Al hilo del docto y sagaz comentario de mi compañero burgomaestre acerca de Stan Laurel y Oliver Hardy, traigo aquí una muestra de tipos brugerianos que me han parecido formalmente emparentados con las caracterizaciones del popular cine cómico americano.
A la hora de crear un personaje que se pretenda gracioso, los caminos que toman un actor cómico o un dibujante de historietas son semejantes. La diferencia radica simplemente en que mientras uno aplica sobre sí mismo los afeites, pelucas, gorros y bigotes y el otro, acodado en su mesa de trabajo, los plasma sobre el papel. Se trata de hacer reír y de hacerlo mediante la acción y personalidad de un tipo con vis cómica, fácilmente identificable y que, a ser posible, perdure en la memoria del espectador-lector.
No me he detenido aquí a aportar los ejemplos más famosos, ni tampoco he pretendido (ni mucho menos) ser exhaustivo (eso fatiga mucho). No voy a enseñarles ahora un Don Pío para señalarles su parecido con Charlot, ni un Gordito Relleno para hacerles calcular mentalmente que su peso debía ser muy semejante al de Fatty Arbuckle; tampoco la indumentaria de Carpanta, o el canotier de Don Pelmazo, con ser asimilables a las caracterizaciones de los cómicos del cine mudo van a estar presentes en esta entrada. Porque todos estos personajes han alcanzado una cierta dimensión y no son, por tanto el objeto de este comentario. He querido detenerme en personajes que, a mi modo de ver, desde su creación, se quedaron en la superficie, sin alcanzar mucho más allá de ser meros portadores de un disfraz. Son personajes basados en un patrón único: hombres solitarios de mediana edad que se definen como personajes por su aspecto, hasta tal punto que es éste su fundamental seña de identidad.
Dos características comunes: ninguno de ellos obtuvo un éxito remarcable y todos ellos nacieron ya anticuados.
Sanchís fue un dibujante muy activo en la Casa Bruguera desde su entrada en los años 60 y aportó un buen número de personajes a sus revistas. Aquí he puesto a sus
Don Agapito (de la nómina del Pulgarcito) y
Teresito (que deambulaba por el DDT). Del primero salta a la vista su génesis procedente de la figura chaplinesca (de la que no falta ni el detalle del bastón) aderezada con el puro y el bigote de Groucho Marx.
El segundo, de más difícil identificación, produce, merced a su sombrero y bigote peculiar (a propósito, muy del Régimen), igualmente, el mismo efecto de haberse creado, digamos, artificialmente. Sanchís, como ya hemos dicho aquí dibujó muchas historitas de personajes vazquianos y muy dignamente, por cierto. También hizo algún que otro ibáñez, como esperamos demostrar cualquier día de estos.
De Mingo traigo su
Don Tiburcio, otro personaje compuesto desde el exterior, sin más vida que la que le prestan sus lentes, su bombín negro y su ancho bigote perdido en las páginas a dos tintas del DDT.
L
a aportación de Tran a esta modesta galería de modestos personajes es su
Cándido Palmatoria (del DDT)
, un individuo inexistente tras sus gafas a lo Harold Lloyd, su flequillo, su pajarita blanca y su sombrero (Por cierto, igual que el que llevaba Teresito en sus primera historietas. Luego Sanchís le desdobló el ala y le hizo, por medio de tan sencillo expediente, modernizarse veinte años).
Don Próspero es una creación de Pineda Bono para el Tio Vivo que tampoco llegó a desatar gran interés entre los lectores. Su caracterización, como las demás, es meramente superficial.
Nuevamente se combinan elementos ya sabidos para intentar conseguir con su suma un personaje: gafas, sombrerito, puro y corbata de lazo, esta vez, negra. Recuerda al Groucho ya domesticado, que sobrevivió a la locura de sus antiguas películas con sus hermanos en la televisión o en filmes tan inocuos como "Don Dólar".
De Cerón y creado también para el Tio Vivo, es
Fortunato, el cenizo, un vagabundo característico pertrechado de suficientes elementos externos como para hacer de él un personaje perfectamente reconocible pero, por desgracia, totalmente olvidable. Una vez más: bigote y sombrero identificables, con la novedad de los puños de una camisa inexistente.
De todos los personajes aquí aportados, el más complejo e interesante es el "hijo" de Pedro Alférez, el señor Pórrez, de la serie
"Pórrez y cía." (empresa con sede en el Tio Vivo). No sólo por estar mejor construído "per se", sino porque al formar parte de un grupo, su personalidad quedaba mejor definida en función de los otros. No obstante, su notorio parecido con Groucho Marx hacía obligada su presencia aquí. La sustitución del puro por un cigarrillo casi consumido no es suficiente diferencia como para evitar la obvia comparación: tiene el mismo bigote, la misma expresión, camina igual y habla a la misma velocidad. Por lo demás, este burgomaestre sospecha mucho que Pedro Alférez dibujó muchas páginas vazquianas y se propone intentar demostrarlo a través de este blog, algún día.