javier Aguirre (“El insólito embarazo de los Martínez”, 1974), Fernando Merino (“Pisito de solteras”, 1973), por citar sólo algunos ejemplos.
Mari Carmen en la tele
Con más de treinta años de experiencia en los escenarios, llega Mari Carmen Prendes al departamento de dramáticos de Televisión Española pisando con firmeza y seguridad, de la mano de Jaime de Armiñán, pues debuta en episodios de dos series suyas: en tres de “Día a día” (1963), y en cuatro de “Confidencias” (1964). Jaime de Armiñán (nacido en Madrid, el 9 de marzo de 1927), desde su aterrizaje en TVE, en 1958, había entregado literalmente centenares de guiones y su figura tenía, consecuentemente, un relieve indiscutible. Su capacidad de trabajo como guionista para el medio televisivo no conoce parangón. En junio de 1961, sirva el dato como prueba, la revista Tele Radio publicaba que el autor había contabilizado ya más de 300 guiones entregados de nueve series diferentes. En 1965, en el programa “Primera Fila”, Mari Carmen Prendes vuelve a actuar según lo escrito por Jaime de Armiñán, en la adaptación de su obra teatral “Pisito de solteras” (estrenada en el teatro Infanta Beatriz de Madrid en 1961, con Carmen de la Maza, Alicia Hermida y Maite Blasco, entre otras). Ocho años más tarde, la actriz segoviana vuelve a actuar en la versión cinematográfica de la comedia, en 1973, con dirección del poco sutil Fernando Merino, y protagonismo masculino de Alfredo Landa, que ya se había ocupado del mismo papel en la versión televisiva. Si en la pequeña pantalla, tienen como compañeras de reparto a Nuria Carresi, María Luisa Merlo, Irán Eroy, Alicia Hermida (que había estrenado la obra) y Amparo Baró, en el cine serán Silvia Tortosa, Mónica Randall, Mirta Miller y Tina Sáinz las encargadas de interpretar los restantes roles. Y aún volverá al “universo armiñiano” cuando actúe en la serie “Las doce caras de Eva”, en el episodio “Capricornio”, emitido en 1972.
En los años siguientes, Mari Carmen Prendes sigue actuando en adaptaciones de obras teatrales del programa “Estudio Uno” y en las series más populares, de entre las que destaca, por su significado éxito, “La casa de los Martínez”(1967-1971), original de Romano Villalba, donde interpreta el papel de Olga Pompeyo, la suegra del cabeza de familia, Enrique, interpretado por Carlos Muñoz y madre de Carmen, encarnada por Julita Martínez. Esta familia española presuntamente típica ideada por el que había sido reportero del programa “Kilómetro lanzado”, que presentaba Federico Gallo, estaba formada por miembros procedentes de las diversas partes de la geografía española y, como todas las familias (¿?), disponía de dos empleadas del servicio doméstico (personajes que, por cierto, se ganaron el favor popular en su mayor grado: Rafael Aparicio y Florinda Chico las primeras temporadas, ésta última con la adición de Laly Soldevila, después, y con las hermanas Teresa y Fernanda Hurtado, en los últimos tiempos). En el transcurso del programa, además de dramatizar leves peripecias vitales, la familia recibía distinguidos invitados a los que entregaban, al despedirse, la llave de honor de su casa. En definitiva, la fórmula del programa se correspondía con un magacín de sobremesa dramatizado y obtuvo un éxito resonante que justificó su tan prolongada permanencia en pantalla. En la foto adjunta, puede verse al elenco del programa en su formación de la temporada 1969, con (de izquierda a derecha de la imagen): Eduardo Coutelena, Carlos Muñoz, Laly Soldevila, Isabel María Pérez, Florinda Chico, Julita Martínez, Mari Carmen Prendes y la atractiva y sugerente Mari Carmen Yepes, que hacía el papel de la prima Pilar.
En los primeros años setenta, Mari Carmen Prendes continúa interviniendo en series de gran éxito, como en un episodio de “Visto para sentencia”, que incluía en el reparto a Javier Escrivá como protagonista y a Luis Prendes y Francisco Pierrá, entre otros intérpretes, y en “Estudios Uno” tan celebrados por la audiencia como la sempiterna comedia paródica “La venganza de Don Mendo”, de Pedro Muñoz Seca (con Tony Leblanc como protagonista y con un reparto excepcional, con Fernando Guillén, Antonio Ozores, Gemma Cuervo, Amparo Baró, Luisa Sala, Jaime Blanch, José María Escuer, Carlos Muñoz, Jesús Enguita y Manuel Alexandre) y la contemporánea “Carmelo”, sobre un texto de Juan José Alonso Millán, con los grandísimos Alicia Hermida y Luis Varela como intérpretes más destacados.
En la serie emitida por TVE en 1975 debida al ingenio de Antonio Mingote y dirigida y realizada por Antonio Mercero, “Este señor de negro”, Mari Carmen Prendes representaba el papel de Carola, la hermana del protagonista, Sixto Zabaneta, encarnado por José Luis López Vázquez, y de la que llegó a protagonizar un episodio, que lleva por título el nombre de su personaje. Del episodio “Limpieza de sangre” (una especie de revisión de “Adivina quien viene esta noche”) proceden las imágenes que acompañan estas líneas. En él se da la circunstancia, bien poco habitual, de que comparten plano y escena dos de los hermanos Prendes, representando, precisamente, ese papel, pues Luis hace el papel del padre del sobrino de Sixto y Carola, un juvenil Pep Munné que se presenta en el domicilio paterno acompañado de la que ha de ser su futura mujer, una chica norteamericana, de raza negra. La serie, que fue distinguida con algunos de los premios más importantes de la televisión nacional (el Ondas de Televisión de 1976 y los TP de oro al mejor actor (López Vázquez) y a la mejor serie nacional de aquel año) mantuvo a Mari Carmen Prendes en un nivel alto de popularidad.
Tras su notable protagonismo en la serie de Mercero, Mari Carmen Prendes actúa en un papel, el de Rita, de menor relevancia en la lujosa producción “La saga de los Rius”, uno de los más ambiciosos proyectos nunca acometidos por Televisión Española, que daba su versión a la tendencia las televisiones de aquellos años a producir exuberantes adaptaciones, tipo “Grandes relatos”. Con dirección de Pedro Amalio López, esta versión catódica de las novelas de Ignacio Agustí “Mariona Rebull”, “El viudo Rius” y "Desiderio", constituye uno de los logros más memorables vinculados a la historia del ente que la produjo. Con Fernando Guillén como Joaquín Rius, el protagonista (y con el debut, digamos a título anecdótico, de su hijo Fernando, en la pantalla, siendo un niño) y con las aportaciones de un elenco extraordinario formado por Maribel Martín, como Mariona Rebull, Emilio Gutiérrez Caba, como Desiderio, y Alejandro Ulloa, Ágata Lys, José María Caffarell, Teresa Gimpera, Enric Arredondo, Montserrat Carulla, Ramiro Oliveros y la propia Mari Carmen Prendes, la serie está reclamando hoy ser rescatada en una restaurada versión digitalizada.
En la reedición que, a finales de los años setenta se hizo de la fórmula del fenecido “Estudio Uno”, con el irrelevante título de “El teatro”, Televisión Española recuperó no sólo las intenciones sino también los profesionales que habían ofrecido sus mejores actuaciones diez años antes. Desgraciadamente, nada más era lo mismo y los resultados no estuvieron a la altura del recuerdo que los espectadores tenían del programa pretérito. Dentro de este periodo, Mari Carmen Prendes fue de las requeridas para renovar su compromiso con los dramáticos de Televisión Española e intervino en comedias tan divertidas como “Nosotros, ellas y el duende”(emitida en 1979), según adaptación de Alfredo Castellón de la obra original de Carlos Llopis que continuaba otro éxito suyo, “La cigüeña dijo sí”, que también había hecho Mari Carmen Prendes en Televisión Española en 1966. En el reparto del programa de 1979, gigantes de la escena como José Bódalo y Manolo Gómez Bur. Dos años antes, dirigida por el muy prestigioso Gustavo Pérez Puig (premio Nacional de Teatro 2003), la actriz segoviana ha interpretado el papel de Elisa en “Cuatro corazones con freno y marcha atrás”, una de las mejores comedias de Enrique Jardiel Poncela, que tuvo la peculiar distinción de haberse estrenado dos veces, la primera el 2 de mayo de 1936, con el título “Morirse es un error” (título impuesto por el empresario, pues el original “era demasiado largo”) y la segunda, terminada la horrible contienda, con el título que el autor había ideado. Si en 1936, el reparto lo encabezaba Isabel Garcés y la secundaban Mercedes Muñoz Sanpedro, Carmen Sanz, Concha Sánchez, Alfonso Tudela, Enrique Guitart y José Orjas, entre otros, sesenta y un años después el elenco de la versión televisiva lo formaban Ismael Merlo (como el cartero Emiliano), Pablo Sanz (doctor Bremón), Alfonso Gallardo (Corujedo), Teresa Rabal (Valentina), Amparo Baró (Hortensia), Luis Varela (Ricardo), Antonio Durán (Fernando) y Alejandro Ulloa (Federico). En la obra se explica cómo un doctor en medicina ha descubierto una fórmula que permite rejuvenecer y lograr la inmortalidad a quien la toma, y de las complicaciones que este estado crea en una serie de personajes dando lugar a situaciones comiquísimas, correspondiendo a Mari Carmen Prendes el lucido papel de ser la hija ya anciana que debe reprender, junto a su hermano Federico, a unos padres que están en plena adolescencia y que se comportan como tales, es decir, alocada e irresponsablemente.
“Todo un caballero” es el título del episodio emitido el 1 de enero de 1983 de la serie original de Ana Diosdado, “Anillos de oro” en el que intervino Mari Carmen Prendes, en el breve papel de Consuelito, una tía de Matilde (María Asquerino), de quien quería separarse Antonio (Alberto Closas) para legalizar su situación de pareja (de cuarenta años de antigüedad y con una extensa prole como fruto) con Concha (Elvira Quintillá). La fugaz intervención de una Mari Carmen Prendes casi octogenaria es suficiente para dejar huella de su extraordinaria y poco explotada capacidad para el drama, pues es capaz de conmover y convencer en unos escasos tres minutos de actuación. Su personaje, interno en un asilo, aparece en unos planos sin sonido, sólo con música de fondo, comiendo abstraídamente, un bocadillo. Después, en un diálogo con sus familiares (María Asquerino y Eduardo Calvo), que han ido a comunicarle las intenciones de Antonio, dice sus frases magistralmente, pasando de una situación dominante, digna de su carácter fuerte, a mostrar la inseguridad que se esconde en su interior.
Final
Retirada de los escenarios desde 1988, todavía, un año más tarde y rebasado ampliamente el friso de los ochenta años, Mari Carmen Prendes revalidó el éxito que había obtenido en el teatro representando “Una noche en su casa, señora”, de Juan José Alonso Millán, en el espacio “Primera función” de Televisión Española y, la misma temporada, junto a otra gran dama de la escena, Aurora Redondo, intervino igualmente en “El cianuro ¿solo o con leche?”, del mismo autor, haciendo una última demostración de su talento para la comedia, cultivado ejemplarmente con su esfuerzo profesional a lo largo de tantos años. Mari Carmen Prendes, una mujer entregada a su profesión, llena de una deliciosa energía que contagiaba vitalidad, que aceptaba resignadamente su encasillamiento en el género cómico, a pesar de que anhelaba desplegar registros dramáticos que sabía que dominaba perfectamente (en este sentido, lamentó especialmente no poder hacer el “Misericordia” galdosiano, papel que preparó, en beneficio de María Fernanda d’Ocón, a quien admiraba y a quien hubo de envidiar por su suerte al obtenerlo). Gran actriz, premiada con la Medalla de Oro de Valladolid a la Mejor Actriz, que superaba los inconvenientes de tener, especialmente en el cine, “mala letra” que decir, con el sencillo procedimiento de dotar de inapelable convicción a sus creaciones siendo ella misma. Como parte del público que disfrutó con su arte, a este burgomaestre sólo le queda por añadir una cosa: “Gracias, Mari Carmen”.
Nota 1: además de los libros de consulta habituales (que han sido citados en entradas anteriores) me ha sido de gran utilidad la entrevista y fotos publicadas en el número 1714 de la revista “Semana” de fecha 23 de diciembre de 1972, firmada por Óscar Herrera. La foto de Mari Carmen Prendes en el escenario, representando a Doña Endrina está tomada del número 14 de la revista “Primer Acto”, de mayo-junio de 1960.
Nota 2: En la filmografía de nuestra protagonista de hoy que ofrece IMDB aparece la excelente “El mundo sigue” (1963), adaptación de la novela de Zunzunegui dirigida por Fernando Fernán-Gómez. Tal presencia ha sido corroborada por amigos de este weblog, dignos de todo crédito, y, sin embargo, este burgomaestre está en condiciones de afirmar que la actriz no interviene en ella. Tan magnífica película habrá de esperar una futura ocasión, con motivo de una nueva entrada dedicada a otro actor o actriz, para tener el dudoso honor de comparecer en Lady Filstrup.
El caso de “El tímido” es especial. No figura en la filmografía de Mari Carmen Prendes en IMDB; en cambio, puede encontrarse como la única película de la misteriosa carrera de una tal Maria Luisa Prendes. Lo triste del asunto es que Suevia Films, en su edición en DVD de la película perpetúa el error, tanto en la portada como en la contraportada del estuche. Así se escribe la historia del cine español.
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