Con las voces prestadas de excelentes actrices como la enorme Matilde Conesa (para conocer una lista más completa, visítese la web de "
El doblaje.com"), la argentina
Rosanna Yanni (nacida Marta Susanna Ianní Paxot
ahora hace justamente 70 años, el 27 de febrero de 1938 –y pido disculpas por la indiscreción y, a la vez, aprovecho para desearle que cumpla muchos años más), constituyó una muy frecuente y gratísima presencia en las películas españolas de los últimos años 60 y primeros 70 . En una cinematografía de mayor entidad, su espectacular (y personalísima) belleza muy probablemente habría obtenido una mayor relevancia internacional. No obstante, y con las limitaciones propias del país que la acogió, Rosanna Yanni participa de la historia del cine español, indudablemente, y de manera muy destacada en el lustro que media entre 1969 y 1973, años en los que su presencia en los repartos de los filmes hispanos se hizo constante, acumulando hasta siete u ocho títulos anualmente. Rosanna Yanni llegó a España en 1963 procedente de Italia, con una carta de presentación tan deslumbrante como espectacular: un físico despampanante que reclamaba a gritos (entre otras) la atención de la cámara cinematográfica. Descubierta (según relata el artículo correspondiente , del número 293 de la revista Tele Radio de noviembre de 1963) por
Arturo Fernández, cuando buscaba “partenaire” para la película que iba a protagonizar entonces (“Sol de verano”, de Juan Bosch, para Ízaro Films), Rosanna no consiguió establecerse de inmediato, ni sólidamente, en las pantallas españolas. En los cinco años siguientes a su debut sólo consiguió realizar unas pocas apariciones breves y de ellas, sólo una en una película realmente popular, la secuela de “La gran familia”: “La familia y uno más” (de Fernando Palacios,1965). El momento álgido del éxito y la popularidad de la hermosa argentina estaba aún por llegar. Un momento que no por casualidad dio en coincidir con un cambio en la naturaleza del cine popular español. De la España aún dolorida y amarga del blanco y negro se había de pasar a otra llena de vivos colores. Una transformación en la que mucho tuvieron que ver la implantación del consumismo, superada la fase del desarrollismo, y, sobre todo, la hegemonía mundial de lo “pop”que, finalmente, había de alcanzar el entramado mismo de la celtiberia más carpetovetónica.
Autoironía
Como acertadamente destacan Carlos Aguilar y Jaume Genover en su imprescindible “Las estrellas de nuestro cine” (Alianza, 1996), el componente autoirónico con el que Rosanna Yanni adornaba sus interpretaciones (no “en contra” del guión, evidentemente, pero sí, en buena medida, añadido, como un enriquecimiento) supone una aportación decisiva para aumentar el atractivo de la actriz. A su indiscutible belleza basada en un físico rotundo y hasta exuberante, algo en la mirada, en los gestos de la Yanni la hacían merecedora del reconocimiento del espectador de estar ante algo más que un cuerpo atrayente. Por similitudes antropométricas y por ser sus reinados en las pantallas coetáneos, se podría considerar a Rosanna Yanni la Raquel Welch del cine español. Con la ventaja, para la argentina, de tener este añadido de sano distanciamiento humorístico que, sobre su apariencia contundente, sabía imponer.
No es la belleza de Rosanna Yanni, por supuesto, acomodada a los cánones más clásicos, ni a parámetros de suavidades femeninas. Algo en sus rasgos angulosos, en su complexión de anchos hombros y brazos musculados, le otorga un punto de desconcertante masculinidad, sobrepuesta a un pecho apetecible (mostrado repetidamente en generosos escotes), una silueta sinuosa y a un hermoso rostro de pómulos altos y barbilla exquisitamente partida. Esa impresión de masculinidad se pone de manifiesto en la coyuntural comedia “Las ibéricas F C”, película de la que ya hablamos en este weblog, con motivo de una historieta de la Petra de Escobar, que dirigió Pedro Masó en 1971, cuando el personaje interpretado por Rosanna Yanni manifiesta ciertas dudas sobre su feminidad, dada su afición a fumar puros o su facilidad para marcar goles. También, la confrontación con la belleza más delicada de, digamos Analía Gadé, tal como puede comprobarse en la fotografía adjunta, refuerza esa curiosa impresión. Ambas actrices comparten planos (y algo más) en un curioso “giallo” (al que este burgomaestre sólo ha accedido por referencias) del cineasta aragonés José María Forqué, “El ojo del huracán” (1971).
Unos años al lado de los monstruos
Con la nada desdeñable riqueza de su hermosura, con la inteligencia necesaria para saber seducir al espectador y con la inestimable colaboración de excelentes actrices de doblaje, Rosanna Yanni se prodigó en una intensa, aunque corta, carrera profesional, volcada en las pocas variantes que el cine comercial español del momento producía. Básicamente tres: comedias picantillas, folletines ye-yé o fanta-terror y aventuras. Todos ellos, con una influencia poderosa del tebeo y, en general, de la cultura “pop”. En todos los casos, la actriz tuvo ocasión de colaborar con auténticos monstruos de la interpretación, y hasta ser, ella misma, un monstruo.
Entre las comedias, además de rarezas como la película de la que se ha extraído la foto de ahí al lado, "Déle color al difunto" (una adaptación del director Luis María Delgado de comedia negra de Juan José Alonso Millán), en la que Rosanna Yanni aparece al lado de Fernando Delgado y de Ricardo Merino, destacan títulos como “Crimen imperfecto”(Fernando Fernán Gómez,1970) o “Cuidado con las señoras” (1968, Julio Buchs) que contienen situaciones, personajes y argumentos claramente emparentados con los tebeos Bruguera o, cargando un poco el acento en la picardía, en películas como “Porqué pecamos a los cuarenta” (Pedro Lazaga,1970), con la revista “Can Can”. En todas ellas, como puede comprobarse en las fotos situadas renglones arriba, Rosanna Yanni supone un elemento altamente perturbador en un mundo transitado por hombrecillos insignificantes, reprimidos, de comicidad casi patética, magníficamente encarnados por actores sensacionales, como José Luis López Vázquez (en la foto, tomada del citado film de Pedro Lazaga), o Juanjo Menéndez (en el de Julio Buchs). Si en la imagen en la que trata de “poner en marcha” a José Luis López Vázquez, éste saca expresivo partido de su mandíbula (única en la Historia del Cine), Juanjo Menéndez hace recaer la intensidad de su arte en la mirada, al punto incrédula, hambrienta y con un algo de desamparo ante los evidentes encantos de la hermosa Rosanna. Testigo de la caída del indefenso “macho ibérico”, la gran cómica Margot Cottens.
Otras comedias en las que intervino Rosanna Yanni nos muestran la pauta que regía los impulsos creadores imperantes en el terreno más comercial. Repasando su filmografía encontramos títulos firmados por Ramón Fernández y Pedro Lazaga (como la película de la fotografía adjunta, en la que encontramos al gran Valeriano Andrés, al no menos grande Antonio Ozores, a la genial Mari Carmen Prendes, y al correcto Carlos Muñoz: “Las siete vidas del gato” (1970), adaptación de la obra homónima de Jardiel Poncela.
En cuanto a las películas de corte dramático del (llamemos) “lustro prodigioso” de Rosanna Yanni, destacan, por su paralelismo, dos cintas en las que el ambiente en que se desarrolla la acción cobra importancia protagónica: “El paseíllo” (drama inserto en el medio de la tauromaquia, última realización de Ana Mariscal, que data de 1969) y “Cuadrilátero”(1970), de Eloy de la Iglesia , cuyo mayor interés extra-cinematográfico radica en la colaboración, en un papel de importancia, del campeón mundial del peso pluma José Legrá. De ambas películas mostramos aquí sendas fotografías: En la primera vemos a un Alfredo Mayo, galán por (Su) excelencia del franquismo, ya maduro. En la segunda, es el actor alemán Gerard Tichy (todo un personaje, del que habrá que contar aquí su historia) quien comparte escena con Rosanna Yanni. En las dos situaciones hallamos a la actriz algo más incómoda de lo que estaba junto a López Vázquez y Menéndez. Si la relación que la unía con los actores cómicos podía describirse como de la depredadora jugando con sus presas, junto a los actores dramáticos, la correlación de fuerzas prácticamente se ha invertido y tanto Alfredo Mayo, como míster Tichy transmiten cierta sensación de peligrosidad hacia la bella.
Tío Jess, Tío Jacinto y Tío Amando
Tanto las películas encuadrables en los párrafos anteriores, como las del que se inicia en estas líneas pertenecen a un tipo de producción hecha sin más pretensión que su consumo poco remilgado por parte de un público cuya única exigencia es una momentánea distracción. Pero entre las previas y las que ahora paso a comentar, existe una diferencia que ha brotado del inexorable paso del tiempo. El género fantástico y terrorífico mantiene una legión de fans que hace de las películas que lo componen objeto de culto, y de sus directores, profetas de su Fe. Tanto Jesús Franco, como Jacinto Molina, son de los pocos directores españoles que realmente tienen una cierta dimensión internacional. Las razones de que esto sea así no compete explicarlas a este burgomaestre, pero lo cierto es que sus dos versiones de la desfachatez (la cualidad que más les acerca a la categoría de genios): de desarmante ingenuidad (al menos, aparente) en el caso de Molina, y próxima al cinismo, en el caso de Franco, y su innegable entrega a su obra y al cultivo de sus respectivas leyendas dan como resultado que quienes hayan colaborado con ellos, participen, en alguna medida , de su gloria. Así, el hecho de que Rosanna Yanni protagonizara brillantemente dos películas para el director Jesús Franco (“El caso de las dos bellezas”, de la que proceden las fotografías en color sin referencias que salpican de belleza esta torpe entrada, y “Bésame, monstruo” -ambos títulos de 1969 y, probablemente, rodados de forma casi simultánea-) le otorga cierta categoría internacional y el aprecio de un importante grupo de influyentes ideólogos del “franquismo”. Se trata de dos películas eminentemente "pop", deudoras de cierta tradición del cine de terror y del tebeo de aventuras (en especial, el "Fumetti" italiano), muy disfrutables, a un cierto nivel y con un aire estupendo de "juguetes para adultos". Por otro lado, la colaboración, a lo largo de los años, con Paul Naschy (Jacinto Molina), es aún más copiosa y más notable, dando comienzo con su intervención en títulos aún no dirigidos por el titán del terror español, como el que inició la andadura del mito máximo del celuloide terrorífico hispano, el licántropo Waldemar Daninsky, “La marca del hombre lobo” (1969, Enrique L. Eguiluz, de la que colgamos al lado una muestra de la intervención de Rosanna Yanni), especialmente destacable por la cuidadísima iluminación,debida a Emilio Foriscot, capaz de recrear la mejor plasticidad de los títulos de referencia de la Hammer británica, o como los dos films de Javier Aguirre “El gran amor del conde Drácula”(1972) y “El jorobado de la morgue”(1973) . Cuando Jacinto Molina pasó a dirigir él mismo los guiones que pergeñaba, no dudó en volver a reclamar los servicios de Rosanna Yanni, cosa que hizo para su peculiarísima comedia, muy maltratada comercialmente, adaptación de una novela de Eduarda Targioni sobre el trasfondo de la alta sociedad de la capital de España, “Madrid al desnudo” (1979), en unos años en los que la actriz ya sólo se ponía esporádicamente, ante las cámaras.
INCISO:A propósito, quiero señalar que esta circunstancia, la de ser reclamada por directores con los que había trabajado en el pasado, es una característica que dice bien a las claras la categoría de nuestra protagonista de hoy, y que se repite en los casos de Antonio Giménez Rico (que es el último director, a fecha de hoy, para quien ha trabajado,concretamente en ”Primer y último amor”, un título del reciente año 2002. Previamente, el director burgalés la había tenido a sus órdenes en “El Cronicón”, nada menos que 32 años antes); del anteriormente citado Ramón Fernández, que volvió a reunir a Rosanna Yanni con su “descubridor”, Arturo Fernández, en “El señorito y las seductoras” (1969), seis años después del primer encuentro y en “Matrimonio al desnudo”, otros cinco años más tarde), del genial Luis García Berlanga, para quien Rosanna Yanni interpretó un papel (en el que estaba pluscuamperfecta) en la influyente y exitosa “La escopeta nacional” (1978) y otro, veintiún años después, cuando ya estaba prácticamente retirada, en “París-Tombuctú”. Todas estas fidelidades dan que pensar que nos hallamos ante una mujer cuyo encanto, que electriza al espectador desde la pantalla, no deja, desde luego, indiferentes a quienes la dirigen ante las cámaras. FIN DEL INCISO.
Sin alcanzar las proporciones ciclópeas de un Jesús Franco (“Jess” para el mundo global –que, por cierto, podría haberse cambiado el apellido, también) o de un Paul Naschy, Amando d’Ossorio también tiene un lugar en el panteón de los fans del género de terror, primordialmente debido a su contribución a la mitología del horror en forma de la serie de películas dedicadas a los monjes templarios que regresan de sus tumbas para sembrar el pánico entre desprevenidos lugareños, que se inició con “La noche del terror ciego” (1970). A Rosanna Yanni le cabe el honor de haber participado en la primera película del género que le habría de hacer mundialmente famoso, e inmediatamente anterior a su mayor éxito. Hablamos de “Malenka, la sobrina del vampiro” (1969), una cinta en verdad bizarra y delirante, bien provista de turgencias (que incluyen, además de a la Yanni, a Anita Ekberg, Diana Lorys y a Adriana Ambesi).
Visiones de Rosanna
Rincón de lectura:
Desmintiendo el tópico, que dice que la belleza es poco amiga de la cultura, no es infrecuente sorprender a Rosanna entregada al placer que proporciona un buen libro, sino todo lo contrario. En la muy grata tarea de revisar películas para confeccionar esta humilde entrada-homenaje a Rosanna Yanni, este burgomaestre ha topado fácilmente con la imagen de la guapa argentina recreando el título de aquel programa de la primitiva Televisión Española original de Luis de Sosa, “Tengo un libro en las manos”. Así, por pura casualidad, y sin pretender hacer una búsqueda exhaustiva, podemos ver a nuestra protagonista en la recién comentada cinta de Amando D’Ossorio, esgrimiendo un libro en el que se recoge la leyenda de la titular “Malenka”, para explicar a los descreídos forasteros la veracidad de las historias de vampiros. Sin abandonar el tema, en “El gran amor del conde Drácula” la encontramos dando lectura a “LasMemorias del profesor Van Helsing” (un volumen imprescindible, como se comprenderá, en la biblioteca del vampiro aristócrata) para ilustrar a sus compañeras de desventuras de los peligros que les acechan. Por otro lado, en “El caso de las dos bellezas” , Rosanna se zambulle en el mundo de Poe, lo que le permite decir algunas de las frases del diálogo más divertidas de la película. Preguntada por su compañera a propósito de su lectura, responde: “No vale nada.Es un libro del que le hace los guiones a Boris Karloff: “Las aventuras de Arturo Gordon Pym”. “¿Y de qué trata?”, vuelve a inquirir el personaje interpretado por Janine Reynaud. “Pues de eso: de las aventuras de Arthur Gordon Pym. Me fastidian los libros que ya te lo cuentan todo desde el título.” Por último, en una de sus más recientes intervenciones, en la película “Al límite” (Eduardo Campoy, 1997), aparece brevemente para ser entrevistada por la protagonista del film, la juez interpretada por Lidia Bosch y ¿qué es lo que está haciendo cuando llega la visita? Pues leer un libro, naturalmente.
En portada
De la popularidad de Rosanna Yanni da cumplida cuenta esta portada de la revista Diez Minutos, que ocupó con ocasión del nacimiento de su hija Sharon, que tuvo lugar en la madrileña clínica de Nuestra Señora del Rosario el10 de septiembre de 1973 sobre las cuatro y veinticinco de la tarde. Los nombres del médico y la comadrona que atendieron el parto no considero necesario reproducirlos a estas alturas. Lo que sí parece una conjetura bastante razonable es que el nacimiento de Sharon supuso un cambio, una mayor pausa en la intensidad del ritmo de trabajo de su madre. A partir de 1974, se reduce drásticamente el número de películas en que interviene anualmente Rosanna Yanni, espaciándose, paulatinamente, sus trabajos. De la carrera de su marido, Johnny Dwyre, que en aquel momento estaba en trance de iniciarse como director (había sido montador, ayudante de dirección y director de segunda unidad en una de las películas más recientes de su mujer, “Las amazonas” (1973)) lamentamos decir que no sabemos nada, lo cual, la verdad, nos inquieta un tanto.
Rosanna Yanni se retiró de las pantallas en 1980, tras participar en una película desgraciada, “Despido improcedente”(Joaquín Luis Romero Marchent) , que intentaba aprovechar el tirón de una pareja de éxito, la que formaban en el escenario, representando una obra de Santiago Moncada (precisamente, guionista de la película), la muy aplaudida “Violines y trompetas”, Jesús Puente y Juanjo Menéndez. El caso es que la película que había de suponer la despedida de Rosanna Yanni fue un fracaso y la pareja artística que la protagonizaba terminó agriamente rota. Por fortuna para los espectadores, diecisiete años más tarde, en 1997, aquella belleza argentina que, jovencísima, había recalado en España hacía más de tres décadas, decidió romper su retiro volviendo a ponerse ante las cámaras (con el espléndido aspecto que puede verse junto a estas líneas) si bien que en contadas ocasiones. La última, como ya se ha dicho antes, en el 2002.
Sea como fuere, por si decides volver, que sepas que siempre nos alegramos de verte, Rosanna.
NOTA:Además de los enormes (y compatriotas nuestros) Fernando Fernán Gómez o José Luis López Vázquez,( o el mismo Paul Naschy, ¡qué rábanos!) los caprichos del régimen de las coproducciones, tan habitual en España en los años sesenta, permitió a Rosanna Yanni compartir cartel con estrellas internacionales menores como Anita Ekberg o William Shatner y con algún mito universal auténtico como el gran Vittorio Gassman en “¡Qué nos importa la revolución!”(1972, Sergio Corbucci) o el wellesiano Joseph Cotten, lo que se produjo en el western “Comanche blanco”(José Briz ,1968). Podemos comprobarlo en la fotografía adjunta, en la que también aparecen (a la izquierda)Héctor Quiroga (hijo de la también actriz, Nélida Quiroga, gran dama de la escena, quien se dedicó con posterioridad a la locución de deportes y dio nombre, tras su fallecimiénto, durante unos años (entre 1984 y 1991) a un conocido torneo veraniegode baloncesto : “El memorial Héctor Quiroga”), y (a la derecha de la imagen) Barta Barry, un sempiterno “duro” habitual en producciones de cine de temática criminal y policíaca.
NOTA 2: Rosanna Yanni protagoniza un momento especialmente esclarecedor en relación a la personalidad del que fue su compañero de reparto y director en varias películas, Jacinto Molina. En el film de Javier Aguirre, “El gran amor del Conde Drácula”, el multidisciplinar artista, en su calidad de guionista, hace loar sus virtudes como seductor al personaje interpretado por la actriz . Esta, la de justificar con líneas del guión sus constantes éxitos, fruto de sus irresistibles encantos, en el terreno amatorio, era una práctica habitual en el quehacer del director de “El huerto del francés” (1978), sólo que en el presente caso, la total inadecuación al papel era de proporciones tan bochornosas que debió verse obligado a emplearse a fondo. Así, los diálogos entre las jóvenes y guapas huéspedes forzosas del castillo del vampiro se repiten y casi siempre en términos semejantes (más o menos, de la siguiente forma):
Elke (Mirta Miller): No sé qué ves en ese hombre...(refiriéndose al vampiro bajito y rollizo interpretado por Paul Naschy)
Senta (Rosanna Yanni): No veo nada, simplemente, me gusta
Más tarde:
Elke: No sé qué habéis visto en ese hombre...
Senta: Tiene algo misterioso que me atrae
En otro momento:
Karen: (Haydée Politoff) Pues a mí me gustan más altos y delgados (dicho como si estuviera describiendo a Christopher Lee)
Senta: Quita, quita. A mí me gustan fuertes. ¿Has visto qué espaldas tiene?
Y en eso, al menos, tenemos que darle la razón a nuestro muy admirado Jacinto Molina: era el vampiro con más espaldas de la historia del cine.Etiquetas: Monografía